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Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, LPR, Mariupol, Minsk, Rusia, Ucrania

Dos pasos hacia Kiev

Después de meses de intentos de convertirse en mediador entre Kiev y Moscú, Recep Tayip Erdoğan consiguió ayer su imagen abriendo con un discurso la ronda de negociaciones más importante que se ha celebrado desde el inicio de la intervención rusa. Pese a la aparente brevedad del encuentro, apenas tres horas, y el contexto en el que se producía -no se han detenido ni los ataques rusos, pocas horas antes de la reunión fue atacada la administración regional de Nikolaev, ni los llamamientos de Zelensky y su equipo a enviar más armas al Ejército Ucraniano-, el líder de la delegación rusa, Vladimir Medinsky calificó la reunión de constructiva. El negociador ruso añadió además que las conversaciones han pasado a una parte práctica, dando a entender que se prepara ya algún tipo de tratado, cuya aprobación preliminar por parte de los ministros de Asuntos Exteriores Kuleba y Lavrov permitirá que se produzca ese mismo día la reunión entre presidentes que Zelensky lleva meses exigiendo.

Para facilitar ese acuerdo, del que apenas se conocen detalles, pero que ha hecho surgir ya un precipitado temor a que vaya a parecerse a un Minsk-3, Rusia ha decidido “dar dos pasos hacia Ucrania”. Tanto Medinsky como el Ministerio de Defensa de la Federación Rusa confirmaron ayer que, en busca de un ambiente de confianza mutua y para favorecer el acuerdo, se ha decidido reducir  las actividades militares en las regiones de Kiev y Chernigov. Horas antes, el ministro de Defensa Sergey Shoigu había afirmado que, tras la primera fase de la operación militar, en la que se había logrado debilitar significativamente al Ejército Ucraniano, la segunda fase buscará la liberación de Donbass.

Hace unos días, Rusia había afirmado ya que el objetivo principal sería el frente de Donbass, con lo que se constataba que otros frentes, como el de Kiev, prácticamente estancado, quedarían en un segundo plano.  En realidad, Rusia nunca contó con los efectivos para tomar una ciudad del tamaño de Kiev salvo que se produjera un colapso inmediato del Ejército Ucraniano -quizá era eso lo que Moscú preveía, aunque era improbable tras ocho años de guerra y de un trabajo ideológico de odio a Rusia a nivel social y también dentro del propio ejército- ni realizó un solo intento real de capturar Kiev o Járkov. Buscara capturar fácilmente la ciudad o simplemente fuera una forma de impedir que refuerzos de esa zona acudieran al frente principal, que siempre ha sido Donbass, Rusia busca ahora limitar, al menos momentáneamente, su actividad militar en Kiev.

A lo largo de estos últimos días, desde que se ha constatado que Rusia iba a centrarse en el frente de Donbass abandonando la idea de avances en otros frentes, especialmente en el de Kiev, la prensa ha presentado esa realidad como la constatación de la derrota rusa. Rusia habría intentado capturar Kiev -en realidad no ha habido un solo intento real de capturar Kiev ni Járkov-, pero la heroica resistencia ucraniana lo habría impedido. Nadie, argumentan quienes no comprenden la importancia que tiene para Rusia detener la expansión de la OTAN hacia el este, habría entrado en guerra por una garantía de no entrada en la OTAN y por Donbass.

Clara mucho antes de la guerra -Estados Unidos no iba a arriesgarse a un enfrentamiento con Rusia por admitir al país en la Alianza-, la cuestión de la OTAN pudo haber sido solventada hace meses cuando Moscú propuso negociaciones, pero Occidente optó por una confrontación política y una política de sanciones en la que incluso el statu quo del 23 de febrero podía haber sido utilizado para la imposición de las sanciones ahora en vigor. Esta guerra es el precio que Rusia ha tenido que pagar por lograr que Ucrania se abra a un compromiso de no acceso a la OTAN y por expulsar al Ejército Ucraniano de Donetsk y Lugansk, dos regiones de Ucrania que en 2014 se levantaron en armas por Rusia y contra Ucrania. Aunque garantizar su seguridad alejando al Ejército Ucraniano fuera el objetivo desde el principio -en una repetición a mucha mayor escala, tanto por el territorio y población como por el ejército oponente, que la realizada en Georgia en 2008-, la prensa occidental siempre iba a presentar todo lo que no fuera una toma de Kiev como una derrota rusa. Pero la prioridad siempre ha sido Donbass.

Los detalles son escasos, pero las declaraciones de ambas delegaciones apuntan a un tratado entre los dos países en el que Ucrania renunciaría a la OTAN en favor de garantías de seguridad por parte de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Canadá, Turquía, Alemania, Polonia, Italia e Israel, que tendrían que asistir a Ucrania en caso de amenaza y según David Arajamia deben también ayudar al país a acceder a la Unión Europea. Un matiz curioso en algunos casos, como el de Turquía, cuyo acceso a la Unión Europea lleva décadas bloqueado.

Como afirmaba el lunes Financial Times, que desde el inicio de las conversaciones ha contado con fuentes en la negociación, Rusia parece haber desistido, al menos de momento, tanto de la desmilitarización como de la desnazificación, así como de la protección de la lengua rusa. En realidad, las propuestas de seguridad de Ucrania, que no solo incluyen la neutralidad, sino la renuncia a armas de destrucción masiva (armas químicas o nucleares) y a acoger bases militares extranjeras cubren las exigencias rusas de desmilitarización.

Aunque es improbable que Rusia haya renunciado a ellas, llama la atención que en ambos casos -la desnazificación, que implicaría la prohibición de grupos como el regimiento Azov, al que Zelensky y la prensa occidental están convirtiendo en héroes, y la protección a la lengua rusa como segunda lengua del país, que solo implicaría que Zelensky cumpliera su programa electoral- se trate de cuestiones políticas. Y es que desde el inicio de la negociación, la voluntad de Ucrania ha sido siempre, como ya lo fuera en Minsk y Normandía, dar prioridad a las cuestiones militares, dejando para un futuro las cuestiones políticas. Ese parece ser el camino que ha tomado este proceso en Estambul, ignorando quizá que las treguas, si estas llegan, suelen ser solo temporales si no existe un marco político que las sustente.

Ambas delegaciones confirmaron también que las garantías de seguridad propuestas por Ucrania no incluyen los territorios disputados, es decir, la Crimea rusa y la RPD y la RPL (en cuyas fronteras las partes discrepan, ya que la exigencia de Ucrania es regresar a las fronteras del 23 de febrero). Es decir, Ucrania no podría solicitar asistencia a los países garantes del acuerdo para recuperar Donbass o Crimea por la fuerza, algo que se compromete a no hacer.

En ello, Medinsky parece haber visto una victoria para Rusia, o al menos una postura más constructiva que hasta ahora.  Tanto que a lo largo del día pareció hacer suyas las propuestas ucranianas, dando a entender que habían sido aceptadas. No se ha visto así en amplios sectores de la prensa rusa, que, con la experiencia de la segunda guerra de Chechenia, han visto en este camino una forma de aplazar esta guerra a una futura en la que Ucrania trataría de incluir a sus socios de la OTAN. Puede, por el contrario, llegar a entenderse como una forma de aceptar el statu quo o aplazarlo hacia un momento en el que, consolidadas las posiciones, sea inviable que se produzca cambio alguno. Es probable que ese sea el cálculo ruso. Ucrania es consciente de que no podrá recuperar Crimea y tras ocho años tratando de recuperar Donbass sin intención alguna de llegar a un compromiso político, recuperar esos territorios parece también una quimera. Sin embargo, la propuesta de Ucrania, que Rusia parece haber considerado constructiva, se mantiene dentro de lo tantas veces repetido: Kiev no renunciará a sus fronteras de 1991, por lo que Rusia parece haberse resignado en su intento de lograr una salida de iure a una realidad de facto.

Frente a la aparente resignación rusa a no lograr que Ucrania acepte, al menos de momento, la pérdida de territorios, que condenaría a Donetsk y Lugansk al limbo en el que se encuentran Abajasia y Osetia del Sur, Kiev no solo no renuncia a Donbass sino que afirma haber logrado volver a poner Crimea sobre la mesa. La propuesta de Kiev, que indudablemente será rechazada por Moscú, afirma, según Mijailo Podoliak, que se negociará con Rusia por Crimea durante quince años, tiempo en el que las partes renuncian a usar la fuerza. Tras las declaraciones de Podoliak, Vladimir Medinsky, defendiéndose de los ataques de quienes consideraron sus palabras como la aceptación rusa de los planteamientos de Kiev, precisó que las propuestas serán estudiadas, pero subrayó que no forman parte de las provisiones del tratado.

Sobre el terreno, sin la declaración de alto el fuego que parecía esperar Ucrania en el inicio de las negociaciones, la ofensiva rusa y de las Repúblicas Populares continúa, aunque se enfrenta ahora a la parte más complicada de la operación: acabar con la resistencia de los grupos sitiados y aislados del Ejército Ucraniano en Mariupol y los miles de soldados de algunas de las mejores unidades en las zonas de Donbass más pobladas y fortificadas.

Como recordaban ayer muchos periodistas, Rusia ha anunciado tres veces su retirada de Siria, donde sigue manteniendo una importante presencia militar. Las conversaciones de ayer suponen un paso importante hacia la negociación de un tratado que, en los términos que ahora se manejan, serviría solo para parar el actual enfrentamiento, sin solucionar realmente algunas de las cuestiones más importantes que enfrentan a los dos países. Pero ni siquiera se trata de un principio de acuerdo, por lo que pueden observarse ya las tendencias, aunque no el resultado final, que dependerá, no solo de la negociación política, sino de la situación en la que se encuentre el frente tras las próximas semanas de ofensiva de Rusia y las Repúblicas Populares en Donbass.

Comentarios

Un comentario en “Dos pasos hacia Kiev

  1. Reblogueó esto en PédePera.

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    Publicado por osmargp | 30/03/2022, 17:30

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