Entrada actual
Armas, Crimea, Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, Estados Unidos, Francia, LPR, Minsk, Rusia, Ucrania

Hacia Crimea

Continúa, con la guerra de Ucrania como eje fundamental del discurso, la Conferencia de Seguridad de Múnich, convertida este año en un foro para realizar la labor de lobby en busca de armamento y munición para la guerra proxy en la que la OTAN ha prometido apoyo “hasta el final”. En su discurso, que no contó con novedad alguna y se limitó a ser una nueva repetición de los lugares comunes habituales con los que la Unión Europea ha construido su discurso, Úrsula von der Leyen apeló a redoblar los esfuerzos. Sin miedo ya a hablar de la guerra en primera persona, la presidenta de la Comisión Europea afirmó que “tenemos que continuar con el apoyo verdaderamente masivo que es necesario para que esos planes imperialistas de Putin fracasen completamente”.

Instalados ya en la idea de la contraofensiva que, según los planes de estrategas ucranianos y occidentales debe suponer el punto de inflexión definitivo para la guerra, es indudable que el masivo apoyo militar, político, diplomático y económico a Ucrania continuará en los próximos meses tan incondicional como lo ha sido desde el inicio de la guerra en 2014 y a través de los años en los que Kiev, sin intención de detener su agresión sobre Donbass, se negaba abiertamente a implementar los acuerdos de paz que había firmado y negociado con la mediación de Francia y Alemania.

Sin embargo, las dificultades que la OTAN está mostrando a la hora de enviar las masivas cantidades de armamento pesado y munición para alimentar la guerra y el coste económico que implica para los aliados ucranianos, no solo financiar la guerra sino mantener económicamente al país, hace ver que el apoyo no puede ser ilimitado en el tiempo. A largo plazo, y a pesar de las consecuencias de las sanciones, Rusia cuenta con una mayor población y, sobre todo, con capacidad industrial y militar. La idea de que dilatar los hechos en el tiempo favorece a Ucrania, repetida en los primeros meses de guerra rusoucraniana por parte de los aliados de Kiev, no se corresponde con la realidad y partía de la incierta premisa de la posibilidad de un estallido social contra la guerra en Rusia y del aislamiento internacional a causa de las sanciones occidentales que no se ha producido.

Desde hace varias semanas, la idea de que el tiempo corre a favor de Rusia se ha convertido en uno de los principales argumentos de halcones de todo tipo, fundamentalmente los vinculados a la guerra de Irak, para defender un mayor y más pesado apoyo a Ucrania, que deje a un lado la actual táctica de escalada progresiva del suministro para lograr desequilibrar militarmente las fuerzas en favor de Kiev. Ese fue, por ejemplo, el argumento de Condoleeza Rice y Robert Gates, dos pesos pesados del establishment estadounidense, para defender el uso de Ucrania, un socio “dispuesto a soportar las consecuencias de la guerra para que no tengamos que hacerlo nosotros mismos en el futuro” en una guerra abiertamente contra Rusia.

Las palabras y los actos de los representantes de Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea en las últimas semanas apuntan a una apuesta clara por una contraofensiva masiva contra las fuerzas rusas que determine el resultado de la guerra. Pese a las derrotas del pasado otoño en Járkov y Jersón, la movilización y la concentración del frente sobre unas líneas más sencillas de defender ha permitido a Rusia resistir con más facilidad que la anticipada por los oficiales ucranianos a lo largo de los últimos meses, en los que Ucrania no ha podido traducir su iniciativa en avances significativos. El frente ha continuado estable desde la retirada rusa de Jersón y la batalla activa se ha limitado a Donbass, donde tanto Ucrania como sus socios resaltan constantemente la elevadísima cantidad de bajas rusas, un dato que posiblemente se corresponda con la realidad, pero al que habría que añadir que las bajas ucranianas en esa zona difícilmente pueden ser inferiores.

La apuesta de un golpe que pueda marcar el destino del conflicto y obligar a Rusia a someterse al dictado de Ucrania, única forma en la que el precedente de Minsk muestra que Kiev está dispuesta a negociar, es, sin duda, el ataque sobre o hacia Crimea. La península no es solo la base principal de la flota rusa del mar Negro, sino que cuenta con una importante cantidad de población que desde 2014 ha mostrado lealtad a Rusia y ha sufrido las consecuencias de ello: los nacionalistas ucranianos trataron de cortar el suministro de electricidad y las autoridades interrumpieron el suministro de agua, arruinando la agricultura y dificultando notablemente la vida diaria de la población. En los casi nueve años transcurridos desde el retorno de Crimea a Rusia, no ha habido en la península un solo movimiento proucraniano relevante, algo que Ucrania ha justificando alegando colonización rusa con cientos de miles de personas que espera deportar al recuperar el territorio. Crimea no es solo la verdadera línea roja para Rusia a causa de sus bases militares o el apego histórico al territorio, sino que la obligación de defender la península con todos sus recursos obedece también a la defensa de la población.

Esta semana, el secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, ha identificado correctamente Crimea como línea roja de Rusia, un comentario que una parte del establishment ha comprendido como equivalente a afirmar que, como apunta también el Pentágono, Ucrania no será capaz de capturar la península con rapidez. Sin embargo, una parte de quienes participaron en dicha reunión no tomaron los comentarios como una negativa a apoyar ataques ucranianos en Crimea. En los últimos tiempos, Estados Unidos y otros socios menores de Ucrania, como Francia, han jugado al despiste con la cuestión de Crimea, danto a entender tanto la posibilidad de captura militar de la península como una opción más conservadora y que, por el momento, cuenta con el rechazo explícito de Kiev: una contraofensiva en el frente sur para poner en peligro el control de Crimea y obligar así a Rusia a aceptar unos términos marcados por Kiev y, sobre todo por sus socios occidentales, fundamentalmente Estados Unidos.

En esa dirección apuntaron las palabras de Emmanuel Macron en la Conferencia de Seguridad de Múnich y también las de Victoria Nuland unos días antes. Nuland, que explícitamente afirmó aprobar los ataques a la península si esa es la elección de Ucrania, añadió una idea más. Los países occidentales, que dan por hecha una victoria que tendrá que ganarse en el campo de batalla contra un oponente que deberá luchar con toda su potencia y siendo consciente de lo que se juega en estos meses, muestran otra vez que pretenden imponer sus condiciones en esta guerra proxy. “Al margen de lo que los ucranianos decidan sobre Crimea en términos de dónde elijan luchar…Ucrania no va a estar segura mientras Crimea no sea por lo menos, por lo menos, desmilitarizada”, afirmó Nuland. Los ocho años transcurridos entre la anexión en 2014 y el ataque ruso de febrero de 2022 desmienten a Victoria Nuland, aunque sus palabras no buscan describir la realidad sino buscar un beneficio geopolítico por medio de la guerra. En ese tiempo, fue Ucrania quien trató de dar todo paso que estuvo en su mano para perjudicar a la población de Crimea. El ataque ruso solo se produjo una vez que la ruptura era completa tanto en términos políticos como geopolíticos. En esa ruptura colaboraron decididamente ideólogos como Victoria Nuland, que siempre buscaron utilizar a Ucrania para presionar a Rusia y lograr así un rédito político contra uno de los países designados como oponentes de Estados Unidos.

La fortaleza del ejército ruso, que pese al desgaste que ha supuesto la guerra sigue manteniendo un enorme potencial, hace imprevisible una captura rápida de Crimea por parte de Ucrania. Tan solo los propagandistas de Kiev y algunos liberales rusos se adhieren a esa teoría. Una de esas personas es Yulia Latynyna, conocida por argumentar “dejar votar a los pobres es peligroso”, que en el pasado ha comparado la victoria electoral de Yanukovich con las de Allende y Hitler y que, en un alarde de racismo orientalista, afirmó que la victoria rusa en Ucrania convertiría la zona en un Oriente Medio. Sin caer en la cuenta que el único éxito de Ucrania en Crimea en nueve años ha sido explotar un camión bomba, método utilizado en el pasado por otros proxis estadounidenses como Gulbuddin Hekmatyar, en el puente de Kerch, la versión de Latynyna es que “Crimea tiene 150 bases militares y depósitos llenos hasta los topes de armas. Si son destruidos por ATACMS, Crimea caerá automáticamente”. Todo es simple desde el punto de vista de los liberales rusos, que no tienen en cuenta que Crimea lucharía hasta el final contra el país que le cortó el suministro de agua y que ahora sueña con llevarles la guerra. “Este escenario es una victoria para todos”, afirmaba Latynya en un artículo anterior publicado en The Hill al referirse al retorno a las fronteras de 1991. El bienestar o la opinión de la población no es siquiera un detalle menor a tener en cuenta.

Comentarios

Aún no hay comentarios.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Reportes del frente archivados.

Registro

febrero 2023
L M X J V S D
 12345
6789101112
13141516171819
20212223242526
2728  
Follow SLAVYANGRAD.es on WordPress.com

Ingresa tu correo electrónico para seguir este Blog y recibir notificaciones de nuevas noticias.

Únete a otros 47K suscriptores

Estadísticas del Blog

  • 2.226.159 hits