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La ofensiva en su tercer mes

Doce semanas después del inicio de la contraofensiva que Kiev tanto había publicitado y con la que iba a poner contra las cuerdas a la Federación Rusa, que no tendría más opción que rendirse ante la insuperable superioridad de las armas occidentales, las dudas persisten. Durante la última semana, han convivido en el espacio informativo noticias sobre avances ucranianos y operaciones especiales en Crimea con fuertes reproches a las tácticas ucranianas y las crecientes dudas sobre si Ucrania logrará al menos una parte de los objetivos marcados para la campaña de verano. Agosto llega a su fin y el tiempo para marcar la diferencia antes de la llegada de la temporada de barro se acaba. El retraso en el inicio de la reactivación del frente de Zaporozhie, que Zelensky ha achacado a la lentitud en la entrega de armamento occidental, y las enormes dificultades que las tropas ucranianas han tenido para llegar hasta la primera línea de defensa rusa, la conocida como línea Surovikin, han reducido notablemente el tiempo otorgado a Ucrania para conseguir los objetivos marcados por sus socios. Como ha podido leerse recientemente en los grandes medios de comunicación estadounidenses, el principal objetivo era la captura de Melitopol, considerada la llave para presionar Crimea y para partir en dos el territorio ruso en el sur de Ucrania. La certeza de que la actual ofensiva no va a lograr la captura de la ciudad ha quedado también plasmada en los artículos publicados en diarios de referencia como The New York Times.

A pesar de que Ucrania insiste constantemente por medio de declaraciones de sus oficiales en que su objetivo es recuperar la integridad territorial del país según sus fronteras de 1991 por la vía militar -a lo que se van añadiendo exigencias políticas como un tribunal que juzgue solo los crímenes rusos, compensaciones de guerra y el cambio de régimen en Rusia-, para quienes están cargando con el coste económico de la guerra, la actual ofensiva debía poner a Kiev en una posición de fuerza para iniciar un proceso de negociación con Rusia. En este sentido, el éxito de la campaña militar de 2023 no se puede medir únicamente en los kilómetros de avance ucraniano, sino en la presión militar y política a la que quede sometida Rusia al finalizar esta campaña de acciones ofensivas que Ucrania y sus aliados occidentales llevaban preparando, armando, instruyendo y financiando prácticamente desde que se consumara en noviembre de 2022 la retirada rusa de la ciudad de Jersón.

A la preocupación que han mostrado todo tipo de oficiales militares occidentales en privado y que se ha trasladado a la prensa se han sumado las justificaciones de los representantes políticos en público. Hace varias semanas, las declaraciones de Andriy Ermak, afirmando que “todo va según el plan” sonaban a excusa para evitar comentar un desarrollo de los acontecimientos que no se parecía en absoluto a lo esperado y deseado por quienes han invertido meses y miles de millones de dólares en un plan para que Ucrania estuviera ahora mismo luchando por Melitopol. El objetivo siempre estuvo claro, una mirada al mapa y el conocimiento de los objetivos mínimos de Kiev y de Moscú hacía evidente que solo esa ciudad podía ser el centro de la ofensiva terrestre. Poner en peligro Crimea es la única vía para que Ucrania o sus socios puedan obligar a Rusia a aceptar unos términos impuestos, tal y como exige Kiev, que, por el momento, rechaza todo tipo de negociación si la península del mar Negro no regresa bajo su control. El maximalismo ucraniano quedaría reducido a tener que aceptar los hechos sobre el terreno desde el momento en el que sus socios ralentizaran el suministro de armas y el flujo de financiación, por lo que la opinión de Kiev no es, en las actuales condiciones, la principal voz que vaya a determinar el momento y la forma en que la acción militar pase al plano diplomático.

Aunque conocida anteriormente, esta semana se han publicado varios reportajes sobre una reunión secreta que se produjo hace trece días en territorio polaco y en la que, como había adelantado ya The Wall Street Journal, los socios occidentales habían impuesto sobre Valery Zaluzhny las prioridades y la táctica a seguir. Poco antes, The New York Times había defendido en un artículo que los soldados ucranianos no luchan en los lugares adecuados y, citando a fuentes del Pentágono, afirmaba que Estados Unidos exigía a Ucrania aceptar un plan según el cual las tropas de Zaluzhny se centraran en el objetivo principal a costa de direcciones secundarias como Artyomovsk. Este sector del frente había sido elegido por Ucrania en busca de una victoria simbólica con la que poder compensar las dificultades que estaba sufriendo para llegar a la primera línea de defensa rusa. La propaganda ucraniana de los primeros cinco meses del año había dado a Bajmut un alto perfil con el que poder alegar una victoria estratégica pese a no serlo. En cualquier caso, esa victoria no se ha producido y hasta el momento Rusia ha conseguido defenderse en los flancos. Los soldados destinados y los recursos allí han molestado a Estados Unidos, que con el cambio de táctica del que se jacta en los últimos días ha mostrado tener la capacidad de imponer su voluntad sobre la de quienes dirigen el ejército proxy ucraniano.

El jueves, coincidiendo con el Día de la Independencia de Ucrania, la Agencia EFE anunció la liberación de la localidad de Rabotino, por la que Ucrania lleva semanas luchando. El medio español realizó ese anuncio, no solo de manera prematura, sino cuando ni siquiera Kiev lo había reivindicado. La captura de la pequeña localidad -con una población de 480 habitantes según el último censo realizado por Ucrania en 2001- era uno de los objetivos de Ucrania para contar con un éxito que celebrar el 24 de agosto. La lucha continuaba entonces, como aparentemente continúa ahora, aunque puede considerarse un éxito ucraniano haber capturado gran parte del pueblo. El jueves, cuando comenzaba a darse por liberado, Rabotino se encontraba vacío de población, completamente destruido y con combates tanto en su interior como en sus alrededores.

Sin otro éxito que reivindicar, Ucrania realizó lo que Oleksiy Danilov, presidente del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa, y Kirilo Budanov, jefe de la inteligencia militar, calificaron de operación especial en la península de Crimea: un desembarco cuyo único objetivo fue plantar una bandera ucraniana y presentar los hechos como un gran éxito que anticipa la liberación de la península. Sin embargo, este desembarco para lograr un objetivo tan trivial es, en realidad, la constatación de que la nocturnidad y la fugacidad son la única forma con la que Ucrania ha logrado colocar su bandera en Crimea, contra la voluntad de la población desde 2014. Aun así, este tipo de acciones son útiles para mantener el discurso oficial ucraniano, en el que la percepción es incluso más importante que la realidad manifiesta.

El caso de Rabotino es un buen ejemplo. Aunque las tropas rusas dicen seguir luchando en el sur de la localidad, es posible que simplemente esté cubriéndose la retirada o ganando tiempo para fortalecer las defensas de las siguientes localidades que, sin duda, serán atacadas por Ucrania una vez consolidadas sus posiciones. Con este avance, el éxito más relevante de la ofensiva ucraniana, Kiev habrá logrado avanzar una decena de kilómetros en doce semanas y habrá superado los campos minados de la parte más al norte del frente para llegar a la línea Surovikin. Ese pequeño avance ha sido suficiente para que Mijailo Podolyak proclamara que “pronto, Ucrania controlara a fuego el llamado corredor de tierra” a Crimea. La realidad es que Ucrania tendrá que superar otros 29km, no para llegar a Melitopol, sino para llegar a Tokmak, la siguiente localidad mínimamente significativa en el eje del frente que parte desde Orekhovo y en el que Estados Unidos y el Reino Unido han ordenado a Ucrania que debe centrarse.

Este fin de semana, The Guardian ha publicado algunos detalles sobre esa reunión, en la que participaron tanto el jefe militar de la OTAN, el general estadounidense Christopher Cavoli, como el enviado británico, Tony Radakin, al que según la prensa británica, Zaluzhny se refirió como “nuestro hombre”. Más allá del intento de la prensa británica de dar importancia a su enviado militar, la presencia del Reino Unido es relevante. Pese a no suministrar cantidades de armamento similares a las de su aliado norteamericano, el papel de Londres en la aportación de inteligencia en tiempo real y apoyo mediático y político le ha dado una presencia muy por encima del protagonismo que está alcanzando en la prensa. Según ha trascendido, el mensaje de la reunión fue analizar y modificar la táctica utilizada por las tropas ucranianas, que como se había filtrado ya a los medios, estaba luchando en los lugares equivocados y preocupándose en exceso por el elevado número de bajas que había sufrido en el inicio de la contraofensiva. El resultado, como se ha podido comprobar también sobre el terreno, fue la aceptación por parte de Zaluzhny de tomar el frente de Orejovo hacia Melitopol como principal tarea de sus tropas. En realidad, el cambio solo lo es en el sentido de obligar a Ucrania a retornar a la idea de las grandes columnas blindadas en las que se produjeron las graves pérdidas de junio. Esta dirección siempre fue la prioridad, con las direcciones secundarias, como Artyomovsk, cubiertas por tropas sacrificables como las comandadas por Andriy Biletsky.

Según The New York Times, pese a la aceptación de Zaluzhny de las órdenes recibidas de sus superiores extranjeros, el coronel Alexander Syrsky, comandante de las fuerzas terrestres, insiste, sin embargo, en que Ucrania no se centre únicamente en ese eje del frente y busca no dejar destapado el frente de Kupyansk, en el que Rusia avanza lentamente. Es probable que los socios occidentales de Ucrania cuenten con que el obstáculo del río Oskol impida que las tropas rusas lleguen a Kupyansk y comprometan esa parte del frente. Romper las defensas rusas en dirección a Tokmak podría suponer un grave problema para Rusia, aunque la defensa planificada por Surovikin no se limita a la primera línea sino que está pensada como una defensa flexible y en varios escalones. Es posible que Estados Unidos y el Reino Unido esperen que la ruptura de la primera línea de defensa rusa en Rabotino lleve a un escenario similar al de Járkov en septiembre de 2022, lo que haga irrelevante cualquier otro desarrollo del frente, aunque esa postura parece carecer de realismo. Al contrario que el año pasado, cuando Rusia no había pasado completamente a la fase defensiva, el frente sur ha sido preparado concienzudamente para esa tarea. El hecho de que Ucrania, que ha recibido en este año una asistencia militar comparable al presupuesto militar ruso, haya necesitado doce semanas para llegar a la línea Surovikin es prueba de ello.

Dos meses después de lo previsto, ya que parece claro que ni Ucrania ni sus socios esperaban las dificultades y bajas que las tropas de Kiev han sufrido estos meses, es de esperar que la ofensiva vuelva a reiniciarse, en esta ocasión desde Rabotino hacia Tokmak, en busca de cumplir las tareas ordenadas por los proveedores de esta guerra. Como ya ocurriera en 2022, septiembre se presenta como un mes clave para determinar qué territorio es capaz de capturar Ucrania, cómo las tropas rusas se adaptan a la ruptura de su primera línea de defensa en el sector Orejovo-Tokmak y quizá también para conocer si hay alguna intención ofensiva rusa en el área de Kupyansk o si ese empuje hacia el Oskol busca únicamente obligar a Ucrania a reforzar sus posiciones a costa del frente principal.

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