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Diplomacia y propaganda

El martes, según recogieron los medios internacionales, el presidente de Sudáfrica Cyril Ramaphosa confirmó que Rusia y Ucrania han aceptado reunirse con una misión internacional compuesta por la propia Sudáfrica, Zambia, Senegal, República del Congo, Uganda y Egipto cuya intención es mediar entre los dos países en busca a una salida diplomática al conflicto. La neutralidad que estos países han mostrado, superando los intentos occidentales de obligar a cada Estado a posicionarse contra Rusia, coloca al sur global en una posición propicia para una labor desagradecida que posiblemente no vaya a ayudar tampoco a mejorar sus relaciones con Estados Unidos o la Unión Europea. Sin embargo, comprendiendo quizá el deber de cumplir con esa función que deberían haber iniciado ya países más potentes en términos políticos y diplomáticos, varios dirigentes africanos han iniciado una labor de tanteo que se suma a otras iniciativas ya conocidas: el plan de paz chino, el intento de mediación encabezado por Lula da Silva o la misteriosa misión del Vaticano de la que únicamente se conoce su existencia. La lógica de la iniciativa africana es clara y según el presidente sudafricano, las discusiones “son esfuerzos para encontrar una resolución pacífica al devastador conflicto en Ucrania, su costo en vidas humanas y el impacto en el continente africano”. Sin embargo, pese a las buenas intenciones, ninguna de esas iniciativas tiene grandes posibilidades de lograr algo positivo.

La situación actual en el frente es la suma del aumento de actividad alrededor de Artyomovsk, pero también en la retaguardia, donde los ataques con misiles a ambos lados han aumentado notablemente. Parece ya confirmado que Ucrania ha comenzado a utilizar sus misiles británicos contra localidades como Lugansk. Alejada del frente, la ciudad tiene sentido como objetivo militar actualmente en la medida en que se ha convertido en una de las bases logísticas del ejército ruso ante la peligrosidad de Donetsk. Los bombardeos de la capital de la RPL, que durante meses había evitado los ataques ucranianos, presagian la reactivación de los frentes aún adormecidos. Al otro lado de la línea de separación, el aumento del uso de misiles contra Kiev, posiblemente con el objetivo de destruir la defensa antiaérea ucraniana recién recibida de Estados Unidos, deja claro que Rusia es consciente de que la ofensiva ucraniana puede producirse a corto plazo. En este contexto, no parece haber lugar para ninguna negociación de paz.

Instalado en su discurso de victoria segura, el equipo de Zelensky continúa insistiendo en que no puede haber negociación posible sin el prerrequisito de la retirada de las tropas rusas de todo el territorio ucraniano según sus fronteras de 1991. Zelensky, que tuvo buenas palabras para el plan de paz chino, ha utilizado esa iniciativa únicamente para lograr una comunicación con Xi Jinping que llevaba meses exigiendo. El plan de paz ucraniano, que simplemente exige la capitulación unilateral de Rusia, es difícilmente compatible con la propuesta china de evitar la política de bloques. Desde hace meses, la diplomacia de Ucrania y de sus socios más fieles busca abiertamente recibir de la OTAN un plan de entrada en la Alianza en la próxima cumbre que se celebrará en julio. Como otros países del este de Europa, Kiev busca también la ruptura completa de las relaciones políticas y comerciales de la Unión Europea con Rusia, dos propuestas absolutamente contrarias al planteamiento chino de apertura, no de cierre de bloques.

Como ha mostrado en su reciente viaje por Europa, en el que visitó Italia, Alemania, Francia y el Reino Unido, los objetivos de Ucrania son claros y pasan por lograr un éxito militar. Pese a los miles de millones que Kiev ha recibido ya en forma de armas, el insaciable proxy ucraniano sigue exigiendo más. Poco acostumbrado a la negativa de sus socios, Zelensky no ha logrado en esta ocasión su objetivo y aunque varios países han aceptado instruir a los pilotos ucranianos en el manejo de cazas occidentales, los países de la OTAN continúan siendo reacios a enviar los F-16 que tanto ansía Kiev. Tanto es así que el martes, Dmitro Kuleba, ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, recuperaba una idea antigua para presentar al país y a la guerra como oportunidad para sus socios y una vez más insistía en la ventaja que supondría para la OTAN poder probar sus cazas en situación de combate contra las armas rusas.

Asumido y enaltecido el papel de ejército proxy de Occidente en la guerra común con Rusia, Ucrania se ofrece también como laboratorio de guerra, una actitud incompatible con los diferentes intentos de mediación que se han planteado hasta la fecha. Las conversaciones de paz se convirtieron en inviables hace más de un año, cuando incluso con su capital amenazada por las tropas rusas, Kiev rechazó un acuerdo en el que se le ofrecían garantías de seguridad a cambio de la neutralidad y la aceptación de la pérdida de Donbass y Crimea. La negativa de Ucrania y sus socios -fuera quien fuera quien tuviera la última palabra, Kiev, Washington y Londres coincidían entonces, y siguen coincidiendo ahora, en la estrategia y los objetivos- abocaba el conflicto a la guerra prácticamente total que se observa actualmente.

Esa situación no es incompatible con algunas declaraciones aparentemente favorables a la paz o las promesas de prosperidad futura. No es una sorpresa que Zelensky se mostrara dispuesto a dialogar sobre el plan de paz chino, como no lo es su voluntad de recibir a jefes de Estado de países africanos. El objetivo es el mismo: utilizar cada visita diplomática internacional a Kiev como muestra de apoyo mundial a Ucrania. Kiev, que en los años del proceso de Minsk dejó patente que el único plan de paz que está dispuesta a implementar es aquel en el que dicte los términos y condiciones, tampoco está preocupada por la coherencia entre la situación en el frente y la capacidad de imponer su ley. Así ocurrió durante el proceso de paz de la guerra en Donbass, cuando Ucrania exigía la rendición unilateral de las Repúblicas Populares, a las que no había logrado derrotar militarmente, y continúa ocurriendo ahora.

La contradicción entre la situación sobre el terreno y el discurso propagandístico, que es publicado como información objetiva por la prensa occidental en bloque, se evidencia a diario. Los últimos días han producido ejemplos claros. Aunque es difícil conocer realmente la situación en Artyomovsk, donde tanto Rusia como Ucrania anuncian avances (que al tratarse de diferentes puntos ni siquiera son necesariamente incompatibles), Kiev se jacta de grandes progresos que incluso la inteligencia militar británica, posiblemente su aliado más favorable, matiza y limita a “estabilización de los flancos” y “mejora táctica” de las posiciones.

Por otra parte, medios como The Guardian publicaron dando credibilidad a las alegaciones de Ucrania de haber interceptado todos los misiles Kinzhal utilizados por Rusia en Kiev la noche del lunes al martes. Ucrania afirma haber derribado el 100% de los misiles convencionales más modernos utilizados en esta guerra por la Federación Rusa con sus recién recibidos Patriots estadounidenses. Sin embargo, incluso CNN admite que uno de esos Patriots resultó dañado, aunque no destruido, por uno de esos misiles. Pese a la narrativa de éxito prácticamente completo, Ucrania ordenó el martes el apagado de las cámaras de vigilancia de la ciudad, supuestamente para no dar información a Rusia. Curiosamente, fueron las imágenes de una de esas cámaras las que mostraron una treintena de disparos de Patriot contra tres misiles rusos, dos de los cuales no fueron derribados, y también la explosión que posiblemente dañara al sistema de defensa aérea.

Más allá del aspecto militar, también el discurso político ucraniano avanza al margen de la realidad. Insistiendo en que Kiev no solo no va a renunciar a Crimea sino que es el objetivo real de continuar la guerra, el presidente Volodymyr Zelensky ha vuelto a afirmar que es la vuelta de Ucrania es imprescindible. Ignorando el lamentable estado de las infraestructuras en Crimea en 2014 y, por supuesto, todo aquello que Rusia ha podido construir en estos años (como el aeropuerto de Simferopol), el presidente ucraniano afirmó que “tendremos que trabajar muy duro para recuperar todo lo que los rusos han destruido allí. La reconstrucción es imposible sin Ucrania”.

El discurso parece más importante que los hechos y la guerra es ahora mismo la única prioridad. Con un espacio tan limitado para la diplomacia, cada iniciativa de paz o mediación en busca de una resolución diplomática al conflicto corre el riesgo de ser utilizada para la propaganda y ser después completamente ignorada.

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