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Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, LPR, Rusia, Ucrania

Fase decisiva

El miércoles, 1 de marzo, día que tanto Rusia como Ucrania consideran tradicionalmente el inicio de la primavera, el ministro de Asuntos Exteriores Dmitro Kuleba afirmó que el país ha superado “el invierno más difícil de su historia”. Ucrania parece estar refiriéndose en esta ocasión a la etapa de independencia del país, algo que contrasta con su tendencia habitual a olvidar, por ejemplo, que la República Socialista Soviética de Ucrania formaba parte de la URSS para dar al país una aún mayor relevancia de la que tuvo en la victoria en la Segunda Guerra Mundial. De lo contrario, e insistiendo en el ejemplo de la Gran Guerra Patria bajo la ocupación alemana en condiciones de dureza extrema, la afirmación actual no sería más que un nuevo ejercicio de revisionismo como los que tanto ha acostumbrado a realizar Kiev en estos últimos años en los que ha tratado de reescribir su pasado y su presente para justificar así las decisiones de futuro.

Como ya apuntó Estados Unidos tras la caída de Jersón, cuando afirmó que no se esperaba un gran desarrollo de la guerra en los meses de otoño, temporada de barro, e invierno, los combates se han localizado en puntos concretos, con gran parte del país sufriendo las consecuencias de la guerra -tanto los ataques con misiles a infraestructuras críticas, los apagones o la crisis económica vinculada al conflicto bélico-, pero lejos de la línea del frente. La situación más difícil tanto para la población civil como para los dos ejércitos en combate continúa siendo la de Donbass, especialmente en la zona de Artyomovsk, donde el lento pero continuo avance de las tropas rusas prácticamente ha cerrado el cerco operativo. Así lo anunciaba el viernes el dueño de Wagner, Evgeni Prigozhin, que afirmó que Artyomovsk está prácticamente sitiado. Los combates continúan en una batalla cuyas cifras de bajas se desconocen, pero en la que la duración e intensidad dejan claro que han de ser necesariamente elevadas. No es casualidad que la batalla haya sido comparada con las luchas de trincheras de la Primera Guerra Mundial.

Con otros frentes menos activos o con duelos de artillería sin grandes avances territoriales, la batalla por Artyomovsk está siendo seguida en tiempo real tanto por los medios afines a las partes en conflicto como por los servicios de inteligencia de los países que patrocinan, arman y financian esta guerra. La configuración del frente, la destrucción de sus infraestructuras y las dudas sobre qué futuro se dará a las ciudades industriales de Donbass han hecho a Artyomovsk perder todo el valor estratégico e incluso táctico que pudiera haber acarreado en un contexto diferente Sin disponer de una cabeza de puente en el norte, no podrá ser utilizada como trampolín para una ofensiva desde varias direcciones a la zona más importante del norte de Donetsk, Slavyansk-Kramatorsk, mientras que la defensa a toda costa que ha realizado Ucrania desde el pasado julio tampoco justifica el esfuerzo y las bajas sufridas teniendo en cuenta que el país cuenta con una segunda línea de defensa en la región.

En los últimos meses, el Gobierno ucraniano ha utilizado constantemente el argumento de que Rusia sacrifica enormes cantidades de soldados en busca de este objetivo escasamente estratégico. “Rusia no cuenta los muertos”, han afirmado tanto Volodymyr Zelensky como Mijailo Podoliak, una expresión que se ha incorporado al argumentario ucraniano y que ha sido repetida hasta la saciedad por la prensa occidental. Sin embargo, como han denunciado incluso algunos grupos que han participado y participan en la defensa de Artyomovsk -Bajmut para Ucrania, que descomunizó el nombre de la ciudad para recuperar la nomenclatura de los tiempos del Imperio Ruso-, esa es también la actuación de Ucrania en esta batalla. Con el foco puesto en esta pequeña sección del frente, el simbolismo de esta larga y cruel batalla ha superado los aspectos estratégicos para convertirse en una forma de infligir daños a la parte contraria.

Cuando el avance ruso alrededor de la ciudad comenzó a reavivarse tras meses de constante lucha sin posibilidad de movimiento, Evgeni Prigozhin comentó preferir que Ucrania no retiraras sus tropa sino que continuara enviando reservas al matadero de Artyomovsk, una forma de minar la capacidad de combate de las Fuerzas Armadas de Ucrania en vistas a futuras ofensivas. Esa parece también ser la táctica ucraniana en esta batalla en concreto y en el frente de Donbass en general. La lucha hasta el final permite obligar a las tropas rusas a concentrarse en una batalla que, tras el desarrollo de la lucha en Popasnaya, Severodonetsk o Lisichansk posiblemente no esperaran que se alargara durante meses. Conscientes de la escasez de personal que Rusia ha sufrido a lo largo de su campaña, con la dependencia de las tropas de Wagner y de las Repúblicas Populares en el prioritario frente de Donbass, las autoridades ucranianas han tratado de capitalizar la posición de Artyomovsk, enormemente fortificada como ciudad del frente desde el invierno de 2015, para restar capacidad de combate a la agrupación de tropas rusas. Aunque en menor escala, de la misma forma está actuando la batalla por Pavlovka-Ugledar, donde desde una posición privilegiada, Ucrania puede permitirse castigar duramente cada intento de avance de la RPD.

La táctica de luchar por cada ciudad hasta su destrucción final se ha repetido en Donbass desde el inicio de la intervención rusa. Fue así como Ucrania decidió luchar por Mariupol, completamente sitiada y sin posibilidad alguna de suministrar ayuda a las tropas que habían quedado cercadas. El intento de alargar un poco más batallas ya perdidas denota también una forma de actuar que no solo busca “encarecer” las victorias locales rusas a base de elevar las bajas sino a costa de garantizar que las ciudades y sus principales activos económicos no puedan ser reconstruidos o requieran de una costosa labor que la haga inviable. Este fenómeno es especialmente visible en el caso de las ciudades de Donbass y concretamente en sus centros industriales, donde las tropas ucranianas se han refugiado en numerosas batallas, garantizándose así la destrucción del principal activo de la zona, sus fábricas y sus minas, activos de escaso interés para Ucrania, que no ve en la industria heredada de la Unión Soviética un activo relevante en su futuro europeo.

Hace semanas que la situación en Artyomovsk empeoró severamente. Así puede constatarse observando diferentes indicadores. El 12 de febrero, las autoridades ucranianas prohibieron el acceso de civiles, también voluntarios, para la entrega de ayuda humanitaria, que desde entonces ha de gestionarse con la participación de las Fuerzas Armadas desde Konstantinovka, una ciudad cercana que posiblemente haya quedado ya aún más fortificada que Artyomovsk. En estas semanas, se han producido también quejas de soldados ucranianos enviados a la zona y cuya esperanza de vida media a su llegada era, según han publicado medios occidentales, de cuatro horas. Parece evidente que Ucrania no ha utilizado en Artyomovsk -como tampoco ha hecho la Federación Rusa- a sus reservas operativas más preparadas para el combate, reservadas para secciones prioritarias del frente.

En los últimos días, Ucrania ha vuelto a insistir en la necesidad de recibir más armamento para que la ciudad “no solo sea un fortín que aguante al Ejército Ruso, sino que el Ejército Ruso tenga que marcharse del todo”. Añadiendo la exigencia de “más cañones y munición”, Kiril Budanov, jefe de la inteligencia militar de Ucrania, comparaba la batalla con la de Saratoga, intentando otra vez equiparar la actual guerra con la de la independencia de Estados Unidos.

Quizá el argumento más claro para concluir que la situación en Artyomovsk está ya en su fase final -que no necesariamente será inminente- es el cambio de actitud informativo. El 12 de febrero, The New York Times alertaba del avance ruso “alegando la captura de una localidad en las afueras de la estratégica ciudad”. La semana siguiente, en su informe diario sobre la guerra, la inteligencia británica, alegaba que era probable que Rusia fuera a anunciar la captura de la ciudad “al margen de la realidad sobre el terreno”. Dos semanas después, ni ese anuncio se ha producido ni Rusia ha alegado avances que no hayan podido constatarse por medio de pruebas gráficas. El 3 de marzo, The New York Times, siguiendo el camino que siguiera Ucrania en el caso de Soledar, que también comenzó siendo una defensa necesaria de una localidad estratégica para terminar siendo una ubicación sin importancia, hablaba ya de la continuación de la defensa de Artyomovsk “pese a que tiene un valor estratégico limitado”. En su informe del 4 de marzo, la inteligencia británica constataba que la ciudad se encuentra bajo creciente presión rusa y que dos de los principales puentes de acceso han sido destruidos. “Las rutas de suministro bajo control ucraniano a la ciudad están crecientemente limitadas”, admitía ayer la inteligencia británica, acérrima defensora de Ucrania y poco proclive a admitir que las tropas de Kiev se encuentran en una situación comprometida.

En su informe diario del 3 de marzo, el Institute for the Study of War, cuyo análisis acostumbra a coincidir con el relato de la inteligencia británica, comenzaba ya a hablar de la posibilidad de una retirada limitada y ordenada de tropas ucranianas de los sectores más comprometidos. Y en una entrevista concedida al medio alemán Bild, el ministro de Defensa de Ucrania Oleksiy Reznikov afirmó que “no pasaría nada” si Rusia capturara Artyomovsk, ya que únicamente sería “una victoria pequeña”. Comienza a acechar a Ucrania el espectro de una “retirada ordenada” de la ciudad, la misma a la que las tropas ucranianas llegaron, en muchos casos a pie y a través de los campos, huyendo del cerco de Debaltsevo hace ahora ocho años.

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