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Primera semana de ofensiva

Durante prácticamente un año, tanto el Gobierno ucraniano como sus socios políticos y mediáticos occidentales han preparado el terreno para la contraofensiva con la que recuperar el territorio perdido a Rusia en su avance de desde el 24 de febrero de 2022. Con Rusia controlando una parte relevante del oblast de Járkov, aunque no la ciudad, y territorios en la margen derecha del río Dniéper en Jerson, incluida la capital regional, en aquel momento, no se aspiraba a más que retornar a las fronteras anteriores al reconocimiento ruso de las Repúblicas Populares el 22 de febrero de ese año. La elevada moral de haber logrado paralizar el avance ruso en el sur y obligado a Rusia a retirarse de las regiones del norte ante la imposibilidad de avanzar sobre Kiev, sumado al creciente flujo de armamento pesado occidental daban a Ucrania la confianza de poder lograr sus objetivos.

Con una asistencia militar de sus socios europeos y norteamericanos que no solo incluía armamento ofensivo sino también asistencia logística, asesores sobre el terreno y, sobre todo, inteligencia en tiempo real, Ucrania logró dos éxitos militares a lo largo del otoño de 2022: la ofensiva relámpago de Járkov, en la que las tropas rusas, escasamente preparadas y sin la ayuda necesaria de las reservas operativas se vio obligada a retirarse precipitada y desordenadamente para evitar quedar sitiada y sufrir una enorme cantidad de bajas, y la recuperación de los territorios de la margen derecha de la región de Jersón. Esas victorias han dado a Ucrania, y especialmente a su propaganda, la certeza de que era posible recuperar, no solo los territorios perdidos desde la invasión rusa, sino su integridad territorial según las fronteras de 1991 internacionalmente reconocidas. Ese discurso no ha tenido en cuenta que, incluso en los momentos de mayor debilidad rusa tras la derrota de Járkov y antes de que pudieran incorporarse los soldados movilizados en septiembre, las tropas ucranianas no pudieron continuar su avance en el área del frente más vulnerable para Rusia: el norte de Lugansk.

Desde entonces, Kiev y sus aliados han contado con que el desgaste de la batalla por Artyomovsk y la incapacidad rusa de superar las barreras ucranianas en lugares fuertemente fortificados como Marinka, Avdeevka o Ugledar iban a traducirse en la incapacidad rusa de defender el frente más importante, el de Zaporozhie, del que depende la seguridad de Crimea y su población. Eso hace de esta batalla una lucha existencial para Rusia y de ahí el ímpetu en organizar su defensa. Bajo el mando de Surovikin, Moscú sacrificó Jersón, la única capital regional ucraniana entonces bajo su control, y se retiró sin luchar para preservar la integridad de su agrupación en el sur y comenzó a construir una línea de defensa a la que Ucrania, pese a los pequeños avances que ha logrado en los primeros diez días de ofensiva, aún no ha logrado llegar. A la espera durante meses de la esperada ofensiva ucraniana, medios como AP o Wall Street Journal se han visto obligados a admitir que las tácticas rusas han mejorado, que el mando ruso es ahora más capaz de contrarrestar la táctica ucraniana y que las líneas se han reforzado de una manera inesperada. Ingenuamente, los aliados de Ucrania parecían esperar una negligente preparación rusa de las líneas de defensa, que Rusia lleva, como han mostrado los reporteros sobre el terreno, meses preparando.

Los aliados de Ucrania han reaccionado a esta primera fase de la ofensiva ucraniana de la manera esperada: reafirmándose en su postura. El lunes, Alemania, Francia y Polonia insistieron en que “ayudarán a Ucrania todo el tiempo que sea necesario”. El flujo de armas y el imprescindible apoyo diplomático y político de los países de la OTAN a Kiev está garantizado por el momento a la espera de los resultados de la actual campaña, que puede determinar el desarrollo del conflicto a medio plazo. La idea de que la contraofensiva pueda forzar una negociación, posible únicamente en caso de posición de fuerza de Ucrania -Kiev ha dejado clara su intención de no cumplir ningún acuerdo que no se produzca de esa manera-, sigue presente, aunque de ninguna manera a corto plazo. En las actuales circunstancias, cualquier posibilidad de negociación política es una quimera que requeriría un cambio radical en la postura de uno de los bandos, algo imprevisible ahora mismo, cuando ambos confían en sus posibilidades de lograr una posición de fuerza por la vía militar. Para Ucrania, esa posibilidad pasa por un avance profundo sobre las líneas rusas y la capacidad de poner en peligro real la situación en Crimea. Para Rusia, cualquier avance, o incluso el mantenimiento del statu quo tras un año de preparación de esta ofensiva, podría ser considerado como una victoria importante a la hora de posicionarse ante una posible negociación.

Por el momento, el frente es el aspecto que marca la dirección del conflicto y los aliados de Ucrania son perfectamente conscientes de ello. Ayer, Estados Unidos prometía un nuevo paquete de asistencia militar a Kiev, 325 millones de dólares más, incluyendo munición y vehículos blindados. Según Wall Street Journal, Washington baraja la posibilidad de enviar proyectiles de uranio empobrecido, una munición polémica y a la que se acusa de grandes prejuicios tanto para la población como para las tierras en las que se utiliza. En su comparecencia de ayer, en la que se refirió largo y tendido a la situación en el frente, Vladimir Putin, que admitió que Rusia ha perdido al menos 54 tanques en la contraofensiva ucraniana, advirtió de que Rusia dispone también de armamento similar al que pretende suministrar Estados Unidos. E insistiendo en que Ucrania no ha logrado ni va a lograr sus objetivos, el presidente ruso mencionó la necesidad de una zona de seguridad para evitar bombardeos, una idea que sugiere que Rusia no ha renunciado a posibles avances. El discurso ruso parece centrarse en la necesidad de mantener las actuales líneas de defensa y la destrucción de las reservas estratégicas para agotar así el potencial tanto ofensivo como defensivo de Ucrania, asumiendo que no será posible para sus aliados repetir una operación de acumulación y entrega de armas en las cantidades que se han movilizado a lo largo del último año. De ahí que la destrucción de Leopards o Bradleys sea celebrada como una victoria.

La constante promesa de más armamento y más munición, acompañada de las también persistentes plegarias ucranianas de continuar el flujo e incluir en él también misiles de largo alcance y aeronaves de combate muestra que Ucrania no ha llegado al nivel que esperaban varios expertos, que afirmaban que Ucrania había recibido ya todo el armamento necesario para librar la guerra contra Rusia. Las primeras imágenes de tanques alemanes ardiendo en los campos abiertos de Zaporozhie –“los Leopard y Bradleys arden maravillosamente”, afirmó ayer Vladimir Putin- han causado ya las primeras exigencias de Ucrania. Andrej Melnyk, el más que polémico exembajador de Ucrania en Alemania y futuro embajador en Brasil, ha demando ya a Berlín que los Leopard perdidos sean repuestos. Por el momento, Alemania ha prometido un centenar de tanques Leopard 1, un modelo más antiguo y sin las características que habían de dar al Leopard 2 una victoria segura contra los tanques rusos.

La realidad es obstinada y pese al enorme trabajo de propaganda y difamación del ejército ruso y sus autoridades militares y políticas que se ha realizado desde la prensa y fundamentalmente desde la inteligencia británica, Rusia sigue disponiendo de unas fuerzas armadas capacitadas y equipadas con armamento suficiente para responder a una ofensiva ucraniana anunciada y previsible. Rusia controla alrededor del 20% del territorio de Ucrania, segundo país más grande de Europa por detrás solo de la Federación Rusa, pero las distancias entre el frente y el punto más crítico para Moscú, la entrada a Crimea, son estrechas. De ahí que la dirección de la ofensiva no pudiera de ninguna manera ser una sorpresa. Ayer, Ucrania afirmaba que sus tropas avanzan en su ofensiva hacia Berdyansk, una de las tres direcciones posibles. Tan evidentes como Berdyansk son Melitopol, puerta a Crimea, o Mariupol, que implicaría una ofensiva en la zona de Ugledar, que en los meses pasados se ha mostrado como un punto más débil de las tropas rusas y republicanas, que pese a intentarlo repetidamente, no han logrado avanzar sobre la ciudad para cortar así el suministro de la agrupación ucraniana en los alrededores de la ciudad de Donetsk. Ahí resisten aún, de forma épica según The New York Times, superados en número y en tanques, algunos soldados ucranianos en localidades como Marinka, una localidad estratégica en las afueras de la capital de la RPD. Hace años convertida en fortaleza y con tres importantes batallas por su control a lo largo de los años de guerra en Donbass, la ciudad, como prácticamente todo el frente de Donbass, está completamente destruida.

Los primeros días de ofensiva han visto más que modestos avances ucranianos en zonas aún alejadas de las líneas de defensa rusas y han dejado, sobre todo, la confirmación de las direcciones prioritarias, el frente central de Zaporozhie, y secundarias, tanto en los alrededores de Donetsk como en el norte de Lugansk, este último aún por reactivarse completamente. Estos primeros pasos ofensivos han mostrado también que la imbatibilidad del equipamiento occidental cuenta con un fuerte componente de propaganda y las tropas ucranianas se encuentran ahora en situaciones muy similares a aquellas en las que se encontraban las tropas rusas y republicanas en batallas como la de Ugledar, ante la necesidad de avanzar a la vista del enemigo y sobre campos minados. Las imágenes de vehículos blindados estadounidenses o alemanes destruidos o capturados no solo recuerdan que es posible derrotar al equipamiento occidental, sino que son un elemento importante a la hora de mantener la confianza de las tropas en que pueden mantenerse las líneas de defensa, algo clave en un momento que se presenta, quizá no decisivo, pero sí clave para el desarrollo de la guerra a medio plazo.

Los más optimistas defensores de Ucrania han optado o por exagerar los avances -escasos y ni siquiera especialmente consolidados- o por alegar que el ataque real aún no ha comenzado, ya que no han entrado en juego las reservas estratégicas. Es probable que el triunfalismo ruso ante la capacidad de atacar las columnas blindadas ucranianas con artillería y drones sea prematuro, pero también apunta a una seriedad en la preparación de la defensa inexistente en el caso de Járkov hace tan solo unos meses. La curva de aprendizaje y el tiempo para preparar una ofensiva que Ucrania y sus socios prácticamente han telegrafiado y detallado, hace imprevisible el colapso ruso que parecían esperar los más fanáticos partidarios de Ucrania.

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