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Escalada occidental

Continuando con la tendencia actual y en preparación para la cumbre que se celebra hoy en la base de Ramstein, Alemania, para coordinar la asistencia militar a Ucrania en la guerra común de Kiev y sus socios occidentales, Volodymyr Zelensky volvió a insistir ayer en la necesidad de acelerar las entregas de armamento pesado. El presidente ucraniano subrayó también el motivo de la desaceleración de la batalla: el invierno. Sin embargo, la primavera se acerca y Ucrania quiere estar preparada para lo que tanto sus dirigentes políticos y militares como la prensa occidental viene anunciando recientemente: la gran ofensiva ucraniana de primavera para romper el frente.

En preparación para la reunión en Alemania, los países occidentales han utilizado esta semana para anunciar más paquetes de ayuda a Ucrania. Ayer, Estonia se jactaba de que, con su último envío, que incluye carros de combate, el país ha invertido un 1% de su PIB en asistir militarmente a Ucrania. No es el primer país en superar esa barrera, Lituania ya lo hizo hace varios meses. También los países más potentes, como Estados Unidos y el Reino Unido, han anunciado esta semana un aumento del suministro. En el caso británico, el paquete incluye 14 tanques Challenger 2, un número limitado de un material que no está considerado como puntero, pero que pretender ser un mensaje de presión a sus socios. La campaña de presión a Alemania para que autorice el envío de Leopard 2 y que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial tanques alemanes disparen contra tropas rusas, sigue en alza. “Si Alemania ha aprendido realmente algo de su historia, debe enviar tanques para defender Ucrania”, ha escrito esta semana en The Guardian Timothy Garton Ash.

Ayer, el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki afirmó que Polonia no precisa de permiso alemán para suministrar tanques Leopard en su arsenal. A las declaraciones belicistas del primer ministro holandés o la primera ministra finlandesa se unió ayer Suecia, también para anunciar la entrega de carros blindados. Incluso Dinamarca aprovechó las horas anteriores a la cumbre de Ramstein para anunciar sus entregas: 19 howitzers de fabricación francesa. En las últimas horas antes de la reunión de ministros de Defensa, Estados Unidos anunció su más reciente paquete de ayuda a Ucrania: 2.500 millones de dólares que sumar a los más de 47.000 que ya ha comprometido a Ucrania y en el que se encuentran los vehículos blindados Bradley ya anunciados, pero no los deseados tanques.

El bloque occidental prácticamente al completo se encuentra actualmente en un momento de anuncios de ayuda militar no solo masiva, sino cada vez más pesada y cada vez con intenciones más claras. El objetivo, como ya se ha repetido en días anteriores, es lograr que Alemania apruebe la entrega de Leopard 2, que posiblemente fueran la vía para la entrega también de tanques Abrams estadounidenses, con lo que Ucrania obtendría una elevada cantidad de carros de combate con los que preparar su tan deseada ofensiva.

Las características del frente en Donbass y la dificultad de forzar el Dniéper en la región de Jersón dejan como dirección previsible la de Melitopol. Pese al triunfalismo con el que se refieren a las perspectivas de éxito de esta campaña tanto Ucrania como la prensa internacional afín, se trata de una dirección extremadamente peligrosa para Ucrania, que no debería descartar la posibilidad de sufrir las dificultades que sufrió en 2014, cuando sus tropas quedaron constantemente rodeadas cuando trataban de penetrar profundamente en las defensas de las Repúblicas Populares. Sin embargo, la posibilidad de poner a Rusia contra las cuerdas en Crimea y la facilidad con la que cualquier mención a la península causa nerviosismo en Rusia es demasiado tentadora. Moscú y Kiev comparten la importancia que dan a Crimea.

Frente a un Donbass destruido e industrial, sector de escaso interés para Ucrania en estos momentos que busca convertirse en potencia agrícola y formar parte de la Europa postindustrial, la península es el territorio que realmente ansiaría conquistar. El jueves, Volodymyr Zelensky volvió a insistir en ello afirmando, en referencia a Crimea que “liberaremos nuestros territorios”. No es la primera ocasión en la que el presidente ucraniano se manifiesta en ese sentido. Mucho antes del inicio de la intervención militar rusa, el presidente ucraniano ya causó la ira de Moscú con su “declaración Crimea”, que planteaba utilizar todos los medios a su disposición para recuperar la península. En aquel momento, los medios disponibles eran escasos y se limitaban a una diplomacia que nunca iba a devolver a Ucrania a la población a la que Kiev negó el suministro de agua durante años y a quien intentó también interrumpir el suministro eléctrico. A diferencia de Ucrania, Moscú cuenta en Crimea con el favor de la población, un aspecto irrelevante para Ucrania, que se escuda en una imaginaria “colonización” rusa, reasentamiento de población a la península, desde 2014.

Aquella “Declaración Crimea” causó ya preocupación en Rusia y entre la población de Crimea, que vio el manifiesto como lo más cercano posible a una declaración de guerra. Ahora mismo, Ucrania cuenta con el apoyo occidental para tratar de recuperar la península por la fuerza y contra la opinión de la población, un aspecto irrelevante para Kiev, cuyos propagandistas no dudan en hablar de la expulsión de “ocupantes”, es decir, personas que se consideran rusas, que realizarían tras la conquista. Pero además de esa aparente autoridad moral para obligar a Crimea a regresar a Ucrania por la fuerza, las autoridades buscan el material para hacerlo.

Durante meses, diferentes facciones políticas y militares del establishment e incluso del Gobierno de Estados Unidos han utilizado la prensa para filtrar su postura ante la posibilidad de la escalada que supondrían ataques ucranianos contra Rusia y contra Crimea. Sectores vinculados al Pentágono se han mostrado cautos, dejando claras las escasas posibilidades de Kiev de conquistar el territorio frente a unas tropas rusas que utilizarían todas las armas a su alcance para defender un territorio cuyo peligro se consideraría existencial para el Estado ruso. Frente a esa moderación, halcones como Wesley Clark o Philip Breedlove han exigido armamento para ese objetivo. Ahora, según publicaba ayer The New York Times, “la administración Biden está considerando el argumento de que Kiev precisa de la capacidad para atacar la península ucraniana anexionada por Rusia en 2014”. En un signo más de que se impone el ala política y más radical de la administración Biden frente a una parte del Pentágono que busca mantener el control del nivel de la guerra, Estados Unidos se plantea ya aprobar esos ataques y suministrar el material necesario para ello.

Cualquier riesgo para la península de Crimea es fuente de preocupación para Rusia y la posibilidad de riesgo miliar supone, se refiera a la intención real de una ofensiva o otra treta ucraniana para crear pánico en Rusia y en el población, esa cuyo territorio pretende liberar, una preocupante escalada. No es Rusia quien escala en estos momentos la contienda, sino que es la parte occidental en bloque, la que busca alcanzar el nivel de guerra total.

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