Si Rusia vence en Ucrania, los países bálticos, Moldavia, Polonia o Finlandia podrían ser los siguientes, se ha extendido por la prensa europea en esta etapa política que Donald Tusk ha calificado de “prebélica”, en la que el Reino Unido anuncia que pondrá su industria militar en modo de guerra, en la que la ministra de Defensa de España defiende en un debate parlamentario que aumentar el gasto militar es invertir en la paz y en la que cualquier mención a la necesidad de diplomacia es tomada prácticamente como un insulto. “La alianza debe reflexionar sobre su papel, dejar de echar culpas y tomar medidas prácticas efectivas para resolver políticamente la crisis”, afirmó ayer el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China tras la visita de Antony Blinken, que ha insistido en acusar a China de apoyar activamente a Rusia y, al igual que sus socios europeos, exige a Beijing apoyo a Ucrania y amenaza con sanciones en caso de continuar la colaboración con Moscú. La propuesta china de buscar una solución diplomática, idea que comparte con gran parte del Sur Global, que tampoco se ha unido a las sanciones contra la Federación Rusa, contrasta con la voluntad europea y norteamericana de continuar luchando contra Rusia hasta el último soldado ucraniano. Contrastan con ese fervor belicista europeo y estadounidense los datos recogidos por la sociología ucraniana, que muestra una relevante caída en la opinión favorable a la lucha hasta la victoria final. ¿Qué quedó la oleada nacionalista que deseaba batallar por cada localidad y por cada calle para volver a izar la bandera azul y amarilla sobre Donetsk, Sebastopol o Yalta?
Ahogada la vía política por la falsa percepción de una victoria cercana y por la predisposición de los actores externos a sostener la contienda, la guerra se ha convertido en una realidad percibida de forma muy diferente sobre el terreno y desde la distancia. Aunque la prensa occidental ha querido destacar la épica de la lucha, ensalzar los gestos de apoyo a la población que huía de la guerra -en la dirección correcta, sin pararse a pensar en aquella que lo ha hecho hacia el este desde hace una década- y alentar a derrotar al imperialismo ruso, al autoritarismo del Kremlin o directamente al presidente Putin, en el frente, la guerra es algo mucho más mundano.
La batalla por Ocheretino, en realidad la lucha por mantener el frente al oeste de Avdeevka, está mostrando todas las miserias de esta guerra, una imagen muy alejada de los cálculos realizados en despachos lejanos y oficinas de prensa que entienden que la suma de recursos y el diseño de los planes va a determinar el desarrollo de la lucha y de la guerra en general. El optimismo público de la Oficina del Presidente tras la aprobación de la nueva financiación estadounidense, por ejemplo, contrasta con los informes que estos días llegan, no solo de parte de las fuentes rusas, desde el frente de Donbass.
Tres artículos publicados a lo largo de esta semana ilustran perfectamente la situación actual, un momento en el que las tropas rusas cuentan con la iniciativa y avanzan lentamente en un sector especialmente sensible para Ucrania. Con la esperanza de que la llegada de más armamento y munición vaya a cambiar la situación, las tropas de Kiev ven cómo Rusia no solo ha conseguido mover el frente al oeste de Avdeevka y avanzar sobre Berdichi u Ocheretino, sino que se aproxima peligrosamente a Pokrovsk, la antigua Krasnoarmeisk, donde la muerte llegó de la mano del Praviy Sektor el día del referéndum del 11 de mayo de 2014. Es ahí donde Ucrania concentra su centro logístico y operativo de Yuzhnodonetsk, el frente al sur de la capital de la RPD, absolutamente estratégico para ambas partes.
En el primero de los artículos, AP confirma implícitamente la situación límite que viven las tropas ucranianas en los alrededores de Ocheretino. “Ucrania retira los Abrams entregados por Estados Unidos de las líneas del frente debido a la amenaza de los drones rusos”, escribe el medio. “Estados Unidos acordó enviar 31 Abrams a Ucrania en enero de 2023 tras una agresiva campaña de varios meses de Kiev, que defendía que los tanques, por valor de unos 10 millones de dólares cada uno, eran vitales para su capacidad de romper las líneas rusas”, recuerda el artículo. Junto a los Leopard alemanes, que han sufrido ya la pena de telediario de verse derrotados en el frente, destruidos, quemados y capturados por las tropas rusas, los Abrams iban a hacer imposible para Rusia la defensa de Zaporozhie. ¿Qué quedó de la inevitable derrota rusa y de la masiva superioridad de las armas occidentales?
“Desde entonces, el frente ha cambiado sustancialmente”, se justifica AP, que añade que ha sido “notablemente debido al amplio uso de drones de vigilancia y de ataque. Esas armas han hecho más difícil para Ucrania proteger los tanques cuando son rápidamente detectados y cazados por los drones o la artillería rusa”. ¿Qué fue de la debilidad militar rusa, de la incapacidad de la industria rusa de producir el material bélico necesario para proveer el material de guerra sin acceso a los chips y materiales occidentales o del retraso tecnológico que supondría un lastre imposible de superar?
Desde un punto de vista mucho más cercano al frente, el segundo artículo se refiere directamente a esa zona en la que hasta ahora han operado los Abrams estadounidenses. En Forbes, David Axe describe la grave situación causada por la irrupción rusa en Ocheretino, que se produjo en el momento en el que, según el periodista, las tropas de Moscú se aprovecharon de la rotación de divisiones y, retirada una brigada mejor preparada “estuvieron a punto de romper el frente”. Maltrecha por las bajas y culpada de la situación por toda una serie de artículos y medios de comunicación, la 115ª Brigada ha sido la más mencionada esta semana. De ella se dice incluso que abandonó las posiciones, huyendo ante el avance ruso. Según Axe, que prefiere no mencionar la buena información de inteligencia que Rusia hubo de tener para saber en qué momento iba a producirse la rotación, fue la retirada de la 47ª Brigada la que hizo posible un avance ruso que fue impedido -en realidad no lo fue- por su rápido retorno. En otras palabras, la versión de Axe es que, ante la incapacidad de la 115ª, la 47ª Brigada regresó al frente para salvar la situación. Creada para la contraofensiva de Zaporozhie, la brigada debía encargarse de entrar en la batalla tras la ruptura del frente para la captura de Melitopol, llave de Crimea. En lugar de eso, el grupo fue enviado a tratar de parar el avance ruso en Avdeevka y ahora al oeste de la ciudad. Todo indica que, por segunda vez, la considerada como una de las brigadas mejor preparadas y equipadas con armamento occidental como los célebres Abrams, ha sido derrotada por las tropas rusas. ¿Qué quedó de la superioridad de las tropas ucranianas y de la instrucción occidental frente a la rusa o soviética?
Para Axe, los problemas mostrados por la 115ª Brigada no son únicos sino sistémicos, tanto en la falta de armamento como de preparación. Mostrando una situación grave, el optimismo del artículo se basa en dos argumentos: la pronta llegada de armamento estadounidense y la presencia de la 47ª. Esa brigada es precisamente el centro del tercer artículo, en el que El País afirma que “el regimiento estrella de Ucrania queda bajo mínimos por la falta de armamento y los errores propios”. En él, Cristian Segura afirma que “solo quedan tres de los 11 blindados de transporte de infantería con los que contaban en 2023. Y de los tres, unos está siendo reparado porque el sistema de arranque dejó de funcionar”. Como los Abrams, tampoco los Bradley han sido para Ucrania la protección que la propaganda de la Oficina del Presidente prometió. “Nuestros comandantes tenían demasiadas expectativas y malas predicciones sobre nuestro potencial cuando empezó la contraofensiva”, afirma una soldado citada por el artículo en referencia a la fallida estrategia de enviar grandes columnas blindadas por los campos abiertos de Zaporozhie, donde rápidamente quedaron atrapadas en los campos de minas y bajo el fuego de artillería ruso. El fallo, tan propio como ajeno, parte de subestimar las capacidades de defensa rusa, algo de lo que son tan culpables los comandantes de la brigada, Zaluzhny, Syrsky y sus asesores del Pentágono. “Sé de una compañía con 80 soldados que en una semana sufrió 65 bajas”, afirma uno de los soldados citados por Segura. ¿Qué fue de las masivas bajas rusas frente a las escasas sufridas por Ucrania, cuya prioridad era, supuestamente, proteger las vidas de los soldados?
“Si nos fijamos tanto en el 47ª Brigada es porque es famosa, pero sus problemas se reproducen en el resto del ejército”, añade otro de los soldados citados por El País. A lo largo del artículo, se incide en el fracaso de las armas que iban a ser milagrosas. “La utilidad de los Leopard en el frente es ahora nula, no duran”, afirma Fénix, otro miembro de la Brigada. Lo mismo ocurre con los Abrams, los Bradley e incluso los M-777, que “hoy han pasado a un segundo plano, dice Fenix, porque no son obuses autopropulsados y las operaciones con ellos duran demasiado tiempo ante la amenaza aérea rusa”. La experiencia ha hecho al soldado llegar a una conclusión que, hace solo un año, habría sido ridiculizada. “He hablado con un millar de soldados en este frente y mi conclusión es que la teórica militar de la OTAN no sirve si no la combinas con la soviética, que es la rusa”. ¿Qué fue de la superioridad de la doctrina de la Alianza Atlántica sobre la anticuada e inmóvil doctrina soviética?
El frente continúa avanzando lentamente hacia el oeste y mientras las tropas ucranianas esperan ansiosamente armamento y munición estadounidense, las rusas tratan de alejar al máximo el frente de Avdeevka, aproximando lo más posible a Krasnoarmeisk, para amenazar así toda la defensa del sur de Donetsk en una batalla cuerpo a cuerpo en la que, hasta ahora, los recursos rusos han sido superiores a los ucranianos tanto en personal, capacidad de maniobra y efectividad de sus armas. Es difícil imaginar que la llegada de munición y armamento estadounidense vaya a modificar los términos en esta batalla al suroeste de la capital de Donbass que ha trastocado tanto los cálculos ucranianos.
Han pasado más de dos años desde la invasión rusa y el inicio de la guerra ruso-ucraniana, que extendió a todo el país un conflicto que durante ocho años se había mantenido concentrado únicamente en la región de Donbass. Pese a los daños, el cansancio y las elevadas bajas en ambos ejércitos y la dificultad de mantener el suministro para una lucha de tan alta intensidad, no hay signos a la vista de un cambio que pueda encaminar el conflicto a la vía diplomática. La temporada de mal tiempo termina, los frentes se reactivan y la lucha aumenta tanto en la línea de contacto como en la retaguardia. Y lo hace en paralelo a la constante escalada verbal que ha marcado el avance de esta guerra en la que, poco a poco, van cruzándose fronteras que meses atrás hubieran parecido líneas rojas. Instalado en una dinámica cada vez más belicista y beligerante, los límites entre la guerra y la paz desaparecen y la aprobación de un masivo paquete de financiación militar para Ucrania, Israel y Taiwán por valor de más de 95.000 millones de dólares es, según Joe Biden, “un buen día para la paz mundial”. The New York Times califica esa legislación como “el centro de la política exterior del presidente Biden”.
Con la guerra y el rearme como principal aspecto de la política exterior de la primera potencia mundial, no puede esperarse sino una mayor escalada militar, política y mediática, que es aún más clara en el caso ucraniano. Satisfecha por los más de 60.000 millones de dólares que Estados Unidos ha aprobado esta semana, Kiev busca solucionar también los problemas que no pueden resolverse solo con más armas. Por ejemplo, la disponibilidad de más equipamiento y munición puede equilibrar la contienda en ciertos aspectos, pero no va a conseguir por sí misma que la Federación Rusa deje de contar con un enorme potencial artillero, capacidad de producir misiles y drones o una aviación muy superior a la que Ucrania vaya a obtener con el limitado número de F-16 que sus socios se disponen a entregar. De ahí que representantes ucranianos como Mijailo Podoliak insistan a diario en la necesidad de dar más pasos hacia la ruptura completa de Occidente y la Federación Rusa, con un aumento sustancial del nivel de sanciones. “Rusia es más débil que la alianza del mundo libre”, escribía ayer en su habitual lenguaje de la Guerra Fría, “y el resultado de la guerra en Ucrania ya está programado: el agresor será derrotado antes o después. Para acelerar la victoria, todo lo que necesitamos es la voluntad política de nuestros aliados: existe la necesidad de cortar los vínculos comerciales de Rusia, que aún le permiten financiar el asesinato de ucranianos”. Olvidando que el mundo libre, es decir, Estados Unidos y sus aliados, no ha conseguido que el Sur Global se sume a las sanciones contra Rusia, Podoliak ve simple la solución de hacer que Rusia no pueda luchar. En esta guerra, no solo aumenta el nivel de beligerancia, sino también el del pensamiento mágico. Sigue leyendo
“Más ayuda estadounidense ayudará a Ucrania a evitar la derrota en su guerra con Rusia. Ganar es otra cuestión”, titula esta semana la agencia AP en un artículo ilustrado con la fotografía de soldados ucranianos portando el féretro de un compañero caído en la batalla. La imagen y el mensaje contrastan con el intento de las autoridades ucranianas de presentar la guerra como una cuestión de puras matemáticas, una guerra de recursos en la que Ucrania solo puede vencer si Occidente cumple con su papel y suministra las armas exigidas por Kiev y las entrega con la rapidez solicitada. La aprobación de la nueva financiación estadounidense ha hecho virar el discurso de Zelensky y su entorno, pero los cambios aún no han llegado a toda la prensa, que sigue observando una situación compleja que no va a resolverse únicamente a golpe de talonario y en forma de armas. Aunque sin incidir en ello, la fotografía de portada del artículo de AP apunta a las bajas sufridas por Ucrania, el dato mejor guardado y que ni Kiev ni sus socios van a desvelar, pero que es lo suficientemente elevado como para que se haya convertido en parte de la narrativa de los medios, que ya no pueden aceptar ciegamente el discurso oficial ucraniano.
En una línea similar, aunque insistiendo en “la determinación” del pueblo ucraniano, se muestra un reportaje publicado por The Washington Post que recoge las declaraciones de diferentes soldados y comandantes obtenidas en varias zonas del frente. “Sin municiones de artillería de 155 mm procedentes de Estados Unidos, los ucranianos sólo pueden enfrentarse al enemigo cuando los rusos se acercan lo suficiente para que los drones de corto alcance fabricados localmente, llamados FPV (visión en primera persona), ataquen como una especie de artillería de reemplazo”, escribe la periodista Anna Husarka, adoptando como cierta una habitual falacia, la crítica falta de artillería. “Desde hace medio año solo podemos responder cuando hay una fuerza de al menos 40 o 50 rusos: No podemos desperdiciar nuestros 155 para grupos más pequeños”, afirma uno de los soldados del frente de Donbass. Aunque, como afirma el artículo, los drones han sustituido en parte a la artillería como amenaza, Ucrania ha continuado desperdiciando sus 155 contra barrios residenciales de Donetsk, causando daños en viviendas y, en ocasiones, también muertes absolutamente gratuitas de civiles.
La escasez siempre fue relativa: la pérdida del suministro estadounidense hizo desequilibrar aún más la superioridad artillera en favor de Rusia, pero el hecho de que Ucrania continuara disparando contra zonas civiles en sectores del frente sobre los que no intenta avanzar ni se defiende de un ataque muestra que las carencias nunca fueron críticas. De ahí que no sea de esperar que la reanudación del suministro estadounidense vaya a causar un cambio tan radical como desea Zelensky. “Los rusos saben que pueden acercarse mucho a nosotros, además tienen el REB, un sistema de guerra electrónica, que derriba nuestros drones. No tenemos suficiente REB para hacer lo mismo con ellos”, añade otro de los soldados. La superioridad rusa no se limita a la artillería y la aviación y eso se traduce en un aumento de bajas. “Hace un mes, de los 14 soldados recién entrenados que enviamos, todos fueron 200”, es decir, muertos en combate, sentencia la misma fuente.
Las dificultades en el frente son reales y las carencias ucranianas están poniéndose de manifiesto en diferentes situaciones de la batalla. En la zona de Chasov Yar, Ucrania se enfrenta a un intensivo uso de la aviación, especialmente de las potentes armas guiadas, contra las que no tiene más respuesta que tratar de derribar las aeronaves que las portan. Para ello, Estados Unidos ha incluido, por ejemplo, los Stingers, arma que ya utilizó ampliamente contra la aviación de Moscú en otra de sus guerras proxy, la de Afganistán. Por el momento, aunque se habla de algunos avances, la guerra en este sector continúa siendo fundamentalmente estática.
Más compleja es la situación al oeste de Avdeevka, donde se están concentrando los esfuerzos para avanzar sobre un lugar especialmente sensible para Kiev, que lucha por evitar el colapso de su agrupación en la zona de Donetsk. Aunque la información gira en los últimos días alrededor de Ocheretino, una localidad aparentemente menor, pero situada en una posición privilegiada en varios ejes de ese sector del frente, la facilidad con la que Rusia está moviéndose en un terreno desfavorable ha de ser una preocupación para Ucrania, ya que denota una debilidad que no está dispuesta a admitir. Ayer, Boris Rozhin, Colonel Cassad, afirmaba que dos tercios de Ocheretino estaban ya bajo control ruso, con presencia ucraniana en la parte norte del asentamiento urbano y sus afueras occidentales y añadía que Rusia se consolida también en Novobajmutovka, presiona en Solovevo y combate por las últimas posiciones de Novovokalinovo o Berdichi, que queda flanqueado tras el avance ruso sobre Ocheretino.
El análisis de la situación en Ocheretino y sus inmediaciones es compartido por las fuentes rusas y las ucranianas, que en muchos casos se escudan en la falta de artillería, pero admiten las dificultades. Quizá el informe más exhaustivo fue publicado ayer por Rezident, una fuente ucraniana aunque muy crítica con Zelensky, en referencia a otro canal de Telegram ucraniano, Military Analytics. Su relato es relevante tanto por los detalles como por las carencias ucranianas que muestra:
Oficialmente, las Fuerzas Armadas de Ucrania realizan muy escasos comentarios sobre la situación en Ocheretino, un punto clave de la defensa de las fuerzas ucranianas al norte de Avdeevka. Los rusos han realizado allí un profundo avance y ya han capturado la mayor parte del pueblo. Además, están desarrollando una ofensiva contra los pueblos cercanos, lo que supone una amenaza para la retaguardia y los flancos de las Fuerzas Armadas de Ucrania.
Al mismo tiempo, fuentes no oficiales ucranianas (voluntarios, publicaciones militares) califican la retirada de una de las brigadas de sus posiciones sin una orden previa como la razón principal del avance. Ahora intentan cerrar urgentemente la brecha a costa de las reservas. Pero aunque esto ocurra, no hay garantías de que la situación no se repita en otro sector del frente.
Esta es la verdadera amenaza de la táctica de los “miles de pequeños cortes” utilizada por los rusos: presionan gradualmente toda la línea del frente, agotando las fuerzas ucranianas y después, tras encontrar un punto débil (donde las reservas no llegaron a tiempo o la unidad abandonó las posiciones, incapaz de soportar la tensión de la batalla), infligen allí el golpe principal. Así ocurrió en los flancos de Avdeevka, lo que condujo a la pérdida de la ciudad. Se repitió recientemente en la zona de Chasiv Yar, donde los rusos pudieron acercarse rápidamente a sus afueras. Y lo mismo ha ocurrido ahora en Ocheretino.
En este caso, como admiten los propios militares, el principal problema para las Fuerzas Armadas no es tanto la falta de armas y municiones (este problema se resolverá al menos parcialmente tras el desbloqueo de la ayuda estadounidense), sino el agotamiento de las tropas, así como la falta de suficientes reclutas para compensar las pérdidas. Y todavía no está muy claro si este problema puede resolverse a través de la nueva ley sobre el endurecimiento de la movilización y con qué rapidez. Y tampoco si las Fuerzas Armadas de Ucrania serán capaces de mantener hasta entonces el frente a costa de las reservas disponibles.
El texto apunta a los éxitos rusos a partir de una táctica clara de probar las defensas para posteriormente golpear en los lugares propicios, una actuación muy alejada de la idea de las hordas de hombres enviados a morir que Ucrania lleva tiempo alegando sobre Rusia. Tampoco la falta de artillería es todo el problema, ni la asistencia estadounidense una solución mágica. Aunque por el momento ningún medio intenta responder con honestidad a la pregunta de cómo es posible que Ucrania haya pasado de disfrutar de una fuerte superioridad numérica a lamentarse de su inferioridad tras dos años de referirse a masivas bajas rusas frente a escasas propias, parece evidente que empieza a trasladarse a la prensa la certeza de que no son las armas sino el personal lo que está fallando a Ucrania. Con cada vez más rechazo a alistarse en el ejército, ese problema no puede solucionarse simplemente a base de asistencia económica occidental.
La normalidad ha retornado a la dinámica de la guerra desde el momento en el que el Congreso de Estados Unidos desbloqueó los 60.800 millones de dólares de financiación relacionada con la guerra de Ucrania. Pese a que quedaba pendiente la aprobación final en el Senado, que se ha producido esta noche, la maquinaria militar, política y mediática se ha movilizado rápidamente para hacer llegar lo más rápido posible esas armas al frente y que esa reanudación del flujo de equipamiento militar suponga, a la vez, un elemento de presión contra Rusia y una inyección de moral para las diezmadas tropas ucranianas. El discurso ucraniano, aunque no con el triunfalismo de otras fases de la guerra, ha abandonado ya el temor a la derrota y se encuentra ahora en el estadio de agradecer la asistencia, que define como la herramienta que ayudará a parar al ejército ruso. A juzgar por lo publicado a lo largo de los últimos días por personas tan relevantes como Mijailo Podoliak, que insiste en la necesidad de ruptura política, económica y comercial de Occidente con Rusia y empieza tímidamente a plantear qué tipo de armas necesita Ucrania, es de esperar que, más temprano que tarde, Kiev considere insuficiente la ayuda estadounidense y exija financiación y equipamiento adicional a Washington, Berlín, París o Londres.
El discurso ucraniano y occidental busca un giro en el guion que la prensa ha venido presentando durante las últimas semanas. Explotar o exagerar el peligro de la posible victoria de las topas rusas ya no es necesario y las autoridades dan pasos para que la nueva asistencia no aparente ser solo una forma de apuntalar la defensa sino un paso hacia algún tipo de victoria. En ese sentido, son importantes tanto los éxitos militares reales como aquellos que, aunque más simbólicos que efectivos,puedan ser presentados como tal. Las capitales europeas y norteamericanas son conscientes de la importancia de la situación actual y han querido que el primer paquete de ayuda estadounidense sea especialmente significativo y venga acompañado de la aportación de otros países. Sigue leyendo
“Estados Unidos está considerando la posibilidad de enviar más asesores militares a la embajada en Kiev, la última muestra del compromiso estadounidense con Ucrania en un momento en que Rusia parece estar ganando impulso en el conflicto que dura ya dos años”, escribía el pasado sábado Politico¸uno de los muchos medios que se hacían eco de la noticia. El artículo, ciñéndose estrictamente al discurso oficial y citando al general de división Pat Ryder, portavoz del Pentágono, añade que esos efectivos “no desempeñarían funciones de combate, sino que asesorarían y apoyarían al Gobierno y al ejército ucraniano”. La propuesta, que no aporta más novedad que la posibilidad del aumento de un personal militar cuya presencia en Ucrania ya era conocida, coincide con la aprobación de la reanudación de la financiación estadounidense para la guerra, una forma de confirmar la implicación a largo plazo de Estados Unidos en un conflicto en el que el ejército ucraniano actúa como fuerza proxy contra el enemigo común ruso. Así ha de entenderse también la referencia a las labores de asesoramiento, o quizá incluso dirección, que se mencionan desde el Pentágono. La situación para el aumento de la implicación estadounidense en la planificación ucraniana es propicia, ya que las decisiones políticas de los últimos días no solo suponen que las Fuerzas Armadas de Ucrania dispondrán del armamento y munición suficiente para continuar luchando, sino que contará también con un mayor número de efectivos. Ratificadas las decisiones sobre suministro y movilización, Ucrania precisa ahora de planes, algo en lo que Estados Unidos ha estado siempre muy presente.
Frente al rotundo rechazo a calificar la guerra como proxy, idea considerada propaganda rusa en los primeros meses de 2022, la realidad se ha impuesto y Ucrania la ha adoptado como parte de su discurso y se presenta ahora como el ejército de Occidente, su frontera exterior y barrera protectora. “El ejército estadounidense no tiene que luchar ahora protegiendo a los países de la OTAN. Los ucranianos lo están haciendo. Y es sólo munición que el mundo civilizado está proporcionando, y creo que es una buena decisión”, ha afirmado Zelensky en su última entrevista a la televisión estadounidense NBC, sin ningún intento de esconder la naturaleza de guerra proxy del actual conflicto contra Rusia. Estados Unidos y sus aliados ponen las armas, munición, inteligencia, financiación y una parte de la planificación, mientras que Ucrania pone los soldados y el territorio que conquistar o destruir. Sigue leyendo
“Si Ucrania cae, será un punto de inflexión catastrófico en la historia y una humillación absoluta para Occidente… ¿Por qué demonios estamos esperando para dar a esta heroica nación las armas que necesita?”, ha sentenciado recientemente Boris Johnson, el ex primer ministro británico cuya llegada a Kiev en un momento en el que Rusia y Ucrania seguían aún negociando la posibilidad de paz dio a Zelensky la señal que necesitaba para optar definitivamente por la guerra. El comentario de Johnson muestra, con más claridad que otros representantes políticos, que la guerra de Ucrania se considera un elemento determinante en el mantenimiento del statu quo internacional de hegemonía occidental. El argumento está también en línea con el sentir catastrofista que se ha extendido por la prensa en las últimas semanas en un ejercicio de dramatización de una situación militar complicada, pero en ningún caso crítica para Ucrania, cuyo único objetivo era presionar en busca del aumento de los fondos de asistencia militar a Kiev.
Desde que los fondos del principal país proveedor, Estados Unidos, se agotaron, Ucrania ha perdido Avdeevka tras una guerra de desgaste en la que pesó el desequilibrio de fuerzas propio de esta guerra, aunque ha conseguido evitar un avance rápido de Rusia en todos los frentes. Moscú se ha aprovechado de la escasez de munición antiaérea para lograr más éxito en sus ataques en la retaguardia, pero el frente terrestre no se ha movido excesivamente. Los avances desde Avdeevka hacia el oeste, limitados aunque algo más veloces que en batallas anteriores de esta guerra desde que entró en las trincheras, no pueden ocultar que Rusia no ha conseguido alejar a las tropas ucranianas de zonas tan importantes como Gorlovka, el sur de Donetsk, Kremennaya o Lisichansk, aún en territorio peligroso casi dos años después de su captura. Sigue leyendo
“Después de meses de retrasos y votos en contra, los congresistas han autorizado votar este sábado en el pleno -donde seguramente quedará aprobado- un proyecto de ley que asigna 60.000 millones de dólares (unos 56.000 millones de euros) para la asistencia militar y económica al país invadido por Rusia”, escribía ayer por la mañana El País en referencia a la inminente votación de la nueva financiación para Ucrania. “El paso es resultado de una insólita alianza entre republicanos moderados y demócratas para derrotar el bloqueo del grupo de republicanos ultraconservadores, opuestos a ultranza a destinar un solo dólar más a Kiev”, añadía, dando una épica extraordinaria a algo que ha sido la norma a lo largo de las últimas décadas, en las que nada ha unido a ambos lados del establishment estadounidense como el aumento del gasto militar. Pese al repentino olvido de la prensa, la oposición a las guerras extranjeras y su financiación ha sido, tanto en demócratas como republicanos, una excepción y no la norma. “En una situación muy poco habitual, votaron a favor de la autorización más legisladores de la minoría demócrata”, insiste el artículo, empeñado en no recordar que la beligerancia ha sido seña de identidad del Partido Demócrata desde hace décadas.
El retraso en la aprobación de los nuevos fondos estadounidenses para la guerra siempre fue solo algo temporal, una víctima colateral de la situación interna de Estados Unidos, enfangado en la lucha partidista propia de un año electoral en el que el aspirante quiere diferenciarse del actual presidente. El ala trumpista ha conseguido, utilizando a Ucrania como herramienta política, presionar a Biden hacia posturas más a la derecha tanto en las disputas con China como especialmente en materia antiinmigración, donde los republicanos han logrado con gran facilidad escorar hacia sus posturas a la administración demócrata. En este proceso en el que las posturas de uno y otro partido se asemejan cada vez más, la visita a Ucrania de Lindsey Graham, republicano y fanático defensor de la guerra contra Rusia desde 2014, marcó un punto de inflexión. Fue ahí cuando se planteó directamente a Zelensky por primera vez como propuesta política la idea de la asistencia militar a crédito. Durante unos días, hasta que se conoció el apoyo implícito de Trump, Kiev navegó entre la ira de los primeros momentos hasta la aceptación, un cambio en el que juegan un papel determinante tanto la necesidad de aceptar toda la asistencia posible, sea en el formato que sea, como la certeza de que las deudas que está contrayendo Ucrania en estos años son absolutamente inviables y jamás podrán pagarse. Sigue leyendo
“Ucrania se encamina a la derrota”, titula un artículo publicado esta semana por Político, uno más de los muchos medios que se suman a la visión catastrofista de los acontecimientos en el frente. Un día antes, otro de sus artículos alertaba del peligro de la caída de Chasov Yar, uno de los focos de la lucha en estos momentos y cuya pérdida pondría en peligro “los últimos puntos fuertes de Ucrania en la región de Donetsk” y daría la oportunidad a Rusia de “lanzar una ofensiva sobre Konstantinovka, Druzhovka, Kramatorsk y Slavyansk”. Ese es, sin duda, el objetivo desde el inicio del avance en la región, aunque la lentitud de los progresos, en los que Rusia ha de luchar por cada localidad en una zona fortificada durante los ochos años de guerra de Donbass, sugiere que, salvo colapso inesperado de las Fuerzas Armadas de Ucrania, esa ofensiva no será un blietzkrieg o un paseo. La situación de las tropas ucranianas se ha deteriorado notablemente en ese sector tan importante, pero las voces que alertan de la derrota generalmente buscan utilizar ese riesgo como argumento para exigir a los socios occidentales más armas para Kiev, especialmente sistemas antimisiles.
La fe ciega en Occidente y en la victoria ha desaparecido y una parte cada vez más importante de la población se pregunta si luchar hasta la victoria final, con las implicaciones de tiempo, recursos y sufrimiento que requiere, es lo más adecuado. El pesimismo no se limita a la población civil, sino que se extiende entre las tropas, antaño enaltecidas por su enorme espíritu de lucha y su moral por las nubes. “Basta con preguntar a un soldado ucraniano si sigue creyendo que Occidente apoyará a Kiev el tiempo que haga falta. Esa promesa suena hueca cuando hace cuatro semanas que tu unidad de artillería no tiene un proyectil que disparar, como se quejaba un militar desde el frente”, escribe Político dando por buena una afirmación a todas luces exagerada. Es evidente que existe una fuerte superioridad artillera rusa, pero Ucrania continúa disparando proyectiles de 155 milímetros contra objetivos escasamente estratégicos como las afueras de Donetsk, signo inequívoco de que la escasez es relativa. El pesimismo continúa en el artículo, que añade que “las fuerzas ucranianas no sólo se están quedando sin munición. Los retrasos occidentales en el envío de ayuda significan que el país está peligrosamente escaso de algo aún más difícil de suministrar que los proyectiles: el espíritu de lucha necesario para ganar”. Sigue leyendo
“Este desafiante general ucraniano no tiene sonrisa, pero sí sorprendentes comentarios sobre Trump”, titula esta semana un reportaje sobre Kirilo Budanov publicado por David Ignatius, uno de los columnistas estrella de The Washington Post. En realidad, los sorprendentes comentarios sobre el aspirante a regresar a la Casa Blanca se limitan a mostrar su afinidad con el expresidente por su personalidad y por haberse levantado de nuevo siempre que ha caído, para matizar finalmente que “incluso una persona como él no será capaz de resolver el asunto en un día”, como Trump afirma que sería capaz de hacer. En la entrevista, en la que el jefe de la inteligencia militar de Ucrania repite los habituales tópicos de necesidad de armamento, Budanov afirma otra obviedad: en los próximos meses, Rusia tratará de “conseguir el máximo de territorios de Donetsk y Lugansk” con la esperanza, según Ignatius, “de que un reelegido presidente Donald Trump pueda ratificar sus ganancias.
Escasa de contenido, la entrevista no aporta ningún dato especialmente novedoso más allá de la continuación del enaltecimiento de una figura cuya labor principal son los asesinatos y destrucción en la retaguardia. Y pese a que la descripción de su puesto de trabajo implica una fuerte tarea de desinformación, Ignatius, como el resto de corresponsales occidentales, respeta el discurso oficial que Budanov ha querido construir para sí mismo: su supuesto misterio, los imaginarios intentos de asesinato o la obsesión de Vladimir Putin por su figura. Sigue leyendo
La diplomacia, como única alternativa real a la continuación del conflicto hasta la victoria final de una de las partes o el agotamiento de los recursos de ambas, quedó, en el caso de Rusia y Ucrania, completamente aparcada tras la ruptura del principio de acuerdo de Estambul. Pese a que miembros de la delegación ucraniana han confirmado que las conversaciones y el intento ruso de lograr un tratado se prolongaron hasta junio de 2022, el fracaso de la cumbre celebrada en Turquía puede considerarse el final de ese intento de resolver el conflicto entre los dos países antes de que la guerra diera paso a la destrucción masiva que está produciéndose en el frente. Desde entonces, uno de los argumentos más repetidos para rechazar la posibilidad de diálogo ha sido el rechazo popular a dicha opción.
El discurso oficial ha querido siempre insistir en la idea de la unidad de la nación frente al invasor ruso y la voluntad de todo un pueblo por luchar hasta recuperar su independencia, soberanía y libertad. En esa trayectoria, que había comenzado ya antes del 24 de febrero de 2022, el discurso mediático ha seguido al pie de la letra el guion de la Oficina del Presidente, cada vez más similar al de la extrema derecha en los momentos en los que erróneamente temieron un acuerdo con Rusia para resolver el conflicto de Donbass. “No a la capitulación”, clamaban grupos vinculados al movimiento Azov y a las facciones más radicales de la diáspora ucraniana en Estados Unidos y Canadá en relación con la posibilidad de que Ucrania pudiera optar por cumplir los acuerdos de Minsk. El peligro de que el Gobierno de Zelensky optara por cumplir con las concesiones mínimas a las que el Estado se había comprometido con su firma en los acuerdos de Minsk para recuperar el territorio de Donbass era inexistente, pero la campaña marcó una línea significativa para comprender la postura actual. Kiev no dio un solo signo de tener intención de cumplir con los acuerdos de Minsk y, por ejemplo, incluir en la Constitución el estatus especial para los territorios de la RPD y la RPL como exigían los acuerdos de paz. Sigue leyendo
“A medida que Rusia intensifica los ataques aéreos y avanza otra vez en el campo de batalla de Ucrania más de dos años después de su sangrienta invasión, no se vislumbra el final de los combates. Y las opciones del presidente Volodymyr Zelensky sobre qué hacer a continuación -y mucho menos sobre cómo ganar la guerra- van de mal en peor”, escribe en su apertura un reciente artículo publicado por The Washington Post, uno de los medios más afines a Ucrania y cuya dirección no ha dejado de escribir editoriales defendiendo la necesidad de continuar la asistencia militar a Kiev para proseguir hasta el final la guerra contra Rusia. De ahí que este tipo de artículos en los periódicos más importantes del primer proveedor de las Fuerzas Armadas de Ucrania sean especialmente significativos.
“Zelensky ha dicho que Ucrania no aceptará nada menos que la devolución de todo su territorio, incluidas las tierras que Rusia controla desde 2014. Pero, dado que las líneas de batalla apenas han cambiado en el último año, parece cada vez más improbable retomar militarmente las franjas del este y el sur de Ucrania que Rusia ocupa actualmente, alrededor del 20 % del país”, escribe Isabelle Khurshudyan, jefa de la oficina del periódico en Kiev. No se trata de un artículo de opinión externo al medio, sino de la opinión de una persona con acceso a fuentes directas sobre la situación actual y que dirige la información sobre Ucrania y, por extensión, la guerra. El punto de partida es el golpe de realidad que supuso la contraofensiva de 2023 para quienes quisieron creer las falsas promesas ucranianas de su superioridad en el frente y la inmensa capacidad de las armas occidentales contra las viejas armas soviéticas. La campaña mediática realizada utilizando los tanques Leopard como reclamo, esos que iban a hacer huir a las tropas rusas, quemó también la credibilidad del discurso ucraniano, que en su intento de repetir la estrategia, ahora con los F-16, no está encontrando la respuesta esperada. La experiencia de hace un año parece haber hecho, incluso a los medios más favorables a Ucrania, ver una realidad que evitaron observar en aquel momento: la victoria completa que exige Kiev es altamente improbable, una conclusión a la que han llegado hace mucho tiempo autoridades del Pentágono, pero que la prensa había tratado de evitar. Sigue leyendo
Acostumbrado a utilizar la coyuntura internacional en busca de sus objetivos, el Gobierno ucraniano no ha dejado pasar la ocasión para introducir en su discurso lo ocurrido el pasado sábado en Oriente Medio y ha querido sacar partido de la respuesta iraní a un ataque previo por parte de Israel. El uso de drones Shahed, conocidos en el frente ucraniano, ha actuado como nexo entre Israel y Ucrania por un lado e Irán y Rusia por otra. Tras haber anunciado que ofrecería una respuesta a los actos israelíes contra el país, el último de los cuales se produjo hace unos días con el bombardeo del consulado iraní en Damasco, Irán atacó finalmente con misiles y drones de ataque el territorio israelí, un acto que, pese a haberse anunciado, carece de precedentes. Según han publicado medios tanto occidentales como iraníes, la comunicación entre Teherán y Occidente no se rompió en ningún momento y, a través de países mediadores, Irán hizo saber a Estados Unidos que iba a producirse una respuesta, pero que sería medida y dirigida, no a escalar la situación o provocar una guerra, sino a ofrecer una respuesta firme a un acto que, como afirmó el representante ruso en la ONU Vasily Nebenzia, puede incluso considerarse casus bellli.
El ataque iraní no provocó víctimas, pero sí mostró algunas debilidades del principal aliado occidental en Oriente Medio. Utilizados para saturar las defensas, los drones actuaron de la misma forma que lo hacen en la guerra de Ucrania, como apoyo para que los misiles puedan superar las defensas. Los misiles iraníes mostraron que, pese a no provocar enormes daños, fueron capaces de sobrepasar el Iron Dome, que actuó solo como una parte de la defensa israelí. Tel Aviv contó con la inestimable ayuda de, al menos, Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y Jordania a la hora de derribar drones y misiles. Uno de los países más subvencionados por Washington precisó de una importante asistencia de sus socios para derribar los misiles y drones lanzados por uno de los países más sancionados del planeta en un ataque previamente anunciado. Sigue leyendo
La aprobación de la ley sobre la movilización para ampliar el reclutamiento y reponer las filas de las exhaustas Fuerzas Armadas de Ucrania y la insistencia en obtener fondos de Estados Unidos para mantener la defensa a lo largo de 2024 con el sueño de planificar una ofensiva para 2025 son argumentos suficientes para ver que la dinámica de la guerra ha cambiado. Solo los más fanáticos representantes o medios proucranianos repiten ahora el mantra de la certeza de la victoria ucraniana y aunque persisten los intentos de afirmar que “Rusia se queda sin tanques”, como hacía la semana pasada la versión española del Huffington Post, es hora de exagerar el riesgo de derrota para justificar la necesidad de aumentar el flujo de asistencia militar de Estados Unidos y la Unión Europea. De ello depende, según los representantes ucranianos, la libertad de todo el continente, cuya obligación moral es derrotar militarmente a Rusia y romper relaciones con una de sus principales potencias. La libertad de Kiev para imponer sobre todo el país su agenda nacionalista y la opción euroatlántica de ruptura con el país vecino merecen esos cambios, que deben comenzar por la entrega masiva de sistemas antiaéreos Patriot, la nueva arma milagrosa con la que el equipo de Zelensky promete aguantar este año para ofrecer a sus socios el año que viene la ofensiva que fracasó en 2023.
La insistencia en la munición antiaérea es otro signo irrefutable de que Ucrania se encuentra en su momento más vulnerable desde el verano de 2022, cuando fue capaz de detener la ofensiva rusa en el sur y el este y no habían comenzado aún los ataques con misiles contra las infraestructuras del país. Como muestra la fortaleza de Ucrania en el mar Negro, donde sin necesidad de disponer de una armada ha logrado dejar prácticamente fuera del juego de la guerra a la flota rusa, esta debilidad no indica la posibilidad de derrota inminente de la que algunos representantes europeos han querido advertir en su intento de justificar la militarización del continente y el envío de misiles de largo alcance para destruir, por ejemplo, el puente que une Crimea y la Rusia continental. Sin embargo, la situación actual muestra algo igualmente preocupante para Ucrania: su incapacidad de derrotar militarmente a Rusia, lo que descarta toda posibilidad de la paz sin concesiones, única opción aceptable para Kiev, que consideró inasumibles los mínimos derechos políticos que Minsk preveía para Donbass. La opinión de Ucrania no solo no ha cambiado, sino que se ha consolidado. La invasión rusa dio a Zelensky la posibilidad de recuperar su “Declaración Crimea”, que prometía utilizar todos los medios disponibles para recuperar el control de la península. Hasta el 24 de febrero de 2022, esos medios eran únicamente políticos, diplomáticos y comunicativos, mientras que actualmente exige para la liberación de la región misiles Taurus con los que destruir las bases rusas y el acceso a la península. Sigue leyendo
El 14 de abril de 2014, en una declaración solemne a la nación, Oleksandr Turchinov, presidente de Ucrania en funciones desde que el 24 de febrero de ese año se consumara el irregular cambio de Gobierno -la Revolución de la Dignidad para unos y golpe de estado para quienes se manifestaron en contra-, anunciaba el inicio de una operación antiterrorista en el este del país. Ahora, diez años después y con la distancia que da el tiempo, puede observarse que ese momento fue el punto de inflexión definitivo hacia la guerra y la catástrofe que ha afectado a Donbass durante toda una década y al resto de Ucrania desde 2022.
Los acontecimientos ocurridos en los últimos 26 meses, desde la invasión rusa de febrero de 2022, que se produjo en el octavo aniversario del golpe de estado de Kiev, no pueden comprenderse sin tener en cuenta lo ocurrido en la primavera de 2014, cuando se sentaron las bases y se consolidaron las brechas que hicieron que el conflicto político se convirtiera en militar. De esa forma, la solución diplomática quedó como una opción aceptable únicamente en caso de poder imponer la postura propia sin concesiones a la otra parte, algo que se prolonga hasta el momento actual, en el que la posibilidad de negociaciones es rechazada abiertamente por parte de Kiev, que exige, como ya hiciera hace diez años, la capitulación. Sigue leyendo
“La guerra de espías: cómo la CIA ayuda a Ucrania en secreto a luchar contra Putin”, titula un extenso reportaje publicado por The New York Times y que no solo confunde a Rusia con su presidente, sino que muestra que la lucha contra Moscú comenzó mucho antes de que las tropas rusas violaran por tierra, mar y aire las fronteras ucranianas en 2022. “Enclavada en un denso bosque, la base militar ucraniana parece abandonada y destruida, su centro de mando es una cáscara quemada, víctima de un bombardeo de misiles rusos al principio de la guerra. Pero eso es en la superficie”, escribe el medio, que pasa a describir una base subterránea en la que “equipos de soldados ucranianos rastrean satélites espías rusos y escuchan conversaciones entre comandantes rusos. En una pantalla, una línea roja seguía la ruta de un dron explosivo que atravesaba las defensas aéreas rusas desde un punto en el centro de Ucrania hasta un objetivo en la ciudad rusa de Rostov”. El búnker, afirma, “es un centro neurálgico secreto del ejército ucraniano” del que añade que “hay un secreto más: la base está equipada en parte y financiada casi en su totalidad por la CIA”. Ese es el punto de partida de un texto que, con toda la épica de quien describe la guerra secreta e ilegal de su inteligencia, contradice, quizá sin quererlo, el discurso oficial, centrado únicamente en lo ocurrido a partir de febrero de 2022 e insiste en utilizar la coletilla “no provocada” para la guerra.
El texto contiene toda una serie de personajes conocidos, algunos de ellos protagonistas y otros secundarios, de una guerra que comenzó incluso antes de que Rusia se hiciera con el control de Crimea. Aunque los vínculos entre los dos servicios de inteligencia de Ucrania, la inteligencia civil o SBU y la militar o GUR, son conocidos y parte de su historia había sido ya desvelada, el texto publicado por el diario neoyorquino aporta datos que confirman sospechas y convierten en certeza algunas especulaciones. En ese relato, cobra especial importancia el nombre de Valentyn Nalyvaichenko, principal impulsor de una alianza cuya labor contra Rusia -o contra Putin si hay que creer el titular- comenzó un 24 de febrero, aunque no de 2022 sino de 2014. Habían pasado apenas unas horas desde el irregular cambio de Gobierno en Kiev y la transformación de Ucrania en un Estado nacionalista y antirruso había comenzado. Sigue leyendo
Más que acreditada la voluntad de Zelensky y su entorno nacional e internacional de continuar la guerra sean cuales sean las consecuencias y sea cual sea la factura final que resulte para Kiev en forma de deuda o para sus socios en forma de subvenciones, Ucrania dio ayer el paso que llevaba meses preparando. La guerra no solo requiere de proyectiles de 155 milímetros, sistemas antiaéreos Patriot y misiles de largo alcance, sino de personal en condiciones para utilizarlo. No es suficiente tampoco la instrucción, se produzca en el país o en el extranjero, sino que es preciso un flujo constante de nuevos reclutas con los que reponer las bajas y sustituir a las tropas exhaustas.
“El ejército ucraniano se ha visto debilitado por el fracaso de la contraofensiva de 2023 contra Rusia y por el bloqueo en el Congreso de Estados Unidos de una ayuda militar estadounidense clave. También se cree que ha sufrido enormes pérdidas”, escribía ayer AFP sin incidir en el nivel de bajas de Ucrania. Fallida la contraofensiva de verano, fue evidente para las autoridades políticas y militares de Ucrania que sus fuerzas armadas estarían obligadas a realizar una movilización que no iba a ser popular. Las encuestas realizadas durante los últimos meses en Ucrania han mostrado que la postura de la población no es necesariamente favorable a la búsqueda de un compromiso con Rusia, pero sí reacia a la movilización masiva. La población de las zonas bajo control ucraniano parece querer continuar la guerra hasta la victoria, pero no desea necesariamente luchar en el frente. No es de extrañar así que la gran afluencia de voluntarios y voluntarias que se dio en 2022 haya desaparecido completamente y se haya tornado en un creciente movimiento que trata de evitar el reclutamiento. Sigue leyendo
“Esperaba encontrarme con un presidente abatido. Después de que el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky (de 46 años), hablara por primera vez en los últimos días de una derrota inminente si no llegaran las armas de Estados Unidos, esperaba ver a un presidente frustrado. Profundamente decepcionado con Occidente, enfadado, resignado: así me imaginaba el encuentro. Fue todo lo contrario”, escribe el periodista de Bild Paul Ronzheimer sobre su entrevista con el presiente ucraniano. En ningún lugar se mantiene la fe ciega en el presidente ucraniano como en la prensa occidental. “Cuando me reuní con Zelensky el martes por la mañana a las afueras de Járkov, en las nuevas defensas ucranianas, se mostró amable, centrado, abierto y capaz de sonreír a pesar del drama. Fue muy claro en su advertencia: «Debemos estar preparados». Estar preparados estos días en Ucrania significa estar preparados para aún más ataques rusos, para ataques de drones, para grandes ofensivas rusas, para muchas muertes”, continúa en su épico relato del más reciente intento de Zelensky de colocar al frente de la agenda política mundial la guerra de Ucrania, eclipsada en estos momentos por la mucho más dramática situación en Gaza, donde la destrucción, muerte y miseria son actualmente muy superiores a lo que está registrándose en el frente ucraniano.
La guerra debe continuar y, para ello, Zelensky precisa de financiación, armas, munición, personal y también atención del país más importante para su esfuerzo bélico, Estados Unidos, y de las dos personas que aspiran a ocupar la Casa Blanca los próximos cuatro años. 2024 es un año electoral para Washington, pero lo es también para Volodymyr Zelensky y sus más cercanos aliados, a la desesperada para cambiar la opinión de Donald Trump, percibido como una amenaza a la continuación del flujo de asistencia militar que permite a Ucrania seguir luchando y a Zelensky exigir armamento cada vez más pesado. Sigue leyendo
La dinámica del frente continúa según los términos marcados tras la caída de Avdeevka, cuando las tropas ucranianas se retiraron de forma relativamente organizada aunque sufriendo pérdidas en el proceso. Esa retirada fue ordenada por Syrsky, nombrado precisamente para sustituir a Valery Zaluzhny que, según se filtró durante semanas, defendía esa opción contra el criterio de Zelensky y de quien le sucedería en el cargo. El repliegue cuando la batalla ya estaba perdida pero la ciudad no se encontraba completamente sitiada permitió a Ucrania evitar el escenario de Mariupol, con miles de soldados capturados, y facilitó que una parte de esas tropas luchara en las afueras de la ciudad y en la cercana Lastochkino el tiempo suficiente para que el grueso de la agrupación se situara en la primera línea Berdichy-Orlovka. Es ahí donde su labor ha sido ralentizar el avance ruso y dar tiempo para preparar la segunda línea de defensa.
La pérdida del fortín de Avdeevka supuso para Ucrania una llamada de atención sobre la necesidad de protegerse de unos progresos rusos para los que no estaba preparada. El sueño de la contraofensiva y la necesidad de invertir todos y cada uno de los recursos en la lucha por avanzar sobre Crimea impidió a las autoridades políticas -y quizá también a parte de las militares- plantearse la posibilidad de que sus planes no tuvieran éxito. Ahora, de forma mucho más apresurada de lo esperado teniendo en cuenta que la orden de construir defensas fue emitida por Volodymyr Zelensky a finales del pasado año, Kiev construye finalmente trincheras, coloca concertinas, dientes de dragón y construye segundas y terceras líneas de defensa tanto en las zonas cercanas al frente como en las fronteras con Rusia y Bielorrusia, especialmente en la región de Járkov. Sigue leyendo
La guerra implica todo tipo de variables, muchas de ellas incontrolables, que marcan el desarrollo de los acontecimientos y que, en ocasiones, pueden verse directa o indirectamente afectadas por factores disruptivos que marcan los hechos. Uno de ellos, la posible llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, se está convirtiendo en uno de los grandes temas de la agenda política mundial, especialmente en lo que respecta a la política internacional. Aunque el expresidente todavía no ha sido proclamado candidato de su partido y se enfrenta a causas penales por las que potencialmente podría ser apartado de optar a la presidencia, los aliados de Estados Unidos y el actual equipo dirigente de Washington tratan de crear un escudo que sirva de protección y que impida a Trump modificar excesivamente algunas líneas de la política exterior. La preocupación no se dirige tanto a la cuestión de Oriente Medio, donde el halcón Republicano favorecería aún más a Israel y, a juzgar por los cuatro años de mandato, sería incluso más duro que la actual administración en relación con Irán. Sin embargo, inquieta a sus socios europeos su postura en relación con la cuestión ucraniana, la guerra contra Rusia y las propuestas que plantearía en caso de recuperar la presidencia.
Acostumbrado a lanzar propuestas improvisadas y generalmente carentes de coherencia, al menos en lo que respecta a la política internacional, Trump se ha destacado en los últimos meses por mostrar una postura aparentemente disidente y contraria a continuar financiando el esfuerzo bélico y subvencionando al Estado ucraniano. Sin pararse a pensar en las complejidades de un conflicto que, más allá de la guerra, estalló definitivamente hace una década, el ahora aspirante a la presidencia estadounidense ha llegado a afirmar, con la confianza que generalmente caracteriza sus actuaciones mediáticas, que sería capaz de detener la guerra en 24 horas a base de presionar a ambas partes. «Les diré a cada uno de ellos ciertas cosas que no diría al resto del mundo y es por eso por lo que no puedo decir mucho más que eso”, afirmó el expresidente en una entrevista realizada por uno de sus antiguos colaboradores, Sebastian Gorka, una figura de la derecha nacionalista trumpiana y con vínculos familiares e históricos con los colaboracionistas húngaros de la Segunda Guerra Mundial. Sigue leyendo
Parte 2: La herencia de Dmytro Kotsyubailo, Da Vinci
Dos circunstancias determinarán el futuro papel militar de Serhii Filimonov. La primera es la consolidación del grupo Gonor como unidad independiente de Azov y del Cuerpo Nacional.
La segunda circunstancia relevante se relaciona con el giro de Filya hacia los sectores cercanos, en la actualidad o en el pasado, al Praviy Sektor. Ahí resulta decisiva la creciente vinculación amistosa con Alina Mijailova, pareja de unos de los principales comandantes jóvenes de las fuerzas armadas de Ucrania, Dmytro Kotsyubailo, líder del Batallón Da Vinci (Los Lobos de Da Vinci). En la vida civil, esta amistad se consolida con la participación de Filimonov en la Escuela Ucraniana de Estudios Políticos, donde conseguiría una beca en 2021, ámbito educativo en el que coincidirá a partir de ese año con Mijailova.
La participación inicial de Gonor en la guerra
A primeros de 2022, la acción callejera de Gonor aún se mantenía, con una convocatoria contra la televisión Nash, propiedad del “agente ruso” (según Filimonov) Eugene Murayev. Pero soplaban ya otros vientos, vientos de guerra.
La respuesta de Gonor a la amenaza de intervención es rápida: la convocatoria el 12 de febrero de una manifestación de resistencia nacionalista, la llamada Marcha de la Unidad. Organizada por Filimonov y Sternenko “para mostrarle al enemigo que los ucranianos están listos para defenderse”, los dos aliados instan “a todos a abstenerse de las banderas de las organizaciones y los partidos políticos” y a desfilar “unidos por la bandera amarilla azul”. Con menor éxito de participación que en Kiev -Odessa nunca fue una ciudad nacionalista-, replican el acto en Odessa el día 20. Sigue leyendo
En dos artículos, slavyangrad.es presenta las fases de acceso al poder político-militar, a través de la herencia político-civil del movimiento Azov en Kiev y de Los Lobos de Da Vinci, de Serhii Filimonov. Teniente de las fuerzas armadas de Ucrania, se trata de una de las figuras emergentes entre el nuevo nacionalismo ucraniano.
Filimonov, Azov y el grupo civil Gonor
Serhii Filimonov, Filya, nació el 20 de septiembre de 1994 en una familia de raíces etnolingüísticas rusas. En una entrevista concedida a lb.ua hablaba de estas raíces y en particular de su padre: “Mi padre es de Rusia. Y era un moscovita bien convencido, un katsap”, señalaba antes de mencionar su voluntad de rebeldía frente a las tesis paternas.
Como muchos otros jóvenes nacionalistas ucranianos, su llegada a la política se produce a través del deporte. Además de su afición por la lucha libre, a partir de 2010 Filya se convierte en miembro activo de los ultras del Dinamo de Kiev y en uno de los líderes de una de sus ramas, Родичі, un aspecto que contribuye a su participación directa en las acciones de Maidán.
Según unas declaraciones a babel.ua, Filimonov participó en los acontecimientos del 1 de diciembre de 2013 en el que un grupo de exaltados, entre ellos ultras del Dnipro y del Dinamo de Kiev, intentaron asaltar la sede presidencial en Bankova. También formó parte del grupo que, después de los enfrentamientos con la policía, trató -entonces sin éxito- de destruir el monumento a Lenin en el céntrico bulevar Taras Shevchenko de Kiev. Sigue leyendo
Político, un medio estadounidense cercano a las posturas Demócratas de la administración Biden, ha publicado esta semana dos artículos poco característicos por su contenido, precisamente por ser incómodos para Ucrania. El primero de ellos, titulado «Ucrania abraza al chico malo ruso de extrema derecha para llevar la batalla a Putin», está dedicado a Denis Nikitin y al contenido ideológico de grupos como el RDK, los partisanos rusos afiliados al Ministerio de Defensa y que actúan tanto en Rusia como en Ucrania bajo las órdenes de y armados por el GUR, la inteligencia militar de Kirilo Budanov. Con la obligatoria mención al apoyo de la extrema derecha al esfuerzo bélico ruso y restando importancia al hecho de que conocidos neonazis rusos y bielorrusos se hayan refugiado en Ucrania durante años, el artículo se centra en Kapustin, un conocido referente de la extrema derecha europea que, hasta ahora, no había escondido su condición de neonazi.
El artículo menciona sus vínculos con grupos neonazis y su pasado como hooligan y da por hecha su ideología, aunque actualmente rechace el término. “A Kapustin le molesta que le llamen neonazi, aunque no sabe muy bien lo que es. Le gusta discutir con los periodistas occidentales, al ver lo incómodos que se sienten muchos de ellos al entrevistarle, divididos entre la desaprobación de su ideología de extrema derecha y su historial de hooligan y su simpatía por Ucrania, que no quieren dejar en mal lugar al país ante el público liberal occidental”, afirma en un tono excesivamente banal. Kapustin lidera un grupo entre cuyas hazañas se encuentran ataques indiscriminados en las aldeas de frontera en los que los únicos objetivos son amedrentar a la población, crear inestabilidad en Rusia y dar mala publicidad al Gobierno. Para ello disponen del armamento entregado por Ucrania y las órdenes y coordinación de la inteligencia militar ucraniana. Sigue leyendo
En parte exagerado como herramienta de presión para lograr más asistencia militar extranjera, especialmente de Estados Unidos, el nerviosismo actualmente existente ante la posibilidad de una victoria rusa en Ucrania y el desarrollo de los últimos meses sobre el terreno muestran el fracaso de la contraofensiva terrestre con la que los aliados de Kiev esperaban romper el frente de Zaporozhie y avanzar hacia Crimea. Sin embargo, la estabilidad del frente central ante los avances rusos en el área de Donetsk no han de esconder los éxitos que Ucrania sí ha logrado, fundamentalmente en la retaguardia, donde ha logrado realizar acciones cuantitativa y cualitativamente más importantes que en años anteriores. Entre ellas se encuentran los ataques con drones contra refinerías rusas, que en las últimas semanas ascienden a al menos una docena, y especialmente todo aquello relacionado con la batalla por el mar Negro. Es ahí donde Kiev ha obtenido los resultados más reseñables.
La insistencia por la lucha en el mar Negro es táctica y estratégicamente lógica desde el punto de vista ucraniano. En su intento de regresar a las fronteras internacionalmente reconocidas de 1991, la península de Crimea cobra un lugar especial. La cuestión de Crimea es uno de los motivos por los que Ucrania siempre rechazó seguir el camino de los acuerdos de Minsk y recuperar el territorio de Donbass a cambio de ciertos derechos políticos, económicos y sociales que Kiev tampoco quería conceder. Tal y como se admite ahora que, desde el 22 de febrero de 2022, ya no importa, Ucrania nunca tuvo intención de cumplir los acuerdos firmados, no solo porque la concesión de un estatus especial para Donbass rompía con el centralismo nacionalista que el régimen nacido de Maidan siempre quiso imponer, sino también porque era considerado una forma de legitimar un statu quo que implicaba el control ruso de Crimea, el territorio más preciado de los perdidos desde 2014. Sigue leyendo
En Francia camino a Bruselas para la celebración del 75º aniversario de la creación de la OTAN el 4 de abril de 1949, el Secretario de Estado de Estados Unidos Antony Blinken insistió ayer en que el futuro de Ucrania se encuentra en el bloque militar. Pese a que incluso Jens Stoltenberg ha admitido que la posible expansión de la Alianza hacia el este y la posible incorporación de Ucrania fue una de las causas de la guerra, la Alianza no solo no ha perdido ímpetu en su interés por el país, sino que lo utiliza a modo de provocación para remarcar su voluntad de asistir a Kiev mientras sea necesario. Junto al ministro de Asuntos Exteriores de Francia, que dio paso al comentario del diplomático estadounidense, Blinken insistió en que “como afirmaron los Aliados en Vilna, Ucrania será miembro de la OTAN. Para nosotros, la cuestión es disponer de una buena y clara hoja de ruta para llegar a este destino. Y creo que la cumbre de la OTAN para el 75 aniversario estará muy centrada, y de forma bastante concreta, en cómo podemos establecer esta hoja de ruta. O, por utilizar otra imagen, el puente, el puente necesario para que Ucrania pueda convertirse en miembro de la OTAN”.
Aunque no participa directamente, la Alianza está presente en la guerra no solo en términos políticos, sino también militares. Los países miembros son los principales proveedores del esfuerzo bélico ucraniano por separado y ahora quieren serlo también como bloque. Ante las dificultades de Joe Biden de lograr la aprobación de los 60.000 millones de dólares con los que esperaba financiar a las Fuerzas Armadas de Ucrania al menos hasta las elecciones de noviembre, la OTAN prepara ahora un paquete de 100.000 millones de dólares para los próximos cinco años, propuesta estrella del encuentro que se celebra hoy. El objetivo, según las fuentes del Financial Times, que ha publicado la noticia, es “proteger el mecanismo contra los vientos del cambio político”. El riesgo de que un relevo electoral suponga un vuelco en la postura del país es menor en Europa, donde los grandes partidos aspirantes a los gobiernos comparten generalmente el apoyo a Ucrania, pero preocupa en el caso de una posible victoria de Donald Trump, que ha hecho del rechazo a financiar eternamente a las tropas de Kiev uno de sus lemas de campaña. Aunque esa postura aparentemente radical favorable a la negociación contrasta con su política hacia el país durante su presidencia, que no varió en exceso de la de Obama-Biden, el nerviosismo ante el riesgo de un retorno Republicano a la Casa Blanca es una de las grandes preocupaciones de la OTAN, Washington y Bruselas. Sigue leyendo
“Ucrania lleva la guerra a las refinerías rusas”, titula un artículo publicado la semana pasada por Foreign Policy, que trata la situación de la industria petrolera rusa en el contexto de las sanciones, medidas de la OPEC+ para mantener los precios y los crecientes ataques ucranianos a estas infraestructuras críticas para la economía. Curiosamente, el artículo no menciona las consecuencias ecológicas de los ataques ucranianos, algo que sí suele hacerse con los ataques rusos a infraestructuras energéticas ucranianas, con Zelensky alegando ecocidio en cada ocasión que se presenta. Y como casi todos los reportajes que tratan los retos de la economía rusa, el texto contiene grandes dosis de esperanza en unas dificultades y unos daños que debe exagerar para hacer encajar en el discurso.
“En las últimas semanas, Ucrania ha encontrado una forma de superar la falta de ayuda y la escasez de munición utilizando aeronaves no tripuladas de largo alcance para atacar los activos de la industria petrolera en la retaguardia de Rusia. Los ataques contra refinerías rusas de petróleo -que hasta ahora ascienden a al menos una docena, incluidos algunos de muy largo alcance- han dañado la capacidad de Rusia para procesar y refinar su enorme producción de crudo, asestando un pequeño pero significativo golpe a un sector energético ruso, que hasta ahora ha capeado la guerra y las sanciones occidentales con sorprendente solvencia”, afirma el artículo, que más adelante concreta un poco más el nivel de ese pequeño pero significativo golpe. Sigue leyendo
“Scholz asegura que Alemania y otros países europeos están estudiando negociar la paz con Rusia”, titulaba el jueves un artículo publicado por la Cadena Ser en el que se recogía un breve resumen de las declaraciones realizadas por Olaf Scholz ante la prensa alemana. El texto es un buen ejemplo de la cantidad de publicaciones escasamente informadas, incapaces de contextualizar las declaraciones que recoge para mostrar los hechos de forma mínimamente coherente. En su párrafo inicial, la periodista indica que Scholz “desveló que la última vez que habló con Putin fue en diciembre del 2022 y antes de eso, solían charlar más a menudo. Unos días antes de la guerra, dice el canciller, hablaron en persona e intercambiaron preocupación por la crisis del COVID”. Quedándose en la anécdota, el artículo es incapaz de recordar la visita del canciller alemán a Moscú apenas una semana antes del reconocimiento ruso de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. Las imágenes en la larga mesa blanca del Kremlin, reservada para los líderes que prefirieran no realizarse la prueba de coronavirus realizada por las autoridades rusas, fueron una de las noticias de aquel momento en el que las visitas del Reino Unido, Alemania y, sobre todo, Francia, intentaban evitar la guerra. Al contario que Emmanuel Macron, cuya reunión con Vladimir Putin se prolongó durante horas, el encuentro con Scholz fue tan breve y rutinario que el canciller alemán solo parece haber sacado en claro que el presidente ruso estaba preocupado por el coronavirus.
Actualmente, las posturas han cambiado y es Macron el que defiende posturas más beligerantes y que causan preocupación por la posibilidad de cruzar el umbral de la participación directa en, entre otros, Olaf Scholz. En la entrevista, el líder del SPD insiste nuevamente en su negativa a enviar a Ucrania tanto misiles Taurus como tropas alemanas. El canciller ya ha dejado claro que se trata de un paquete: no habría misiles Taurus sin soldados alemanes que participaran – sobre el terreno o en la distancia- en su funcionamiento y uso. Scholz insiste en su defensa de Ucrania y realza la participación alemana en el esfuerzo bélico común, pero subraya que sus decisiones han de tomarse siempre para evitar cualquier escalada OTAN-Rusia, una postura que hasta hace unos meses parecía, no solo razonable, sino consensuada, pero que actualmente comienza a ser percibida como moderación. Sigue leyendo
“El Presidente Volodymyr Zelensky lanzó un duro mensaje al Congreso en una entrevista el jueves, mientras los misiles rusos golpeaban el sur de Ucrania: Dennos las armas para detener los ataques rusos, o Ucrania intensificará sus contraataques contra los aeródromos, las instalaciones energéticas y otros objetivos estratégicos de Rusia», escribe la apertura del artículo que David Ignatius ha realizado sobre el presidente ucraniano para The Washington Post. Ignatius, una de las estrellas de la sección de opinión del medio estadounidense y firme creyente del discurso ucraniano, se refería a la entrevista realizada la semana pasada por el presidente ucraniano y en la que, en un cuidado escenario de destrucción de la guerra, Zelensky insistió en su mensaje habitual de exigir más armamento y munición a sus socios. «Si no hay apoyo estadounidense, eso significa que no tenemos defensa aérea, ni misiles Patriot, ni inhibidores para la guerra electrónica, ni rondas de artillería de 155 milímetros», afirmó falsamente el líder ucraniano, que convenientemente olvida el aumento de la asistencia militar de los países europeos, especialmente de Alemania, para suministrar a Ucrania munición de artillería o proyectiles para los sistemas Patriot. El presidente de guerra era consciente de cuál era su audiencia y presentar a Estados Unidos como el país excepcional, único, sin el que Ucrania no podría sobrevivir, es exactamente lo que espera una parte del público en la que se incluye también el periodista que le entrevistaba.
“Zelensky, el actor que se convirtió en presidente en tiempos de guerra, se ha metido de lleno en este papel. Llevaba su indumentaria habitual de sudadera militar ucraniana y pantalones de combate. Parecía menos demacrado aquí, en su tierra natal, que hace un mes en una conferencia de seguridad en Múnich. Parece disfrutar siendo el símbolo de una nación en guerra”, escribe Ignatius, aún apegado a la imagen que los medios dieron del presidente ucraniano en los primeros meses de la guerra rusoucraniana, pero que se ha visto minada por las promesas incumplidas, las luchas internas y las tendencias autoritarias. Sigue leyendo
“Cuando Rusia invadió su país hace dos años, jóvenes y viejos ucranianos abarrotaron los centros de reclutamiento para presentarse voluntarios. Algunos se sintieron frustrados por no ser reclutados inmediatamente y se quejaron en voz alta”, recuerda Político, que posteriormente se lamenta de que “ese primer estallido de fervor patriótico se ha desvanecido con la guerra ya en su tercer año, las bolsas de cadáveres llenándose, y los hombres regresando a casa heridos y desfigurados”. Hace dos meses, el medio mostraba su preocupación por las dificultades ante las que estaba encontrándose Ucrania para reponer sus filas. “Ensangrentados y exhaustos: el esfuerzo de Ucrania de movilizar más tropas se topa con obstáculos”, titulaba. Desde entonces, la situación no ha mejorado para el equipo de Zelensky, que ha cesado al comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, en gran parte por sus reticencias a librar hasta el final batallas que incluso sus socios occidentales consideran escasamente estratégicas, el flujo de financiación estadounidense no se ha reanudado y la pérdida de Avdeevka ha puesto en cuestión la capacidad defensiva del país después de que quedaran claras durante la contraofensiva de verano las carencias ofensivas. “El pesimismo sobre el futuro del conflicto también se está apoderando de la opinión pública, que cada vez duda más de que Ucrania vaya a ser capaz de derrotar a las fuerzas de Moscú”, añade Político, que parece sorprenderse por las dosis de realismo que comienzan a aparecer entre la población ucraniana.
“El presidente Volodymyr Zelensky declaró el mes pasado que hasta la fecha habían muerto 31.000 soldados. Es probable que la cifra real supere esa cifra, ya que varios funcionarios estadounidenses la han estimado en más del doble”, escribe Financial Times. En guerra, los datos de bajas acostumbran a ser parte de la propaganda de cada una de las partes, que intentan siempre exagerar las pérdidas ajenas y ocultar las propias. No hay datos fiables sobre las bajas ucranianas, pero sí indicios para darse cuenta que son muy elevadas. Aunque los medios repiten, sin dudarlo, el lema de la propaganda ucraniana de unas muy superiores bajas rusas, el reciente nerviosismo por la movilización denota preocupación por el estado de las tropas. Es evidente que los meses de ofensiva de alta intensidad han causado pérdidas significativas. Las imágenes del crecimiento de los cementerios es otro indicio de elevadas pérdidas, como lo son también los numerosos artículos que se refieren a la necesidad urgente de ampliar la movilización y, sobre todo, reducir la edad de reclutamiento de los actuales 27 años a 25 o incluso 18, comprometiendo así el futuro demográfico del país. Sigue leyendo
“Es julio y el ejército ruso está a las puertas de Kiev. El Presidente Zelensky emite un mensaje de emergencia para repetir sus desafiantes palabras, pronunciadas por primera vez en febrero de 2022, de que no necesita que le saquen de Ucrania. No, necesita munición para quedarse y luchar contra los rusos”, escribe un artículo publicado esta semana por el diario británico The Times. “Si Occidente hubiera escuchado y hecho más cuando los valientes ucranianos pedían ayuda, podría haber cambiado la situación. Mientras los aliados discutían y Estados Unidos acababa proporcionando otros 60.000 millones de dólares en ayuda, a medida que la primavera se convertía en verano, las tropas de Putin rompían las líneas en el sur y el este. Las fuerzas ucranianas en retirada sólo pudieron frenar el avance. Cuando los rusos se acercaron a la capital, una nueva oleada de refugiados huyó de Ucrania en busca de seguridad frente a los incesantes bombardeos.”, continúa el relato.
No se trata de un ejercicio de ficción política, sino que el artículo pretende ser una llamada de atención a Occidente para evitar a tiempo la derrota colectiva en el frente ucraniano. “Este es el escenario de pesadilla que ahora mismo están contemplando los políticos occidentales”, se lamenta el artículo, que añade que “los acontecimientos están obligando a los líderes militares y civiles de Londres, Washington, París y Bruselas a trazar un mapa del catastrófico colapso de las fuerzas ucranianas a las que se les niegan las armas y municiones que necesitan”. Sigue leyendo
Andriy Ermak, jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania, es, posiblemente, el hombre más poderoso de Ucrania en términos políticos. Mano derecha de Zelensky desde sus tiempos anteriores a la presidencia, ha conseguido crear una administración presidencial que ganó presencia en los años de paz -es decir, de guerra únicamente en Donbass- de la legislatura y se ha hecho aún más fuerte desde la invasión rusa de febrero de 2022. En ese momento, especialmente entre el caos que reinó en Kiev durante las primeras semanas, en las que llegó a producirse incluso un tiroteo entre la inteligencia militar y la civil en el que murió uno de los negociadores ucranianos, la estructura política de Ucrania cambió completamente para imponerse un modo de guerra que continúa a día de hoy. En esa reconfiguración política de las instituciones y de las formas de gobierno, Ermak ha sabido hacerse con unas cotas de poder que han sorprendido incluso a la generalmente dócil prensa ucraniana. Ya en 2022, Ukrainska Pravda calificaba a Ermak como el hombre que acumulaba gran parte del poder político en el país, equiparando su posición a la de un vicepresidente, figura que no existe en Ucrania.
Desde entonces, la concentración del poder político ha sido incluso mayor, especialmente ante las crecientes dificultades que la facción de Zelensky sufre actualmente para conseguir los votos suficientes para aprobar sus medidas legislativas en el Parlamento. La solución de Ermak y Zelensky al reto parlamentario no ha sido la vía política y de la negociación en busca de aliados, sino la mucho más autoritaria vía de la marginación del poder legislativo. En guerra, la capacidad de Zelensky y su cada vez más reducido círculo de amistades de manejar las instituciones del país a su antojo depende únicamente de mantener el favor de sus electores más preciados, sus socios extranjeros. Durante más de un año, la Oficina del Presidente ha manejado al Parlamento retirando por decreto las actas de diputado obtenidas por la vía electoral. Con ello, Ucrania expulsó a una facción de la oposición, mientras que utilizó esa amenaza para coaccionar a otra a votar de la forma correcta. Ahora, cuando se aproxima peligrosamente el final del mandato democrático de Zelensky, que coincide con un momento de cierta rebelión interna entre los grupos que forman Servidor del Pueblo, el Parlamento se encuentra básicamente cerrado. La Oficina del Presidente no solo ha sustituido de facto al Gobierno, sino que aspira a controlar y manipular también al poder legislativo. Todo ello implorando a la democracia y los valores occidentales y exigiendo a sus proveedores extranjeros armas, financiación y ayuda para derrotar a Rusia en nombre de la lucha contra el autoritarismo y el totalitarismo. Sigue leyendo
La captura de Avdeevka y el avance posterior hacia el eje Orlovka Berdichi, tras el que las tropas ucranianas preparan su línea de defensa y están dispuestas a luchar para impedir más avances rusos, ha abierto la puerta a que el foco de la batalla por Donbass se traslade a otras zonas igualmente importantes al área cercana a Donetsk. La lucha por la región es compleja y en ella se unen la necesidad rusa de continuar al ataque con las dificultades de hacerlo. Al fin y al cabo, pese a la sorpresa que ha causado en ciertos medios occidentales lo rudimentario de las trincheras de las que dispone Ucrania en ciertas zonas del frente, Donbass es la parte más fortificada del frente ucraniano. Es ahí donde las tropas de Kiev se han hecho fuertes y se han curtido en la batalla durante los ocho años anteriores y donde se encontraban sus principales fortificaciones.
El éxito ruso en Avdeevka se ha producido tras largos meses de lucha y más de un año de costosos intentos de avance sobre Marinka, un suburbio al oeste de Donetsk del que Ucrania se retiró a finales de 2023 con la batalla ya perdida y sin ruinas a las que aferrarse. Tras dos años, las tropas rusas han conseguido alejar ligeramente el frente de la ciudad de Donetsk, dificultando así las posibilidades de Kiev de atacar la ciudad y su retaguardia con su artillería más sencilla -y más asequible-, pero la lentitud, la destrucción que ha implicado y las pérdidas que ha supuesto indican que ningún avance más será sencillo. El desequilibrio de fuerzas y el uso de la aviación han decantado la batalla por Avdeevka hasta la victoria rusa, que ha implicado meses de utilización intensiva de recursos materiales y humanos. Sigue leyendo
La seguridad y la democracia se intercalan habitualmente como el argumento más importante con el que, según los oficiales y lobistas occidentales y ucranianos es preciso continuar apoyando a Kiev para lograr una victoria militar que derrote a Rusia en el frente de batalla. El discurso requiere diferentes planteamientos en cada momento y lugar, pero ambas ideas son utilizadas para defender la continuación del statu quo. Esta última semana, se han dado varios ejemplos representativos del significado de dichos conceptos. En momentos de incertidumbre, es preciso apelar a todos los adjetivos, exageraciones o interpretaciones libres de aquellas ideas que la sociedad a la que se exige un sacrificio considere positivas y seña de su identidad.
“El presidente Zelensky está mostrando su verdadero liderazgo democrático”, escribió en las redes sociales con las imágenes de su reunión el almirante Rob Bauer, presidente del Comité Militar de la OTAN. El militar, que destacó “el coraje” del presidente ucraniano, insistió en que “entre la oscuridad de la guerra, Ucrania es un foco de luz que muestra al mundo lo que significa luchar por algo en lo que crees”. Sin dejarse en el camino ningún tópico, el militar comenzó su mensaje refiriéndose al “756º día de lo que iba a ser una guerra de tres días”. En apenas unas líneas, Bauer explota tres grandes ideas de esta guerra: el fracaso ruso, la luz de democracia de Ucrania y el valor de su lucha. Esta narrativa requiere aceptar a ciencia ciega la idea de la caída de Kiev en 72 horas, que la inteligencia británica ha conseguido implantar como el objetivo ruso, algo totalmente fuera de la realidad si se entiende en contexto: incluso la relativamente sencilla guerra de 2008 contra el débil ejército georgiano, en la que no se capturó la capital, se prolongó durante más días. Para aceptar el discurso, es preciso olvidar también la cancelación de las elecciones hasta que termine la guerra, lo que reduce la democracia ucraniana al mandato que su presidente recibió hace cinco años gracias a un programa de moderación del nacionalismo y el compromiso con Rusia para finalizar la guerra, que en aquel momento se limitaba únicamente a Donbass.
Bauer ha sido una de las estrellas invitadas en la decimosexta edición del Kyiv Security Forum, una iniciativa creada por el exprimer ministro Arseny Yatseniuk para “defender los intereses nacionales de Ucrania en el mundo”, “formar y expandir el círculo de socios internacionales” de Ucrania y “contribuir a la creación de un mundo justo basado en los principios y reglas civilizadas”. La realidad es algo que puede manipularse intencionadamente y es adaptable siempre que encaje en el relato. “Esta guerra se libra porque el presidente Putin teme algo mucho más poderoso que cualquier arma física sobre la tierra, la democracia…”, afirmó el almirante en un discurso compartido por Anton Geraschenko, exasesor de Arsen Avakov en el Ministerio del Interior y actualmente dedicado fundamentalmente a las labores de propaganda e intoxicación mediática.
La democracia de Geraschenko implica trabajar en un ministerio nombrado por el Gobierno salido de un irregular cambio de Gobierno, incorporando como batallón policial a un grupo de personas procedentes de los márgenes más radicales de la extrema derecha nacionalista para ayudar a las autoridades oficiales a reprimir las protestas antigubernamentales que habían estallado en lugares como Járkov y posteriormente tratar de aplastar la rebelión militar de Donbass por la vía militar. El líder de aquellos grupos era entonces -y sigue siendo ahora- Andriy Biletsky, que a partir de sus hombres de negro creó el batallón Azov, posteriormente regimiento y que ahora cuenta con una brigada en la Guardia Nacional, otra comandada por él mismo en las Fuerzas Armadas de Ucrania y presencia en las fuerzas especiales de las tropas de la inteligencia militar de Kirilo Budanov. Biletsky, que en 2014 obtuvo un escaño de diputado en la Rada gracias a las gestiones del partido de Yatseniuk, que retiró a su candidato para garantizar la victoria del líder blanco, fue también uno de los participantes en el foro. Ucrania no puede vivir solo de democracia y Biletsky, que en el pasado ha despreciado repetidamente el sistema parlamentario y la democracia en sí, centró su discurso en la necesidad de recibir armas de sus socios. La guerra es actualmente la razón de ser del Estado y ese es el centro de la agenda política, llena de palabras sobre la democracia y la seguridad continental.
En la intervención de Bauer reproducida por Geraschenko, el almirante insistió en que “ninguna propaganda puede ocultar la verdad de que [Rusia] no ha logrado ninguno de sus objetivos estratégicos. ¿Y cómo los lograría? Las tropas rusas no tienen ni idea de por qué están luchando. Y ustedes lo saben. Están luchando por la civilización misma… Así que sería un terrible error histórico dejarle ganar. Sería peligroso para todos nosotros, porque el resultado de esta guerra afectará al destino del mundo entero”. Democracia y seguridad se unen en su narrativa para llegar a una simple solución para ambas preocupaciones: más fondos, armas y munición. Así lo requieren la democracia y la civilización. A ellas hay que añadir, eso sí, los intereses ajenos.
“No podemos permitir de que Rusia gane la guerra, de lo contrario los intereses estadounidenses y europeos se verían dañados”, ha afirmado estos días en una aparición en el programa de Christiane Amanpour Josep Borrell. “No es sólo una cuestión de generosidad; no es una cuestión de apoyo a Ucrania porque queramos al pueblo ucraniano. Va en nuestro propio interés y también en el de Estados Unidos como actor global, que tiene que ser percibido como un socio fiable y un proveedor de seguridad para los aliados. Por eso pedimos a Estados Unidos que abra y apruebe el presupuesto suplementario”, añadió el jefe de la diplomacia de la Unión Europea.
Dentro del cinismo habitual de quienes ven como secundario el bienestar de la población del país, la versión de Borrell es más honesta que otros discursos que se producen estos días. Horas antes de su visita a la India, donde Ucrania busca alejar al país más poblado del planeta de su postura neutral hacia la guerra, el jefe de la diplomacia ucraniana ha querido vincular la lucha de su país con la del símbolo más importante del subcontinente. “Cuando Ucrania se enfrentó a la invasión rusa hace dos años, muy poca gente creía que sobreviviríamos, pero persistimos y conseguiremos defender nuestra libertad e independencia». Según Gandhi, el futuro depende de lo que hagamos en el presente. De ahí que apoyar a Ucrania hoy signifique apoyar la libertad y la independencia. Apoyar el legado del gran Mahatma”, afirmó Kuleba. El país que lleva diez años exigiendo armas a sus aliados, que inició una operación antiterrorista contra su propia población y que durante años se negó a cumplir el único acuerdo de paz existente quiere equipararse a quien defendió las tácticas no violentas y argumentó que el ojo por ojo nos dejará a todos ciegos. La realidad manipulada para hacerla encajar en el discurso de la guerra.
La estabilización de la guerra, la cronificación de la situación y la existencia de otro conflicto que le ha arrebatado el protagonismo han hecho que Ucrania haya perdido la centralidad de la agenda política internacional que mantuvo durante meses en el año 2022, tanto en las semanas anteriores a la invasión rusa como en los meses posteriores. La pérdida de interés tiene implicaciones políticas, económicas y militares. La población refugiada, acogida con el entusiasmo que no reciben los pueblos que huyen de otras guerras o los que habían huido de esta misma guerra antes de la llegada de las tropas rusas, se enfrenta ahora a propuestas de compensación a cambio de regresar a Ucrania. La guerra se ha alargado más de lo previsto por todas las partes implicadas, lo que implica una factura elevada tanto en ayuda a la población refugiada como asistencia humanitaria y, sobre todo, esas concesiones, créditos y subvenciones que tienen que sostener al Estado y a las Fuerzas Armadas de Ucrania, una tarea difícilmente sostenible a largo plazo.
Sin embargo, al menos a nivel europeo, Kiev sigue siendo el lugar en el que las autoridades electas o aspirantes a serlo se presentan ante su electorado como bravos defensores de los valores europeos, la libertad y la lucha contra el enemigo ruso. Es posible que la cantidad de visitas a Ucrania haya descendido ligeramente, en parte debido a que es Zelensky quien ha viajado en los últimos meses para recuperar parte del protagonismo mediático perdido, pero la presencia occidental en Kiev sigue siendo relevante y de muy alto perfil. Un caso significativo es el del Reino Unido, un tapado cuya importancia queda eclipsada por las cifras de asistencia de países como Estados Unidos y Alemania, pero que ha sido en los últimos años imprescindible para Ucrania. Sigue leyendo
Los acontecimientos de los últimos días en la Federación Rusa, tanto las elecciones como el atentado terrorista del pasado viernes, que causó la muerte a más de un centenar de personas, han puesto de manifiesto la relación de la población de Donbass con Moscú. Las muestras de solidaridad con Rusia fueron inmediatas en Donetsk y Lugansk tras los sangrientos sucesos ocurridos en las afueras de Moscú, algo previsible teniendo en cuenta los vínculos entre regiones. Sin embargo, ha pasado desapercibido para Occidente la participación de la población de Donbass en las elecciones presidenciales rusas, un detalle incómodo para el relato oficial ucraniano.
Kiev y sus socios basan su relato de guerra justa en el hecho de que Rusia violó, por tierra, mar y aire, las fronteras ucranianas con su entrada en la guerra el 24 de febrero de 2022. Esa situación, simplificada hasta el extremo sin tener en cuenta siquiera tener en cuenta que la anexión de Crimea hace diez años se produjo con el favor de la población, justifica para Ucrania y el bloque occidental la necesidad de guerra hasta lo que el asesor de la Oficina del Presidente Mijailo Podoliak califica de “final lógico”, la completa derrota rusa. Ese escenario implica la continuación de la batalla hasta la expulsión de las tropas rusas de todo el territorio de Ucrania según sus fronteras de 1991. Ante lo improbable de ese escenario, ya que Crimea es la principal línea roja rusa en esta guerra, se ha planteado a ciertos niveles en Occidente la posibilidad de la recuperación de todo el territorio a excepción de la península de mar Negro. Cualquiera de los dos escenarios habría de producirse contra la opinión de la población de Donbass, cuya voz es irrelevante para Ucrania y Occidente actualmente, como lo ha sido ya en los últimos diez años. Sigue leyendo
“Oficiales estadounidenses prevén una serie de sombríos escenarios en Ucrania si no se materializa la ayuda militar que ha solicitado el presidente Biden, entre los que se encuentra una ruptura catastrófica de las líneas ucranianas en la contingencia más desoladora y la probabilidad de que, en el mejor de los casos, se produzcan bajas masivas”, escribió la semana pasada The Washington Post en uno más de los muchos artículos que alertan del creciente peligro de una derrota ucraniana. Pese al desastroso escenario que se presenta, eliminando toda posibilidad de victoria y con el espectro de la derrota presente, la solución siempre está clara y depende del país excepcional y de su capacidad de responder al reto y cumplir con sus obligaciones. Sin embargo, el nerviosismo crece y es preciso hacer ver que no solo se trata de las cantidades destinadas, sino de la rapidez con la que se logre. El escenario que muestran los dos artículos de The Washington Post plantean una estabilidad temporal tras la caída de Avdeevka, con una Ucrania en posesión de suficiente armamento y munición para ralentizar los avances rusos. Sin embargo, si la asistencia estadounidense se retrasa, la previsión es que “Ucrania tenga que ceder más territorio a Rusia”.
Lamentándose de la pérdida de interés por Ucrania que se observa en Estados Unidos, el artículo mira a Europa para completar su preocupación. “Los aliados de Ucrania en Europa no han asumido la mayor parte de la carga a medida que el apoyo estadounidense ha disminuido. Los países europeos han prometido aumentar su gasto militar para protegerse a sí mismos y a los demás, pero ese proceso llevará años. Puede que Ucrania no disponga de tanto tiempo”, advierte. “Esto no va a ir bien para Ucrania a lo largo del tiempo sin un suplemento presupuestario, y podría llevar a un posible colapso”, afirma otro artículo del mismo medio citando a un alto oficial estadounidense. Sigue leyendo
“Varias infraestructuras eléctricas en diversas regiones de Ucrania han sido alcanzadas a consecuencia de un gran ataque con misiles y drones rusos. Se informa de apagones en varias regiones del país”, informaba ayer por la mañana el académico ucraniano-canadiense Ivan Katchanovski, que se hacía eco de las noticias que empezaban a propagarse desde el amanecer. El de ayer fue el ataque más importante contra infraestructuras críticas ucranianas en meses y se produjo apenas 24 horas después del primer ataque en seis semanas contra la ciudad de Kiev que, alejada del frente, ha regresado a la relativa normalidad del estado de guerra, pero sin ataques diarios ni el peligro de la cercanía de la artillería enemiga.
Recientemente, las autoridades militares rusas habían buscado detectar y destruir el material antiaéreo occidental que Ucrania ha recibido de sus socios, especialmente los sistemas Patriot, una de las bases de la defensa ucraniana y con la que Kiev amenaza a la aviación rusa a ambos lados de la frontera. El intento de destruir la defensa antiaérea ucraniana responde a varios objetivos. Entre ellos está proteger la aviación rusa, no solo la que opera directamente en el frente, sino también aeronaves de carga que, como pudo comprobarse en el caso del Il-76, derribado desde Ucrania presumiblemente con un Patriot. Eliminar o inutilizar estos sistemas permite también a la aviación rusa operar con menor peligro en la línea del frente y así desequilibrar aún más el potencial en el frente, ahora que Ucrania sufre la escasez que implica el retraso de la aprobación de los nuevos fondos estadounidenses. Finalmente, el intento de destruir las defensas aéreas busca también facilitar los ataques en la retaguardia, uno de los aspectos en alza en el momento actual de la guerra. En ese sentido puede leerse, al menos en parte, el ataque contra Kiev de este jueves, saturando las defensas y obligando a Ucrania a utilizar un elevado número de misiles de sus sistemas antiaéreos ahora que, al menos según el discurso oficial, escasean. Sigue leyendo
“Estados Unidos y los países europeos prometieron el martes mantener su apoyo militar a Ucrania aunque la futura ayuda estadounidense sigue bloqueada en el Congreso y las modestas donaciones de nuevo armamento reflejan una alianza a la que le queda relativamente poco que dar cuando la guerra contra Rusia entra en un tramo crítico”, ha escrito esta semana The New York Times tras la enésima reunión en Ramstein en la que los países occidentales buscaron, aparentemente sin éxito, soluciones a los problemas de Kiev. “Estados Unidos a Ucrania: confiad en nuestras palabras, no en nuestros actos”, añade Político, preocupado por la falta de progresos en la aprobación de nuevos fondos estadounidenses para la guerra. Todas las partes, como ya advirtió a finales de 2023 Volodymyr Zelensky, son conscientes de que los países de la Unión Europea no serán capaces de cubrir por sí mismos las necesidades de la guerra. Sin embargo, por el momento, la administración estadounidense no parece excesivamente preocupada por las demoras legislativas en la medida en que la Unión Europea ha elevado su nivel de implicación, busca formas de aumentar su asistencia militar y la retórica belicista continúa en alza.
En realidad, Estados Unidos ha conseguido ya una parte de sus objetivos de los últimos meses: reducir su implicación a costa del aumento del gasto en Europa. Al igual que Zelensky, Washington y Bruselas comprenden que la producción militar de los 27 países miembros de la UE carece de la capacidad de producción que requiere la actual guerra. El continente que dio lugar a la Revolución Industrial y que hizo crecer a las grandes potencias que provocarían dos guerras mundiales no es capaz de producir sus propios proyectiles de artillería de 155 milímetros que Ucrania debe disparar contra Donetsk, Belgorod o con los que ha de defender Rabotino, la pequeña aldea despoblada de la que muy pocos dirigentes europeos habrían oído hablar hace tan solo un año. Sigue leyendo
Después de votar en contra del paquete de 60.000 millones de dólares de asistencia militar, el senador Republicano Lindsey Graham, condecorado como amigo de Ucrania por su anterior presidente y firme defensor de la guerra contra Rusia mucho antes del 24 de febrero de 2022, ha regresado a Kiev para mostrar que su postura no ha cambiado. Graham, como el resto de su partido, se encuentra condicionado por la realidad electoral, pero ni su postura geopolítica ni su fanatismo belicista se han modificado. La única variación en su discurso de lucha hasta el final se refiere a la forma en la que Ucrania debe recibir la asistencia militar. Graham se mostró “más optimista que nunca” de que el Congreso aprobará pronto los nuevos fondos para las Fuerzas Armadas de Ucrania. Sin embargo, por segunda vez en los últimos días, el senador introdujo la posibilidad de que esas cantidades sean transferidas en concepto de préstamo y no de subvención que no espera devolución. “He sido muy directo con el presidente Zelensky. Puede esperar de mí que esté siempre de su lado, pero no es injusto que le pida a usted y a otros aliados: devuélvannos el dinero más adelante, si pueden”, afirmó Graham según cita The Washington Post.
Las enormes cantidades de financiación que Kiev espera recibir agrandarían aún más el lastre que supone la de por sí inmensa deuda ucraniana. “Creo que la idea del préstamo es bastante popular, no solo entre los Republicanos, también entre los demócratas”, añadió el senador. Hasta ahora, Ucrania ha disfrutado de dos años de subvenciones que chocan con las coyunturas electorales de algunos de sus socios y que hacen prever mayores dificultades en los países en cuyos parlamentos haya diferencias de opinión o choque de intereses. No es el caso de la Unión Europea, que ante el descenso de la asistencia estadounidense está aumentando su participación en la financiación militar. El miércoles, Alemania anunció un nuevo paquete de 500 millones de euros y Josep Borrell exigió a la UE utilizar como asistencia militar a Kiev 3.000 millones de euros generados por los activos rusos requisados. Sigue leyendo
El 25 de enero de 2023, el Departamento de Defensa de Estados Unidos anunciaba su compromiso de enviar a Ucrania 31 tanques Abrams M-1. Con ello cumplía el principal deseo del Gobierno de Zelensky, que en aquel momento buscaba la creación de una “coalición de tanques” en previsión de la masiva contraofensiva con la que iba a romper el frente de Zaporozhie, cortar el corredor terrestre que Rusia había creado a Crimea y poner el peligro el control de la península del mar Negro. El objetivo ucraniano, y de ahí la dirección en la que se produciría la ofensiva, era tan evidente en aquel momento como lo que Washington intentaba conseguir con la promesa de enviar un lote de sus mejores tanques: presionar al canciller alemán para aprobar el envío de tanques Leopard, considerados los mejores carros de combate de la OTAN. Olaf Scholz, más prudente que algunos de sus homólogos, se veía entonces acorralado por sus socios, que le presionaban para que cruzara una más de las líneas rojas que se había marcado.
El rumor sobre la exigencia de Scholz de que Estados Unidos diera el paso de enviar sus propios tanques antes de que Alemania hiciera lo propio fue quizá una invención mediática o política interesada para obligar al líder alemán a cumplir una promesa previsiblemente inexistente ante el anuncio del Pentágono. Ese mismo día, Alemania daba la aprobación a los países europeos a enviar tanques Leopard de su propiedad y poco después comprometía un primer lote de su arsenal. Para entonces, Estados Unidos había movido ya la portería y dejado claro que, pese a que su anuncio había precedido al de Scholz, serían los tanques alemanes los que llegarían al frente ucraniano en primer lugar. Sigue leyendo
El tiempo pasa y las quejas ucranianas se acumulan. Siempre exigente, Kiev continúa molesta por la cantidad de asistencia recibida, los tiempos en los que sus aliados han entregado el material, la forma en que la opción de la diplomacia aparece periódicamente en los grandes medios occidentales, los daños limitados de las sanciones contra Rusia o incluso por no haber conseguido desestabilizar la situación política rusa. “Más de dos años después de su alianza en tiempos de guerra, el vínculo entre Estados Unidos y Ucrania está mostrando signos de desgaste, dando paso a la frustración mutua y a la sensación de que la relación podría estar algo estancada”, afirmó recientemente The New York Times. Los estrategas estadounidenses consideran que “Ucrania debe concentrar sus fuerzas en un gran combate cada vez. En cambio, el presidente Volodymyr Zelensky, que ha prometido expulsar a Rusia de cada centímetro de Ucrania, gasta sus fuerzas en batallas por ciudades que, según los oficiales estadounidenses, carecen de valor estratégico”, explicaba el medio estadounidense. Los ejemplos son numerosos y es perfectamente conocido que Washington no consideró correcto luchar, como Zelesnky y Syrsky quisieron hacer hasta el final, por la ciudad de Artyomovsk. El artículo menciona también la batalla por Avdeevka, donde la retirada se produjo cuando la derrota era ya evidente y Ucrania había malgastado recursos humanos y materiales contra una fuerza flagrantemente superior.
Aunque no ha recibido ninguna crítica, la actuación de Ucrania durante la última semana en Belgorod puede considerarse también una lucha innecesaria. Grupos al servicio de la inteligencia militar ucraniana, el GUR de Kirilo Budanov, que ha mostrado su enfado por no haber logrado el objetivo de desestabilizar la situación interna en Rusia en la semana electoral, han atacado durante días aldeas cercanas a la frontera rusoucraniana y la capital regional. Además de las bajas sufridas por el RDK, un grupo formado por soldados de origen ruso y en el que las ideologías fascistas son preeminentes, Rusia ha denunciado once víctimas mortales y más de 80 personas heridas, todas ellas entre la población civil. Sigue leyendo
Menos espectacular en términos mediáticos que las afirmaciones que aseguran que Ucrania se queda sin proyectiles para luchar contra Rusia, la pelea por encontrar la financiación necesaria para continuar la guerra y mantener el Estado sigue siendo una de las prioridades de Ucrania y de sus socios. “Meses de bloqueo político en el Congreso de Estados Unidos en el paquete de ayuda de 60.000 millones de dólares para Ucrania han dejado a Kiev buscando desesperadamente donantes alternativos para financiar su esfuerzo bélico contra Rusia y evitar recortes drásticos del gasto público”, escribía el pasado fin de semana Financial Times en un artículo que presenta las dificultades de Ucrania para sostener el statu quo de las prioridades bélicas sin la seguridad de que la asistencia económica de sus proveedores extranjeros vaya a cubrir sus necesidades.
El patrón de gasto de Ucrania, conocido gracias no solo a las partidas presupuestarias sino a los informes de gasto real, muestra una división prácticamente al 50% entre el gasto militar y todo lo demás, que incluye salarios y pensiones públicas, educación, sanidad, infraestructuras, el pago de sus deudas y demás aspectos del mantenimiento del Estado y sus instituciones. Es conocido también el reparto del trabajo entre los dos principales proveedores de Ucrania: la Unión Europea, cuyas inversiones a largo plazo permiten a Ucrania sostener el Estado, y las garantías a corto plazo de Estados Unidos, que aportan el grueso de la asistencia internacional para que las Fuerzas Armadas puedan seguir luchando por la libertad de Ucrania y bombardeando, pese a la supuesta carencia de proyectiles, de forma indiscriminada ciudades como Donetsk. Sigue leyendo
“Durante la Guerra Fría, existía un consenso entre los líderes occidentales de no especular nunca sobre las circunstancias en las que desplegarían armas nucleares. En esa situación, la ambigüedad estratégica tenía sentido”, escribe esta semana Wolfgang Münchau en su artículo publicado en The New Statesman, en el que argumenta que la situación actual creada por las recientes declaraciones de Emmanuel Macron no puede ser más diferente. “En un ataque dirigido al Canciller alemán, Olaf Scholz, el Presidente francés afirmó que nunca se deben señalar las líneas rojas a un adversario que tiene por costumbre cruzarlas, explica el periodista, economista y escritor, que critica precisamente las implicaciones de las palabras de Macron como forma de eliminar toda ambigüedad estratégica y destapa las diferencias existentes entre los países de la Unión Europea en un momento en el que, desde su punto de vista, es precisa la unidad. “La unidad franco-alemana es una condición necesaria (aunque no suficiente) para que Europa ejerza su poder, y Scholz se ha pronunciado en contra de las tropas terrestres. También lo ha hecho Donald Tusk, el primer ministro polaco; en cambio, su ministro de Asuntos Exteriores, Radosław Sikorski, parece estar del lado de Macron. La realidad es que la UE está dividida en esta cuestión. Y ese es el mensaje que estamos enviando a Vladimir Putin”, añade.
La postura de Münchau, sin duda más moderada que el discurso oficial de la Unión Europea, que navega directamente hacia una beligerancia difícil de detener, parte, sin embargo, de la equivocada premisa de que existe una postura de Bruselas que difiere de la de Washington o Londres. La reacción de Alemania a las palabras de Macron, con el contraataque de Olaf Scholz desvelando la presencia de soldados británicos -y quizá franceses- en Ucrania en labores vinculadas a los ataques con misiles no solo ha demostrado que no existe una postura común europea sobre cuáles son los objetivos de la guerra de Ucrania y las formas de conseguirlos, sino la subordinación a quienes nunca han visto la posibilidad de una resolución no militar al conflicto ucraniano, es decir, Estados Unidos y su socio europeo, el Reino Unido. Sigue leyendo
“Nuestras sanciones dañarán la economía rusa en el corazón”, prometió el primer ministro belga Alexander de Croo el 24 de febrero de 2022. Solo habían pasado unas horas desde que las tropas rusas violaran las fronteras de Ucrania por tierra, mar y aire. Ese día, la Unión Europea, y con ella el bloque occidental al completo, puso en marcha unas sanciones que Josep Borrell calificó como “el paquete de sanciones más duro que hemos implementado nunca”. Las autoridades occidentales no escondían que el ambicioso objetivo era destruir la economía rusa. De forma más específica, las medidas económicas occidentales buscaban “debilitar la capacidad rusa de financiar la guerra”. Las medidas coercitivas, el cierre de los mercados occidentales y las restricciones al comercio debían también destruir las posibilidades de Rusia de producir el material militar necesario para continuar la guerra. Pero, de la misma manera que Moscú subestimó la capacidad de Ucrania de resistir y la de Occidente de suministrar con rapidez equipamiento para la guerra terrestre de mayor intensidad que había vivido el continente desde la Segunda Guerra Mundial, Bruselas, Washington y Londres fracasaron en su guerra económica relámpago. El rublo cayó y la inflación subió más allá de lo razonable, lo que costó una parte de los ahorros de la población rusa, pero las medidas tomadas por las autoridades estabilizaron la situación que, con altibajos, se ha mantenido hasta ahora.
Dos años después, todas las guerras -la militar, la política y la económica- continúan en las trincheras, sin ganadores claros ni final a la vista. Al contrario que Occidente, que quiso ver en la contraofensiva de Zaporozhie la posibilidad de obtener una victoria tan significativa como para obligar a Rusia a negociar en posición de inferioridad absoluta, Moscú comprendió ya en 2022 que el conflicto se encaminaba a una guerra larga y se preparó para ello. Uno de los aspectos más importantes de la movilización de la economía para favorecer el esfuerzo de guerra ha sido precisamente incrementar la producción militar para garantizar el suministro de equipamiento a las Fuerzas Armadas. Ahora, fracasada ya la ofensiva terrestre de 2023 y con la iniciativa firmemente en manos de Rusia en los frentes de Donbass, Kupyansk y Zaporozhie -aunque no necesariamente con capacidad de generar grandes avances-, incluso los medios más afines a Ucrania se ven obligados a admitir que “la maquinaria de guerra rusa trabaja a toda marcha”. Es más, la capacidad rusa de producción de ciertos elementos imprescindibles para la guerra se ha convertido en el argumento para lograr el objetivo occidental de aumentar su propia producción industrial. Sigue leyendo
Al igual que en las últimas elecciones legislativas celebradas en 2021, en las que la cuestión de Donbass fue tratada prácticamente como un tema de política nacional y no internacional, los comicios presidenciales que se celebran este fin de semana en la Federación Rusa han obtenido todo tipo de condenas por parte de Ucrania. Hace tres años, miles de residentes de Donbass, que habían adquirido la ciudadanía rusa por la vía simplificada decretada por Vladimir Putin ante el abandono administrativo por parte de Ucrania, pudieron participar por primera ocasión en un proceso electoral ruso, aunque lo hicieron teniendo que viajar a la Federación Rusa y como población residente en otro país. Aún quedaban meses para el reconocimiento político de las Repúblicas Populares y la invasión rusa de Ucrania, aunque las tensiones comenzaban ya a acelerarse tanto entre Kiev y Moscú como entre Rusia y Occidente. Cada paso de acercamiento de Donbass a Rusia era entendido ya como un acto de agresión y un motivo por el que reafirmarse aún más en sus posturas. Explicado siempre fuera de contexto y sin tener en cuenta la opinión de la población, Ucrania y sus socios condenaron que personas que habían obtenido una ciudadanía de manera legal participaran en los comicios del país en el que tenían plenos derechos de ciudadanía.
La situación se repite ahora en un marco muy diferente, con la cronificación de la guerra a mayor escala, con Donbass y otros territorios ucranianos formalmente entendidos como parte de la Federación Rusa y con la posibilidad de ejercer el derecho al voto no en territorio de la Rusia continental, sino en las propias ciudades ucranianas. La celebración de elecciones en el momento actual es foco político fundamentalmente por tres motivos: las diversas implicaciones de la guerra, las relaciones entre Moscú y las capitales occidentales y la participación de la población que Ucrania aún dice considerar como propia. En un marco de tensiones políticas y grandes dosis de propaganda, todos esos aspectos se unen para crear un discurso de utilización de la actual coyuntura para beneficio propio. Sigue leyendo
“A finales de 2022, Estados Unidos comenzó a «prepararse rigurosamente» ante la posibilidad de que Rusia golpeara Ucrania con un arma nuclear, en lo que habría sido el primer ataque nuclear en guerra desde que Estados Unidos lanzara las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki casi ochenta años antes, según declararon a CNN dos altos funcionarios de la Administración”, escribió la semana pasada el periodista Jim Sciutto en un artículo que no esconde el objetivo comercial. “Informé por primera vez de que a los funcionarios estadounidenses les preocupaba que Rusia utilizara un arma nuclear táctica en 2022, pero en mi nuevo libro, El retorno de las grandes potencias, que se publica el 12 de marzo, revelo detalles exclusivos sobre el nivel sin precedentes de planificación de contingencia llevado a cabo a medida que los altos cargos de la administración Biden se alarmaban cada vez más por la situación”, añade sin el más mínimo pudor por utilizar un texto supuestamente informativo, no solo para publicar un artículo en el que simplemente se presentan detalles interesadamente filtrados por Estados Unidos para exagerar el peligro, sino sobre todo para vender su libro.
“Si un número significativo de fuerzas rusas eran arrolladas -si sus vidas eran destrozadas como tales-, eso era una especie de precursor de una potencial amenaza directa al territorio ruso o al Estado ruso”, afirma un oficial estadounidense según cita Sciutto, que, por supuesto, da credibilidad absoluta y sin el más mínimo espíritu crítico a las acusaciones de Estados Unidos. La advertencia se refería a la posibilidad de que una gran agrupación rusa quedara rodeada en Jersón en un final de verano de 2022 que había resultado catastrófico para Rusia, que había perdido la iniciativa en el frente y había sufrido la grave derrota de Járkov. Finalmente, ni las tropas rusas fueron arrolladas, ni sus vidas destrozadas, ni Rusia, como era evidente en aquel momento, utilizó armas nucleares en Ucrania. Frente al alarmismo de Washington -y especialmente de su prensa afín-, los planes rusos no pasaban por una medida extrema en caso de colapso, sino por evitarlo. Pese a la fama que los medios de comunicación han hecho pesar sobre él, el general Armageddon, Sergey Surovikin, no planificó un ataque nuclear, sino que retiró las tropas de Jersón y comenzó inmediatamente a construir las líneas de defensa que meses después harían fracasar la multimillonaria contraofensiva ucraniana de 2023. Y en lugar de armas nucleares, Rusia comenzó la campaña de ataques con misiles contra infraestructuras críticas ucranianas que no había realizado en los primeros días de su intervención militar, algo que, teniendo en cuenta los precedentes de Irak y Afganistán, puede decirse que es muy probable que Estados Unidos hubiera hecho antes incluso de enviar tropas terrestres. Sigue leyendo
Hace unos días, Kirilo Budanov, el líder de la inteligencia militar ucraniana y provocadora estrella mediática de esta guerra, anunció nuevas operaciones de sus soldados en Crimea como parte de una estrategia coordinada para liberar la península. Antes, el jefe del GUR había lanzado una nueva amenaza de ataque contra el puente de Kerch, que une la península con la Rusia continental. Sin embargo, la última aventura del pequeño ejército de Budanov no ha sido en Crimea, sino que se ha recuperado la opción transfronteriza en busca de un efecto propagandístico, pero también de extender el frente. No es casualidad que la última incursión en varios oblasts rusos se haya producido en la semana en la que van a celebrarse las elecciones generales. Como es habitual, los actos del GUR cuentan con un aspecto militar y otro político, que se entremezcla siempre con el efecto mediático buscado y no depende directamente del resultado final, sino de las imágenes que deja por el camino.
Ayer por la mañana, aportando rápidamente imágenes que la prensa rusa acusó de ser escenificadas de antemano, los grupos de soldados de origen ruso que forman parte de las fuerzas especiales de Budanov anunciaron un ataque sorpresa contra tres regiones rusas. El ataque se centraba fundamentalmente en Kursk y Belgorod, concretamente en la localidad de Tyotkino, al norte de la ciudad ucraniana de Sumy, y la zona fronteriza al norte de Járkov. “La localidad de Tyotkino, región de Kursk, está bajo completo control de las fuerzas de liberación de Rusia”, afirmó en Telegram la Legión de Liberación de Rusia, citada, dando credibilidad a la alegación, por toda la prensa occidental. Como ha ocurrido en la cobertura informativa de la caída de Avdeevka, en la que se ha recalcado el papel de la Tercera Brigada de Asalto de las Fuerzas Armadas de Ucrania sin mencionar que se trata de una unidad formada por soldados de Azov comandada por su líder espiritual Andriy Biletsky, en esta ocasión, los medios no han entrado tampoco en quiénes son y de dónde proceden los soldados que pretenden liberar Rusia. Sigue leyendo
La rápida y desorganizada retirada rusa de las regiones cercanas a Kiev en 2022, junto a los exitosos avances ucranianos en las regiones de Jerson y Járkov, dio lugar a la difusión masiva de estos éxitos en las redes sociales por parte de los combatientes ucranianos. Una de sus manifestaciones fue la presentación casi instantánea de material sobre las frecuentes incursiones de los diferentes grupos ligados al GUR ucraniano en la retaguardia rusa o de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.
La consolidación de un verdadero estado de guerra, y las mayores dificultades ucranianas en el frente, han llevado al progresivo cierre de estas cuasi retransmisiones públicas del desarrollo de los combates e incluso al silencio de los más destacados propagandistas de la idea nacional ucraniana. Olena Semenyaka dejó de aparecer en los medios ya en 2022. En la medida en que reflejan una parte de la ideología militar oficial ucraniana, resultan por ello de interés las entrevistas recientes concedidas por Dmytro Korchinsky, tanto al “Інформаційного стріму” de la NTA a finales de febrero, como a Natalia Moseychuk, ya a mediados del mes de marzo. Presentadas de forma menos desarrollada, las posiciones del líder del Batallón Bratstvo, de ideología fundamentalista nacional-cristiana, también pueden seguirse en su propio Canal de YouTube. Sigue leyendo
La espiral de reproches iniciada a raíz de las palabras de Emmanuel Macron tras la cumbre de los países de la Unión Europea para mostrar la unidad del bloque en su apoyo a Ucrania alcanzó su punto álgido apenas unas horas después, cuando uno a uno, prácticamente todos los países miembros -a excepción de los siempre beligerantes países bálticos- rechazaron toda posibilidad de enviar tropas terrestres al país en guerra. A las declaraciones cruzadas en las que Alemania acusaba a Francia de no haber enviado suficiente asistencia militar a Ucrania y las francesas sobre la negativa alemana a enviar misiles de largo alcance siguió la filtración de una conversación en la que el jefe de la Luftwaffe planificaba la forma de reducir los tiempos de entrega en el momento en el que las autoridades políticas tomaran la decisión de aprobar los envíos de misiles Taurus, material que Ucrania lleva meses exigiendo. La publicación rusa del audio de la conversación, cuya veracidad ha sido confirmada por las autoridades alemanas, ha servido como una medida de presión contra el canciller Scholz, el hombre que puede desbloquear los envíos, pero que actualmente parece la última autoridad alemana consciente de las implicaciones del envío de misiles de crucero a un país que ha dejado claro que los utilizaría contra el territorio ruso.
Como era de esperar, la defensa activa de Scholz, que desveló que el uso de misiles occidentales en Ucrania implica la presencia de soldados de los países proveedores en labores de utilización de ese equipamiento, no ha ofendido únicamente a Francia, sino también al Reino Unido, afectado por la confirmación alemana de su presencia militar en la guerra. Pero la postura de Scholz, que ha querido mostrarse inflexible en una línea roja que tendrá que demostrar ser capaz de no cruzar, ha tenido también implicaciones mediáticas. Pese a haberse convertido, con su creciente apoyo militar, en el segundo donante de equipamiento militar en términos absolutos, Alemania continúa siendo criticada -y presionada, especialmente su canciller, mucho más moderado que el ala dura de su gobierno o la opositora CDU- tanto por sus pasadas relaciones con Rusia como por sus reticencias a seguir los pasos dados por Estados Unidos, el Reino Unido y Francia en la eliminación progresiva de los tabúes de los primeros meses de la guerra rusoucraniana. Sigue leyendo
Estancado en el bloqueo político de quien no comprende por qué sus planes no salieron como esperaba, Occidente acelera la marcha de cara a decidir qué hacer para evitar que la situación en Ucrania empeore aún más. No se trata de mejorar la vida de la población o buscar una vía para resolver el conflicto y poner fin a la guerra, sino todo lo contrario. Mientras la administración Biden se acerca cada vez más a las medidas antiinmigración del ala más reaccionaria del Partido Republicano para lograr así desbloquear la aprobación de los 60.000 millones de dólares que quiere invertir en la guerra, los países europeos buscan la forma de compensar el retraso en la llegada de material militar estadounidense. Sin perspectivas de cambios a la vista, el objetivo no es otro que garantizar la continuación de una guerra que la Unión Europea ha decidido que es existencial para el modelo político y de seguridad continental. Desde ese punto de partida, que es compartido también por el Reino Unido y Estados Unidos, no hay lugar para la paz, negociación o el más mínimo diálogo político, ni tampoco para las concesiones. El objetivo es la derrota militar rusa en Ucrania y el retorno a las fronteras, no del 24 de febrero de 2022, sino de 1991, algo que solo puede lograrse -de forma altamente improbable- con una masiva movilización de recursos militares.
La situación en el frente, que ha producido el actual catastrofismo que afirma, como hiciera Josep Borrell, que la guerra puede resolverse en contra de Ucrania en tres meses, niega toda posibilidad de lograr el maximalista objetivo de Kiev y las capitales occidentales. El contraste entre los deseos y la realidad se observa actualmente en los dos puntos en los que se centra la batalla. Ucrania no está luchando por llegar a Crimea o capturar Donetsk, sino para evitar que Rusia recupere Rabotino, único éxito de la contraofensiva terrestre de 2023, o siga avanzando al oeste de Avdeevka. Ante estas perspectivas de incertidumbre, diferentes think-tanks vinculados a los Gobiernos occidentales se plantean los posibles escenarios a los que podrían enfrentarse en los próximos meses o años. Al igual que hace exactamente un año, The Telegraph publica un extenso artículo en el que Roland Oliphant, veterano de la cobertura informativa del conflicto desde 2014 y que ha seguido la guerra siempre desde el punto de vista proucraniano, presenta los cuatro escenarios que en el Reino Unido se manejan como posibles para Ucrania. Sigue leyendo
“A medida que las tropas rusas acechaban un embolsamiento ucraniano al sureste de Avdeevka, el soldado de infantería Oleh escuchó claramente la orden: «No va a haber evacuación. Dejad a los 300»”, escribe un extenso reportaje publicado por The Kiyv Independent que narra la caótica retirada ucraniana del fortín al norte de Donetsk y el abandono de los heridos. La retirada no iba a ser organizada. El artículo se refiere fundamentalmente a un lugar concreto, Zenit, “una posición clave que había aguantado el avance ruso hacia Avdeevka desde el sur desde 2014”. Planteado desde la única oposición política aceptada en la Ucrania actual, un nacionalismo aún más exaltado que el del entorno de Zelensky, el medio es uno de los escasos ejemplos de publicaciones críticas con el actual Gobierno. Es posible precisamente porque esa crítica se realiza sin el más mínimo atisbo de desacuerdo con el objetivo e incluso las formas de lograrlo. Ni la táctica ni la estrategia son el problema, que se puede reducir al nombre del jefe de Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Sin ninguna sutileza para esconder que sus artículos diferirían notablemente si el ejército ucraniano estuviera dirigido por Petro Poroshenko y Valery Zaluzhny, ambos estrechamente vinculados a los postulados y grupos nacionalistas del oeste de Ucrania, el artículo relata la miseria de los soldados, abandonados a su suerte por un comando ineficiente y siempre comparando la actual situación con la imaginaria guerra contra Rusia que Poroshenko nunca luchó.
“Las tropas ucranianas han defendido desde 2014 Avdeevka, un punto estratégico que alberga la enorme Planta de Coque de Avdeevka de tiempos soviéticos, incluso tras una breve ocupación rusa”, escribe el artículo para describir las semanas entre abril y julio de ese año en las que las recién creadas milicias y la población local mantuvieron el control de la ciudad hasta el inicio de los combates y la caída de Slavyansk, cuando el efecto dominó llevó la línea del frente a las afueras de Donetsk. “Rusia intensificó su ofensiva sobre Avdeevka en dos ocasiones en 2023, con la segunda comenzando en octubre y que dio lugar a la caída de la ciudad”, añade tratando de presentar la inexistente batalla por el control de la ciudad, que cayó de forma prácticamente automática en una lucha completamente desequilibrada entre un ejército -desorganizado como era el ucraniano en 2014, pero un ejército al fin y al cabo- y una milicia con apenas tres meses de vida. Sigue leyendo
El conflicto ucraniano ha contado desde su estallido bélico en 2014 con tres aspectos diferenciados y muy vinculados entre sí: un factor civil de lucha entre dos formas de entender Ucrania, que derivó en la guerra de Donbass; el conflicto entre Moscú y Kiev, con componentes territoriales, políticos, económicos, sociales y culturales y un conflicto entre Rusia y Occidente en el que ambas partes veían a Ucrania como un proxy en la lucha por las cotas de poder y las esferas de influencia. El desinterés por resolver la guerra civil de 2014, que acrecentó la disputa entre Rusia y Ucrania y fue contaminando cada vez más el creciente choque entre Moscú y las capitales occidentales, ha derivado en una guerra a gran escala que poco tiene que ver con el conflicto bélico de baja intensidad que se vivió durante ocho años en Donbass. Diez años después, entre la creciente desolación y la decepción por el escaso resultado obtenido por Ucrania en la contraofensiva terrestre de 2023, el aspecto geopolítico amenaza con eclipsar todos los demás factores en una escalada, por el momento solo verbal, con un potencial peligroso.
Con Estados Unidos preocupado por su dinámica electoral interna y con el equipo de Joe Biden escorándose cada vez más a la derecha en materia antiinmigración para lograr que el Partido Republicano conceda los más de 60.000 millones que la administración Demócrata quiere para Ucrania, la pelota está sobre el tejado europeo. Como principal donante de Kiev, la UE, que ha decidido convertir la guerra en el conflicto existencial que no es, se ve en la necesidad de elevar la apuesta o arriesgarse a perder parte de lo invertido. A pesar del compromiso que adquirieron con su presencia en Minsk en febrero de 2015 en la negociación del acuerdo que debía poner fin al conflicto civil que marcó los ocho años transcurridos entre la victoria de Maidan y la invasión rusa, los países europeos siempre estuvieron cómodos con la guerra de Donbass. E incluso con las tropas rusas asediando Kiev y en riesgo de que se cronificara nuevamente un estado de guerra en Ucrania -en esta ocasión no de baja intensidad, como había ocurrido en Donbass, sino de la más alta posible en la guerra terrestre-, los países europeos nunca favorecieron la búsqueda de una resolución diplomática. Sigue leyendo