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Alemania, Budanov, Crimea, Ejército Ucraniano, Francia, GUR, Putin, Rusia, Ucrania

Tensión, amenazas y propaganda

“A finales de 2022, Estados Unidos comenzó a «prepararse rigurosamente» ante la posibilidad de que Rusia golpeara Ucrania con un arma nuclear, en lo que habría sido el primer ataque nuclear en guerra desde que Estados Unidos lanzara las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki casi ochenta años antes, según declararon a CNN dos altos funcionarios de la Administración”, escribió la semana pasada el periodista Jim Sciutto en un artículo que no esconde el objetivo comercial. “Informé por primera vez de que a los funcionarios estadounidenses les preocupaba que Rusia utilizara un arma nuclear táctica en 2022, pero en mi nuevo libro, El retorno de las grandes potencias, que se publica el 12 de marzo, revelo detalles exclusivos sobre el nivel sin precedentes de planificación de contingencia llevado a cabo a medida que los altos cargos de la administración Biden se alarmaban cada vez más por la situación”, añade sin el más mínimo pudor por utilizar un texto supuestamente informativo, no solo para publicar un artículo en el que simplemente se presentan detalles interesadamente filtrados por Estados Unidos para exagerar el peligro, sino sobre todo para vender su libro.

“Si un número significativo de fuerzas rusas eran arrolladas -si sus vidas eran destrozadas como tales-, eso era una especie de precursor de una potencial amenaza directa al territorio ruso o al Estado ruso”, afirma un oficial estadounidense según cita Sciutto, que, por supuesto, da credibilidad absoluta y sin el más mínimo espíritu crítico a las acusaciones de Estados Unidos. La advertencia se refería a la posibilidad de que una gran agrupación rusa quedara rodeada en Jersón en un final de verano de 2022 que había resultado catastrófico para Rusia, que había perdido la iniciativa en el frente y había sufrido la grave derrota de Járkov. Finalmente, ni las tropas rusas fueron arrolladas, ni sus vidas destrozadas, ni Rusia, como era evidente en aquel momento, utilizó armas nucleares en Ucrania. Frente al alarmismo de Washington -y especialmente de su prensa afín-, los planes rusos no pasaban por una medida extrema en caso de colapso, sino por evitarlo. Pese a la fama que los medios de comunicación han hecho pesar sobre él, el general Armageddon, Sergey Surovikin, no planificó un ataque nuclear, sino que retiró las tropas de Jersón y comenzó inmediatamente a construir las líneas de defensa que meses después harían fracasar la multimillonaria contraofensiva ucraniana de 2023. Y en lugar de armas nucleares, Rusia comenzó la campaña de ataques con misiles contra infraestructuras críticas ucranianas que no había realizado en los primeros días de su intervención militar, algo que, teniendo en cuenta los precedentes de Irak y Afganistán, puede decirse que es muy probable que Estados Unidos hubiera hecho antes incluso de enviar tropas terrestres.

La doctrina nuclear rusa es clara y ni en 2022 ni en ningún momento desde entonces se han dado las circunstancias para su uso. Sin embargo, la publicación de estas amenazas pasadas es relevante en el momento actual, ya que la cuestión nuclear ha vuelto a la agenda política. El riesgo y los comentarios por parte de diferentes autoridades rusas han resurgido a raíz de las tensiones causadas por las palabras de Emmanuel Macron sobre la necesidad de eliminar tabúes, entre ellos el principal, la presencia de tropas de la Unión Europea o de la OTAN en Ucrania.

“Nuestra tríada, la tríada nuclear, es más moderna que cualquier otra. Solo nosotros y los estadounidenses tenemos en realidad tales tríadas. Y aquí hemos avanzado mucho más”, afirmó ayer Vladimir Putin en una entrevista. Ante la pregunta de si Rusia utilizaría esas armas, el presidente ruso recordó que la doctrina nuclear rusa no ha cambiado. «Estamos dispuestos a utilizar las armas, cualquier arma, incluidas las armas que usted ha mencionado”, afirmó el jefe de Estado de la Federación Rusa, que añadió la condición. Rusia se plantearía utilizar armas nucleares “si se trata de la existencia del Estado ruso o de daños a nuestra soberanía e independencia». Como en 2022, esas condiciones de amenaza existencial para el Estado o su integridad simplemente no existen. El retorno de la cuestión nuclear se debe fundamentalmente a la reacción que se ha producido tras las palabras de Macron, que hicieron surgir de nuevo la posibilidad de una hipotética guerra entre Rusia y la OTAN, una amenaza que, aunque irreal en las condiciones actuales, sí sería existencial para el Estado ruso, haciendo así posible el uso de armamento nuclear.

Pese al aparente cambio de postura de Macron, que ha pasado de ser el último líder occidental en tratar de evitar que se produjera la invasión rusa de Ucrania a convertirse en el líder occidental más duro, la situación no ha cambiado. El acuerdo de seguridad bilateral firmado por Francia y otros países con Ucrania implica un compromiso económico y de entrega de armamento, pero explícitamente excluye la introducción de tropas. En ese sentido, Rusia es consciente de que han participado y participan en la guerra soldados occidentales como voluntarios, mercenarios o integrados en las Fuerzas Armadas de Ucrania. Y si no era consciente hasta ahora, gracias a Olaf Scholz se ha confirmado la presencia de pequeños contingentes de soldados de países como el Reino Unido en labores directamente vinculadas al uso de los misiles con los que Ucrania aspira a destruir al ejército ruso en la retaguardia. Por el momento, el canciller alemán resiste la presión internacional y ayer mismo volvió a reafirmarse en su postura de no enviar misiles Taurus a Ucrania. Scholz negó no confiar en la palabra de Kiev y justificó su decisión, que describió como su línea roja, describiendo los misiles como “un arma de muy largo alcance” -es decir, con capacidad de atacar territorio ruso- y añadiendo que “dada la importancia de no perder el control sobre los objetivos, este arma no podía utilizarse sin el despliegue de soldados alemanes”, algo que el canciller insistió en que rechaza incluso si esa participación puede hacerse remotamente desde Alemania. El intento de evitar un enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia es evidente en esta actuación del canciller alemán y de los países que con firmeza rechazaron las palabras de Macron sobre la posibilidad de presencia de tropas de los países occidentales en Ucrania.

Alemania, segundo proveedor militar de Ucrania solo por detrás de Estados Unidos, no busca la paz sino mantener el statu quo y su canciller está cómodo con la idea de continuar aumentando la inversión militar interna y también la aportación a Kiev. En su reciente visita a Estados Unidos, Scholz insistió en la necesidad de reanudar la asistencia militar estadounidense a Ucrania y animó a los países de la Unión Europea a aumentar el gasto. En las últimas horas, tanto Washington como Bruselas han anunciado medidas en esa dirección: la ingeniería fiscal de Estados Unidos ha hecho reaparecer 300 millones de dólares de un fondo supuestamente agotado y la Unión Europea aprobó un nuevo paquete por valor de 5.000 millones de euros.

La guerra no corre riesgo de quedarse sin financiación, sino que continúa según los mismos parámetros observados durante los últimos dos años, en los que la voluntad de contener el conflicto al territorio ucraniano ha sido uno de los pocos puntos en común entre Rusia y los países occidentales. Las declaraciones de Macron, que han de ser entendidas como una provocación más que una declaración de intenciones, han hecho resurgir la necesidad de medidas también para evitar el conflicto directo entre los países de la OTAN y Rusia. Solo entonces, en un escenario que a día de hoy hay que seguir considerando inviable, podría hablarse de la opción nuclear como posible. Solo en ese caso, la amenaza para el Estado ruso sería existencial. Sin embargo, la claridad de la doctrina nuclear rusa no ha logrado evitar combinaciones de titular e imagen para ilustrarlo como las que se produjeron ayer. La agencia AP, por ejemplo, publicaba una noticia de “última hora” en la que afirmaba que “Putin dice a la prensa estatal que Rusia está dispuesta a usar armas nucleares si es amenazada” y la acompañaba con la imagen de tres fuertemente armados soldados del Cuerpo de Voluntarios Rusos, RDK, un grupo de soldados rusos, muchos de ellos de ideologías fascista, que lucha como parte de las tropas del GUR de Kirilo Budanov y que estos días ataca la frontera rusa. “Legionarios con nombre de guerra Apóstol y Domovoy y el resto de soldados de asalto envían saludos desde la parte liberada de Tyotkino, región de Kursk”, publicaba ayer en las redes sociales el grupo, con una imagen supuestamente de la localidad. Poco después, la prensa rusa publicaba una fotografía de febrero de 2022 en la que podía verse a soldados rusos junto al mismo edificio en el que posaban los legionarios. El lugar fue rápidamente geolocalizado como Rizhevka, una aldea cercana a Tyotkino al otro lado de la frontera, es decir, en el lado ucraniano. Alarmismo, propaganda, falacias y mal uso de los titulares y las imágenes se unen para crear una imagen de peligro que actualmente no existe.

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