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Budanov, Donbass, DPR, Ejército Ucraniano, GUR, LPR, Rusia, Ucrania

Condena electoral

Al igual que en las últimas elecciones legislativas celebradas en 2021, en las que la cuestión de Donbass fue tratada prácticamente como un tema de política nacional y no internacional, los comicios presidenciales que se celebran este fin de semana en la Federación Rusa han obtenido todo tipo de condenas por parte de Ucrania. Hace tres años, miles de residentes de Donbass, que habían adquirido la ciudadanía rusa por la vía simplificada decretada por Vladimir Putin ante el abandono administrativo por parte de Ucrania, pudieron participar por primera ocasión en un proceso electoral ruso, aunque lo hicieron teniendo que viajar a la Federación Rusa y como población residente en otro país. Aún quedaban meses para el reconocimiento político de las Repúblicas Populares y la invasión rusa de Ucrania, aunque las tensiones comenzaban ya a acelerarse tanto entre Kiev y Moscú como entre Rusia y Occidente. Cada paso de acercamiento de Donbass a Rusia era entendido ya como un acto de agresión y un motivo por el que reafirmarse aún más en sus posturas. Explicado siempre fuera de contexto y sin tener en cuenta la opinión de la población, Ucrania y sus socios condenaron que personas que habían obtenido una ciudadanía de manera legal participaran en los comicios del país en el que tenían plenos derechos de ciudadanía.

La situación se repite ahora en un marco muy diferente, con la cronificación de la guerra a mayor escala, con Donbass y otros territorios ucranianos formalmente entendidos como parte de la Federación Rusa y con la posibilidad de ejercer el derecho al voto no en territorio de la Rusia continental, sino en las propias ciudades ucranianas. La celebración de elecciones en el momento actual es foco político fundamentalmente por tres motivos: las diversas implicaciones de la guerra, las relaciones entre Moscú y las capitales occidentales y la participación de la población que Ucrania aún dice considerar como propia. En un marco de tensiones políticas y grandes dosis de propaganda, todos esos aspectos se unen para crear un discurso de utilización de la actual coyuntura para beneficio propio.

Tanto la Unión Europea como el secretario general de la OTAN se han manifestado en las últimas horas contra la política electoral del Kremlin. De forma más moderada, la UE ha dudado de la libertad de los comicios, y ambas organizaciones han censurado lo que ven como falta de libertad de prensa, ausencia de candidatos lo suficientemente críticos y el trato a la oposición defendida por Occidente. Y al igual que Ucrania, han condenado la celebración de las elecciones presidenciales en los territorios ucranianos, incluida Crimea, donde ni siquiera es la primera ocasión en la que la población dispone del derecho a voto en las presidenciales. En ambos casos, los organismos occidentales olvidan la hipocresía que suponen las condenas a Rusia mientras proclaman constantemente su firme apoyo a Ucrania, un país cuya libertad de prensa, expresión, culto o pensamiento carecen de las más mínimas garantías.

No es tampoco un obstáculo para Bruselas, Londres o Washington que Volodymyr Zelensky pretenda posponer las elecciones presidenciales en Ucrania hasta el final de la guerra. Teniendo en cuenta la intención del Gobierno ucraniano de rechazar toda negociación hasta recuperar su integridad territorial, esos comicios, que en condiciones normales habrían de celebrarse esta primavera, pueden posponerse durante años. La legislación ucraniana ampara al presidente ucraniano, ya que prohíbe comicios durante el estado de excepción. Esa fue precisamente la lógica de Petro Poroshenko para tratar de retrasar las elecciones presidenciales en las que era consciente que no tenía ninguna opción ante el entonces recién llegado Zelensky. El intento de Poroshenko de causar una situación que le permitiera decretar la ley marcial por medio de una provocación, un incidente diplomático-militar con Rusia en el mar Negro, no prosperó ante lo evidente de la treta. Zelensky, convertido en héroe de guerra y con su único rival político, Valery Zaluzhny, enviado como embajador al Reino Unido, ha gestionado la situación con astucia y ha eliminado progresivamente a cualquier aspirante y ha conseguido que sus socios apoyen activamente la idea de que su legitimidad va más allá del final formal de su mandato de cinco años. Zelensky dispone ahora de la posibilidad de prolongar sine die el estado de excepción.

“Unas elecciones libres y justas son fundamentales para cualquier democracia. Y las elecciones en Rusia no serán libres y justas. Porque ya sabemos que los políticos de la oposición están en la cárcel, algunos han sido asesinados y muchos están en el exilio”, afirmó Jens Stoltenberg. En el caso de Ucrania, al contrario, la ausencia de oposición es entendida como unidad del pueblo ucraniano mientras que se justifican todos y cada uno de los abusos del sistema ucraniano para evitar la participación política de cualquier tipo de oposición no nacionalista. “Podemos afirmar antes de las elecciones que no serán libres ni justas», añadió el secretario general de la OTAN, que insistió en que “no hay prensa libre e independiente en Rusia”, otro argumento que puede aplicarse a Ucrania. Pero también en este caso, la ausencia de medios de comunicación mínimamente críticos con el sistema nacido del Maidan es vista como algo positivo y Kiev ya ha recibido repetidamente los halagos de la Unión Europea por sus reformas para mejorar la libertad de prensa. La prohibición de medios de comunicación y partidos políticos y la demonización de toda opción política no nacionalista no comenzaron en 2022, sino en 2014, como lo hizo también la voluntad de las instituciones occidentales de proteger a Ucrania de posibles críticas por ello.

Como era de esperar, la participación de la población de los territorios ucranianos en los comicios ha sido esta semana el centro de los argumentos de Kiev y sus aliados. El miércoles, el informe diario de la inteligencia británica, buen termómetro para medir los temas que Occidente quiere instalar en la agenda política, afirmaba que “Rusia intensifica la presión para que la población de los territorios ocupados vote en las elecciones”. Desde hace días, se han visto en lugares como Donbass actos electorales, suficiente para que Londres alegue presiones a la población. El argumento es el mismo que el utilizado por Kiev en el referéndum del 11 de mayo de 2014 y también en las elecciones que las Repúblicas Populares celebraron en noviembre de ese año para legitimar su existencia ante la agresión ucraniana. Al igual que en aquellas ocasiones y en cada proceso electoral en el que ha participado la población de Crimea, Ucrania ha calificado de ilegales y no vinculantes las votaciones celebradas en los territorios que considera propios, un argumento redundante teniendo en cuenta que Kiev lleva meses exigiendo a sus socios que no reconozcan los resultados de las presidenciales rusas.

En un acto de hipocresía más de quien se negó a pactar la celebración de elecciones en Donbass como exigían los acuerdos de Minsk y ha dificultado los comicios incluso en las partes de la región bajo su control, Ucrania ha querido mostrar su preocupación por la población. “Por su propia seguridad, y teniendo en cuenta las provocaciones de las autoridades rusas, les instamos a evitar los lugares de concentración masiva de personas cerca de los centros electorales y de las instalaciones de infraestructura militar de las fuerzas de ocupación de Rusia durante los días de votación”. La palabra provocación ha sido ampliamente repetida por Ucrania a lo largo de la última década, generalmente para acusar a Rusia de aquellos actos que ella misma cometía. Así ha sido durante años con las acusaciones de bombardeos rusos de las ciudades de Donbass bajo control de la RPD y la RPL, los asesinatos de líderes militares y políticos de Donbass, la masacre de Odessa, el ataque contra la cárcel de Elenovka, el derribo del Il-76 con soldados ucranianos a bordo o los bombardeos de la central nuclear de Energodar, bajo control ruso. Provocación, una acusación que en realidad la admisión de culpa, ha sido y sigue siendo la forma en la que Kiev se ha permitido culpar a Rusia de sus actos, lo que deja ciertas dudas de las intenciones de Ucrania para este próximo fin de semana. En cualquier caso, la proliferación de comunicados y la acumulación de condenas a las elecciones muestran cierto nerviosismo. Al fin y al cabo, sean cuales sean las carencias de los comicios rusos, suponen dar más voz a, por ejemplo, la población de Donbass de lo que Kiev ha permitido en la última década, en la que les ha negado, no solo las pensiones o el voto, sino también la opinión. No es de extrañar así que toda manifestación de apoyo a Rusia en lugares como Donbass o de ejercicio de los derechos políticos que Ucrania les ha negado durante una década sea percibido en Kiev como un ataque.

No es casualidad tampoco que el GUR de Kirilo Budanov haya preparado para esta semana su gran operación mediática con el uso de grupos como RDK, presentados como “étnicamente rusos”. La guerra marca la situación política y el intento de hacer ver a Rusia como un país en el caos es flagrante. Ayer, por tercer día consecutivo, grupos de sabotaje intentaban penetrar por la frontera en una operación mediática que ya ha dejado bajas significativas en las filas de Budanov, tanques y blindados destruidos en la frontera y un vídeo de liberación de una localidad rusa grabado en una aldea ucraniana. Ayer, los partisanos rusos lanzaban una orden de evacuación de la población civil de las zonas de la frontera antes de un gran ataque, algo que, ante la evidente debilidad de estos grupos, solo puede llegar por medio de una gran operación de las Fuerzas Armadas de Ucrania que requeriría luz verde de sus aliados occidentales y que no es de esperar, especialmente en un momento de escasez de material y personal.

Previsiblemente, los intentos de crear una situación más grave han aumentado a medida que ha avanzado la semana y el intento más importante se produjo ayer. Y aunque utilizar tanques, blindados e incluso helicópteros a capturar aldeas fronterizas carece de viabilidad, las imágenes, cuya veracidad no es imprescindible, y los mensajes son suficientes como operación mediática. Una propaganda truncada tan solo por los fácilmente identificables vídeos con los que la Federación Rusa ha mostrado la destrucción de las unidades y el equipamiento que el GUR ha enviado esta semana en una misión prácticamente suicida que es coherente con el actual momento político, en el que la importancia está en la imagen y en el lema, no en la situación real.

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