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Armas para la guerra proxy

Ayer, una semana después de que las imágenes sobre el terreno confirmaran el evidente avance de las tropas rusas en la ciudad de Soledar, en el frente del norte de Donetsk, el informe de la inteligencia británica se vio obligado a admitir finalmente que “posiblemente”, las fuerzas ucranianas han abandonado ya Soledar. Sin que se haya producido admisión oficial de Kiev sobre la pérdida de la ciudad y Ucrania siga manteniendo la ficción de que la batalla por la ciudad continúa, las fuentes occidentales han pasado a la fase de olvido de una ciudad que solo fue relevante mientras fue útil para el épico discurso ucraniano. En estos días, las tropas rusas han consolidado el control de la ciudad, la mina número 7, último reducto ucraniano en las afueras occidentales de la ciudad y el asentamiento de Sol. Las imágenes y la presencia allí de medios rusos que de ninguna manera pueden operar en territorio disputado o bajo control ucraniano confirma que esa fase de la lucha ha terminado.

Durante unos días, la batalla por Soledar fue de utilidad para Ucrania para profundizar en sus exigencias a los países occidentales. La batalla ponía de manifiesto de forma explícita por primera vez en semanas la superioridad artillera de Rusia, algo que Ucrania convirtió en una oportunidad para volver a insistir en su más reciente exigencia: el envío de tanques occidentales. Poco importa que en un frente de lucha básicamente urbana y con escasa distancia entre las partes sean la artillería y la infantería, no los tanques, quienes llevan la iniciativa, por lo que ese material difícilmente iba a lograr un cambio en el eje Artyomovsk-Seversk-Soledar. Sin embargo, la coherencia no es una característica indispensable en el discurso de guerra: la semana pasada, tras el ataque con misiles rusos que causó la muerte a medio centenar de civiles en Dnipropetrovsk -ya sea por un misil ruso como afirma Ucrania o por el impacto de un proyectil de la defensa aérea ucraniana como afirma Rusia y afirmó inicialmente el ahora ya dimitido asesor de la Oficina del Presidente Oleksiy Arestovich-, Zelensky rogó a sus socios el envío de carros de combate para luchar contra los misiles rusos.

Pese a su uso como argumento a raíz del protagonismo que ha adquirido estos días el frente de Donetsk, los deseos de Ucrania de contar con una gran cantidad de carros de combate no se deben a su intento de contraataque en Soledar o al refuerzo de la defensa de Artyomovsk. El objetivo no es tampoco el frente de Lugansk, donde la prensa internacional se ha unido a la campaña ucraniana en busca de armas y ayer AFP publicaba un reportaje en el que los soldados no pedían tanques sino artillería occidental. “Si los socios occidentales suministran sus armas y munición de artillería, eso se siente inmediatamente en el campo de batalla”, afirmaba un soldado que disparaba un cañón británico, pero que no explicaba por qué el frente no se ha movido en esa zona desde que la parte rusa reforzara la defensa pese a enfrentarse a armas occidentales.

En su última aparición pública, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, lamentaba la situación en el frente oriental y apuntaba al momento clave: la primavera. Es entonces cuando los socios occidentales de Ucrania esperan haber surtido a su proxy ucraniano con el armamento necesario para lo que el secretario general de la OTAN ha calificado como “momento decisivo de la guerra”. No es un secreto que Ucrania ha puesto las miras en Melitopol, ciudad clave para el acceso a Crimea y cuya captura partiría en dos el territorio bajo control ruso. Sin embargo, el frente de Zaporozhie no cuenta con las dificultades que implicaba para la defensa rusa la defensa de Jersón y los territorios de la margen derecha del Dniéper, donde la logística era una cuestión clave. La mayor dificultad del frente, del que Rusia no tendría tampoco dónde retirarse, implica una batalla a una escala posiblemente no vista en esta guerra. Se conoce que las tropas rusas llevan meses reforzando las defensas en esa zona, donde se anticipa que se produciría la gran ofensiva de primavera de Ucrania, un intento de ruptura del frente para el que sí son precisas grandes cantidades de carros de combate con capacidad de maniobra.

En sus paquetes de ayuda militar, países que fueron miembros del antiguo Pacto de Varsovia han enviado ya carros de combate, pero la intensidad de la guerra, la dificultad de reparación, sobre todo, la velocidad con la que se utiliza el material ha supuesto escasez y ha causado deseos de sustituir todo ese material por armamento occidental. De la misma forma que Ucrania trata de utilizar la guerra para deshacerse de la munición de artillería soviética -que utiliza de forma indiscriminada, por ejemplo, en Donetsk, donde ayer mismo recibió el impacto de un proyectil el congelado río Kalmius que atraviesa el centro de la ciudad-, la exigencia de tanques responde, en parte, a esa idea. La semana pasada, el ministro de Defensa de Ucrania, Oleksiy Reznikov afirmó que “Ucrania es, salvo en nombre, miembro de la OTAN” y, como tal, desea contar con armamento exclusivamente occidental. Kiev no solo quiere muchos más tanques, sino que desea que esos tanques sean occidentales.

Profundamente implicado en esta guerra, el Reino Unido dio el primer paso con el anuncio del envío de una partida de carros Challenger-2, considerados inferiores a los Leopard-2 que tanto ansía Ucrania y que posiblemente sean solo una forma de presionar al gobierno alemán para que autorice su envío. Hasta el anuncio británico y la escalada verbal de los últimos días, el canciller Scholz, aunque no el ala belicista de su Gobierno, los verdes, había rehuido la cuestión. Sin embargo, en los últimos días, Alemania se ha mostrado dispuesta a unirse a una alianza de países para enviar carros de combate a Kiev. Ayer, la prensa alemana publicaba que el canciller alemán estaría dispuesto a autorizar la exportación de Leopards siempre que Estados Unidos hiciera lo propio con sus Abrams. Por el momento, Washington se ha mostrado contrario a enviar tanques Abrams a Ucrania, por lo que el tiempo dirá si el movimiento de Scholz es una forma de evitar ser presionado para actuar contra sus deseos o si Estados Unidos acepta el farol del canciller alemán abriendo así la posibilidad a que el paso iniciado por el Reino Unido consiga el efecto dominó que buscaba.

Al margen del tiempo que implica la instrucción del personal, los grandes envíos podrían demorarse incluso aunque fueran aprobados de inmediato. Así lo afirmó al menos la empresa fabricante de los deseados Leopard, Rheinmettal, que advirtió que las entregas no se producirían hasta 2024. En cualquier caso, la aprobación de la entrega de carros de combate alemanes podría también abrir la posibilidad de entrega de tanques Abrams estadounidenses. Todos esos carros de combate occidentales se enfrentarían al armamento ruso y convertirían a Ucrania en el campo de pruebas de armamento occidental que Hanna Maliar, viceministra de Defensa, ofrecía abiertamente a sus socios en una entrevista a un medio coreano concedida la semana pasada.

Mientras se especula sobre si Rusia, que como Ucrania se prepara también para la reanudación de la guerra a gran escala en primavera, iniciará una gran ofensiva, tanto la retórica como los actos occidentales apuntan a la escalada. Pese al lastre que supone para el país la crisis energética causada por los ataques de misiles rusos, la situación no ha paralizado a las Fuerzas Armadas de Ucrania, mucho más protegidas que la población gracias al material enviado por Occidente. Lo mismo puede decirse de sus comunicaciones. Y a pesar de las miles de bajas que ha sufrido el ejército en este año, la movilización completa, así como el uso de batallones de defensa territorial como carne de cañón, la constante instrucción en el extranjero y posiblemente también la llegada de mercenarios y soldados de fortuna extranjeros continúan llenando las filas de las Fuerzas Armadas de Ucrania, más y mejor armada ahora que hace un año. Conseguida ya la promesa de sistemas antiaéreos Patriot y encarrilada la campaña para obtener tanques occidentales, Ucrania ha pasado ya a la siguiente fase: la exigencia de aviación occidental. Como comienzo, aunque es previsible que las demandas escalen a medida que se cumplan, Kiev ha propuesto ya que Alemania entregue los aviones de combate Tornado que pretendía retirar.

Ucrania continúa así con una tendencia que precede al inicio de la intervención militar rusa de 2022: sustituir armamento propio por armamento occidental y dejar caer así, al menos hasta que sea reconvertida para producir material de la OTAN, la importante industria militar que heredó de la Unión Soviética. En los últimos años, Kiev ha preferido utilizar material de segunda mano de procedencia occidental que el de desarrollo propio. De esa forma se produjo en 2018 la venta al Ministerio del Interior de 55 helicópteros Super Puma franceses, modelos retirados a causa de un grave accidente sufrido por uno de ellos dos años antes en Noruega. Uno de ellos, que transportaba al ministro del Interior, su viceministro y el secretario de Estado de Interior, se estrelló ayer en Brovary, región de Kiev, golpeando a una guardería y causando la muerte de al menos 17 personas, entre ellas la cúpula de uno de los ministerios más importantes y de, al menos, tres menores. No hay evidencia alguna de sabotaje o de participación rusa en los hechos, de ahí que Ucrania dejara “abiertas todas las posibilidades”, táctica habitualmente utilizada cuando no hay posibilidad de culpar a Rusia -aunque Zelensky tratara de hacerlo ayer en Davos afirmando que lo ocurrido no fue un accidente- debido a que lo ocurrido fue simplemente un accidente. La lógica apunta a la opción del fallo mecánico, especialmente teniendo en cuenta las condiciones en las que los aparatos llegaron a Ucrania, de segunda mano y como modelo ya retirado y para el que posiblemente no se disponga de suficientes piezas de reemplazo.

Se trata de una dependencia de los países occidentales que Ucrania ha buscado activamente desde 2014 y a la que sus socios responden ahora insistiendo en que continuarán entregando material en busca de una victoria en el frente. Como afirmaba esta semana el exembajador de Francia en Naciones Unidas Gérard Araud, “Occidente ha llegado demasiado lejos en su apoyo a Ucrania para permitir que fracase”. Como Ucrania, que ya se ha presentado como ejército proxy de la OTAN, los países occidentales están dispuestos a librar una guerra hasta el final, hasta que una de las partes, o ambas, resulte exhausta. Aunque eso suponga la destrucción del país y un creciente riesgo para la población civil de ambos lados de la línea del frente.

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