Artículo Original: Andriy Babitsky / Ukraina.ru
Las prácticas Nazis continúan abriéndose camino en Ucrania. Y en ninguna de entre todas las autoridades causa ni ira ni asco. Existe una institución llamada “Instituto Ucraniano del Libro”. Es una institución razonable, que busca garantizar las necesidades culturales de millones de ciudadanos ucranianos. Creo que es una institución que debe existir, pensemos lo que pensemos de ella. Pero, ¿a qué debería dedicarse la dirección del Instituto que lleva ese nombre?
A proteger los libros, responderán, pero se equivocarán. La directora del “Instituto Ucraniano del Libro”, Alexandra Koval, ha apelado a las autoridades a retirar de las bibliotecas los libros publicados en la etapa de la Unión Soviética y sustituirlos por libros modernos y ucranianos.
La fantástica directora expresó sus opiniones al respecto: “Según las estadísticas, las bibliotecas contienen más de 240 millones de piezas de documentos. Libros, periódicos, otros materiales. Es probable que más del 50% de esos fondos sean libros publicados antes de 1990, nadie sabe cuántos son exactamente. Y menos del 20% son publicaciones posteriores al año 2000”.
Koval opina que si se “limpian las bibliotecas de los fondos soviéticos”, habrá un bonito espacio para que la población reciba “su comunicación sobre literatura en la lengua ucraniana”.
Creo que esa operación a gran escala no la habrían soñado ni los Nazis, a los que también les gustaba “limpiar bibliotecas” además de quemar libros en las plazas. Pero amenazan a más de cien millones de libros a una escala tan grande, comparable solo a cosas como el gran avance soviético con los proyectos de construcción del siglo pasado.
Imaginen por un segundo cuánto trabajo tendrían que hacer los trabajadores para hacer una montaña de esa literatura. Además, la “limpieza” solo es la mitad de la batalla. Los ejemplares retirados deben ser destruidos o transportados a algún espacio (y los libros necesitan mucho espacio) o quemarlos para que los irresponsables ciudadanos no consigan recuperar esa literatura para sus casas. Un saludo a los partidarios de Hitler.
En cuanto al contenido, también aquí hay una serie de cuestiones. Evidentemente, los escritores soviéticos, incluso los ucranianos, deben ser descomunizados, es obligatorio. Especialmente porque la mayoría de ellos eran miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética. Pero el gobierno soviético publicaba también los clásicos de la literatura ucraniana como Taras Shevchenko, Lesya Ukrainka u Ostap Vishnya. ¿Ellos también tienen que ser eliminados por haber sido publicados en el tiempo equivocado? Suena a sabotaje, a un intent de causar un daño irreparable en la cultura ucraniana.
En pocas palabras, la idea de la señora Koval es inmensa. Ella, como la historia del avión llegado de China, intenta encaminar a Ucrania hacia la Edad Media. Entonces también se quemaban libros y se hacía con placer. Y no solo libros.
Siguiendo la lógica de la presidenta del “Instituto Ucraniano del Libro”, proponía extender la práctica a todo lo creado en la Unión Soviética. Las empresas, los edificios residenciales, los puentes, los parques, la maquinaria, las locomotoras. Todo eso producido en los tiempos equivocados lleva la maldición del pasado comunista. ¿Por qué no descomunizar eso también?
Sin embargo, no hace falta hacer esfuerzos para ello: el legado soviético ya se ha dilapidado y se cae en pedazos por motivos naturales. La industria y la alta tecnología hace tiempo que han sido abandonadas y la producción aeroespacial y la construcción de barcos viven sus últimos días.
Así que la señora directora ha apuntado a una tendencia urgente para Ucrania.
Y, por cierto, las personas nacidas en la Unión Soviética también pueden resultar muy sospechosas.
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