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Entre la realidad y la propaganda

Con su capacidad de destrucción y habilidad para polarizar opiniones y generar climas de opinión que no necesariamente se corresponden con la situación sobre el terreno, la guerra pone de manifiesto todo tipo de contradicciones entre la realidad y la ficción, la información y la propaganda y la política y el interés. El momento actual, en el que se anticipa una ofensiva ucraniana que debería contrastar con la cierta parálisis que se ha instalado en los últimos meses, se presta a todas ellas. En las últimas horas se han producido ejemplos de cada una de ellas, comenzando con las declaraciones del presidente ucraniano, que aparentemente se lamentaba de no poder iniciar la esperada ofensiva en el frente sur a causa de la falta de armamento mientras las tropas ucranianas comenzaban a presionar en todo un arco del frente de Donbass y se jactaban de importantes avances.

Antes incluso de que se produjeran esos avances, que por el momento ascienden, según las propias tropas ucranianas, a dos kilómetros en los alrededores de Bajmut, el siempre optimista Mijailo Podoliak se dirigía a las tropas de Wagner para advertirles de que están atrapadas. Aunque la presión en los flancos es evidente y ha sido admitida por las fuentes rusas, Wagner continúa controlando gran parte de la ciudad y al contrario que las tropas ucranianas, que disponen de una única carretera para el suministro, la retaguardia rusa está completamente abierta al paso. Con el frente informativo como prioritario, no es importante para los representantes de la Oficina del Presidente de Ucrania que sus afirmaciones, que son reproducidas sin matices por la prensa occidental en bloque, se correspondan con la realidad.

En esta ocasión, los intereses de Wagner, y especialmente de su dueño, inmerso en una pública disputa con el Ministerio de Defensa, coinciden en cierta forma con la exageración de la situación que está realizando Ucrania. Evgeny Prigozhin, que ayer “invitó” a Sergey Shoigu a visitar “una ciudad tomada al 90%”, siguió ayer la línea del discurso de Kiev y acusó a las tropas regulares rusas de huir de sus posiciones. El dueño de Wagner amplía a 5 los kilómetros en los que se han retirado las tropas rusas ante avances ucranianos. Y una parte de la prensa rusa, especialmente aquella más cercana a posiciones más beligerantes, coincidía el jueves con el anuncio de Maksym Zhorin, líder de facto del regimiento Azov, que anunciaba el inicio de la gran ofensiva ucraniana en Bajmut. Aunque los avances ucranianos existen y se han reactivado ataques también contra otras zonas, como Gorlovka, y Donetsk vuelve a ser bombardeada, por el momento no puede hablarse de gran ofensiva. Ucrania parece estar aprovechándose tanto de la rotación en las unidades rusas como de las dificultades de suministro que se han denunciado en los últimos días.

Las necesidades propagandísticas de las diferentes partes sobre el terreno y el uso partidista de los escasos datos de los que se disponen son el reflejo de la dificultad de seguir la guerra en directo. Actualmente, no es posible conocer a ciencia cierta los límites de control territorial en la zona de Artyomovsk ni tampoco la intensidad del contraataque ucraniano. Por el momento, Kiev informa de un avance significativo, pero que de ninguna forma puede considerarse una ruptura del frente. Las autoridades rusas responden que la situación se encuentra bajo control y dan unas cifras de efectivos y equipamiento ucraniano mucho más limitadas que lo que presupone la aparente desesperación de Prigozhin. La situación real, la tendencia y las posibilidades futuras solo serán perceptibles con el tiempo, algo incompatible con la necesidad actual de informar en tiempo real del desarrollo de unos acontecimientos que ni la prensa ni los think-tanks encargados de publicar constantemente mapas con avances y retrocesos pueden comprobar de forma mínimamente independiente.

Las zonas grises de esta guerra y la dificultad para seguir los acontecimientos no se limita al frente militar y puede extenderse al político. Esta semana, el Vaticano respondía a las preguntas que se han creado a raíz de su iniciativa de diálogo en busca de la paz. Con escasos datos al respecto, se conoce únicamente el diálogo que trata de iniciar una representación del Papa con ambos países. El Vaticano ha enviado a dos cardenales a Rusia y Ucrania en una misión en la que esta semana se ha publicado que “ha habido novedades”, pero que continúan “reservadas”. Todo indica que esas novedades se refieren al viaje del presidente ucraniano a Italia este fin de semana, en el que previsiblemente se reunirá con el Papa Francisco. Se repetiría así aquella imagen de 2014 en la que el Papa se reunió para mostrar su apoyo, y en teoría también el apoyo a la paz, con Arseny Yatseniuk. El mensaje de paz de Francisco contrastaba con el interés del Gobierno ucraniano en acabar con las Repúblicas Populares, entonces aún milicias escasamente armadas y organizadas, por la vía militar.

La situación se repite ahora, cuando aparecen iniciativas de paz que chocan frontalmente con el interés de Ucrania de buscar una resolución en la que no tenga que realizar concesión alguna. El discurso oficial ucraniano, centrado en el enaltecimiento de la guerra, la victoria segura y la confianza en las armas occidentales y los valores europeos y la civilización para acabar con las armas y tácticas soviéticas y la bárbara Rusia es incompatible con cualquier proposición de paz. Ucrania, que ya ha comenzado a incluir en su narrativa oficial que precisará de apoyo militar constante para futuras ofensivas más allá de la que prepara actualmente, lo ha dejado claro con sus actos a lo largo de los últimos años. El mismo motivo por el que los acuerdos de Minsk fueron inviables para Ucrania se repite ahora mismo, descartando cualquier posibilidad de paz dialogada si no se produce bajo presión de los socios occidentales de Kiev. La negativa de Ucrania a implementar los acuerdos de Minsk se debe a dos aspectos. Por una parte, las concesiones de cierta autonomía cultural y económica a una región hacía inviable el Estado nacionalista centralizado en el que Kiev pudiera imponer su dictado en todo el país. Por otra parte, Minsk no trataba la cuestión de Crimea y Kiev precisaba de la presión de la guerra para mantener el interés de sus socios y la presión contra Rusia. A una mucho mayor escala, la situación se repite ahora. Crimea, sin duda mejor defendida que el resto de territorios anexionados de Ucrania, es el objetivo real de Kiev, como los propios representantes ucranianos han dejado perfectamente claro. Aunque el interés de algunos líderes europeos parece ser el de utilizar la presión sobre Crimea para negociar en posición de fuerza la retirada rusa del resto de territorios de Ucrania, el discurso ucraniano ha buscado dejar claro que todo aquello que no suponga el retorno a las fronteras de 1991 es inaceptable. Ayer, el líder de la diplomacia ucraniana, Dmitro Kuleba, lo hacía de forma explícita afirmando que Ucrania no tendrá en cuenta ninguna iniciativa de paz que suponga concesiones territoriales o congelar el conflicto. “Si desean expresar su fórmula o iniciativa, estamos listos para discutirla si respeta dos principios: primero, no debe incluir concesiones del territorio de Ucrania a Rusia. En segundo lugar, no debe conducir a un conflicto congelado en lugar de a la paz”, afirmó. Se descarta así una posible negociación que suponga la pérdida de territorios como Crimea, que abandonó Ucrania hace nueve años sin mirar atrás, pero también un alto el fuego siquiera temporal. La única solución de Ucrania a esta guerra es la misma que ha mantenido desde 2014: la victoria militar o la rendición unilateral de Rusia. En un poco habitual alarde de sinceridad, ayer Europa Press titulaba “Ucrania solo tomará en cuenta las propuestas de paz que se plieguen al plan de Kiev”. Como desde 2014, Ucrania solo aceptará implementar propuestas que se plieguen completamente a los deseos de Kiev.

Es probable que las palabras de Kuleba estén dirigidas a China, cuyo representante acudirá la semana que viene a Kiev para tratar la cuestión de la paz y, sobre todo, a Lula da Silva, principal cabeza visible del movimiento que busca un alto el fuego y una negociación de paz. Como se conoció ayer, el Gobierno de Zelensky ha elegido a Andrij Melnyk, el polémico y beligerante exembajador de Ucrania en Alemania, para el puesto de embajador en Brasil. Ucrania enviaría así al menos diplomático de sus representantes, capaz de insultar abiertamente al presidente del país que le recibe simplemente por no cumplir con sus exigencias. Melnyk, que calificó a Scholz de “salchicha malcriada” por sus reticencias a enviar armas a Ucrania, tendrá ahora la oportunidad de dirigirse a la prensa brasileña contra el presidente que, pese a haber condenado la invasión rusa, no solo se ha negado a enviar munición a Kiev sino que busca una negociación inmediata y que ha culpado de la guerra tanto a Vladimir Putin como a Volodymyr Zelensky. Ucrania afirma que el nombramiento busca “mejorar urgentemente las relaciones” con Brasil. En ocasiones, la guerra no solo difumina los límites entre la información y la propaganda sino entre la realidad y la ficción.

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