La ciudad de madera

Artículo Original: Denis Grigoriuk

En 2014, a consecuencia de los bombardeos de las Fuerzas Armadas de Ucrania, el centro comercial Green Plaza perdió parte de su acristalamiento. Con ironía, la población de Donetsk lo llamaba el Plaza Contrachapada. Unos años después, fueron retiradas las láminas de manera y los cristales volvieron a aparecer en su lugar, así que el chiste perdió su sentido. Pero eso fue hace tiempo. Ahora, parece que toda la ciudad está hecha de estas láminas de madera. Nuestros edificios de cinco y nueve pisos parecen hechos de madera. Se nota en el momento en el que la onda expansiva alcanza los edificios y las paredes tiemblan como hojas de cartón en el viento. En ese momento, te sientes en una caja que es incapaz de protegerte y, en cualquier momento, tu fortaleza puede convertirse en tu tumba. Pero ese pensamiento suele surgir después del bombardeo, cuando llega el momento de darse cuenta de lo que ha pasado. Durante los hechos, te quedas sentado, apoyado contra la pared, esperando a que termine. Mientras tanto, los golpes se repiten constantemente. Y cuando las explosiones decaen, se escucha caer algo: cristales y marcos de ventanas.

Hay que acostumbrarse a vivir con la idea de que a partir de ahora siempre habrá linternas junto a la puerta. Si no, todo quedará completamente oscuro, ya que la madera cubre el lugar de las ventanas perdidas. Te acostumbras gradualmente, es una pérdida insignificante teniendo en cuenta que puede haber muerto una docena de personas y el azar te ha salvado. Si anteriormente  solo  era posible ver ventanas contrachapadas, escuchar el sonido de los cristales rotos y el metal en el frente o en las zonas cercanas, ahora este tipo de sonidos acompañan cualquier movimiento en zonas de la teórica retaguardia que están dentro del rango de la artillería enemiga. ¿Y qué se puede decir de Donetsk si incluso un monumento a un personaje de película, el agente de seguros Yuri Detochkin de “Cuidado con el coche”, tiene cortes de los proyectiles ucranianos? También hay cierto simbolismo en ello.

Además de todo esto, aquí, en las zonas que no están atravesadas por el frente, se puede encontrar inevitablemente el contraste entre un patio en el que se ha producido una reciente llegada y el boulevard que está siendo reconstruido justo al lado. En algún momento, dejas de sorprenderte de todo ello, porque es algo que se ve a diario y porque lo que ocurre ya no causa ningún efecto sorpresa. Después de un bombardeo, no hay pánico ni histeria ni siquiera entre los niños. Les miras a los ojos y sabes que su reacción habría sido diferente hace un tiempo, pero ahora lo que se siente por dentro es pensar “ya ha pasado”. Así que no hay ninguna disonancia en que quienes venden en sus puestos en el mercado cubierto vuelvan a abrirlos en el pabellón superviviente al día siguiente y continúen trabajando junto al lugar en el que la sangre de una de sus compañeras aún no se ha secado. Pasan por el lugar, piensan en ello y siguen haciendo su trabajo.

Estuve en el lugar de la muerte de la mujer. Su sangre se había mezclado con los restos de los productos del pabellón de venta. A menos de un metro, sobresalía un fragmento mortal que el día anterior había destruido todo en los alrededores. Me vino un pensamiento a la cabeza: la mujer no tuvo ninguna opción de escapar. En algún momento, ocurre lo inevitable y te encuentras en el lugar equivocado, en el momento equivocado y pese a todas tus capacidades, aprendizaje y pericia no puedes escapar de la muerte. De ahí que surja cierto fatalismo sin desesperanza ni miedo. Simplemente te das cuenta de que, cuando ocurre algo así, nada depende de ti. Solo se puede aceptar lo que ocurre y seguir viviendo hasta ese momento.

Por eso, en ocasiones, nos permitimos olvidar las medidas de seguridad y podemos permitirnos caminar por la ciudad con los cascos puestos para que la música ahogue el sonido de los cañonazos de artillería. Es imprudente, pero es imposible estar siempre alerta en una ciudad en la que hay bombardeos regulares. Pensé que hay veces en las que me encuentro más cómodo en el frente que en Donetsk. Allí está claro desde dónde puede haber un disparo, así que hay que estar al tanto de cualquier sonido o movimiento de drones, buscarlos en el cielo y esperar. Viviendo en Donetsk, siempre hay que estar alerta y es físicamente imposible hacerlo todo el tiempo, de ahí esta reacción.

En este contexto, es difícil decir que los bulos ucranianos den miedo. Sí, los ucranianos tienen ayuda del equipamiento occidental y son capaces de mancharnos los zapatos desde el cielo. Es cierto que la población de Donetsk está en la palma de la mano del oponente. Y existe la sensación de que, en alguna parte ahí arriba, un ojo que lo ve todo nos está constantemente vigilando para dirigir los proyectiles al lugar deseado. ¿Pero fue diferente en algún momento? ¿No da más miedo darse cuenta de que la artillería ucraniana bombardea indiscriminadamente? Los ucranianos han demostrado que sus actos buscan intimidar a la población civil. Si atacan un lugar, no lo hacen por accidente sino de forma intencionada. Así que los bombardeos de mercados, paradas de autobús, zonas residenciales, colegios, guarderías y demás son actos deliberados de guerra cometidos a diario por los militantes ucranianos. ¿Qué diferencia hay de las acciones de los terroristas de grupos prohibidos?

Solo queda una cosa: hacer lo que se pueda y que pase lo que pase. Este es el principio sobre el que vive la población de Donetsk. Por eso van a sus trabajos aunque el día anterior haya habido un bombardeo. Por eso se mueven por la ciudad en autobuses que fueron atacados, que ahora llevan láminas de madera en las ventanas y donde se puede ver a la perfección agujeros de metralla. Por eso no nos hemos vuelto locos al darnos cuenta de este caos en el que vivimos desde hace años. Por eso no hay pánico ni miedo por mucho que el enemigo intente conseguirlo.