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En los últimos meses, especialmente desde que Vladimir Putin firmara la orden de comenzar una movilización parcial con la que reducir el desequilibrio de efectivos en la zona de operaciones militares, que en el verano y otoño de 2022 tanto minaron las capacidades de defensa rusas, los servicios de inteligencia y los medios occidentales han visto en cada actuación rusa un ejemplo de escalada y han advertido repetidamente del riesgo de nuevas ofensivas de la Federación Rusa. Ese discurso siempre ha convivido con la idea de que las capacidades ofensivas rusas habían quedado exhaustas, por lo que Rusia habría perdido ya la guerra. La coherencia en el discurso, especialmente el informativo, nunca ha sido una exigencia en esta guerra cuyos inicios quedan tan lejanos y olvidados que ni siquiera es preciso ya reescribir lo ocurrido.

Del escaso interés por la guerra en Donbass durante los siete años de guerra de baja intensidad y sabotaje sistemático ucraniano de toda opción de resolución diplomática se ha pasado ahora a un análisis de la guerra basado fundamentalmente en los datos y valoraciones publicados por la inteligencia británica, el complejo de think-tanks vinculados al sector militar y las filtraciones de oficiales interesadas en los medios de comunicación estadounidenses. A ello, evidentemente, hay que sumar el discurso ucraniano, generalmente aceptado sin necesidad de verificación o de cuestionamiento alguno pese a los muchos ejemplos en los que Ucrania ha intentado manipular la realidad, en ocasiones incluso contra la opinión de sus socios más fieles.

Esa manipulación de la realidad no se limita a instalar como hecho probado la superioridad ucraniana, la idea de unas inmensas bajas rusas en comparación con las ucranianas o la generalización del argumento de “unidad” de Ucrania, sino la proyección de unas perspectivas de futuro que no se ajustan a los hechos. Es ahí donde está resultando más importante la labor de la prensa instalando como real la imagen proyectada por los servicios de inteligencia que apoyan, financian y dirigen la guerra de Ucrania. En los meses anteriores al inicio de la intervención rusa, los servicios de inteligencia occidentales comenzaron a filtrar la idea de que las tropas rusas serían capaces de asediar e incluso capturar Kiev en 72 horas, un objetivo totalmente irreal teniendo en cuenta la magnitud de la capital ucraniana. Sin embargo, ese argumento ha sido y sigue siendo repetidamente utilizado por representantes ucranianos, que se refieren a él dando por hecho que ese era el objetivo ruso. De forma interesada, una idea instalada por la inteligencia de uno de los socios de Ucrania, en este caso el Reino Unido, se convierte en la realidad a la que aspiraba el otro lado, Rusia. Esta construcción de una realidad alternativa no es gratuita ni aleatoria, sino que busca un control del mensaje y del relato en el que Occidente pueda calificar de fracaso cualquier resultado inferior a esas expectativas absolutamente exageradas y a todas luces irreales presentadas de forma interesada.

Algo similar ha ocurrido en los últimos meses, en los que la pausa operativa para preparar las campañas militares de primavera y verano han supuesto una ralentización del escenario militar y un aumento de la especulación sobre movimientos futuros. La facilidad con la que Ucrania rompió el frente en la región de Járkov, la caótica y desorganizada huida rusa y la incapacidad de las reservas de la Federación Rusa de cumplir un papel más allá de cubrir la retirada abrió un periodo en el que los medios occidentales dieron por hecha la derrota rusa. Ucrania rompería también el frente de Lugansk, asestando a Rusia un duro golpe, no solo en sus fronteras, sino precisamente en el lugar que había venido a liberar: Donbass. Las tropas rusas luchaban entonces, no por ganar la guerra, sino para evitar perderla.

La movilización parcial ordenada en septiembre por Vladimir Putin supuso una inyección de optimismo para la parte rusa, que comprendió que, como advirtieron incluso los periodistas rusos sobre el terreno, no habría buenas noticias del frente en mucho tiempo. Sin embargo, las perspectivas de un mayor equilibrio de efectivos en la zona de guerra a causa de la progresiva llegada de esos 300.000 nuevos reclutas suponían también una perspectiva de mejora de la situación en el frente. El anuncio de la movilización coincidió con el inicio de una fase en la que la Federación Rusa comenzó a realizar acciones que, como los ataques a las infraestructuras críticas ucranianas, había tratado de evitar hasta ese momento. Desde posiciones prorrusas, se observaron esos cambios como actos necesarios para lograr los objetivos de la operación militar especial, mientras que desde posturas proucranianas, como una nueva escalada rusa.

Desde entonces, y a medida que los nuevos soldados movilizados han ido incorporándose a las unidades de combate  y el aprendizaje de casi un año de guerra han dado sus frutos y Rusia ha logrado estabilizar un frente que hace seis meses amenazaba con romperse, los medios y servicios de inteligencia occidentales han vuelto a utilizar su táctica de presentar como hechos escenarios poco realistas para alegar fracasos en planes que nunca existieron.

Hace unas semanas, medios como The New York Times, citando fuentes de inteligencia y oficiales de la administración Biden, presentaba mapas con las posibles ofensivas rusas, entre las que destacaban tres escenarios. Pero frente a los tres escenarios de ofensiva ucraniana que presentan ahora los medios rusos, todos ellos posibles, al menos dos de los planteados por las fuentes estadounidenses carecían de todo realismo: un nuevo ataque sobre Kiev y una ofensiva desde el norte de Járkov para bloquear a las tropas ucranianas al este del Dniéper. Solo la más modesta ofensiva de Donbass contaba con un mínimo de realismo. E incluso en ese caso, lo planteado por los medios no se corresponde con la realidad sobre el terreno, donde continúa la misma estrategia utilizada desde el pasado verano de avances lentos y metódicos que difícilmente pueden calificarse de gran ofensiva.

Diferentes medios, repitiendo el mensaje ucraniano, llegaron incluso a hablar del inicio de una gran ofensiva rusa en el frente de Lugansk, una idea irrisoria teniendo en cuenta que Rusia controla gran parte de la región y todas sus ciudades importantes. Rusia podía, como hace actualmente, empujar a las tropas ucranianas en el escaso territorio de la RPL, fundamentalmente los bosques de los alrededores de Svatovo y Kremennaya y tratar de aproximarse a Krasny Liman, pasos importantes en busca de sus objetivos, pero que no iban a suponer el inicio de una ofensiva o una nueva fase de la guerra. Con un territorio densamente urbano y altamente fortificado, los avances en Donbass se han realizado, no por la vía de una gran ofensiva, sino con el uso de agrupaciones más pequeñas en asaltos frontales, como ocurrió en el desastroso intento de capturar Ugledar, o flanqueos, como ahora mismo ocurre en Artyomovsk o Avdeevka.

Pese a que esa ha sido la táctica utilizada por la Federación Rusa desde el pasado verano, la ausencia de una gran ofensiva ha permitido a esos mismos medios que la anunciaron alegar la falta de preparación rusa o a determinar que las tropas se encuentran exhaustas, por lo que esos planes han sido aparcados. La ofensiva rusa en la región de Lugansk está exhausta, afirmaba la semana pasada la inteligencia británica, una idea repetida sin crítica ni explicación alguna, por los medios de comunicación que, sin presentar los mapas de las operaciones, no han sentido la tentación de explicar que esa “ofensiva” no era sino el intento de alejar a las tropas ucranianas de la carretera que une Svatovo y Kremennaya. Desde que se produjera la retirada de Járkov y se comenzara a preparar la defensa de Lugansk, no ha habido un solo movimiento ruso que diera a entender que fuera a iniciarse una ofensiva incluso local más allá de esa defensa. Ni siquiera se ha intentado un avance mínimamente profundo hacia Krasny Liman o Seversk, ambas ya en la región de Donetsk.

Algo similar puede decirse de otras zonas del frente, incluso del de Donbass. No puede calificarse de ofensiva el intento de avance ruso y republicano sobre la localidad de Ugledar, donde Ucrania disfruta de posiciones privilegiadas en un punto bien suministrado y en el que dispone de la ventaja visual de observar al enemigo en cualquier intento de aproximación. Sin posibilidad de flanquear la localidad, las posibilidades de avance sobre este punto tácticamente importante son escasas mientras Ucrania siga manteniendo, como ocurre ahora, presencia en la destruida Marinka y sus alrededores.

Desde que el colapso del frente en Járkov y la pérdida de Jersón obligaran a la Federación Rusa a aceptar que el frente no permanecería estable a la espera de un cambio de posición de Ucrania sobre la posibilidad de negociación política entre las partes, Moscú ha insistido en que la movilización no crearía nuevas unidades, sino que los reclutas se incorporarían a las unidades ya existentes. Los actos, al menos a tenor de la información que se transmite del frente, confirman esa idea, por lo que se puede decir que Rusia ha reforzado la agrupación ya existente. En paralelo, tanto en el frente sur como en el de Lugansk, las dos direcciones en las que el comando ruso espera el ataque ucraniano, las tropas rusas han construido toda una serie de fortificaciones defensivas que ya desde el otoño de 2022 indicaban que Rusia iba a mantener una posición defensiva, no ofensiva. La única excepción en este sentido es la región de Donetsk, donde los lentos y complicados intentos de avanzar sobre las zonas fortificadas ucranianas continúan.

Es posible que los medios y servicios de inteligencia occidentales traten de presentar ahora la ausencia de una ofensiva rusa a gran escala como un cambio o incluso como la aceptación de que la movilización ha fracasado en el intento de devolver a las tropas su capacidad ofensiva. Sin embargo, los indicios de que se preparara tal ofensiva nunca existieron y los escasos movimientos de tropas y equipamiento hacia zonas alejadas del actual frente, donde habrían de esperarse esas ofensivas sorpresa, se han limitado a Bielorrusia, donde todo indica que no se preparan acciones de ataque sino la instrucción de las tropas movilizadas.

La forma de actuar del comando ruso, las palabras de sus dirigentes e incluso de los comandantes sobre el terreno indican que, por el momento, la Federación Rusa se mantiene en una posición defensiva a la espera de la ofensiva ucraniana. Frente a Occidente, que ha apostado por este ataque como forma de lograr la iniciativa en el frente y con ella la capacidad de imponer los términos en la diplomacia, Moscú parece haber optado por prepararse para soportar una guerra larga. De ahí que Vladimir Putin destacara la semana pasada la capacidad de producción de munición de la industria rusa, frente a las dificultades que está sufriendo la industria militar de la Unión Europea a la hora de suministrar a Ucrania las inmensas cantidades de proyectiles que demanda. Rusia parece confiar en ser capaz de soportar el próximo ataque ucraniano y agotar así, no solo a las Fuerzas Armadas de Ucrania, que como afirman medios occidentales como Wall Street Journal comienzan a sufrir dificultades en la movilización de reclutas, sino a quienes suministran a su proxy ucraniano.

Con la ofensiva de primavera como única apuesta de los países occidentales para derrotar militar y políticamente a Rusia, Zelensky ha querido estos días presionar un poco más a sus socios. Consciente del escaparate mediático del que dispone actualmente, el presidente ucraniano afirmó, en una entrevista concedida a un medio japonés, que no habrá ofensiva si Occidente no envía más armas. Después de meses de preparación, instrucción de soldados y constante suministro de armamento, munición y financiación, es ingenuo pensar que esa ofensiva que Estados Unidos espera ver en las próximas semanas vaya a ser pospuesta o cancelada. Las palabras del presidente ucraniano solo buscan conseguir más armas para atacar con más fuerza, pero también dejar abierta la puerta a culpar a sus fieles aliados en caso de que esa victoria que durante meses han dado por segura no sea completa. Las dudas y las reticencias son solo para consumo internacional. A nivel interno, como se comprobó nuevamente ayer con las declaraciones del presidente ucraniano en su visita al frente de Zaporozhie, Volodymyr Zelensky volvió a mostrarse convencido de la victoria. Por el momento, el presidente ucraniano puede ya apuntarse un tanto: aunque nada tuviera que ver con sus palabras del pasado fin de semana y fuera una entrega ya prevista, ayer se confirmó la llegada de los 18 Leopards alemanes y los Challenger británicos.

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