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Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, LPR, Rusia, Ucrania

Episodios de la guerra psicológica

Los momentos de aparente tranquilidad antes de la reanudación de lo que se espera que sean nuevamente hostilidades a gran escala es un momento idóneo para todo tipo de especulaciones, acusaciones y preparación del terreno político y diplomático para el desarrollo futuro de la guerra. Sin embargo, el momento de espera y preparación de una ofensiva largamente anunciada es también propicio para todo tipo de guerra psicológica con la que instalar, tanto en la audiencia propia como entre las tropas enemigas, una visión de los hechos que sea favorable a los planes y objetivos militares.

La situación de parálisis aparente del frente estático que espera reactivarse en breve es propicia  para el intento de creación de caos en las filas ajenas. En ese sentido, se puede observar la reactivación de los ataques ucranianos en la retaguardia rusa. A los coches bomba que estallaron la semana pasada en Melitopol o Mariupol hay que sumar el artefacto explosivo colocado en una estatuilla, que costó la vida al bloguero militar y exmiliciano de la RPD Vladlen Tatarsky, un asesinato que causó más de una docena de heridos en un acto en un café de San Petersburgo y del que Ucrania se ha jactado sin llegar a reivindicar. El objetivo de todos estos ataques es evidente: minar la confianza del bando contrario y dejar claro que no está seguro en ningún lugar, ya sea en el territorio cercano al frente o a centenares de kilómetros.

De esta forma debe leerse también el claro aumento de los bombardeos ucranianos en lugares como la ciudad de Donetsk. En su reunión del pasado jueves con el presiente ruso Vladimir Putin, Denis Pushilin destacó la labor del fuego antiaéreo y de contrabatería ruso para limitar a una tercera parte los bombardeos ucranianos de zonas civiles de la República. Sin embargo, ese mismo día, un ataque en una de las zonas residenciales de las afueras de la capital de la RPD causó casi una decena de muertes. Ayer, un nuevo ataque al mercado cubierto, víctima habitual de los bombardeos ucranianos de Donetsk, volvió a causar al menos un muerto, más de una docena de heridos y aún más destrucción. El objetivo de estos bombardeos, como ha sucedido desde que comenzaran los ataques prácticamente diarios contra la ciudad más importante de Donbass la última semana de mayo de 2022, no es otro que amedrentar a la población, consciente ya de que no hay un solo lugar en la ciudad que pueda considerarse completamente seguro. Así será mientras las tropas rusas y republicanas no consigan alejar a las ucranianas de las afueras de la ciudad, a la que aún se aferran en lugares como Marinka o Avdeevka.

Ante todo, el tiempo de espera entre grandes maniobras militares es momento para la guerra de propaganda, con la publicación de información interesada que logre un adecuado estado de la opinión pública propia y también de la ajena. Desde el inicio de 2023, el centro de ese juego ha sido la ciudad de Artyomovsk, principal batalla activa en el frente de Donbass y en la que se acumulan las bajas a ambos lados del frente y la enorme destrucción. A lo largo de estas semanas, los medios occidentales han oscilado entre el argumento de que Bajmut era una ciudad estratégica que Ucrania no podía permitirse el lujo de abandonar, ya que eso dejaría a Rusia un campo abierto para capturar el resto de la RPD (un argumento vacío teniendo en cuenta la densidad urbana de ese campo para nada abierto), y la necesidad de abandonar la batalla, que ya habría cumplido con sus objetivos: diezmar a las fuerzas rusas.

Ni siquiera aquellas fuentes que han informado día a día del desarrollo de los acontecimientos han intentado evitar las contradicciones: la inteligencia británica, evidentemente una fuente interesada en crear un estado de opinión, ha navegado entre alegar que la ofensiva rusa en la ciudad estaba agotada con reconocer avances relevantes. Apenas horas después de alegar que Rusia no lograba éxitos estratégicos, el informe de ayer admitía que las fuerzas rusas “han recuperado cierta inercia” y reconocía ganancias rusas en el centro de la ciudad. Según este informe, “Rusia ha tomado la margen occidental del río Bajmutka”. Las imágenes confirmaban ya ese avance. El miércoles, el corresponsal ruso Semyon Pegov se fotografiaba frente a uno de los edificios más reconocibles del centro de la ciudad, una presencia imposible en caso de control ucraniano.

“La ruta de suministro clave para Ucrania, la 0506 al oeste de la ciudad, está probablemente severamente amenazada”, añadió. Los vídeos de equipamiento pesado ucraniano transitando por caminos embarrados en lugar de por esas vías de suministro cada vez son más frecuentes, lo que dificulta, aunque no impide, el suministro de las tropas aún en el oeste de la ciudad. Hace unos días, el dueño de la empresa militar privada Wagner, cuyos soldados lideran el asalto, colocó la bandera rusa y la de la empresa sobre el ayuntamiento de la ciudad. Aunque alegando haber “legalmente” tomado la ciudad, Evgeny Prigozhin, que se ha mostrado prudente a lo largo de los meses de batalla, reconocía que las tropas ucranianas se aferran a la parte occidental de la ciudad, sin que se haya producido un colapso de las líneas ni se atisbe una retirada. La batalla continúa tanto en sobre el terreno como en los medios.

Con la prensa como uno de los grandes campos de batalla de esta guerra, el jueves por la noche se produjo una gran filtración de datos referentes a la ofensiva ucraniana de primavera, esa que Antony Blinken ha vuelto a anunciar. Según el Secretario de Estado de Estados Unidos, el ataque ucraniano comenzará en las próximas semanas. Lo hará, salvo mayúscula sorpresa, en la dirección que se preveía desde el pasado otoño: en dirección al sur, hacia Melitopol, Mariupol y, sobre todo, Crimea. Los datos publicados,  que según The New York Times suponen “el primer logro de la inteligencia rusa que se hace público desde que comenzó la guerra”, muestran datos de bajas, pérdidas de material y disposición de equipamiento y también información sobre la formación de una docena de nuevas brigadas ucranianas destinadas a la próxima ofensiva. Con una media de entre 4 y 5000 efectivos por brigada, la filtración apunta a un total de 60.000 soldados, una cifra insuficiente para lograr la superioridad numérica requerida para iniciar, con garantías, una operación ofensiva a gran escala como la que Ucrania y sus socios esperan iniciar próximamente y que se ha convertido en la última esperanza de Kiev para lograr una posición de fuerza con la que imponer su voluntad a Moscú. Más de un año después del inicio de la intervención militar rusa, la fatiga de la guerra no ha deshecho la unidad de la coalición antirrusa, pero los principales patrones de Ucrania son conscientes de que las dificultades de financiación y suministro de material y, sobre todo, de munición supondrán una dificultad añadida.

Pese a las constantes alegaciones occidentales de la falta de misiles en el arsenal ruso o exageración de las pérdidas materiales rusas frente a las hábilmente ocultadas pérdidas ucranianas, la Federación Rusa sigue disponiendo de una industria militar de la que Ucrania carece y que será importante a la hora, no solo de reponer el equipamiento perdido sino para reparar el material dañado o que precise de piezas de repuesto. Kiev se jacta ahora de las promesas de entrega de todo tipo de tanques, blindados y artillería occidental, pero la variedad de material que recibirá implica un reto logístico y de mantenimiento que podría suponer todo tipo de problemas. Sin embargo, incluso en ese caso, algunos líderes occidentales comienzan ya a poner el parche antes de la herida. Ayer, el ministro de Defensa de Eslovaquia, uno de los dos países que han comenzado a entregar a Ucrania aviación de combate, afirmaba que Rusia podría haber saboteado los MiG que el país ha prometido a Kiev.

La filtración de datos sobre la próxima ofensiva ucraniana, al igual que el resto de especulaciones que rodean los preparativos, son una parte más de la guerra informativa. Los datos filtrados muestran algunas de las carencias militares ucranianas, lo que podría apuntar tanto a la publicación rusa que tanto preocupa al Pentágono y a The New York Times como a una publicación interesada de parte de Ucrania y sus socios. Al fin y al cabo, las filtraciones muestran enormes pérdidas de material ruso en el transcurso de la guerra. En lo referente a las bajas, The New York Times afirma que “una de las diapositivas habla de que 16.000 a 17.500 soldados rusos han muerto, mientras que Ucrania ha sufrido hasta 71.500 muertes”. Sin embargo, el periodista de The Wall Street Journal Yaroslav Trofimov, citando las imágenes publicadas el jueves por la noche en los canales de Telegram y alegando su modificación, afirma que la filtración invierte esa relación de bajas. Según el periodista, el dato original de bajas rusas ascendía a 43.500, una relación de 2,5:1 que, en cualquier caso, estaría muy lejos de las más de 170.000 muertes rusas que alega Ucrania o las casi 200.000 de muertos y heridos que estima el Pentágono y que, en cualquier caso, son parte de una guerra informativa que se alargará hasta que finalice el conflicto. Solo entonces será posible distinguir realmente la realidad de la ficción y los hechos de la propaganda mediática que sobrevuela cada publicación sobre este conflicto y de la que las actuales especulaciones y filtraciones, sean rusas, ucranianas u occidentales, son solo un episodio más.

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