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Armas, Donbass, DPR, Ejército Ucraniano, LPR, OTAN, Rusia, Ucrania

Vencedores de esta guerra

Como en otras todas guerras, la industria bélica está siendo una de las grandes beneficiadas por el conflicto en Ucrania. Coincidiendo con el primer aniversario del inicio de la guerra rusoucraniana, varios medios de comunicación reflejaron ese beneficio recordando el aumento que las grandes empresas productoras de armas han logrado en el valor de sus acciones. Lockheed Martin, una de las principales empresas armamentísticas estadounidenses, productora, por ejemplo, de los alabados HIMARS, aumentó su valor en bolsa en un 23,3%, con lo que el valor de la empresa ascendió en 24.000 millones de dólares. 23,3% fue también el aumento del valor en bolsa de las acciones de Northrop Grumman, otro de los grandes conglomerados estadounidenses que, en ese primer año, obtuvo contratos por valor de 522, 3 millones de dólares para producir, entre otros productos, proyectiles de 155mm para las Fuerzas Armadas de Ucrania. Y es especialmente llamativo el aumento de más del 151% en el caso de las acciones de la alemana Rheinmetall, fabricante de los ya célebres tanques Leopard, que ha visto cómo sus pedidos se duplicaban en 2022, con una previsión de aumento del 40% para 2023.

En todos los casos, aunque especialmente en este último, el desarrollo de la guerra marcará la tendencia a corto y medio plazo, fundamentalmente debido a las diferentes estrategias que implicará para los países occidentales la adaptación a los diferentes escenarios, no solo en relación con Rusia-Ucrania, sino también con sus aspiraciones a presionar a China tanto en la cuestión de Taiwan, como en general en toda la región del mar Septentrional de China o lo que Occidente ha pasado a denominar la región del Indo-Pacífico. Por el momento, la futura amenaza china se está convirtiendo en el motor de la planificación a largo plazo, mientras que la actual guerra en Europa lo es a corto y medio plazo.

“No creo que estemos ahí”, afirmó Lucie Beraud-Sudreau, director del programa de gasto militar y producción de armas de SIPRI, el Instituto Internacional de Investigación de Paz de Estocolmo, a una pregunta de la prensa sobre la posibilidad de creación de un impuesto a los beneficios de las grandes productoras de armas siguiendo el ejemplo de las compañías de gas y petróleo, que también se han lucrado de efectos indirectos de la guerra como el aumento de los precios. En el caso de ciertos sectores, los objetivos de los gobiernos occidentales no son recaudatorios, sino de producción. “Creo que el tema candente ahora mismo cuando nos referimos a la industria armamentística en Europa está más relacionada con aumentar la producción y la capacidad porque hay una gran necesidad de ayudar a suministrar munición y armamento a Ucrania y después de reponer las reservas”, añadió.

Desde que se evidenció que, tras el fracaso de la cumbre de Estambul, Rusia y Ucrania se encaminaban a una guerra larga, la cuestión del suministro de la munición necesaria para continuar luchando ha sido uno de los temas recurrentes a ambos lados del frente. Recientemente, la queja y exigencia pública de Evgeny Prigozhin, cabeza visible de Wagner, de que sus soldados recibieran la munición necesaria para seguir luchando con garantías han evidenciado las carencias logísticas del bando ruso. La falta de armas y de munición ha sido uno de los temas recurrentes en la propaganda ucraniana, que repetidamente ha acusado a Rusia de enviar hordas de hombres sin el armamento y equipamiento necesario que las Fuerzas Armadas de Ucrania procedían a liquidar. De ahí que Ucrania, que considera los datos de bajas como una información confidencial y con la que es inmoral especular, insista constantemente en las inmensas bajas rusas.

Ese discurso justifica los datos de bajas rusas que a diario proporciona el comando ucraniano. El 3 de junio, The Kyiv Indepent mencionaba 209.470 soldados rusos muertos en la guerra, 560 de ellos en el último día. Bajo la cifra, la infografía del medio añadía un pequeño “aproximadamente, por confirmar”, nota que debiera dejar claro que el dato no es más que un argumento de propaganda. En su último recuento, Mediazona afirma haber confirmado la muerte de 24,470 soldados rusos, una cifra sin duda elevada, pero también lejana de las afirmaciones de Ucrania y de Estados Unidos, que multiplica por cinco ese dato.

Los problemas logísticos que ha sufrido Rusia en esta guerra no son un secreto sino algo que se ha debatido abierta y públicamente en la prensa rusa. Las quejas de Prigozhin, justificadas o no, ya que en su discurso hay buena parte de muestra de una lucha de poder que va más allá de la cantidad de proyectiles que reciben sus tropas, se han producido solo en el momento en el que las exigencias se han manifestado como crítica directa al Ministerio de Defensa. Sin embargo, la marcha de la guerra, la capacidad rusa de defender el frente una vez roto el pasado otoño y la continuación de una guerra de enorme intensidad en batallas como la de Artyomovsk durante meses refuta el argumento ucraniano y occidental de carencia de material.

En el caso ucraniano, sí ha podido constatarse carencia de material, especialmente de munición, en varias ocasiones, no solo en las declaraciones de oficiales ucranianos exigiendo proyectiles a sus socios. En esta guerra terrestre y fundamentalmente de artillería, la carencia de suficientes proyectiles de 155 milímetros se ha constatado, por ejemplo, en los momentos en los que Ucrania ha detenido los bombardeos de ciertas zonas. Así, ante la necesidad de priorizar el suministro de munición a las zonas calientes del frente -Ugledar, Artyomovsk, Zaporozhie, Kupyansk, Svatovo-, los bombardeos de zonas exclusivamente civiles que Ucrania realiza únicamente con el objetivo de amedrentar y castigar a la población se han detenido solo en momentos en los que Kiev suplicaba a sus socios la rápida entrega de proyectiles de 155 milímetros. Otro signo de escasez es la repetida exigencia del Pentágono a las Fuerzas Armadas de Ucrania de utilizar la artillería de forma más efectiva para ahorrar munición.

La intensidad de la guerra rusoucraniana no es comparable a ninguno de los conflictos en los que ha participado la OTAN en las últimas décadas, algo que está teniendo consecuencias a nivel logístico tanto para los bandos que participan directamente como para quienes lo hacen de forma indirecta con la producción y suministro de material. Los enormes beneficios que la muerte y destrucción en tierras lejanas están reportando a las grandes empresas armamentísticas no se deben únicamente a la producción directamente relacionada con la actual guerra ni a la previsión de futuros conflictos con China. Una de las grandes preocupaciones de la Unión Europea y Estados Unidos, que abiertamente priorizan la guerra en Ucrania frente a otras partidas presupuestarias, ha sido la rapidez con la que Ucrania gasta los recursos enviados. Los 200.000 proyectiles utilizados semanalmente en la guerra en momentos de alta intensidad tienen como consecuencia, no solo que la industria europea no sea capaz de cubrir la demanda o que Estados Unidos tenga que reforzar las cadenas de producción, sino el peligro de vaciar las reservas de los propios países surtidores de armas y munición. De ahí que Estados Unidos haya otorgado nuevos y lucrativos contratos para la adquisición de material y que los países europeos comiencen a hacer lo mismo. Las voces críticas con la exigencia trumpiana de emplear un 2% del PIB a gastos de defensa han desaparecido y en varios países como Francia o el Reino Unido el aumento de producción de la industria militar europea comienza a ser visible.

Sin embargo, y a pesar de los enormes beneficios, las grandes productoras piden más, como también lo hacen las autoridades de la Unión Europea, que parecen achacar a los diferentes países miembros la lentitud con la que se está produciendo la remilitarización del continente. Conscientes de que la guerra en Ucrania será larga y Kiev, que ahora mismo carece de la capacidad de producción que sí tiene Rusia, seguirá precisando armamento y munición, los llamamientos a la firma de contratos con las empresas productoras de armas han aumentado recientemente. Hace unos días, era Jens Stoltenberg quien exigía de los países miembros de la OTAN más contratos de larga duración con empresas armamentísticas para animar así el crecimiento de la producción.

En referencia al comisario europeo Thierry Breton y su creciente uso del término “economía de guerra”, Deutsche Welle escribía la semana pasada que “el comisario acaba de realizar una gira por más de una docena de instalaciones de fabricación de armas alrededor del bloque, donde habría escuchado quejas sobre la falta de firmas de contratos de larga duración. Pese a las múltiples decisiones de la Unión Europea de aumentar la financiación y bajar las barreras para la producción conjunta, el esfuerzo se está moviendo, en su opinión, «demasiado despacio”. La guerra está convirtiéndose, no solo en uno de los motores de la Unión Europea, sino prácticamente en su razón de ser.

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