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Economía, Infraestructura, Odessa, Ucrania

El quinto intento

Artículo Original: Andrey Manchuk

El 24 de julio, en Odessa, se produjo un nuevo intento de reflotar el carguero hundido Delfi, que desde hace más de medio año adorna la costa de una popular playa de la ciudad de nombre similar, Delfín, lo que ha dado pie a numerosos chistes de los humoristas locales.

El buque se hundió el 21 de noviembre del año pasado. Una violenta tormenta arrancó la mal colocada ancla y lo lanzó directamente contra el espigón, tras lo cual el Delfi se inclinó y se hundió. Fue posible salvar a la tripulación, pero el combustible comenzó a filtrarse del buque. Todo ello pese a que la compañía británica de la que es propiedad, Mister Drak, inicialmente afirmó que no había combustible, ya que no quería pagar las multas que implican estos casos.

Nadie tuvo prisa por reflotar el buque. El invierno llegó a Odessa y posteriormente la prolongada épica del coronavirus. No fue hasta mayo, cuando la población emergió de la cuarentena y volvió a la playa para compensar el tiempo pasado entre cuatro paredes, cuando se dieron cuenta de que había restos de petróleo en el agua. Su origen era el buque hundido. Y la concentración superaba en 16 veces las normas permitidas, por lo que la playa Delfín tuvo que cerrarse al baño.

Según la legislación, un buque peligroso para el medio ambiente debe ser retirado por el Estado, concretamente por el servicio técnico del puerto más cercano. Al fin y al cabo, el coste de tan enorme operación corre a cargo de los dueños del buque por medio de las acciones legales. Se estimaba que el trabajo para reflotar el Delfi costaría unos 24 millones de grivnas, pero ni las autoridades centrales ni las locales buscaron esos fondos durante mucho tiempo pese a que el vertido amenazaba toda la campaña turística de la ciudad costera más grande de Ucrania y Bankova no había tenido problemas para encontrar dinero para hacer películas patrióticas y promocionar actos ostentosos.

Pero también hay lugar para la ostentación en esta historia. La situación del carguero estuvo supervisada por la Oficina del Presidente con el apoyo del Fiscal General y el presidente Zelensky personalmente acudió a la playa cerrada para posar frente al buque hundido, amenazando a todos con severos castigos y exigiendo que el escandaloso buque fuera reflotado inmediatamente. Mientras tanto, las autoridades seguían intentando hacer caer el peso de la operación de rescate sobre los hombros de los dueños extranjeros, que claramente no estaban interesados en el tema.

El intento de reflotar el Delfi comenzó el 18 de julio, ocho meses después del accidente, gracias a la intervención de un conocido empresario de Odessa. Pero resultó que el servicio técnico del puerto de Odessa simplemente no tenía la capacidad para lidiar con este asunto, aunque no sea uno de los problemas de ingeniería imposibles de resolver en el siglo XXI. El carguero se encontraba sobre un banco, lo que había imposible acercar una grúa normal y simplemente no hay en el país material más avanzado, ya que un número importante de los buques de rescate hace tiempo que se vendió como chatarra junto a gran parte de los astilleros, vendidos por una miseria por los corruptos que la privatizaron.

Todo ello ha llevado a un completo bochorno: al intentar reflotar el hundido Delfi se rompió el cable que lo apoyaba, lo que obligó a realizar una operación de emergencia. Los dos intentos posteriores también fracasaron miserablemente. Y el 24 de julio, cuando los trabajadores del puerto volvieron a intentar reflotar el malogrado buque, se produjo otro vertido de combustible que contaminó un área de 7.500 metros cuadrados. Se intentó que el vertido no se extendiera a base de colocar material especial en la playa. Sin embargo, las vigas se hundieron y el vertido se extendió por la superficie.

¿Qué pasará a partir de ahora? Los equipos de rescate pretenden hacer otro intento -que ya será el cuarto o el quinto- de mover el carguero, que sigue vertiendo combustible en el mar. En caso de fracaso, pretenden pasar todo el fin de semana con ello, ya que la situación no puede prolongarse más.

Los residentes locales bromean con su ironía habitual: “siempre se puede ver cómo arde el fuego, cómo fluye el agua y cómo Zelensky soluciona el problema del Delfi”. Si el vertido no se detiene, Kiev tendrá que recurrir a las medidas extraordinarias a las que ya se han referido varios oficiales de alto rango.

“El ministro de Infraestructuras Krikliy ha hablado de la intención de declarar el accidente del malogrado buque catástrofe técnica. Un carguero oxidado de solo 1.600 toneladas es un desastre para este derrotado Estado. También pueden hacer una operación internacional de liquidadores, de comprar sarcófagos, como en Chernóbil, y pasar diez o quince años gastando millones de dólares”, escribió el conocido activista de Odessa Vyacheslav Azarov.

Pero todo esto no es tanto sobre el carguero sino sobre la propia Ucrania, donde los puentes se caen, las carreteras son impracticables y el agua hirviendo de las tuberías rotas estalla como un geiser en el centro de la capital, volcando los coches aparcados. Las degradadas estructuras estatales no pueden siquiera mantener la operatividad de las infraestructuras construidas en tiempos totalitarios, cuando en Ucrania se construían con éxito motores espaciales, enormes aviones y portaaviones y los problemas como la emergencia de un pequeño buque eran rutinariamente solventados en el menor tiempo posible. Ahora no hay orden ni siquiera en el zoo de Odessa, donde hoy han huido dos babuinos, con su líder Zhorik a la cabeza.

La historia del buque Delfi ilustra el completo fracaso del Gobierno ucraniano y del parasitario sistema en general, ese que aún se mantiene en pie sobre las ruinas de lo que construyeron los hace tiempo desaparecidos sovok. Todos pueden ver que el país está roto, en apuros, envenenado por las personas que han causado esta catástrofe. Todavía no está claro cómo el país puede ser reflotado.

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