El miércoles por la noche, el público ruso recibió, en boca del general encargado de la agrupación militar en la zona de guerra, una quizá inesperada dosis de realidad. En días anteriores, había circulado por las redes sociales una cita atribuida al general Sergei Surovikin, que afirmaría no estar “dispuesto a sacrificar a más soldados rusos en una guerra de guerrillas contra las fanáticas hordas armadas de la OTAN. Disponemos de suficientes medios y tecnología para llevar a Ucrania a la rendición completa”. Aunque falsa -no hay imágenes que la corroboren y ningún medio de comunicación ruso la ha publicado-, la cita recibió atención especialmente al publicarse en un momento en el que Rusia ha elevado la presión sobre Ucrania y ha comenzado a hacer lo que los halcones esperaban que se hiciera de partida: destruir las infraestructuras críticas de Ucrania. Ahora mismo, las ciudades ucranianas sufren las mismas carencias que han sufrido desde hace ocho años las ciudades de Donbass, con cortes de luz, falta de suministro de gas o de agua. Tras el colapso ruso en el frente de Járkov y el ataque al puente de Crimea, el cambio que han supuesto los masivos ataques rusos han supuesto un cambio cualitativo en una actitud que, desde hacía varios meses, era exclusivamente defensiva. Esa afirmación atribuída a Surovikin contribuía así a un optimismo exagerado que no se corresponde con la realidad.
Sin embargo, en sus primeras palabras ante los medios desde su nombramiento hace menos de dos semanas, el general Surovikin no escondió la realidad de las tropas rusas en el frente ni el peligro que supone una situación que calificó de “tensa”. Surovikin prestó especial atención a la situación en la ciudad de Jerson y el resto de territorios bajo control ruso en la margen derecha del Dniéper, donde la ya de por sí complicada logística se dificulta aún más a causa de los meses de incesantes bombardeos ucranianos en su intento de aislar a las tropas rusas derribando los puentes que cruzan el río. El general llamó la atención sobre una inminente ofensiva ucraniana sobre la ciudad de Jerson y no descartó la toma de “decisiones difíciles”, aunque no especificó cuáles pueden ser esas decisiones: retirada de Jerson o evacuación completa de la ciudad ante una batalla urbana de resultado incierto. La incapacidad rusa de defender sus posiciones con el Oskol a sus espaldas debe suponer un precedente preocupante para el comando ruso.
Horas antes, Vladimir Saldo, gobernador en funciones de la región de Jerson bajo control ruso, había llamado a la evacuación de la población a la margen izquierda del Dniéper para alejar a los civiles de los bombardeos ucranianos. Tras la comparecencia de Surovikin, Saldo precisó, sin embargo, que Rusia no entregará Jerson y no se producirá el “gesto de buena voluntad” de una retirada como algunos analistas estadounidenses predicen desde el inicio del verano. Sin embargo, la ambigüedad de Surovikin indica que no debe descartarse ninguna posibilidad.
A lo largo del miércoles comenzó la evacuación de varias localidades de la margen derecha del Dniéper en una actuación similar a la planteada por Ucrania hace unos meses cuando decretó la evacuación obligatoria de la región de Donetsk. Pero al contrario que en aquella ocasión, cuando se pretendió evacuar localidades que no se encontraban en el frente, esta evacuación se produce en localidades de primera línea.
La reacción de Ucrania ha sido previsible. Andriy Ermak, jefe de la Oficina del Presidente, el verdadero Gobierno de Ucrania en los últimos meses, calificaba la evacuación de “show para la propaganda”. El vicegobernador de Jerson nombrado por Kiev iba un paso más allá y hablaba de “deportación forzosa”. Y el mediático Vitaly Kim, gobernador de Nikolaev, en línea con la habitual acusación de Ucrania, alegó que Rusia se prepara para bombardear Jerson.
Con el invierno a las puertas, ganada en Járkov la iniciativa ante unas tropas rusas con grandes dificultades para defender sus posiciones y sin haber solventado aún la escasez de personal, una ofensiva ucraniana en las próximas semanas es prácticamente inevitable. Con su rechazo a cualquier negociación de paz el pasado marzo, reafirmado una y otra vez por el presidente Zelensky, que incluso prohibió por decreto cualquier negociación con Vladimir Putin, Ucrania apostó por la guerra para recuperar sus territorios. Y aunque la dirección de Jerson no es la única opción con la que cuentan sus tropas -avanzar desde Zaporozhie en dirección sur a Melitopol es otra opción evidente además de la obvia de Svatovo y Kremennaya en Lugask-, sí es la que podría explotar más activamente las vulnerabilidades rusas. Aunque las fuentes rusas afirman que las tropas se han reforzado y fortificado, por su posición geográfica, Jerson y el resto de territorios en la margen derecha del Dniéper son la opción más evidente. Ucrania lleva, además, meses anticipando precisamente esa ofensiva, por lo que es lógico tratar de reforzar la zona y proteger a la población civil, especialmente si no hay garantías reales de saberse capaz de mantener los territorios.
La apelación de Vladimir Saldo a la evacuación de la población de Jerson tiene ecos de las declaraciones de Denis Pushilin y Leonid Pasechnik horas antes del reconocimiento ruso de las Repúblicas Populares y el inicio de la operación militar especial. Ayer, el presidente ruso decretó la introducción de la ley marcial en los cuatro territorios anexionados: la República Popular de Donetsk, la República Popular de Lugansk, Jerson y Zaporozhie. Aprobado posteriormente por el Senado ruso, la ley marcial implica la militarización de las zonas y la censura militar, da mayores poderes a sus autoridades civiles, permite introducir un toque de queda y pone a disposición de las necesidades militares las infraestructuras civiles. Aunque en febrero las apelaciones de ayuda militar a Rusia de Pushilin y Pasechnik anticiparon una acción ofensiva por parte de Rusia, la situación actual supone la movilización de recursos para tratar de realizar con éxito una operación defensiva de mantenimiento del territorio. A excepción de Donetsk, donde las tropas de la RPD y los mercenarios de la empresa de seguridad privada Wagner continúan tratando, por el momento sin éxito, de lograr el control de Artyomovsk, las posibilidades actuales de las tropas rusas pasan por mantener sus posiciones y tratar de lograr recuperar la iniciativa en el frente de cara al futuro.
La introducción de la ley marcial, que no va a cambiar la situación en Donetsk y Lugansk, en la práctica en estado de guerra desde mayo de 2014, supone la aceptación final por parte de Rusia de que en Ucrania existe una guerra total en la que sus tropas se encuentran en una situación que, en varios sectores del frente, es extremadamente comprometida. Aunque por el momento se mantenga la denominación de operación militar especial, la introducción de la ley marcial en los cuatro territorios y la alerta elevada en los territorios fronterizos implica que Rusia es consciente, no solo del fracaso de la operación tal y como se planteó, sino de que esta siempre fue una ficción. La ruptura de negociaciones el pasado marzo condenaba a la situación a una guerra abierta que ha escalado en el último mes y que puede ver su fase más cruenta en las próximas semanas.
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