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Donbass, DPR, Ejército Ucraniano, Rusia, Ucrania

Sombríos escenarios

“Oficiales estadounidenses prevén una serie de sombríos escenarios en Ucrania si no se materializa la ayuda militar que ha solicitado el presidente Biden, entre los que se encuentra una ruptura catastrófica de las líneas ucranianas en la contingencia más desoladora y la probabilidad de que, en el mejor de los casos, se produzcan bajas masivas”, escribió la semana pasada The Washington Post en uno más de los muchos artículos que alertan del creciente peligro de una derrota ucraniana. Pese al desastroso escenario que se presenta, eliminando toda posibilidad de victoria y con el espectro de la derrota presente, la solución siempre está clara y depende del país excepcional y de su capacidad de responder al reto y cumplir con sus obligaciones. Sin embargo, el nerviosismo crece y es preciso hacer ver que no solo se trata de las cantidades destinadas, sino de la rapidez con la que se logre. El escenario que muestran los dos artículos de The Washington Post plantean una estabilidad temporal tras la caída de Avdeevka, con una Ucrania en posesión de suficiente armamento y munición para ralentizar los avances rusos. Sin embargo, si la asistencia estadounidense se retrasa, la previsión es que “Ucrania tenga que ceder más territorio a Rusia”.

Lamentándose de la pérdida de interés por Ucrania que se observa en Estados Unidos, el artículo mira a Europa para completar su preocupación. “Los aliados de Ucrania en Europa no han asumido la mayor parte de la carga a medida que el apoyo estadounidense ha disminuido. Los países europeos han prometido aumentar su gasto militar para protegerse a sí mismos y a los demás, pero ese proceso llevará años. Puede que Ucrania no disponga de tanto tiempo”, advierte. “Esto no va a ir bien para Ucrania a lo largo del tiempo sin un suplemento presupuestario, y podría llevar a un posible colapso”, afirma otro artículo del mismo medio citando a un alto oficial estadounidense.

Aunque ya era un dato conocido, el primer ministro de Ucrania, Denis Shmigal, confirmó el viernes que los gastos superan ampliamente los ingresos de Ucrania. Según los datos aportados, en solo los dos primeros meses del año, el déficit ucraniano ha aumentado en 2.816 millones de euros. Pese a la evidencia, Shmigal alega que, en los últimos dos años, Ucrania ha “aumentado significativamente su “autosuficiencia financiera”. Teniendo en cuenta las cifras de subvenciones y créditos que ha obtenido el país en este tiempo, la afirmación no contradice absolutamente los datos. Mostrando una vez más la absoluta dependencia económica de Kiev de sus socios extranjeros, el primer ministro volvió a insistir en que es necesario “mucho apoyo” de sus aliados.

Las carencias económicas se traducen directamente en problemas en el ámbito militar, que supone alrededor de la mitad del presupuesto ucraniano. En ese ámbito, la participación estadounidense es imprescindible para Ucrania. “Describiendo las valoraciones en caso de corte definitivo de la financiación estadounidense para Kiev, oficiales americanos afirmaron que Ucrania podría encontrarse en un rango de escenarios que dependerían, entre otras variables, de su capacidad de movilizar nuevas fuerzas, el éxito de las iniciativas de instrucción occidental y la moral de las tropas”. Desde 2022, ha sido habitual utilizar esos tres aspectos, además del apoyo occidental, como grandes ventajas de Ucrania.

Según el discurso oficial, Rusia no sería capaz de movilizar, instruir, equipar y armar las tropas suficientes para mantener el frente debido a un cúmulo de circunstancias que incluían la incapacidad rusa, las sanciones y el rechazo de la población a la guerra de Putin, mientras que la unidad del pueblo ucraniano había creado una fuerza aparentemente inagotable de energía contra el conflicto no provocado. Frente a las carencias rusas, generalmente adjudicadas a la perpetuación de las doctrinas y mentalidades soviéticas, la moderna Ucrania había pasado página y, con ayuda de la instrucción occidental, sería capaz de crear un ejército con el que Rusia simplemente no podría competir. El tercer elemento, la moral de las tropas, ha sido quizá el más repetido. Sin posibilidad de medir realmente ese aspecto, la moral por los suelos de las tropas rusas se ha convertido en un argumento que la prensa ha dado por hecho prácticamente desde el inicio de la intervención rusa, pero especialmente en los momentos en los que Rusia se ha encontrado en sus peores momentos. Pese a que la tendencia de la guerra ha cambiado, la coletilla de la baja moral rusa ha seguido siendo parte del discurso oficial. Ahora, por primera vez, parece que la moral, la instrucción y la capacidad de movilización son puestas en duda.

La respuesta a todos los problemas continúa siendo el aumento de la financiación y la movilización de la economía de guerra para acelerar la producción industrial y entrega de armamento y munición, ya que, pese a que incluso la prensa más afín a Ucrania comienza a introducir otros factores, la escasez de material sigue siendo la causa de la situación actual. Sin embargo, como ha escrito el periodista Mark Ames, “independientemente de los problemas de Ucrania con la falta de municiones en comparación con Rusia, el mayor problema de Ucrania es de mano de obra: la despoblación de hombres en edad militar a causa de la guerra, la emigración y evasión del servicio militar obligatorio y tres catastróficas décadas de economía y política postsoviética”.

Ames se refería a otro artículo publicado por The Washington Post -que confirma la tendencia del medio a presentar la situación actual en Ucrania como bordeando la catástrofe- titulado “En este pueblo ucraniano, casi no quedan hombres”. “Quedan pocos hombres en edad de combatir en este pueblo del suroeste de Ucrania, y los que quedan temen ser reclutados en cualquier momento. Sus vecinos están ya a cientos de kilómetros al este, en trincheras en el frente. Algunos han muerto o han resultado heridos. Varios han desaparecido. Otros de esta zona rural -a unos 45 kilómetros de las fronteras con Rumanía y Moldavia- han huido al extranjero o han encontrado la manera de evitar la guerra, ya sea con exenciones legítimas o escondiéndose”, escribe el reportaje sobre una localidad lejana al frente, una de las muchas zonas en las que los efectos militares de la guerra no se viven a diario ni de forma continuada. Las bajas, esas que el Gobierno de Zelensky minimiza a 30.000 en una cifra que no es creíble siquiera para los más optimistas, la huida de población al extranjero o el intento de evitar el reclutamiento complican el objetivo de Kiev de movilizar a medio millón de hombres para relevar a las exhaustas tropas en el frente. Sin embargo, el hecho de que las autoridades tengan que recurrir a la fuerza es un signo claro del agotamiento de esa mano de obra que Zelensky y sus socios extranjeros esperan poder seguir explotando.

La población civil afirma que eso significa que “los reclutadores militares están captando a todos los que pueden”, escribe The Washington Post. “En el oeste, la campaña de movilización ha sembrado el pánico y el resentimiento en pequeñas ciudades agrícolas y pueblos como Makiv, donde los residentes dicen que los soldados que trabajan para las oficinas de reclutamiento recorren las calles casi vacías en busca de los hombres que quedan. Estas tácticas han llevado a algunos a creer que sus hombres están siendo objeto de una persecución desproporcionada en comparación con otras regiones o ciudades más grandes como Kiev, donde es más fácil esconderse”. El entusiasmo de la guerra desapareció hace mucho tiempo y las dificultades de movilización no pueden sino aumentar: toda aquella población dispuesta a ofrecerse voluntaria para acudir al frente lo hizo en 2022 y la perspectiva de guerra de alta intensidad en las trincheras, luchando contra la artillería o los drones rusos no parece animar a los civiles a no resistirse al reclutamiento.

Con un discurso en el que se destaca que Estados Unidos y sus aliados cuentan con un ejército dispuesto a luchar contra Rusia para que nosotros no tengamos que hacerlo, la lógica de la guerra proxy implica que la preocupación por el bienestar de la tropa ajena es secundario mientras el ejército sea capaz de continuar luchando. Artículos como el publicado por The Washington Post comienzan a sembrar la duda en esa dirección. Sin embargo, el discurso general sigue centrado en buscar la forma de cubrir esas carencias ucranianas para evitar tener que cruzar la línea roja de la negociación. Se busca así compensar con entrega de armamento las dificultades de otro tipo. La exigencia de entrega de misiles de largo alcance, por ejemplo, cumple esa función: destruir a Rusia en la retaguardia atacando bases militares y puntos logísticos para minar el esfuerzo bélico ruso. Este planteamiento descuida las enseñanzas de las guerras que ha librado Estados Unidos en países como Afganistán, donde sus misiles no han conseguido ganar la guerra. El conflicto ucraniano se ganará o perderá en la guerra terrestre, de ahí el actual nerviosismo a causa de la falta de munición, que esconde la preocupación existente a causa de la potencialmente catastrófica falta de recursos humanos.

Sin embargo, la guerra debe continuar. Occidente, que ha calificado ya el conflicto ucraniano como existencial, ha invertido demasiado para desanimarse a causa de la destrucción de Ucrania o las bajas sufridas por un ejército ajeno. Como recuerda Atlantic Council, los riesgos son excesivos. “La ayuda continuada a Ucrania es fundamental para que Estados Unidos conserve su posición como nación indispensable en el mundo y los muchos beneficios de que disfrutan los estadounidenses a consecuencia de ello. No apoyar a Ucrania ahora podría desencadenar una racha de derrotas estadounidenses que tardaría décadas en superarse”. Las prioridades están claras. Por suerte para Estados Unidos, el Gobierno y la clase dirigente de Ucrania coincide en el análisis de continuar la guerra hasta el final por el bien de sus aliados extranjeros.

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