Según informaban ayer varios medios citando fuentes de las delegaciones, Rusia y Ucrania reanudarán este lunes las negociaciones en busca de un acuerdo que ponga fin a la operación militar rusa y logre un pacto entre los dos países que contemple la seguridad de ambos y trace unas perspectivas de relación entre ellos. Tras la última ronda de negociaciones, celebrada de forma telemática en lugar de trasladarse a territorio bielorruso, varios medios de comunicación publicaron ciertos detalles que llamaban al optimismo. Un artículo de Financial Times, del que se desmarcaron ambas delegaciones, daba a entender el miércoles pasado la posibilidad de un acuerdo cercano.
El artículo se centraba en la cuestión de la OTAN, que pese a las apariencias y a ser el peligro principal por el que Rusia justificó su intervención militar, es en realidad la cuestión en la que más posibilidades hay de alcanzar un acuerdo, aunque fuera temporal, entre Kiev y Moscú. Pese a las declaraciones y a la promesa realizada a Ucrania y Georgia de entrada en la Alianza, las autoridades políticas y militares siempre han sido conscientes, no solo de que se trataba de una línea roja para Rusia, sino de la falta de preparación de esos ejércitos para integrarse en la OTAN.
Con gran parte de sus principales bases militares destruidas por los misiles rusos, el acceso de Ucrania a la OTAN es ahora aún más improbable. De ahí que una renuncia -que Ucrania presentaría como temporal- difícilmente sea una exigencia imposible para Kiev. La decepción que ha producido la negativa de la Alianza a “cerrar el cielo” de Ucrania o a enviar tropas para enfrentarse a Rusia haría más sencillo para Zelensky justificar la medida, pero esta requeriría también que la mención a la aspiración atlantista del país fuera eliminada de la Constitución de Ucrania, en la que fue incluida al final de la presidencia de Petro Poroshenko.
Ayer, a apenas unas horas de la próxima reunión, Financial Times publicaba más información sobre el proceso de negociación. Según Mevlut Cavusoglu, ministro de Asuntos Exteriores de Turquía, país que lleva meses intentando convertirse en mediador entre Moscú y Kiev, los dos países “prácticamente han llegado a un acuerdo” en lo que respecta a la OTAN. Turquía afirma que se ha producido un progreso significativo en cuatro puntos principales: neutralidad y abandono de las aspiraciones a entrar en la OTAN, desmilitarización a cambio de garantías de seguridad para Ucrania, desnazificación y retirada de medidas discriminatorias hacia la población de habla rusa.
Las recientes declaraciones de representantes ucranianos como Mijailo Podoliak sobre la creación de una nueva y más fuerte alianza militar contra Rusia o las beligerantes declaraciones de Zelensky, que continúa exigiendo a sus aliados más armas, más soldados y una zona de exclusión aérea, hacen cuestionable la posibilidad de un acuerdo cercano. Ayer mismo, Zelensky afirmaba en la cadena CNN estar dispuesto para negociar, pero advertía de que el fracaso de las negociaciones supondría el inicio de la tercera guerra mundial.
Unas horas antes, en otra de sus muchas apariciones, el presidente ucraniano insistía en su exigencia de una reunión con Vladimir Putin. “Es hora de reunirse. Es hora de hablar. Es hora de restablecer la integridad territorial y la justicia para Ucrania”, afirmó Zelensky, volviendo a insistir en el tema en el que menores son las probabilidades de un acuerdo. El presidente ucraniano, confiado ante la ausencia de una victoria militar contundente de Rusia y disfrutando una serie de victorias en la guerra informativa, se permitió advertir a Moscú. “De lo contrario, las pérdidas de Rusia serán tan enormes que harán falta generaciones para compensarlas”, sentenció.
“Rusia todavía no entiende los motivos por los que definitivamente van a perder la guerra. En todos los frentes: militar, diplomático, sanciones y negociaciones”, afirmó ayer Mijailo Podoliak, sumándose una vez más a un discurso beligerante que difícilmente se corresponde con la realidad sobre el terreno -con pérdidas irreparables para Ucrania, una provincia completa y el acceso al mar de Azov perdido ante Rusia- ni a un ambiente previo a un acuerdo diplomático. En el mismo tuit, Podoliak exigía a los oficiales ucranianos “menos palabras sobre compra de armas y aún menos sobre la preparación de nuestra contraofensiva”.
Frente a las numerosas informaciones que dan a entender la posibilidad de un acuerdo, Ucrania continúa presentándose como la parte más fuerte de la guerra, dando por hecho su victoria militar. Quizá sea únicamente un intento de conseguir una mejor posición de negociación o quizá solo de ganar tiempo a la espera de la llegada de armas de sus socios. Estados Unidos ha tratado esta semana de lograr que Turquía cediera a Ucrania el sistema de defensa antiaérea S-400 adquirido a Rusia contra los deseos de la OTAN y promete nuevos envíos inminentes de armas modernas. Sin embargo, Ucrania no ha conseguido ningún avance relevante en el frente ni ha logrado aliviar la situación de sus tropas en Mariupol y en otras zonas de Donbass, donde decenas de miles de soldados ucranianos de las unidades más curtidas en la batalla podrían quedar cercados por las tropas rusas y de la RPD.
Esa constante contradicción entre la apariencia de negociación y extrema beligerancia, que no debería sorprender ya que ha sido la estrategia ucraniana en las conversaciones de Minsk desde 2015, está causando sorpresa incluso entre los socios más incondicionales de Ucrania. Ayer, un artículo publicado en The Washington Post, que citaba a dos oficiales del Gobierno estadounidense, calificaba de confusión la sensación con la que Estados Unidos ve las negociaciones, la postura ucraniana ante la búsqueda de la paz y las delaciones de Volodymyr Zelensky. “Mostró muy poco interés en una solución dialogada y afirmó que Ucrania tiene que seguir luchando hasta que Putin modifique sus exigencias”, afirmaba una de esas fuentes citadas. El artículo desprendía la sensación de que el Gobierno de Estados Unidos -que en estos siete años nunca ha sido una influencia favorable a la paz ni a la negociación y ha mostrado su disposición a luchar contra Rusia hasta el último ucraniano- no sabe aún qué quiere Ucrania y qué está dispuesta a ceder a cambio de un alto el fuego.
La experiencia de los últimos ocho años muestra que no hay tal contradicción. La estrategia ucraniana, tanto el tiempos de Poroshenko como en tiempos de Zelensky, ha sido siempre la búsqueda de acuerdos parciales referidos a la situación militar, dejando de lado las cuestiones políticas. Es evidente que Ucrania busca un alto el fuego y retirada de las tropas rusas, pero es igual de evidente que no está dispuesta a realizar las concesiones políticas necesarias para ello.
La experiencia en Donbass muestra también que las treguas en el frente únicamente son realistas y sostenibles en el marco de un acuerdo político a largo plazo que ambas partes estén dispuestas a cumplir. En estos momentos, las premisas para ese acuerdo no existen: en la misma entrevista en la que Zelensky advirtió de la posibilidad de una tercera guerra mundial, el presidente ucraniano volvió a insistir, en referencia tanto a Donbass como a Crimea, en que Ucrania no puede realizar concesiones en lo que respecta a su integridad territorial. La negativa a aceptar incluso un hecho consumado como la pérdida de Crimea, que Zelensky fácilmente podría justificar culpando a Turchinov, Yatseniuk o Parubiy por su inacción en 2014, hace inviable cualquier acuerdo parcial que pueda alcanzarse ahora.
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