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China, Occidente y la diplomacia de la guerra

Con Volodymyr Zelensky como invitado más mediático y cuyo protagonismo superó, por ejemplo, al de Narendra Modi, no solo presidente de una de las economías emergentes más importantes sino del país más grande del mundo en términos de población, la cumbre del G7 que se celebró en Japón hace una semana trató fundamentalmente dos grandes temas: la guerra en Ucrania y la contención de China, ambas estrechamente relacionadas. Más aún que en años anteriores, la cumbre fue un ejercicio de cierre de filas en un momento de altas tensiones políticas y económicas a nivel mundial y en el que cada uno de los países que aspiran a ser grandes potencias reestructuran sus alianzas y hacen músculo diplomático en busca de nuevos socios. No es casualidad en este sentido que uno de los objetivos de las siete grandes potencias del bloque occidental fuera precisamente atraer a los países del sur global a su postura en relación con la guerra entre Rusia y Ucrania. De ahí la importancia de la presencia de India, una de las grandes economías que ha rechazado abiertamente unirse, por ejemplo, a las sanciones occidentales contra Rusia y que se consolida como uno de los países puente a través de los cuales Rusia continúa exportando sus productos.

Es notable, por ejemplo, el aumento de la compra de crudo ruso, algo que ha preocupado recientemente al jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, que se jactaba de que India adquiere esos productos a menor precio gracias al tope de precios impuesto por las sanciones occidentales, pero condenaba que ese crudo sea posteriormente exportado a países europeos. En realidad, ni siquiera la primera parte del argumento de Borrell se corresponde a los hechos, ya que, como han mostrado expertos en la aplicación de las sanciones, el 96% del crudo ruso vendido en el primer cuarto de 2023 lo ha hecho por encima del tope de 60 dólares marcados por las sanciones unilaterales de los países occidentales. Pero aunque las sanciones económicas de Estados Unidos y sus aliados no han logrado el objetivo de destruir la economía rusa, la ruptura política entre Europa occidental y Rusia es un hecho y el bloque occidental pretende ahondar en un aislamiento internacional de Moscú que nunca ha conseguido. A la voluntad de neutralidad de gran parte de los países asiáticos, latinoamericanos y africanos se suma el papel de grandes países como India y, sobre todo, China, cuyo peso es tal que los medios continúan reflejando con preocupación las posturas sobre el intento de Beijing de mediar entre Rusia y Ucrania.

La iniciativa china, una hoja de ruta de buenas prácticas geopolíticas generales y un intento de iniciar de forma inmediata una negociación entre Kiev y Moscú, ha causado mayor preocupación que cualquier otra de las iniciativas de paz. Aunque todas ellas molestas, es la propuesta china la que sigue siendo uno de las preocupaciones de la agenda política internacional. Esta semana, Victoria Nuland ha confirmado algo evidente: Estados Unidos lleva meses trabajando junto con Ucrania para preparar la futura contraofensiva con la que Kiev espera recuperar el máximo de territorio y derrotar a las fuerzas rusas. En estas condiciones, carece de posibilidades de éxito cualquier iniciativa de negociación, todas ellas bien intencionadas y mucho más responsables que la actitud belicista de las grandes potencias. Aun sin posibilidad de éxito, estas iniciativas reciben la condena del bloque occidental argumentando que se trata de intentos de congelar el conflicto o, sobre todo, por entenderse que favorecen el punto de vista ruso.

Ayer, The Wall Street Journal, publicaba un nuevo artículo sobre la actuación de China, que pese al abierto rechazo occidental a su plan, continúa realizando movimientos para mostrar su postura en la guerra. Como es habitual en este conflicto, el artículo está basado en fuentes anónimas de los diferentes gobiernos implicados, un argumento que ha servido para recibir rápidamente la condena de la Oficina del Presidente de Ucrania. El motivo de la protesta de Ucrania no es el uso de fuentes anónimas para revelar que China continúa buscando una negociación que dé lugar a un alto el fuego, sino el cuestionamiento de la posibilidad de que las tropas de Kiev vayan a ser capaces de restablecer la integridad territorial del país según sus fronteras de 1991. “Cualquier escenario de compromiso que NO implique la liberación de todos los territorios de Ucrania que fuentes anónimas al que se refieren periódicamente las élites europeas y americanas es equivalente a admitir la derrota de la democracia, la victoria de Rusia, la preservación del régimen de Putin y, como consecuencia de ello, el fuerte aumento de los conflictos en la política global”, escribió Mijailo Podolyak, rápido siempre en sus respuestas, que habitualmente incluyen la exigencia de derrocamiento del Gobierno ruso. Como es habitual, el argumento termina con un reproche a quienes osan mostrar una versión menos amable al discurso de victoria ucraniana. “¿Por qué siguen jugando según el escenario mediático ruso de congelar el conflicto algunos actores públicos individuales?”, se preguntaba el asesor de la Oficina del Presidente, para quien la democracia no parece incluir la capacidad de disentir mínimamente de la narrativa oficial.

Al margen de la preocupación que siempre causa en Ucrania cualquier mención de la prensa occidental a la posibilidad de negociación o sugerencia de que la victoria completa es improbable, el motivo real de la obsesión occidental con el plan chino es simplemente que se desmarca de su camino. A pesar de la creciente presión que el bloque occidental ejerce contra Beijing, la postura china no ha cambiado desde que comenzara la guerra y, sin condenar, como exigen Washington París o Berlín, la actuación rusa, China busca únicamente el final del conflicto. Al igual que otras iniciativas de paz a excepción de la de Ucrania, que como correctamente definió Lula da Silva simplemente exige la rendición unilateral de Rusia, la propuesta china busca paralizar la maquinaria de guerra para trasladar el conflicto a una fase diplomática, un escenario inaceptable para los aliados de Kiev, que han demostrado estar dispuestos a enfrentarse una guerra larga. La postura china, que esta semana se ha traducido en el encuentro entre el presidente Xi y el primer ministro Mishustin, reunión en la que China reafirmó su interés por profundizar en su alianza con Rusia, es incómoda para Occidente porque muestra la incapacidad del bloque a la hora de imponer políticamente su postura.

En ese contexto, posiblemente aceptado ya que no será posible obligar a China a que sea Beijing quien fuerce a Rusia a capitular unilateralmente en la guerra, el interés de Occidente pasa por presentar la postura china como un intento chino yruso de romper el bloque occidental. En un momento de reconfiguración de alianzas y bloques, Washington, Londres o Bruselas buscan también deslegitimar y desacreditar la postura de Beijing en el tablero internacional. Es ahí donde ahonda el artículo publicado por The Wall Street Journal, que sin precisar el nombre de sus fuentes, afirma que el enviado chino encargado de negociar con Rusia y Ucrania busca garantizar los intereses rusos en el conflicto.

“El emisario chino enviado para imponer el plan de paz de Beijing para Ucrania llevaba un claro mensaje: según oficiales occidentales conocedoras de las conversaciones en capitales del contiente, los aliados de Estados Unidos en Europa deben reclamar su autonomía y llamar a un alto el fuego inmediato, dejando a Rusia en posesión de las partes que ocupa del territorio de su más pequeño vecino”, escribió ayer el medio. El objetivo de la filtración interesada es claro: equiparar la postura de China a la de Rusia y deslegitimar cualquier intento de trasladar el conflicto a una fase diplomática. Es curioso que ese párrafo inicial con el que The Wall Street Journal abre un artículo que, en realidad, no ofrece novedad alguna en la postura de Beijing, añada la idea de que Rusia mantendría el control sobre territorios ucranianos, posiblemente un intento de presentar esa idea como una de las bases del plan chino. En realidad, ese control sería únicamente consecuencia del alto el fuego, que consolidaría la línea del frente como línea de separación ante una negociación y no parte del plan de Beijing, cuyo primer punto es garantizar la integridad territorial de todos los países.

La postura occidental, que los diferentes países continúan repitiendo insistentemente, es que Beijing busca dos objetivos: evitar una derrota rusa en la guerra y romper la unidad del bloque occidental. Para los cínicos oficiales de Washington, Berlín, París o Londres no existe la posibilidad de que China busque restablecer la paz para impedir el creciente cierre de bloques, que dificulta notablemente uno de sus principales activos: el comercio. “Probablemente estén testando la unidad de Occidente e intentando mostrar iniciativa”, afirma una de las fuentes diplomáticas citadas por The Wall Street Journal, que añade que se dejó claro a Li Hui que “es imposible separar a Europa de América”. Con la subordinación de los países de la Unión Europea a Estados Unidos como única política, los países occidentales continúan instalados en la idea de que únicamente su plan -la guerra hasta el final- es aceptable y que solo sus capitales son capaces de mediar para la resolución del conflicto. Y quienes no fueron capaces de exigir a su aliado de Kiev que cumpliera con el acuerdo de paz que había firmado y decía defender insisten nuevamente en que “aunque es demasiado pronto para rechazar los esfuerzos de Beijing”, es preciso cuestionar “la habilidad de China de actuar como mediador honesto en cualquier negociación teniendo en cuenta su cercano alineamiento con Moscú”. Solo quienes desde 2014 defienden la imposición de la paz de Kiev como única salida al conflicto están cualificados para mediar en un conflicto en el que la negociación no es necesaria.

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