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Preparativos para futuras ofensivas

El mes pasado, la confirmación de que Alemania no solo permitirá la exportación de tanques Leopard a Ucrania sino que Berlín enviará una cantidad sustancial de ellos provocó una doble reacción. Por una parte, Ucrania y sus socios comenzaron ya a dar por ganada la batalla para la que se prevé el uso de esos tanques, la lucha por Melitopol y el camino a Crimea, pero, por otra Kiev comenzó a exigir de inmediato el material que debe acompañar a esos tanques en la ofensiva, fundamentalmente los misiles de largo alcance y la aviación para realizar la cobertura. El proyecto de envío de tanques continúa y Alemania ha anunciado que en los próximos días comenzará la instrucción de tanquistas ucranianos en un proceso que, según el ministro de Defensa alemán, será más breve de lo habitual y contará únicamente con los aspectos más básicos. La prioridad no es la calidad de la instrucción sino la rapidez con la que ese material puede trasladarse al frente para una ofensiva de primavera-verano que corre prisa, especialmente ahora que se ha dejado perfectamente claro a Moscú cuáles serán su dirección y objetivos.

A riesgo de sufrir posteriormente imágenes de tanques alemanes destruidos, abandonados o capturados por las tropas rusas, los socios occidentales de Ucrania buscan la rapidez con la que Ucrania pueda disponer de ese material. Pese a las iniciales reticencias de Olaf Scholz a aprobar el envío de tanques a Ucrania, considerado una forma de escalada en las fases iniciales de la intervención rusa, Alemania y Polonia se encuentran actualmente al frente de la coalición de tanques que debía formarse a partir de la reunión de la base de Rammstein, pero en la que ahora mismo se encuentran fundamentalmente esos dos países. Así lo afirmaba la semana pasada un artículo publicado en The Wall Street Journal que detalla cómo Alemania ha pasado de ser la parte presionada en busca de tanques a ser la que ejerce de lobby en busca de que los países de la OTAN cumplan con lo que prometían cuando presentaban a Olaf Sholz como el hombre que impedía esa coalición de tanques.

De las decenas de tanques prometidos entonces, se ha pasado a todo tipo de dudas, anuncios como el de Canadá, que enviará un total de cuatro Leopard-2 y lo hará con cuentagotas, o el de España, dispuesta a enviar los carros de combate de segunda mano adquiridos en los años 90 y que el pasado verano se encontraban en una situación “lamentable” según la ministra Margarita Robles. Estados Unidos, que anunció el envío de 31 Abrams M1 como elemento de presión a Olaf Scholz, ha actuado exactamente tal y como se esperaba: remarcando las dificultades logísticas de los carros y advirtiendo que tardarán meses en llegar. El anuncio estadounidense logró los objetivos que buscaba, presionar a Alemania y molestar a Rusia, pero siempre quedó claro que Washington no quiere ver sus tanques en una batalla tan incierta como la que Ucrania espera librar en el frente sur.

El caso de los tanques constata nuevamente las formas de presión que los diversos actores están ejerciendo actualmente sobre Alemania, obligada ya a cargar con el peso del envío de este material, pero aún así criticada ampliamente por sus socios. A las especulaciones sobre la autoría del atentado contra el Nord Stream del recientemente publicado artículo de Seymour Hersh, que acusa directamente a la marina estadounidense y pone en el punto de mira a Berlín por su pasividad en la investigación se suma la constante presión de Polonia o Ucrania, que continúan exigiendo más. El anuncio alemán del envío de carros de combate Leopard-1 no ha impresionado a Kiev ni a sus socios pese a la cantidad sustancial comprometida, ya que su calidad es notablemente inferior a la de los deseados Leopard-2, a los que Kiev está dando un halo de invencibilidad que tampoco se corresponde con la realidad.

El líder del ejército proxy, consolidado ya en su papel de presidente de guerra, cuenta con la confianza necesaria para criticar abiertamente a quienes están financiando su guerra y la economía de su país. En su reciente visita europea, Volodymyr Zelensky, afirmaba en una entrevista que se ve obligado a presionar a Olaf Scholz en busca de más ayuda. En la misma línea se ha manifestado este pasado fin de semana el presidente polaco, Andrzej Duda, que alertó de que “si no enviamos equipamiento militar a Ucrania en las próximas semanas, Putin puede ganar”. El presidente alemán se suma así a la actual tendencia de exagerar el peligro de la aparentemente inmediata, al menos según la prensa occidental, ofensiva rusa.

Pese al compromiso de una cada vez mayor y más pesada asistencia militar puramente ofensiva y pensada para atacar a las tropas rusas en sus puntos potencialmente más vulnerables, el discurso oficial de los socios occidentales de Ucrania y su prensa afín ha girado ahora a destacar el peligro ruso. La euforia causada por el anuncio del envío de tanques occidentales, que Kiev presentó prácticamente como la garantía de victoria segura en la ansiada ofensiva, ha dado paso a la advertencia de que Ucrania lucha contra un ejército que se ha reforzado en los últimos meses y del que ahora se espera una gran ofensiva que rivalice con la que abrió la intervención militar rusa en Ucrania.

Sin necesidad de matizar la versión dada el pasado otoño de un ejército ruso en descomposición e incapaz de mantener sus posiciones, medios como The New York Times o Foreign Policy han publicado en los últimos días artículos cuya única base es el argumento de que la superioridad numérica está dando ventaja a Rusia. Foreign Policy hablaba del uso de “fuerza bruta” en una “ofensiva macabra” en la que Moscú lanza “cuerpos” contra las defensas ucranianas, mientras que The New York Times titulaba que “Rusia confía en masas de tropas para invadir las posiciones ucranianas, produciendo grandes bajas y ganancias graduales”. En ambos casos queda patente, no solo la deshumanización del contrario, sino el punto de vista de Kiev, que desde que comenzó la guerra ha utilizado términos como hordas y orcos para describir a las tropas rusas o republicanas. Pese a la movilización, la cifra de tropas sigue sin ser el principal activo ruso. Aún así, esa idea se ha convertido en la base del discurso ucraniano, que se traslada, sin matices, al discurso oficial de la prensa occidental.

En previsión de la reanudación de hostilidades a gran escala y ofensivas con el objetivo de avanzar sobre el territorio contrario The New York Times se ciñe a la versión más realista, sin que se plantee siquiera la posibilidad de maniobras sorpresa hacia Járkov o un segundo intento de ataque a Kiev, escenarios que han sido repetidos tanto por la prensa occidental como por la rusa en recientes semanas con objetivos fundamentalmente propagandísticos. A pesar de advertir de una gran ofensiva rusa, los movimientos que espera de las tropas rusas se limitan al frente más evidente, el de Donbass, con expectativas de ataque tanto en la zona norte, desde Kremennaya hacia Krasny Liman y Slavyansk-Kramatorsk, como en la zona más al sur, a partir de Pavlovka hacia Ugledar. Es ahí donde las fuerzas rusas y republicanas están sufriendo actualmente frente a posiciones ucranianas situadas en altura y en un campo abierto que impide toda maniobra sorpresa. Rusia intenta, por el momento sin éxito, amenazar las rutas de suministro de Marinka y otras localidades al oeste de Donetsk desde las que las tropas ucranianas continúan bombardeando indiscriminadamente la principal ciudad de Donbass.

La lucha continúa también en la zona de Kremennaya, a priori el punto más vulnerable para las tropas rusas en el frente de Donbass y que Ucrania pretendía capturar tras arrebatar a Rusia el control de Krasny Liman el pasado otoño. La “defensa activa” de las tropas rusas ha logrado, de momento, reducir el peligro para la ciudad a base de pequeños avances hacia Krasny Liman. Sin embargo, en una muestra de que Ucrania actúa exactamente de la misma forma que acusa a Rusia, recientes vídeos muestran a grandes cantidades de tropas ucranianas escasamente armadas que se jactan de estar preparadas para atacar Kremennaya.

Algo similar ocurre en la batalla central de Donbass, Artyomovsk, donde Ucrania acusa a Moscú de enviar enormes masas de tropas, en este caso mercenarios de Wagner, mal armados para intentar capturar la ciudad. Sin embargo, las quejas de soldados ucranianos, que siguen siendo enviados a la ciudad para mantener a toda costa su defensa y para lograr el mayor número de bajas rusas posibles, muestran una situación similar. El domingo, el que fuera comandante del regimiento Azov y que aún es una figura política y militar de alto rango en la organización, Maksym Zhoryn se quejaba precisamente de las elevadas bajas de Ucrania en la zona. “Podemos encontrar tanques, aviación, pero no encontraremos a la gente que está muriendo ahora mismo en el frente mientras esperamos los suministros”, escribió en su canal de Telegram, en el que se quejó también de que en Bajmut (Artyomovsk) están muriendo las mejores unidades de las Fuerzas Armadas de Ucrania.

Sin embargo, la presencia de tropas vinculadas a Azov apunta a lo que índica The New York Times: Kiev está sacrificando en una batalla larga, dura, sangrienta y que debería terminar con victoria rusa a batallones territoriales y todo tipo de unidades que no considera de élite. Se repite así la actuación de las primeras semanas de la intervención militar rusa, cuando Ucrania sacrificó como carne de cañón a unidades con menor capacidad de combate para preservar a sus unidades de élite para la defensa de Kiev.

Más importante para Rusia que para Ucrania, la batalla por Artyomovsk continúa según la línea ya marcada hace varios meses: lentos y duros avances en las localidades de los alrededores de la ciudad en busca de cerrar un cerco operativo que aún no es completo. Y pese a que tanto Rusia como Ucrania hablan de combates urbanos tanto en la parte norte como sur de la ciudad, el final de la batalla sigue sin parecer inminente, como no lo parece tampoco la esperada ofensiva rusa. Sin embargo, el liderazgo de Wagner en Artyomovsk y de las tropas republicanas en Ugledar ha podido liberar a las tropas regulares del ejército ruso para posibles ataques o simplemente para la defensa de la parte central del frente, un aspecto que será clave en el desarrollo de los acontecimientos en los próximos meses.

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