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Ejército Ucraniano, Rusia, Ucrania

La guerra y la promoción personal

La estabilización de la guerra, la cronificación de la situación y la existencia de otro conflicto que le ha arrebatado el protagonismo han hecho que Ucrania haya perdido la centralidad de la agenda política internacional que mantuvo durante meses en el año 2022, tanto en las semanas anteriores a la invasión rusa como en los meses posteriores. La pérdida de interés tiene implicaciones políticas, económicas y militares. La población refugiada, acogida con el entusiasmo que no reciben los pueblos que huyen de otras guerras o los que habían huido de esta misma guerra antes de la llegada de las tropas rusas, se enfrenta ahora a propuestas de compensación a cambio de regresar a Ucrania. La guerra se ha alargado más de lo previsto por todas las partes implicadas, lo que implica una factura elevada tanto en ayuda a la población refugiada como asistencia humanitaria y, sobre todo, esas concesiones, créditos y subvenciones que tienen que sostener al Estado y a las Fuerzas Armadas de Ucrania, una tarea difícilmente sostenible a largo plazo.

Sin embargo, al menos a nivel europeo, Kiev sigue siendo el lugar en el que las autoridades electas o aspirantes a serlo se presentan ante su electorado como bravos defensores de los valores europeos, la libertad y la lucha contra el enemigo ruso. Es posible que la cantidad de visitas a Ucrania haya descendido ligeramente, en parte debido a que es Zelensky quien ha viajado en los últimos meses para recuperar parte del protagonismo mediático perdido, pero la presencia occidental en Kiev sigue siendo relevante y de muy alto perfil. Un caso significativo es el del Reino Unido, un tapado cuya importancia queda eclipsada por las cifras de asistencia de países como Estados Unidos y Alemania, pero que ha sido en los últimos años imprescindible para Ucrania.

Londres no tiene la capacidad militar de Alemania, de ahí su menor contribución en términos absolutos, pero se ha destacado como una de las voces que más se ha aferrado a la vía militar como única resolución posible a la guerra. Al contrario que los países de la Unión Europea, el Reino Unido siempre mostró sus reticencias a los acuerdos de Minsk y nunca pretendió verlos como una potencial forma de normalización de la situación en Ucrania. Con la invasión rusa, Londres aumentó su importancia en el país en un sector en el que llevaba ya ocho años siendo clave: la inteligencia. Como ha mostrado recientemente The New York Times, el 24 de febrero de 2014, el nuevo director del SBU, Valentin Nalivaychenko, realizó una llamada telefónica a la CIA y el MI6, lo que dio lugar a una colaboración que continúa actualmente con el suministro de inteligencia en tiempo real, misión en la que tienen una presencia especial tanto Estados Unidos como el Reino Unido.

Del Reino Unido han llegado también algunas de las visitas de más alto nivel que Kiev ha recibido en estos años de guerra. Mucho antes de que el equipo de Joe Biden coordinara con las autoridades rusas la visita del presidente de Estados Unidos a la capital ucraniana, el entonces primer ministro británico Boris Johnson llegó a la ciudad con un mensaje claro: “simplemente, vamos a luchar”. Así lo afirmó en 2022 Ukrainska Pravda y ha sido confirmado posteriormente por personas que participaron en las negociaciones de Estambul, entre ellas David Arajamia, que lideró la delegación ucraniana. La intervención de Johnson no provocó el fracaso del acuerdo de paz en sí mismo, pero sí fue un factor a favor de rechazar el acuerdo para continuar la guerra. Porque el mensaje de Johnson traía implícito lo más importante: Ucrania dispondría de las armas necesarias para luchar contra Rusia en el frente.

Con un perfil mucho más bajo, aunque también en un momento en el que las tropas ucranianas se encuentran a la defensiva, la última visita de un alto cargo británico, el ministro de Defensa Grant Shapps, ha sido reflejada en un extenso reportaje de The Times que, a modo de artículo de opinión, no solo enaltece el papel del ministro, sino que resalta hasta niveles exagerados la épica de la guerra y de la presencia británica en ella. “Son poco más de las 11 de la mañana en el centro de Kiev y, por un momento, la vida parece normal”, escribe el medio para abrir el reportaje. Al contrario que las zonas cercanas al frente, la vida se ha normalizado en ciudades como Kiev incluso a pesar de los esporádicos ataques con misiles. “Grant Shapps, el secretario de Defensa británico, ensaya afanosamente su último vídeo para las redes sociales, paseando a la sombra del monasterio de San Miguel de Cúpula Dorada, del siglo XVIII, que fue demolido bajo Stalin pero reconstruido por la Ucrania independiente”, continúa The Times para describir un vídeo propagandístico y con evidente contenido electoral de un oficial cuyo partido se enfrenta en los próximos meses a unas elecciones de resultado más que incierto. Rodeado de equipamiento destruido en la guerra, el ministro quiso dar a su discurso una épica que la situación en la ciudad no puede justificar. El tono del artículo exagera aún más la inexistente épica de un vídeo promocional en el que un oficial occidental se aprovecha del sufrimiento ajeno para la autopromoción.

En ocasiones, una visita a Kiev y un mensaje propagandístico no es suficiente. Es el caso de Shapps y del reportaje publicado por The Times, que no dudan en aprovecharse de la reciente situación en Odessa para manipular los hechos y exagerar los mitos. Es evidente que la situación en el mar Negro, con una continuada ofensiva ucraniana contra la flota rusa, ha hecho de Odessa un objetivo para las tropas rusas. En las últimas semanas, dos incidentes separados han causado enormes bajas, entre ellas una docena de civiles en un edificio de pisos de la ciudad. Siguiendo con la lógica de afirmar haber derribado todos y cada uno de los drones lanzados por Rusia a excepción de aquellos momentos en los que Ucrania puede explotar las víctimas mortales causadas. En esta ocasión, se adjudica a los drones rusos el derribo de un edificio que no tienen capacidad de derribar. Sí la tiene, en cambio, un misil antiaéreo de los utilizados por las tropas de Kiev. El segundo episodio con grandes bajas se produjo la pasada semana, con el ataque de un misil Iskander a un sanatorio, en el que murieron al menos veinte personas, civiles inocentes según el aparato político occidental o miembros de batallones policiales según fuentes rusas y, por ejemplo, exrepresentantes ucranianos como Oleksiy Arestovich.

Entre esos dos sucesos se produjo también un ataque con misiles contra el puerto de Odessa en una jornada en la que se había trasladado a la ciudad el presidente Volodymyr Zelensky, acompañado por el primer ministro griego. Ese es precisamente el episodio que ha preferido utilizar el ministro británico que, tras su visita a Kiev, debía viajar a la ciudad del mar Negro. La actual coyuntura y los crecientes ataques contra Odessa implican un aumento del peligro, motivo real para la cancelación de la visita propagandística de Shapps a la ciudad. Sin embargo, frente a la realidad y un relato más creativo, los asesores occidentales tienden a elegir el segundo. “Shapps había sido informado de que un convoy blindado en el que viajaban Zelensky y Kyriakos Mitsotakis, Primer Ministro griego, había evitado por los pelos un ataque ruso con misiles mientras visitaba el puerto costero de Odesa, en el sur del país”, afirma The Times pese a que incluso las autoridades militares ucranianas admitieron que no había vinculación entre el ataque ruso contra el puerto y la visita de Zelensky.

Ninguno de los dos mandatarios, que de ninguna manera evitaron el ataque por los pelos, resultaron heridos. En ningún momento se encontraron en peligro, como confirmaron las autoridades ucranianas. Pero explotar un falso peligro no es suficiente y el oficial británico ha querido dar una paso más para crear, no solo peligro, sino intencionalidad. En referencia a Vladimir Putin, el ministro afirmó que “el hecho de que estuviera peligrosamente cerca de asesinar a dos líderes occidentales, no importa si fue deliberado o accidental. ¿Qué diablos está haciendo, y por qué diablos Occidente le permitiría hacer ese tipo de cosas?”. El ataque no fue indiscriminado sino que impactó en un objetivo evidente, por lo que no puede decirse que se tratara de un error, un misil pensado para Zelensky que impactó en otro lugar. De un ataque a centenares de metros, en el que ninguno de los dos mandatarios estuvo nunca en peligro, el ministro británico ve prácticamente un asesinato. El relato, que en ocasiones roza la ficción, ayuda a exagerar el peligro y, sobre todo, a aumentar las tensiones. En términos políticos, es el uso de la guerra para la promoción personal.

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