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La OTAN, la seguridad y la cuestión territorial: las negociaciones de 2022

Mientras los países europeos discrepan sobre la posibilidad de poner sobre la mesa el envío de contingentes de tropas occidentales -la borrosa frontera entre la participación indirecta y el estatus de beligerante-, exigen más dinero a sus aliados occidentales y buscan la forma de seguir financiando la continuación de la guerra, The Wall Street Journal ha publicado, en exclusiva, el contenido del documento más importante de los últimos dos años, relativo a las negociaciones entre Rusia y Ucrania en la primavera de 2022. Ese fue el último momento en el que se produjo un diálogo político que aspiraba a detener la guerra y resolver el conflicto entre los dos países. A lo largo de esas semanas, primero en Bielorrusia, después de forma telemática y finalmente en Estambul, las dos delegaciones negociadoras buscaron un acuerdo que finalmente no fructificó. Del principio de acuerdo que anunció -quizá de forma precipitada y sin duda con ingenuidad- Vladimir Medinsky, principal negociador ruso, se pasó rápidamente a los reproches, los tuits que desmontaban los términos anunciados y finalmente al silencio. Meses después, Ukrainska Pravda se referiría a la visita de Boris Johnson a Kiev el 9 de abril y a sus palabras, “simplemente vamos a luchar”, como el punto de inflexión que hizo inviable la negociación. Desde entonces, tanto desde Rusia como desde sectores pacifistas o que abogan por la negociación en busca de una resolución diplomática a la guerra se ha presentado aquella intervención del entonces primer ministro británico como decisiva, una forma de impedir que Ucrania siguiera negociando.

Más de un año y medio después de los hechos, una amplia entrevista concedida por el líder negociador ucraniano, David Arajamia, líder de la facción parlamentaria del partido de Volodymyr Zelensky y una figura política de peso en el entorno del presidente, mencionó también el papel de Boris Johnson en el proceso de negociación. Pero frente al análisis simplista que ha visto esa referencia como la constatación de que fue Occidente quien frustró el esfuerzo diplomático de una Ucrania dispuesta a llegar a un acuerdo con Rusia apenas un mes después de la invasión rusa, Arajamia mencionaba también otros factores. Las dificultades legislativas de los términos que estaban siendo negociados, la necesidad de una reunión entre los presidentes, la desconfianza entre las partes o el rechazo que era de esperar de la población fueron también aspectos a los que se refirió el negociador ucraniano. Arajamia explicaba en ese contexto la intervención de Johnson resaltando que la oferta del premier británico implicaba la entrega de armas necesarias para la guerra.

Según The Wall Steet Journal, que no solo afirma disponer del documento sino que dice conocer la cronología de los hechos, las conversaciones continuaron a pesar de la aparente ruptura en el abrupto final de la cumbre de Estambul y la continuación de la guerra. La semana posterior al anuncio del principio de acuerdo, Rusia retiró sus tropas de los territorios del norte. Según afirmó Medinsky al anunciar el resultado de las negociaciones, Moscú se había comprometido a “reducir” sus actividades militares en esas regiones para permitir a Kiev “tomar decisiones”. Apenas unos minutos después de aquellas declaraciones, un tuit de Mijailo Podolyak contradecía abiertamente los términos planteados por el negociador ruso y dejaba claro que el acuerdo era inviable. La intervención de Johnson nunca debió ser considerada una orden de continuar la guerra. Esa opción estaba sobre la mesa en la propia delegación ucraniana, que a lo largo de las siguientes semanas continuó exigiendo públicamente armas pesadas a sus socios. La continuación de la guerra y la búsqueda del material necesario para ello siempre fue el plan A. La visita de Boris Johnson para dejar clara su visión de vamos a luchar no ha de ser considerada como una orden sino la constatación de que Ucrania iba a contar con las armas necesarias para un esfuerzo bélico que ya entonces era común. El entonces primer ministro británico no impidió la paz, sino que con su mensaje de suministro de armas constató que Occidente haría posible la guerra.

El hecho de que el documento al que se refiere The Wall Street Journal esté fechado tras la visita de Johnson indica tanto que la posibilidad de negociación no se rompió completamente por su presencia como el interés ruso por buscar una solución negociada y evitar la continuación de una guerra que había entrado ya en las trincheras. Para entonces, el avance ruso por el sur se había detenido al llegar a la barrera del Dniéper o alrededor de Jersón y se luchaba cuerpo a cuerpo en la durísima batalla de Mariupol. Pero, incluso entonces, Rusia continuaba interesada en la negociación.

“El documento, fechado el 15 de abril de 2022, esboza cómo los negociadores de ambos bandos pretendían poner fin a los enfrentamientos acordando convertir a Ucrania en un «Estado permanentemente neutral que no participe en bloques militares», al que se prohíba reconstruir su ejército con apoyo occidental y que deje Crimea bajo control ruso de facto”, escribe el medio para describir las líneas generales de un documento que no publica en su totalidad ni tampoco en parte.

Los escasos detalles dados por el artículo son coherentes con la información que ha ido apareciendo a lo largo de los dos últimos años sobre el desarrollo de las negociaciones. La base de la propuesta que negociaban Rusia y Ucrania radicaba en tres aspectos fundamentales: la cuestión de la seguridad, el aspecto territorial y la defensa de la lengua rusa. En este último caso, que según The Wall Street Journal no fue aceptada por Ucrania, las exigencias rusas se limitaban a hacer cumplir a Zelensky el programa electoral con el que había llegado al poder.

En cuanto a la cuestión militar y de seguridad, el documento se refiere a garantías de seguridad por parte de una serie de países entre los que se encuentran Rusia, Estados Unidos, el Reino Unido, China o Francia. Los datos que se han dado a conocer en estos dos años apuntan a que eran muchos más, entre ellos Turquía, los garantes de la seguridad de Ucrania, que se produciría a cambio de la renuncia a la OTAN. Ese era, según David Arajamia, el punto más importante para Rusia. Como explicó en su entrevista de noviembre de 2023, Vladimir Putin mantuvo, hasta el final, la esperanza de que Ucrania fuera a aceptar el acuerdo. Así lo han confirmado también personas como Oleksiy Arestovich, en aquel momento aún miembro importante del círculo de poder en Ucrania y Valeriy Chaly, diplomático ucraniano que estuvo presente en las negociaciones. Ambos han insistido en el interés mostrado por la Federación Rusa, y especialmente por su presidente, en llegar a un acuerdo que concluyera la guerra.

The Wall Street Journal añade algunos detalles sobre la cuestión militar. A la renuncia a la OTAN y la prohibición de unirse a ningún bloque militar se añadían unas limitaciones al material del que Ucrania podría disponer y el veto al armamento extranjero en el país. Meses antes, las palabras de Zelensky ofreciendo al Reino Unido el territorio de Ucrania para instalar bases militares habían causado gran preocupación en Moscú. En cuanto a las limitaciones de posesión de equipamiento pesado, lo publicado por el medio estadounidense es coherente con el discurso de Vladimir Putin en la Cumbre Rusia-África de 2023. Fue entonces cuando el presidente ruso mostró, aunque no publicó, un documento en el que se detallaban las cantidades de carros blindados o misiles que, según el acuerdo, podría poseer Ucrania. En aquel momento, las palabras de Putin y el documento fueron presentados por la prensa occidental como una fabricación rusa.

“El borrador del tratado con Ucrania incluía la prohibición de armas extranjeras, «incluidas armas de misiles de cualquier tipo, fuerzas armadas y formaciones». Moscú quería limitar las fuerzas armadas de Ucrania a 85.000 soldados, 342 tanques y 519 piezas de artillería. Los negociadores ucranianos querían 250.000 soldados, 800 tanques y 1.900 piezas de artillería, según el documento. Rusia quería que el alcance de los misiles ucranianos se limitara a 40 kilómetros (unas 25 millas)”, escribe The Wall Steet Journal, confirmando las declaraciones de Vladimir Putin.

Respondiendo a las declaraciones de Arajamia, que daba a entender que el único interés de Rusia era lograr la neutralidad de Ucrania, Vladimir Medinsky recordó la otra línea roja de Rusia. “Entre las exigencias incondicionales por nuestra parte estaba el reconocimiento de la soberanía rusa sobre Crimea, y luego la independencia de las repúblicas del Donbass”, afirmó entonces. En relación a la cuestión territorial, The Wall Street Journal confirma que, según los términos del documento, Crimea permanecería bajo control ruso y que no se aplicarían en esa región las garantías de seguridad de Ucrania, algo que también es coherente con la información dada por Medinsky en 2022 y por las propuestas ucranianas publicadas por Meduza en marzo de ese año. El texto de 10 puntos presentado por Ucrania marcaba las líneas generales del acuerdo y aplazaba, para una reunión entre los dos jefes de Estado, las cuestiones restantes. El segundo punto de ese documento afirmaba que “estas garantías internacionales de seguridad para Ucrania no se extienden a Crimea, Sebastopol y ciertas áreas de Donbass. Las partes del acuerdo deberían definir los límites de estas regiones o acordar que cada parte entiende estos límites de forma diferente”. La fórmula “ciertas áreas de Donbass”, muy similar a la terminología utilizada por los acuerdos de Minsk para definir el territorio bajo control de la RPD y la RPL indica que Ucrania aspiraba a negociar esas fronteras, posiblemente en busca del statu quo previo al 24 de febrero de 2022.

Analizando el texto, el artículo entiende que “el documento refleja las profundas fobias rusas de que Occidente, liderado por Estados Unidos, estuvo durante años desarrollando Ucrania como un anti-Rusia para socavar, contener e intentar hacerse con el control de Rusia. Después de que fracasara el intento inicial de Putin de tomar el control de Kiev y derrocar al gobierno, el documento parece ofrecer la siguiente mejor opción: una forma de cortar el apoyo occidental a Kiev”. El artículo olvida mencionar las revelaciones de esta semana publicadas por The New York Times, que da a conocer la existencia de, al menos, una docena de bases secretas de la CIA y describe la estrecha colaboración entre las inteligencias estadounidense, británica y ucraniana iniciada el 24 de febrero de 2014 que los países occidentales utilizaron, no solo para reorganizar el SBU y el GUR a su antojo, sino también para obtener secretos militares rusos.

Sin ironía, The Wall Street Jounral añade que “el documento resultante parece basarse vagamente en el tratado de 1990 por el que se creó una Alemania unida, en el que las tropas soviéticas abandonaron Alemania Oriental a condición de que el país renunciara a las armas nucleares y limitara el tamaño de su ejército”. Las promesas incumplidas a Rusia, que no solo implicaban la limitación del ejército sino la no expansión de la OTAN hacia el este, no son un factor en el razonamiento del artículo, que solo ve posibilidad de incumplimiento por parte de Rusia.

Aunque la intervención occidental no ha de considerarse la única o incluso la principal causa de la ruptura de negociaciones, es evidente que no hubo entonces, ni hay ahora, interés por la resolución del conflicto si este implicaba la neutralidad de Ucrania y la aceptación de pérdidas territoriales, especialmente de Crimea. De ahí que las fuentes occidentales citadas por el artículo busquen retorcer los hechos para presentar tanto la propuesta como la postura rusa distorsionando la realidad.

“Los oficiales occidentales advierten de que, pese a dos años de costosa lucha, Putin mantiene sus maximalistas objetivos en Ucrania, que incluyen fabricar un cambio de régimen en Kiev para garantizar un Estado que haga lo que el Kremlin diga”, afirma The Wall Street Journal. Sin embargo, los términos de la propuesta rusa son incluso más favorables a Ucrania en términos territoriales que lo que se especuló en 2022, cuando se daba por hecho que las fronteras de Donbass que Rusia exigía se correspondían con todo el territorio de las regiones de Donetsk y Lugansk. El artículo del medio estadounidense deja esas fronteras en el aire como una cuestión aún por negociar directamente por Vladimir Putin y Volodymyr Zelensky. El maximalismo de Vladimir Putin, que según Valeriy Chaly presionó personalmente en busca de un acuerdo aunque este fuera más favorable a Kiev de lo esperado, se limitaba entonces a exigir la neutralidad y mantener bajo control ruso los territorios cuyas poblaciones se habían mostrado contrarias a permanecer en la Ucrania nacida de Maidan.

Pese a que Rusia ocupaba entonces una mucho mayor extensión de territorio ucraniano al que estaba dispuesta a renunciar de forma inmediata, según el artículo, el objetivo de Moscú era “convertir Ucrania en una Estado permanentemente neutralizado, vulnerable a la agresión rusa”. El intento de presentar un acuerdo que habría concluido la guerra y evitado gran parte de la muerte y destrucción que se ha producido como un ejemplo de acto maquiavélico de Rusia, que buscaría ya el siguiente conflicto, muestra el interés por presentar la guerra como una lucha entre la inocencia pura y la maldad absoluta. Pero, ante todo, demuestra el desinterés occidental por la paz, supeditada a los intereses geopolíticos de los países occidentales y a costa siempre de la población civil que sufre, a ambos lados de la línea del frente, las consecuencias del conflicto.

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