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Donbass, Ejército Ucraniano, Rusia, Ucrania, Zaporozhie

La esencia de la guerra

Las crecientes acciones ofensivas ucranianas en varias zonas del frente en los últimos días han creado un enorme flujo de llamativas fotografías y material audiovisual utilizado, tanto para determinar la situación en el frente -en ocasiones de forma prematura y sin conocer realmente el contexto en el que se producen esas imágenes-, como para observar prácticamente en directo la forma en que está cambiando la guerra. Desde la guerra de Crimea a mediados del siglo XIX, en la que participaron los primeros corresponsales, las constantes mejoras en la tecnología y difusión de la información han buscado acelerar los tiempos para acercar los hechos históricos al público. La emisión de imágenes de los bombardeos de Irak en la primera guerra del Golfo comenzó a dar a la guerra una imagen de videojuego que continuó con la introducción de cámaras cada vez menos pesadas para mostrar el punto de vista del periodista empotrado de tal forma que se abandonaba definitivamente el plano fijo para mostrar la batalla en movimiento y con creciente velocidad. La comunicación ha buscado emitir la guerra en directo, desde el terreno y en movimiento, en ocasiones a costa de la calidad de imagen y, sobre todo del contexto.

La guerra actual ofrece todas las posibilidades de la mejora de la tecnología de imagen, que sumada al creciente uso de drones, fundamental novedad de este conflicto, está suponiendo un avance también al servicio de la propaganda. No se trata ya de seguir a los periodistas o soldados moviéndose por las trincheras o tratando de sobrevivir a un ataque utilizando cámaras de visión nocturna sino del seguimiento con cada vez mejor calidad de imagen en condiciones de combate o la retransmisión del combate en sí. En los últimos días, ha aumentado significativamente la cantidad de imágenes de columnas blindadas destruidas en el frente, como lo han hecho también las capturas audiovisuales de drones atacando o destruyendo equipamiento militar enemigo, un elemento novedoso que muestra la utilidad del uso de vehículos no tripulados para conseguir objetivos militares y también informativos. En esta guerra en la que escasea el contexto, la inmediatez y las imágenes espectaculares están sustituyendo al análisis, en ocasiones posiblemente a costa de poder dar una visión más completa de los acontecimientos.

Durante semanas protagonistas del discurso oficial, los tanques Leopard se convirtieron el pasado enero en uno de los centros del argumentario ucraniano sobre su victoria segura. Ucrania se presentaba abiertamente ya como el ejército proxy de la OTAN en una guerra común contra el autoritarismo o el mal que simboliza Rusia. La euforia por la obtención de tan preciado material ha hecho inevitable que los leopardos se conviertan en una de las presas más preciadas desde el momento en el que esta semana se ha confirmado finalmente su primer uso en el frente. No se trata únicamente de su destrucción como vehículo al frente de columnas blindadas, sino de mostrar sus evidencias, no solo para probar la falta de avances ucranianos, sino también para negar la imbatibilidad del equipamiento militar occidental, principal argumento de la narrativa ucraniana.

El jueves, tras varios intentos fallidos de mostrar la destrucción de tanques Leopard -algunos de los cuales resultaron ser otros modelos de tanques occidentales o incluso cosechadoras abandonadas en los campos de la línea del frente de Zaporozhie-, varias fotografías y vídeos mostraron lo que claramente podía identificarse como los primeros leopardos caídos en la contraofensiva ucraniana. El viernes, el propagandista antirruso Julian Röepke, periodista del diario Bild, se lamentaba de los cuatro Leopards derrotados que habían podido verse en tan solo un día. A finales de abril, medios como Forbes informaban de que Ucrania había recibido la promesa de entrega de otros 14 tanques Leopard, que se unirían a los 71 que el país ya había recibido. La pérdida temporal o definitiva de cuatro tanques en un solo día refleja la dificultad de esta guerra y también la dependencia ucraniana del material occidental.

Las imágenes publicadas por los bandos en conflicto, siempre interesadas y en busca de crear una imagen de victoria propia y grandes bajas enemigas, son, aun así, un elemento importante para el análisis de los acontecimientos. A riesgo de generalizar a partir de ejemplos concretos que quizá no representen completamente la táctica ucraniana, las columnas ucranianas destruidas han mostrado unos grupos blindados compuestos por escasos Leopards, toda una serie de diversos vehículos blindados occidentales y tanques de origen ruso o soviético que los socios occidentales de Ucrania han donado a Kiev a cambio de que sean repuestos por más moderno e ideológicamente correcto material de la OTAN. A lo largo de los últimos meses, se ha hablado del reto logístico que iba a suponer para Ucrania integrar en su doctrina todo ese material con diferentes necesidades de mantenimiento. Recientemente, un artículo publicado por Foreign Policy presentaba como activo la ausencia actual de una industria militar ucraniana, argumentando que la dependencia rusa de su industria militar supone un lastre del que Kiev no tiene que preocuparse. Sin industria militar propia, Ucrania depende de sus socios para disponer del material necesario para atacar a las tropas rusas y continuar la guerra. Desde las posiciones proucranianas más optimistas se ha argumentado que Ucrania dispone ya de todo el armamento que necesita para hacer la guerra, por lo que caerá en un futuro a corto plazo la importancia del flujo de asistencia militar. Se trata de una afirmación cuestionable de por sí,refutada por los últimos anuncios de nuevos paquetes de asistencia, pero que, ante todo, ignora la dependencia ucraniana de sus aliados occidentales, fundamentalmente de Polonia, para realizar el mantenimiento de todo ese diverso material que ahora trata de integrar en las brigadas específicamente creadas para la actual ofensiva. Las imágenes que han podido verse esta semana muestran la vigilancia aérea a la que estas columnas blindadas están sometidas en el frente.

Los escasos avances que Ucrania haya podido lograr en Zaporozhie en esta primera fase de ataque en el frente central de los territorios del sur se han conseguido a base de ataques continuados tras la derrota de columnas blindadas. El argumento ucraniano estos días pasa por asegurar que una destrucción similar en caso de equipamiento ruso supondría la muerte de todo el personal, mientras que el equipamiento occidental permitiría la supervivencia de las tropas. Sin embargo, ese razonamiento no explica la destrucción en sí ni cómo Ucrania va a ser capaz de recuperar esos vehículos para posteriormente ser reparados, si es que Kiev dispone de la forma de repararlos. Hay ya imágenes de tropas ucranianas siendo atacadas por la artillería rusa en su intento de recuperar el material perdido en el frente.

Las pruebas gráficas de esas columnas blindadas abandonadas en el frente y las imágenes del seguimiento y vigilancia de los movimientos de tanques y blindados para su posterior destrucción muestran también un cambio cualitativo en la actuación rusa. Con ocho años de ventaja curtiéndose en las trincheras de Donbass, Ucrania comprendió mucho antes que la Federación Rusa la importancia de los drones en la guerra moderna. Los reportajes rusos del frente en las semanas anteriores al inicio de la reactivación de las hostilidades a gran escala mostraban ya un creciente uso de drones de vigilancia en las tareas de sabotaje y reconocimiento, pero también en la búsqueda de una precisión quirúrgica de la artillería. Rusia, aparentemente con la ayuda de material de diseño iraní, ha utilizado también drones como parte integral de sus ataques con misiles con el objetivo de saturar las defensas ucranianas y obligar a Kiev a un uso intensivo de su escasa munición antiaérea. Y los drones Lantset se están convirtiendo en un arma esencial a la hora de atacar vehículos blindados, algo que se había ensayado ya en meses anteriores, pero está alcanzando un gran protagonismo estos días en los que ha comenzado el intento ucraniano de avanzar sobre campos abiertos en los que sus avances son anticipados por las tropas al otro lado del frente. Finalmente, los drones son también la fuente definitiva para mostrar las pruebas de la destrucción de armamento y personal enemigo, un elemento esencial para mantener la calma en el frente y en la retaguardia.

Estos días en los que Ucrania ha pedido a su población “silencio” para desarrollar su ofensiva, la estrategia rusa pasa por una actitud opuesta. Aún es reciente el enfrentamiento abierto entre la cabeza visible de Wagner, Evgenny Prigozhin, y el Ministerio de Defensa y el Estado Mayor. En un momento de incertidumbre política dentro del ámbito militar, las autoridades rusas tratan de mostrar de forma gráfica su capacidad y eficiencia militar. Todas las partes son conscientes de que las próximas semanas y meses van a marcar el desarrollo de la guerra. Ucrania aspira a infligir a Rusia una derrota militar definitiva, mientras que Rusia comprende que evitar un avance sustancial ucraniano sería una victoria que dejaría a Kiev y sus socios en una posición de debilidad ante una posible negociación. También al otro lado del Atlántico, donde se teme que un fracaso a la hora de cumplir las expectativas supondría una ralentización de los flujos de asistencia militar o incluso apelaciones a la negociación, la contraofensiva ucraniana es vista como un capítulo decisivo. Eso sí, la prioridad en Washington sigue sin ser Ucrania o su población, siempre secundarias. “Oficiales estadounidenses de algo cargo están convencidos de que el futuro apoyo para la guerra en Ucrania y la reputación global de Joe Biden dependen del éxito de la contraofensiva ucraniana”, escribe este fin de semana Político, dejando claro que las prioridades se centran en garantizar la reputación estadounidense. La guerra ha cambiado, pero su esencia sigue siendo la misma.

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