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Donbass, DPR, Ejército Ucraniano, Rusia, Ucrania, Zaporozhie

Aumento de actividad militar y política

El notable aumento de actividad en el frente, aunque quizá aún no el de la gran ofensiva terrestre en la que Ucrania quiere derrotar de forma definitiva a Rusia, no ha supuesto una reducción de las actividades diplomáticas, sino todo lo contrario. Esta semana, el enviado del papa Francisco celebraba en Kiev una reunión calificada de “productiva”. Poco se sabe de esa discreta misión del Vaticano que aspira a mediar entre los dos países o, a juzgar por las escasas declaraciones sobre el encuentro, a apoyar a Ucrania en ciertos aspectos humanitarios. Instalada en una dinámica de guerra, la situación simplemente no favorece en estos momentos ninguna conversación de paz o acercamiento de las partes a la mesa de negociación. Tampoco la actitud de Ucrania, que sigue apostando por la victoria militar, hace posible una resolución diplomática al conflicto entre los dos países, que vaya más allá de la situación militar.

El jueves, en referencia a las propuestas de negociación que se han presentado, el ministro de Defensa Oleksiy Reznikov afirmó que fundamentalmente se trata de “países que no son completamente democráticos”. Ucrania, que desde que en 2015 aprobó una ley para criminalizar a toda una ideología y prohibir al Partido Comunista, único partido de izquierdas con una representación institucional significativa y ha demonizado, vetado, prohibido y expulsado a todo tipo de figuras políticas y mediáticas, partidos y medios de comunicación sin siquiera precisar de decisiones judiciales, se permite el lujo de valorar las credenciales democráticas de los países que aspiran a ayudar a su población a recuperar la vida en paz. Y aunque ninguno de los países que se ha postulado como potencial mediador ha manifestado una posición prorrusa o favorable a la guerra, el intento de mantener la neutralidad precisamente para poder ejercer esa labor es suficiente para que las autoridades ucranianas los tachen de “afines a Moscú”. “Es por esto que tal mediación no es adecuada para nosotros. Porque no son un mediador independiente real, así que esperaremos”, afirmó Oleksiy Reznikov. Solo los países occidentales, que han demostrado ya su voluntad a negociar de parte de Ucrania, son lo suficientemente democráticos y neutrales para ser aceptados.

La semana pasada, Indonesia se unió a una creciente lista de países con propuestas de paz. En boca de su presidente Joko Widodo Indonesia propuso un alto el fuego inmediato, la desmilitarización de la línea del frente y referendos en los territorios disputados. El comentario provocó la ira de Mijailo Podolyak, que rápidamente acudió a las redes sociales para denunciar a los “amigos del país de Lenin y Dostoievski”, curioso calificativo para un país firmemente en la esfera de influencia de Estados Unidos desde la Guerra Fría y en el que fue salvajemente masacrado el que en aquel momento era tercer el partido comunista más importante del mundo, solo por detrás del soviético y el chino.

Como principal y más consistente defensor de la búsqueda de una negociación inmediata, el presidente brasileño Lula da Silva es quien ha causado más incomodidad a Ucrania. Kiev ha dejado claras las quejas sobre este intento de mediar en el conflicto, sentimiento que parece extenderse a los aliados occidentales de Ucrania. En una reciente intervención pública, la ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, se lamentaba de la falta de interés por la guerra en los países latinoamericanos, más preocupados por el aumento de los precios de sus productos básicos. En realidad, la queja de Baerbock, representante de uno de los partidos políticos más belicistas desde la fase inicial del conflicto en Donbass, es la misma que la de Oleksiy Reznikov, Oleksiy Danilov o Volodymyr Zelensky: ni los países latinoamericanos ni gran parte de los países más allá del bloque occidental y sus más férreos aliados ven en la continuación de la guerra la solución a todos los problemas.

Ayer mismo, el ministro de Defensa de Ucrania abría la puerta a una negociación con Rusia siempre que Moscú renuncie a los objetivos por los que inició su intervención militar, una nueva formulación de la máxima ucraniana de exigir la rendición unilateral como prerrequisito para una negociación en la que, en realidad, no quedaría ya nada por decidir. Ucrania se aferra a esos diez puntos presentados hace varios meses, cuando los preparativos para la contraofensiva ucraniana estaban ya en marcha y que Volodymyr Zelensky ha instalado en el discurso oficial como su plan de paz. En el plan, que abiertamente exige la rendición unilateral de Rusia en todo el territorio de Ucrania según sus fronteras de 1991, Zelensky no se molesta siquiera en prometer garantías de respeto a los derechos de la población de esos territorios que abiertamente han manifestado su interés por no regresar bajo control de Kiev. Ucrania siempre rechazó conceder derechos básicos a la población de Donbass y aunque se vio obligada a firmar ese compromiso en Minsk, fue capaz, con el apoyo de sus fieles aliados, de evitar cumplir la promesa. Actualmente, no existen ni interna ni externamente exigencias de garantía de derechos a las poblaciones que han luchado o luchan contra las Fuerzas Armadas de Ucrania, por lo que ni siquiera es preciso mantener la ficción de las promesas.

En los últimos días, las tropas ucranianas han aumentado notablemente su actividad militar en los ejes ya previstos. La configuración del frente y la evidencia del objetivo final, Crimea, hace imposible que Kiev pueda atacar en una dirección inesperada. Con ataques secundarios -aunque también importantes- en la zona del sur de Donetsk y en los flancos de Artyomovsk, zonas consideradas más vulnerables para las tropas rusas, el ataque principal se está produciendo en el área de Orejov, en la región de Zaporozhie. Días antes, con un spot de alto valor de producción -no en vano, el grueso del Gobierno de Ucrania era un productora audiovisual- y en el que no solo podían verse los famosos tanques Leopard sino también F16 de los que Kiev carece, las autoridades ucranianas pedían a la población silencio, un elemento clave para no dar información al oponente, pero también para controlar el discurso.

El ataque terrestre, en campo abierto y sin la cobertura aérea necesaria difiere notablemente de las dos ofensivas exitosas realizadas por las Fuerzas Armadas de Ucrania. En Jersón, Ucrania contaba con la ventaja de las dificultades logísticas rusas tras la destrucción de los puentes que unían las dos orillas del Dniéper, mientras que en Járkov, tanto la orografía como la escasa preparación rusa para la defensa facilitaron el rápido avance ucraniano. Ninguno de esos elementos se encuentra actualmente en el frente central, el de Zaporozhie, donde las tropas rusas llevan meses fortificándose. Ayer, Vladimir Putin daba por iniciada la contraofensiva de Ucrania, que Kiev no ha anunciado siguiendo su recomendación de silencio. Las imágenes del frente muestran ya columnas blindadas y han aparecido finalmente los primeros tanques Leopard y otros vehículos pesados entregados a lo largo de los últimos meses por los diferentes países occidentales. Los ataques de los últimos días no parecen, por el momento, la gran ofensiva que Ucrania ha prometido, pero no se trata tampoco de movimientos de tanteo. Y pese a que Ucrania habla de avances, no hay constancia más allá de esta propaganda de guerra, de ninguna ruptura del frente. Es más, en los últimos días, las imágenes han mostrado lo que algunos medios proucranianos se han visto obligados a admitir. El jueves, CNN admitía importantes bajas y pérdidas de material para Ucrania en un ataque en el que se está enfrentando a una “dura resistencia”, la respuesta esperada de un ejército capacitado para la defensa y que lleva meses aguardando un movimiento ofensivo como el que se está produciendo.

Mientras se configura el frente y Ucrania trata de romper las defensas rusas en alguna de las numerosas direcciones en las que aspira a atacar, el silencio que exigen las autoridades ucranianas se limita al ámbito militar. Tan activa como siempre en los frentes mediático y político, la diplomacia ucraniana continúa su preparación para la ofensiva de julio: las exigencias para la cumbre de la OTAN. Entre demandas y exigencias, Ucrania tira ahora también de advertencias y, por medio de uno de sus lobistas, el exsecretario general de la Alianza Anders Rasmussen, asesor oficial del presidente Zelensky, Kiev ha querido lanzar al espacio mediático la posibilidad de que varios países miembros envíen tropas a Ucrania, una línea roja más que las autoridades ucranianas aspiran a cruzar. Por el momento, esas advertencias no son más que deseos. Frente a sus aliados occidentales, Kiev no cesa en su intento de lograr implicar en el conflicto a sus aliados de la OTAN, cómodos con una guerra contenida en el territorio de Ucrania, pero en la que han mostrado no tener intención ni interés de intervenir. Eso sí, Estados Unidos sigue interesado en mantenerse como principal suministrador y financiador de esta guerra y ayer anunció un nuevo paquete de asistencia militar a Kiev, 2.100 millones de dólares que incluirán más munición para las defensas aéreas Patriot.

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