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Armas, China, Ejército Ucraniano, Estados Unidos, Rusia, Ucrania, UE, Unión Europea

La diplomacia de la guerra

Con sendos artículos publicados en las páginas web de sus respectivas administraciones, los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping quisieron resaltar ayer la importancia de las relaciones entre sus dos países. Antes de la llegada del presidente chino a Moscú, el presidente ruso daba la bienvenida al “camarada Xi” e incidía en la naturaleza especial de la relación de los dos países como socios basada en la confianza y el respeto mutuo a la soberanía e intereses. Es posible que la visita de Xi a Moscú no cumpla con las expectativas de Moscú en términos de firma de acuerdos. Sin embargo, el simple hecho de que se haya producido es ya un gesto de extrema importancia para Rusia.

Xi, que agradeció la invitación para una nueva visita de Estado a Rusia al presidente Putin, al que calificó de “querido amigo”, recalcó que esta era su primera visita al extranjero desde su reelección, un detalle más que deja claro que la importancia que se ha dado a este encuentro no se produce únicamente desde el lado ruso. La situación en Europa, con una guerra económica derivada de la guerra militar que intenta expulsar a Rusia del mercado continental, ha causado una relación que los medios occidentales han calificado ya de dependencia rusa con respecto a China. Sin embargo, los gestos, actos y declaraciones de los últimos días, especialmente significativas tras los pasos dados la semana pasada por el Tribunal Penal Internacional, muestran el valor estratégico que también China da actualmente a su vínculo con Rusia.

La imagen del recibimiento de Estado ofrecido al presidente chino y la reunión informal celebrada entre ambos mandatarios era importante para Moscú para mostrar a sus oponentes, fundamentalmente a Estados Unidos, pero también a la Unión Europea, que cuando se refieren al “aislamiento internacional de Rusia” a causa de la guerra y las sanciones, los dirigentes occidentales pueden referirse únicamente a sus propios aliados. En su intento de presentar el apoyo a Ucrania como mundial y la guerra como “global”, Occidente se ha encontrado con la reticencia a enviar asistencia militar a Kiev y el rechazo a adherirse a las sanciones y a romper relaciones con Rusia por parte de los países más allá de Occidente y sus aliados más firmes. Aunque tanto la Unión Europea como Estados Unidos tratarán de rebajar la importancia de todo acuerdo alcanzado entre Moscú y Beijing, la sola presencia del presidente de la segunda economía mundial destruye la retórica atlantista del aislamiento de Rusia. Es de esperar que, para instalar el relato del fracaso de la visita, oficiales y medios occidentales destaquen la ausencia de un acuerdo de suministro de armas. El terreno ya había sido preparado: en las últimas semanas, se ha planteado como línea roja para Occidente cualquier entrega de equipamiento miliar chino a Rusia, una exageración de unas intenciones chinas que ni siquiera se han probado y que no era sino una forma de presión.

Desde 2014, cuando Occidente impuso los primeros paquetes de sanciones contra Rusia a causa de la anexión de Crimea y el rechazo ruso a dejar caer a las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk en su lucha contra Ucrania, Moscú ha tratado de compensar sus pérdidas en Europa virando hacia Asia y se ha hablado repetidamente de una desdolarización cuyo éxito solo puede considerarse limitado. Estos años han visto crecientes acuerdos de suministro de gas natural ruso al gigante asiático y una cooperación política, económica, militar y diplomática que ha acercado a los dos países, especialmente en momentos en los que, como ocurre actualmente, se han sentido blanco de las acusaciones occidentales.

Frente a la idea de exigir a China una presión sobre Rusia para detener la guerra en Ucrania, la creciente beligerancia mostrada tanto por Washington como por Bruselas ha hecho absolutamente inviable para Beijing toda postura crítica con Rusia. En lugar de lograr un alejamiento entre los dos países, algo que al inicio de una intervención militar rusa posiblemente no fuera la opción preferida por la República Popular China, la actuación occidental ha conseguido exactamente lo contrario. La beligerancia occidental con respecto a la cuestión de Taiwan, las sanciones contra empresas como Huawei, la histeria creada alrededor de la red social TikTok por su origen chino o la intención de privar a China de microchips avanzados ha creado una imagen de retorno a una política de bloques en la que la importancia de Moscú para Beijing no podía sino aumentar.

En ese contexto, la conversación de ayer entre los dos presidentes alrededor de una mesa de café muestra la cercanía actual entre los dos países y contrasta con las últimas reuniones de Vladimir Putin con Emmanuel Macron y Olaf Scholz, líderes de países antaño considerados prioritarios, sentados en los extremos de una mesa que, por su longitud, causó numerosos memes en las redes sociales. Como en aquel momento con los líderes de Alemania y Francia, la paz en Ucrania fue también uno de los temas tratados por Xi y Putin en su conversación. El presidente ruso valoró positivamente la propuesta china, que insistió procede “del principio de justicia y respeto por las provisiones fundamentales del derecho internacional y la seguridad indivisible de todos los países”. Vladimir Putin añadió también que “siempre estamos abiertos a un proceso de negociación. Desde luego trataremos todos estos temas, incluida vuestra iniciativa”.

Esa iniciativa, cuyo primer punto es el respeto a la soberanía de todos los países, ha sido precisamente el motivo de la preocupación occidental. Como han mostrado estos días varios artículos publicados en medios occidentales como Wall Street Journal y declaraciones como las de John Kirby, la idea de que la mediación china pudiera lograr un alto el fuego en la guerra ha causado un profundo rechazo. Partiendo de la base de que un cese temporal de la violencia supondría la consolidación del control ruso sobre los territorios capturados, “el mundo no debe dejarse engañar por ningún movimiento táctico de Rusia, con el apoyo de China o cualquier otro país, para congelar la guerra en sus propios términos”, afirmó ayer Antony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, reflejando nuevamente una idea que se ha repetido en numerosas ocasiones desde que China publicara sus propuestas de paz y, sobre todo, desde que se anunciara la visita de Xi Jinping a Moscú. Antes, en una aparición en uno de los programas de debate político emitidos los domingos por la mañana en las televisiones estadounidenses, John Kirby se había reafirmado en el rechazo estadounidense a cualquier alto el fuego mediado por Beijing, que calificaba de “inaceptable”.

Contrastando con esa narartiva de tratar de buscar una resolución diplomática al conflicto que actualmente llega de China, los aliados de Ucrania aprovecharon el día para anunciar nuevos paquetes de asistencia militar. Estados Unidos anunció la entrega de equipamiento por valor de otros 350 millones de dólares. “Otro importante paquete de ayuda militar de Estados Unidos a Ucrania, que simboliza lo siguiente: asistencia sistemática y bien pensada; consistencia absoluta en el apoyo a Ucrania y la defensa conjunta de los valores democráticos; la inevitabilidad de un final correcto a la guerra. ¡¡¡Brillante!!!”, se jactó Mijailo Podoliak. Horas antes, también en las redes sociales, el asesor de la Oficina del Presidente de Ucrania había publicado un mensaje en el que se disipaba cualquier duda existente sobre el riesgo de que Kiev pudiera aceptar cualquier tipo de tregua mediada por Beijing. Entrecomillando actual presidente ruso, poniendo así en cuestión su legitimidad y calificando a Vladimir Putin de “obvio criminal internacional”, Podoliak insistía en que la actuación del TPI significaba: “1. No negociación con la élite rusa. 2. No retorno de la Federación Rusa a la política mundial con el estatus anterior a la guerra. 3. No levantamiento de las sanciones mientras la cara de Putin represente a la Federación Rusa”. El peligro de un alto el fuego es inexistente sin necesidad de una intervención estadounidense en esa dirección.

Aunque menos capaz de crear grandes paquetes de asistencia militar, también la Unión Europea quiso unirse ayer a Estados Unidos con un gran anuncio. Con un acuerdo de 18 países miembros de la y financiación del Fondo Europeo para la Paz, creado en marzo de 2021, según sus propias palabras, “para preservar la paz, prevenir conflictos y reforzar la seguridad internacional”, la Unión Europea anunció un acuerdo de 2.000 millones de euros en un plan para entregar a Kiev un millón de proyectiles de artillería en los próximos doce meses. Aunque las tropas ucranianas continúan desperdiciando munición disparando proyectiles de 155mm contra objetivos civiles como los barrios residenciales de Donetsk, la escasez de munición ha sido uno de los grandes problemas de las tropas ucranianas en las últimas semanas, por lo que es de esperar que ese millón de proyectiles tampoco sea considerado suficiente por el Gobierno de Kiev. Según Financial Times, Ucrania precisaba un mínimo de un cuarto de millón de proyectiles al mes. El medio alegaba que Ucrania dispara actualmente 120.000 proyectiles, la quinta parte de los utilizaría de forma ordinaria. La intensidad de la guerra se muestra en un dato aportado por The New York Times, que citando a un oficial europeo, afirmaba que las doce empresas de los diez países europeos que producen los ansiados proyectiles de 155mm no superan anualmente los 650.000 proyectiles. El compromiso de la UE por entregar a Kiev una cantidad superior a la producción total de sus países miembros puede considerarse el equivalente a las declaraciones de Blinken, Kirby o Podoliak: la vía militar como alternativa única en busca de una resolución del conflicto.

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