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Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, Rusia, Ucrania

El frente en Ugledar

Artículo Original: Dmitry Steshin / Komsomolskaya Pravda

El “verde” que ha aparecido en las últimas semanas se ha convertido en una verdadera salvación para la artillería y el reconocimiento aéreo y pude ver claramente cómo estos dos sectores, el viejo y el nuevo, honrados por los dioses de la guerra, finalmente encontraban un lenguaje común y comenzaban a trabajar juntos. Según me contaron, la semana pasada “nuestra artillería trabajó tan intensamente sobre Ugledar que los soldados no recuerdan un fuego tan denso”. Seguimos una actividad inusual de las Fuerzas Armadas de Ucrania. El oponente maniobra constantemente a lo largo del frente, dispone de suficientes carreteras asfaltadas. Los campos ya se han secado, así que se puede circular por cualquier parte. Expertos y analistas tienen razón cuando hablan de la “dirección Ugledar” como interesante para la contraofensiva banderista que aún está por comenzar. Puede haber muchos objetivos como, por ejemplo, la bonita autopista Donetsk-Mariupol, que acaba de ser reparada. Desde la línea del frente, está a un palmo.

Las Fuerzas Armadas de Ucrania pueden intentar, si no capturar Volnovaja, al menos sí aliviar la presión sobre sus últimas fuerzas defendiendo Marinka cerca de Donetsk. Hay muchas opciones. Sin embargo, como observan los oficiales de la formación táctica de combate operacional Cascade, “si hay un ataque en la zona de Ugledar, es improbable que esté planeado como el principal. Aunque, por otra parte, un golpe auxiliar puede fácilmente convertirse en el principal, son todo probabilidades que hay que calcular”. Es difícil calcular los planes del oponente, pero se intenta detectarlos tan pronto como sea posible para así poder obstaculizarlos o bloquearlos.

La artillería rusa lleva mucho tiempo sin permanecer estática, sino que se mueve a lo largo del frente. Avanzamos al frente con el reconocimiento aéreo de Cascade y en algún lugar lejano, más allá del bosque, empiezan a arrancar los motores de los camiones que cargan con la artillería. Se mueven al mismo tiempo. Escondemos el coche en una especie de cobertizo y asumo que la artillería también habrá encontrado un lugar apartado. Corremos al extremo del campo e inmediatamente entramos en el cómodo bosque. Los chicos del reconocimiento aéreo, mirando el reloj, encienden la radio y sacan el cuadricóptero. Una mano con un cuadricóptero sale de los arbustos, el segundo operador dice tranquilamente “estoy despegando” y el vehículo asciende al cielo como una vela. Brevemente, dice a la radio: “Una boa constrictor. Estamos trabajando”.

Por encima del hombro del operador, me fijo en la pantalla. Se observan los flashes debajo del aparato, que el operador cuenta moviendo los labios. Finalmente, el aparato queda colgado a unos 300 metros del aterrizaje. Para el ojo humano es difícil comprender que esto es una zona fortificada, pero el aparato gira la cámara de izquierda a derecha y entonces puede verse, a contraluz, un punto rojo que destaca en el paisaje: han cavado por la noche y no han tenido tiempo de cubrirlo. Después es claramente visible la basura con restos de las bolsas verdes de las raciones de comida. Cuando cae el sol, se hacen aún más visibles. Nuestras raciones se camuflan mucho mejor en el terreno.  La radio da una serie de órdenes que son completamente incomprensibles para mí. Pero justo entonces, ruge un cañón en la distancia y un punto blanco aparece en la pantalla. El viento levanta el humo hacia el campo. Ha sido un vuelo corto, pero el explorador está contento: “Una boa constrictor. Excelente. 10-Oeste”. Se escucha otra explosión en el bosque. “Boa constrictor. Bien. Vamos allí”. Los chicos solo intervienen ocasionalmente, siempre para corregir el fuego. “Boa constrictor. 10-norte. Y más. Vamos”. Les interrumpe una de las aeronaves rusas, que se escucha en la distancia. Uno de los operadores se da la vuelta y dice: “Molinillos. Cuando vuelan, lo ciegan todo a nuestro alrededor. Fácilmente se puede perder un dron”.

Dos helicópteros K-52 vuelvan sobre el extremo del campo seguidos de un Mi-8 justo detrás. Volé en uno de ellos en un ataque terrestre en la región de Járkov. Este helicóptero es quirúrgico y, como parte de un grupo de apoyo, su labor es evacuar al personal si otro ha sido derribado. No puedo resistirme y pregunto: “Chicos, habéis atacado su área fortificada, ¿qué hacen como respuesta?” Uno de ellos sonríe bajo la balaclava. “Nosotros disparamos de 152 milímetros y ellos de 60”.

Intento demostrar mi conocimiento de las particularidades de la zona de Ugledar: “¿Proyectiles polacos?”

“Sí, pueden llevar el mortero encima colocado en el cinturón, está hecho así”.

“Lo peor de todo es que tienen esos proyectiles, simplemente los rellenan. Pueden, por ejemplo, disparar cien a una plaza a la vez. Así que compensan la poca potencia con cantidad, como si fuera una ametralladora. En general, los polacos son buenos patrocinadores. El otro día, se encontró una acumulación en un asentamiento urbano, nuestros colegas volaron, dispararon un proyectil sobre ellos y ya está”.

Pregunto a un segundo explorador, Boston: “¿Cómo se siente el oponente ahora?”

“Ahora mismo tiene poco equipamiento, pero intenta entrar en grupos pequeños. Si nuestros drones los notan, ya está, fin de la ofensiva. Ahora las batallas son diferentes, luchan los drones y la artillería. Así que el enemigo está intentando cogernos por sorpresa. Maniobra todo el tiempo, pero no diría que haya aumentado la actividad aquí. Todo va por oleadas, viene y va”.

Los exploradores nos devuelven al pueblo donde dejamos el coche escondido. En la primera retaguardia, es imposible encontrar nada. Los soldados dicen: “A veces es hora punta, con nuestros drones y los ajenos. A veces parece imposible que no se choquen”. Como confirmación de estas palabras, escucho un gran rugido en el cielo, algo que vuela muy despacio y que obviamente no es nuestro, ¿qué estará haciendo ahí? Al final del vuelo, escuchamos un gran golpe contra el suelo, pero no hay humo. Un poco después, me explican que ha sido nuestra guerra electrónica, que ha interceptado uno de los drones ucranianos llenos de explosivos y lo ha derribado al suelo lejos del pueblo. No voy a mirar, los zapadores aún están trabajando ahí.

Los chicos me muestran trofeos y curiosidades. El primero en jactarse es un oficial de combate, que llegó al cuartel general tras ser herido por algo que me muestran: una ametralladora estadounidense. Fue capturada en una de las zonas fortificadas cerca de Ugledar, perfectamente entera y con instrucciones en castellano.

“Nuestra Utes es mejor, pero no puedes llevar tantos cartuchos, no hay por ninguna parte. Aún quedan un par de cajas, pero es para dos minutos de combate. Puede que la puedas llevar a algún museo”. Se lo prometo, así que Ruyan finalmente me enseña la ametralladora. Lleva la inscripción “Jojloma” y se produjo a finales de los 80. Puede que la usara algún soldado de las fuerzas especiales de la segunda guerra de Chechenia. Ruyan se enamoró inmediatamente de la ametralladora y, con ayuda del destruido regimiento Azov, la decoró y la mejoró. Incluso le colocó una nueva mirilla de su bolsillo.

Un soldado con nombre de guerra Kulinar, un recluta siberiano, se acerca a nosotros. El cocinero aparenta haber salido de debajo del fuego de carbón, como en las páginas de las viejas crónicas rusas. En las manos lleva un rifle y la caza. Conociendo que se han usado desde 2014 en Donbass, no me sorprende. A veces, los animales incluso interfieren en el cruce de vehículos. En general, una sopa de caza en el frente no es algo exótico de un restaurante. Le pido al cocinero lo normal: sin piel, sin plumas, pero me dice algo inesperado: “Cazo pájaros de plástico, drones. Con la Troika, se puede cubrir 60 metros. Yo mismo he traído el arma recientemente”.

“¿Has podido alcanzar algo?”

“Todavía no, pero tengo buen ojo. Y llevo cazando desde niño”.

El cocinero explica que la caza es peligrosa. Si el operador nota que su dron está siendo seguido, puede dejar caer la munición sobre el propio cazador. Pero Kulinar no caza solo, sus camaradas están, como él dice, armados con “armas electrónicas”. Recuerdo las palabras de Boston: “Volamos con confianza y ellos intentan derribarnos con confianza. Pero tenemos manos expertas y cabezas de oro, así que ellos casi nunca tienen éxito. Y también tenemos un cazador siberiano. Ese tipo de personas es lo que el enemigo no puede tener, no se las puede entregar ni Europa ni Estados Unidos”.

Al volver de Ugledar, inmediatamente publico un mensaje en las redes sociales: la ametralladora capturada Browning busca buenas manos. Pero que sea un museo. Por la mañana, encuentro dos mensajes: de los museos de Historia de Donetsk y de Lugansk. La ametralladora tiene quien la quiera. Que sean quienes la rescataron ensangrentada los que lo decidan.

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