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China y la guerra de Ucrania: rechazo occidental al nuevo plan de paz

En un día plagado de obviedades, Dai Bing, embajador de la República Popular China en Naciones Unidas, pronunció el viernes unas palabras que deberían parecer evidentes: “Volver a llevar a las partes a la mesa de negociación no va a ser fácil, pero es el primer paso hacia una solución política”. Como se había anunciado ya a lo largo de la semana, coincidiendo con el primer aniversario del inicio de la intervención militar rusa en Ucrania, China había publicado horas antes su propuesta de paz para el conflicto ucraniano. Aunque con puntos directamente referidos a la guerra rusoucraniana, la propuesta es también una hoja de ruta de buenas prácticas y búsqueda de la seguridad colectiva y rechazo a la política de bloques que va mucho más allá de la actual guerra en Europa. China no solo tantea el terreno para intentar convertirse en un país mediador para el restablecimiento de la paz, sino que, consciente de que la política de atrincheramiento de bloques mina su aspiración a convertirse en potencia global busca también crear un contexto que elimine esa posibilidad de nueva guerra fría que impera actualmente en las relaciones internacionales y se expresa prácticamente a diario en las declaraciones de los líderes internacionales.

En términos generales, la propuesta china plantea un alto el fuego, apertura de corredores humanitarios y protección a las infraestructuras críticas, especialmente las centrales nucleares, en busca de protección para la población civil y como vía hacia una negociación política entre las partes que fuera favorecida por la comunidad internacional. China recuerda también el peligro de las armas nucleares y explícitamente afirma que no deben ser utilizadas. Mostrando que la hoja de ruta no se refiere únicamente al conflicto rusoucraniano, Beijing apela a “prevenir la proliferación nuclear y evitar las crisis nucleares”. Como punto final, China llama a la eliminación de todas la sanciones no aprobadas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, es decir, toda sanción unilateral impuesta en estos meses por parte de Estados Unidos y sus aliados contra Rusia y Bielorrusia, pero también de la respuesta en forma de contrasanciones impuesta por la Federación Rusa.

Aunque genérico y prácticamente una hoja de ruta en la que cada uno de los doce puntos habría de ser desarrollado específicamente, el documento chino plantea un retorno a la paz y seguridad colectiva que busque evitar la política de bloques, dos amenazas para los planes económicos chinos. Tal y como era de esperar, tanto Estados Unidos como sus aliados europeos no tardaron en rechazar el plan repitiendo todo tipo de lugares comunes y calificando a China como país poco fiable. Todo ello se produce después de una semana en la que tanto los representantes políticos y mediáticos de Estados Unidos y sus aliados europeos han advertido a China contra la posibilidad de suministrar a Rusia armamento para la guerra. Pese a que China ha tratado de mantener las distancias con la guerra y ha otorgado a Moscú cierto apoyo diplomático, en el año transcurrido desde el inicio de la intervención militar rusa no se ha producido asistencia militar china a Rusia, opción que estaría barajándose ahora según las fuentes occidentales. Según The Wall Street Journal, China estaría planteándose la posibilidad de suministrar a Rusia drones y artillería. Ciertas fuentes rusas han querido ver también en la presentación del plan chino un juego en el que Beijing quedaría liberado para actuar en forma de venta de armamento a Moscú tras el previsible rechazo del plan de paz.

La escalada bélica, la política de rearme del continente europeo, la posibilidad de una nueva carrera armamentística y el reforzamiento de la política de bloques que ha acelerado la intervención militar rusa en Ucrania suponen un obstáculo para los planes económicos chinos, que pasan por compaginar sus buenas relaciones con Rusia, fuente de materias primas accesibles y también de conocimiento, con la relación comercial con los países occidentales. En ese juego de equilibrios global, Ucrania no es solo un obstáculo para las relaciones económicas en Eurasia, sino un país con el que China ha comerciado y tratado con normalidad en estos años, incluso a pesar de las leyes anticomunistas o de la intervención estadounidense para impedir que Kiev vendiera finalmente la industria Motor Sich, capaz de producir motores aeroespaciales, para evitar que una empresa estratégica cayera en manos chinas.

Pese a los evidentes intereses de China en recuperar la paz y evitar la política de bloques, o precisamente por ello, países como Estados Unidos no han tardado en rechazar la propuesta. “Decís ser neutrales, decís apoyar los principios de soberanía de los estados y no agresión de la Carta de Naciones Unidas, pues comportaos de esa forma y no contribuyáis a esta lucha”, afirmó Victoria Nuland, una de las personas que más ha hecho a lo largo de los años por destruir los equilibrios este-oeste que mantenían unida y en paz a Ucrania y que, en conjunción con su familia política neocon, ha apoyado la violación de la integridad territorial e incluso la destrucción de países como Yugoslavia o Iraq desde diferentes puestos de la diplomacia estadounidense. Sin embargo, Victoria Nuland no fue la persona más crítica con el plan de paz chino. “No he visto nada en el plan que pudiera indicar que hay algo que fuera a beneficiar a otro que no fuera Rusia”, afirmó el presidente estadounidense Joe Biden, que en una entrevista concedida a ABC, añadió que la oferta china de una salida negociada a la guerra “simplemente no es racional”. Estados Unidos, uno de los grandes beneficiados de esta guerra, no ha tenido prisa por buscar la paz ni desde la intervención rusa ni en los años anteriores, cuando ni siquiera se sumó a la defensa de los acuerdos de Minsk.

Sin entrar realmente en los puntos de la propuesta, los países occidentales han rechazado abiertamente el plan chino y toda capacidad de Beijing para actuar como mediador de buena voluntad. Poco importa que esos mismos países actuaran como mediadores, por ejemplo, del proceso de Minsk, unos acuerdos de los que ahora todas las partes occidentales reniegan añadiendo que supuso un preciado tiempo que Ucrania utilizó hábilmente para rearmarse. Sin embargo, el plan chino no solo se sustenta sobre el principio que tanto Kiev como todos sus socios occidentales dicen defender, el de la integridad territorial, sino que ese es precisamente el primer punto:

Respetar la soberanía de todos los países. El derecho internacional universalmente reconocido, incluyendo los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, debe ser estrictamente observado. La soberanía, la independencia y la integridad territorial de todos los países deben ser efectivamente defendidas. Todos los países, sean grandes o pequeños, fuertes o débiles, ricos o pobres, son miembros iguales de la comunidad internacional. Todas las partes deben defender conjuntamente las normas básicas que rigen las relaciones internacionales y salvaguardar la equidad y la justicia internacionales. Hay que promover la aplicación igualitaria y uniforme del derecho internacional y rechazar el doble rasero.

China, que no ha reconocido la soberanía rusa sobre Crimea, por lo que hay que entender que propone el retorno a las fronteras ucranianas de 1991, algo que difícilmente puede favorecer a Moscú -o a la población de Crimea, que sin duda sería sometida a la venganza ucraniana-, no limita la idea de la soberanía al actual conflicto, sino que plantea la idea en términos generales. Evidentemente, el interés de China es defender su propia soberanía, incluyendo Taiwán, que está convirtiéndose en una línea roja para Occidente, dispuesto a rearmar a la isla y a utilizarla contra la República Popular China de la misma forma que Ucrania está siendo utilizada contra la Federación Rusa. Pero la propuesta china de respetar la soberanía de todos los países también pone de manifiesto la hipocresía occidental en casos como el de Serbia, donde Estados Unidos llama a sus socios a reconocer la independencia de Kosovo. El viernes, desde la cuenta de Twitter de su embajada en Pristina, Estados Unidos mostraba su compromiso con la integridad territorial de Ucrania, país al que curiosamente Washington evita presionar. Pese al movimiento que lidera Oleksiy Goncharenko para el reconocimiento de Kosovo, Kiev no puede permitirse esa actuación en estos momentos, ya que perdería todo argumento para rechazar la secesión de Crimea.

Al margen de esas contradicciones que pone de manifiesto la defensa de la integridad territorial de todos los estados, este es el punto más apreciado por algunos oficiales. Por ejemplo, el Asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, afirmó que China debería haberse detenido ahí, tras ese punto referido a la integridad territorial. Esta postura, similar a la mantenida por Antony Blinken, no es sino afirmar que no existe un conflicto ucraniano sino una agresión rusa, una idea ampliamente repetida a lo largo de los años de guerra en Donbass. Su objetivo entonces, al igual que actualmente, era hacer cargar con la culpa de la situación a Rusia para negar toda concesión a la población que se había levantado política y militarmente contra Ucrania exigiendo derechos políticos, culturales y económicos. El objetivo de Kiev y de sus socios nunca fue lograr una Ucrania en la que pudiera encontrarse un acomodo justo a Donbass como exigía Minsk, sino lograr la rendición militar rusa en el territorio de Ucrania. De ahí que molestara toda mención a una negociación política, que implicaba aceptar que existía un conflicto político más allá de la entonces imaginaria agresión rusa. La lógica continúa ahora de forma aún más clara, sin siquiera pretensión de mantener la ficción de que se plantea la idea de los derechos de las poblaciones que Ucrania aspira a reconquistar vayan a ser respetados.

Occidente no se plantea solución política alguna y la vía militar es la única salida. De ahí el rechazo de países como Estados Unidos al tercer punto del plan chino, el alto el fuego. “Los miembros del consejo no deben ser engañados por las apelaciones a un alto el fuego temporal o incondicional”, afirmó Antony Blinken alegando que cualquier pausa en la batalla consolidaría el control ruso sobre los territorios ahora bajo su control y proporcionaría tiempo para preparar posteriores ataques. Con ello, el Secretario de Estados de Estados Unidos está describiendo, al detalle, la estrategia ucraniana durante los años de Minsk, negada durante años, pero ahora abiertamente admitida tanto por Kiev como por sus socios.

En su habitual tono aparentemente más conciliador, el presidente francés Emmanuel Macron, que también exige a China no hacer lo que Occidente está haciendo, enviar armas, afirmó que la paz solo es posible “si la agresión rusa se detiene, se retiran las tropas y se respeta la soberanía territorial de Ucrania y su pueblo”. Macron, que dice no buscar la humillación de Rusia sino solo su derrota, dejó claro en su discurso de la Conferencia de Seguridad de Múnich que el camino a la paz, en realidad a la victoria, es una gran ofensiva por el control del mar de Azov y la puesta en peligro de la seguridad de Crimea, para obligar así a Rusia a someterse al diktat ucraniano, una opción altamente improbable teniendo en cuenta la correlación de fuerzas y recursos. “Lo que necesitamos ahora es que Ucrania lance una ofensiva militar que haga retroceder el frente ruso para abrir el camino a la vuelta a las negociaciones”, afirmó Macron según cita The Wall Street Journal.

Curiosamente, frente al rechazo frontal de sus socios y acreedores, Volodymyr Zelensky planteó el viernes una postura más constructiva. El presiente ucraniano, que ahora mismo trata de conseguir más apoyos diplomáticos de países del tercer mundo para hacer de este conflicto intraeuropeo una guerra global, se mostró abierto a “trabajar con China”. “Teniendo en cuenta lo que sé, China respeta la integridad histórica”, afirmó Zelensky, que sabe que no se puede permitir enemistarse con una economía tan potente como la china. Sin embargo, sin necesidad de guardar mínimamente las formas diplomáticas, algunos de sus asesores se mostraron mucho más sinceros. “Cualquier plan de paz solo con alto el fuego y, como resultado, una nueva línea de demarcación y continuada ocupación rusa del territorio no va de la paz sino de congelar el conflicto, de derrota ucraniana, siguientes fases del genocidio. La postura de Ucrania ya es conocida: retirada de tropas rusas a las fronteras de 1991”, escribió Mijailo Podolyak, que el viernes publicó también un mensaje que afirmaba que “Ucrania significa muerte para Rusia”.

Las posturas están claras y la única vía que Kiev y sus patrones occidentales consideran viable es la de la ofensiva militar. No existe plan de paz ni apertura de negociación posible cuando la única opción sobre la mesa es la de la fuerza. Así lo expresó el secretario general de la OTAN en una entrevista concedida a Televisión española. “La guerra acabará en una mesa de negociación, pero depende de la situación en el campo de batalla”, afirmó Stoltenberg, que añadió que “para lograr la paz, hay que armar a Ucrania”. El único plan sobre la mesa para quienes el pasado marzo optaron por alargar la guerra continúa siendo el del avance terrestre por territorio ruso hacia Crimea, a costa de más muerte y destrucción, arriesgando una incluso mayor escalada bélica. Todo ello por el bien de los países occidentales, tal y como admitió el propio Zelensky el pasado viernes al ser preguntado por la pérdida de apoyo a Ucrania que se aprecia en las encuestas en los países occidentales. “Si no cambian su postura, si no apoyan a Ucrania, no solo perderán la OTAN, sino que perderán su posición de liderazgo en el mundo”. Teniendo en cuenta esos intereses en juego, cualquier propuesta procedente de China, fuera la que fuera, sería la última que Occidente estaría dispuesto a aceptar.

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