Vidas marcadas por la guerra

La situación en el frente es cada vez más complicada para las tropas rusas, especialmente en la región de Jerson, donde se retiran hacia la capital, cuya defensa será todo un reto. Ucrania, que avanza desde el este y el oeste, busca lograr un cerco parcial de la ciudad que, con el río Dniéper a sus espaldas, obligue a Rusia a retirarse, perdiendo así la única capital ucraniana bajo su control, o a luchar una batalla similar a la de Mariupol. El momento actual supone una enorme incertidumbre para la población civil, especialmente para aquella que recibió a las tropas rusas y que ha vivido estos meses o estos años alejada de Ucrania, poniendo sus esperanzas en que Rusia sería capaz de defenderla. Ese nerviosismo es más cruel en las zonas de Donbass que, tras ocho años de eterna guerra de trincheras y de un bloqueo económico que buscaba derrotar a las Repúblicas Populares arruinando la capacidad de subsistencia de la zona, se encuentran aún en la línea del frente.

Es el caso de Gorlovka, ciudad de frontera desde 2014 y habitual blanco de los bombardeos ucranianos. A escasos kilómetros al norte de Donetsk, la ciudad vivió una de las primeras masacres de civiles de la guerra. En julio de 2014, los Grads ucranianos alcanzaron un céntrico parque de la ciudad asesinando a una docena de civiles, entre ellas una joven madre con su hija. Medios ucranianos publicaron inmediatamente que Ucrania había eliminado a una docena de terroristas, para posteriormente enmendar el discurso para alegar, como harían repetidamente en años posteriores, que “los terroristas” habían bombardeado su propia ciudad.

Ocho años más tarde, casi una década después de abandonar de facto Ucrania, las tropas de Kiev continúan a escasa distancia de la ciudad y pese a que Volodymyr Zelensky alegó recientemente que la población de los territorios recuperados será tratada de forma justa, muchos son los castigos que Ucrania prepara para los colaboracionistas o incluso personas que hayan obtenido en estos años la nacionalidad rusa. En este tiempo, Ucrania ha tenido especial interés en resaltar que serán tratados como tal los profesores y maestros que hayan enseñado en este tiempo según el temario ruso. En lugares como Gorlovka, Ucrania tendría que castigar a la totalidad de las plantillas de las escuelas que, pese a los bombardeos y a la pobreza que implica la guerra, han seguido intentando que una generación de estudiantes no se quede sin educación.

Ayer, en lugares como Gorlovka se celebró, como era costumbre desde tiempos soviéticos, el día del maestro. Desde la incertidumbre por la situación, no existe la opción de rendirse, lección que puede aplicarse al frente, pero también a quienes, de otra manera, arriesgan también su trabajo y su libertad por ejercer un servicio público imprescindible.

Artículo Original: Egor Voronov

No hay que rendirse. Hay que ser honesto con uno mismo. Levantarse. Ganar sea como sea. No se trata de deseos, sino de afirmaciones obvias de la realidad quemada. Hoy, cuando Donbass celebra el Día del Maestro. Sé que las cuatro pueden parecer un eslogan, pero las leeré en la próxima asamblea mirando a los ojos a quienes quieren ya estar en casa.

En realidad, a quienes quieren estar en una casa en la que pueden dar al grifo y lavarse tranquilamente, darse un baño, tomar un té, leer las noticias sobre la construcción o reparación de algo en la ciudad, olvidándose de los informes sobre víctimas y destrucción. Y después podrán dormir sin pensar en la artillería ni tener una bolsa de emergencia en el pasillo. Levantarse, tomar un café, lavarse la cara con agua corriente, sin escuchar las entradas y salidas, salir, esperar que llegue el autobús semivacío o el que vendrá tres minutos después. Acudir a enseñar a estudiantes que se sienten enfrente, una clase llena en la que ya nadie tiene que llevar mascarillas. Y durante el día, no tener que pedir la información de los padres para pasaportes, números de seguros y ayuda humanitaria. No tener que organizar la evacuación de nadie. Celebrar unas elecciones y mostrar el pasaporte con normalidad. Simplemente enseñar: química, historia, biología, física, lengua rusa, dibujo, educación física, periodismo, arte, oficios, solfeo o karate. Porque no eres un trabajador social nombrado voluntario desde arriba, sino solo un profesor.

Sí, puede que algunos de tus compañeros o tú mismo hayáis pagado ya la deuda a la patria, con un casco de hierro, en una trinchera con vuestras propias manos, bajo la artillería pesada y hayáis sobrevivido. Puede que hayas aprendido algo de lo que no hablarás al alumnado. Sigues transmitiéndoles conocimiento pese a que en el refugio surgirá la pregunta: “¿Estás seguro de que puedes enseñar después de todo esto?”. Podemos. Porque sois el futuro que saldrá de los fragmentos de esta realidad junto a aquellos que aguantaron bajo la artillería en las áreas civiles de esta ciudad. Los que una y otra vez repararon los templos del conocimiento, rescataron a las personas en los refugios, distribuyeron agua y alimentos. Y yo mismo me sorprendí de cuántos jóvenes que aún no han vivido y ya aprenden a ser profesores.

Tendrán que comprender que la educación es la base de esta sociedad. Entender completamente a Antón Makarenko, con su método de educación [soviético], que “debe basarse en la organización general de la vida, en aumentar el nivel cultural, en la organización del tono y el estilo de todo el trabajo, en la organización de una perspectiva sana y clara y prestar especial atención a la persona, a sus éxitos y fracasos, a sus dificultades, peculiaridades y aspiraciones”. Y a cómo es sentirse siempre a un paso de la victoria, para la que es necesario ser un optimista incorregible. No os rindáis. Sed honestos con vosotros mismos. Levantaos. Ganad sea como sea.