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Armas, Donbass, DPR, Ejército Ucraniano, Rusia, Ucrania

Dejación de funciones

Esta semana, el ataque ruso con uso de varios misiles Kinzhal ha supuesto un nuevo ejemplo del uso de la propaganda para beneficio propio incluso a pesar de la evidente contradicción entre la realidad y el relato. El lunes por la noche, siguiendo su línea habitual de cantar victoria a pesar de los hechos, Ucrania alegó haber derribado la práctica totalidad de los misiles rusos y el 100% de los misiles Kinzhal. Hasta ahora, tanto Kiev como sus socios habían dado a entender que no disponían de armamento para luchar contra esas armas, de ahí la imperial necesidad de obtener los ansiados Patriot. El objetivo de recibir tal armamento estadounidense siempre ha sido doble. Por una parte, varios medios de comunicación occidentales han advertido en las últimas semanas de la peligrosa escasez de munición antiaérea en Kiev, un argumento que siempre pareció una justificación para acelerar la entrega de baterías estadounidenses. Por otra parte, Ucrania busca agotar su stock ruso o soviético para que este haya de ser sustituido por armas de los países de la OTAN. No es un secreto que Ucrania pretende utilizar la guerra como su carta de presentación para ser admitida en la Alianza y el uso de las armas del bloque es uno de los principales argumentos para ello.

El lunes por la noche y a lo largo del martes, numerosas imágenes mostraron la actuación de una batería Patriot contra los misiles rusos. En apenas unos minutos, en las imágenes se podía observar una treintena de disparos. Con un solo derribo, la actuación difícilmente puede considerarse satisfactoria, especialmente teniendo en cuenta el coste de cada uno de los disparos, que ronda los tres millones de dólares. El intensivo uso de armamento, y especialmente de munición, ha sido una de las preocupaciones que oficiales del Pentágono han manifestado pública y anónimamente. Sin embargo, sin riesgo de perder el suministro constante procedente del extranjero ni obligación de cargar con los costes que supone la guerra, financiada a base de donaciones y créditos que Ucrania posiblemente nunca pueda o intente pagar, Kiev ha continuado con sus planes sin buscar, como pedían sus socios, una forma más eficiente de combatir. No es de esperar que la lucha contra los misiles rusos suponga una actuación diferente, por lo que es de suponer también que la exigencia de más munición antiaérea sea una constante en el tiempo que dure la guerra.

El martes, CNN confirmaba algo evidente y que había sido observado en las imágenes publicadas en las redes sociales: tras esa treintena de disparos, la batería Patriot ardió y sufrió daños. El miércoles, Estados Unidos añadía que la batería había sufrido daños, admitiendo implícitamente que había sido alcanzado por un misil o dron ruso. Estados Unidos ha insistido repetidamente en que la batería no ha sido destruida sino únicamente dañada. En cualquier caso, lo admitido por Washington contradice abiertamente la alegación ucraniana de haber derribado la totalidad de los misiles, una afirmación dada por buena también por toda la prensa occidental. A pesar de las imágenes, en las que se podrían apreciar tanto los disparos de la batería Patriot como la explosión a nivel del suelo, e incluso tras la admisión estadounidense, Ucrania continuó el miércoles jactándose de su rotundo éxito. Sorprendentemente teniendo en cuenta la sencillez con la que podía refutarse la afirmación ucraniana, los grandes medios de comunicación continuaron dando por buena la alegación ucraniana.

En esta guerra, reflejar la realidad nunca ha sido la prioridad para los medios de comunicación, algo que se ha intensificado desde el 24 de febrero de 2022. Los medios occidentales, especialmente los europeos, han mantenido hasta ahora una lealtad exquisita hacia el Gobierno ucraniano, del que no han dudado ni siquiera en los casos más flagrantes de afirmaciones falsas. Eso es precisamente lo que el equipo de Zelensky espera de la prensa nacional e internacional, tradicional o alternativa. Tras el episodio de las imágenes de la defensa aérea contra los misiles rusos, que de forma evidente contradice el discurso oficial, las autoridades ucranianas han intervenido para garantizar el control absoluto del flujo informativo.

Imposible controlar el discurso mediático internacional -algo también innecesario teniendo en cuenta la dejación de funciones periodísticas que ha supuesto para gran parte de la prensa esta guerra-, Ucrania ha movido ficha contra el eslabón más débil del aparato mediático. El miércoles, el SBU anunciaba la detención de seis blogueros a los que acusaba de haber publicado imágenes de los hechos. Desde las primeras semanas de la intervención rusa, Ucrania no solo mantiene la centralización de los medios audiovisuales bajo control absoluto del Gobierno, sino también la prohibición de publicar imágenes de las consecuencias de los bombardeos rusos. En este caso, es evidente que la detención de los blogueros no se debe al peligro para la seguridad nacional que supone la publicación de imágenes sino que se trata de una muestra de la contradicción evidente entre el discurso oficial y los hechos. La detención de los blogueros no busca castigar a esas seis personas sino advertir a la prensa en general contra toda actuación que se desvíe mínimamente de la narrativa cuidadosamente marcada por la Oficina del Presidente.

Con el castigo a esos seis blogueros como objetivo tan solo secundario, Kiev ha optado por la humillación y el señalamiento social obligando a los periodistas a pedir perdón por haber realizado su trabajo. “Admito completamente mi culpa, pido perdón al pueblo ucraniano y prometo no volver a hacerlo de nuevo”, afirmó una de las seis personas detenidas. En la práctica, esa disculpa es la promesa de no realizar su labor periodística, una línea a la que parece adherirse sin reservas gran parte de la prensa. Así se demuestra a diario, como pudo comprobarse nuevamente ayer.

Tras un nuevo ataque de misiles rusos contra diferentes ciudades ucranianas, la prensa publicó sin matices y sin necesidad de cuestionar los datos, que Ucrania afirmaba haber derribado 29 de los 30 misiles rusos, un dato más que cuestionable teniendo en cuenta las explosiones y los daños que se produjeron en varias de ellas. La labor de verificación, o cuando menos de contextualización de la prensa ha quedado tan olvidada que actualmente permite que convivan sin problemas la alegación ucraniana de haber derribado todos salvo un misil ruso con la respuesta rusa de haber alcanzado todos los objetivos. La guerra es el contexto más difícil para el periodismo. Sin embargo, no es solo el peligro lo que actualmente mina la calidad de la información sino la falta de voluntad de trasladar una información mínimamente realista a un público que está recibiendo únicamente el punto de vista y la valoración de la guerra de uno de los contendientes.

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