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Armas, Economía, Ejército Ucraniano, Estados Unidos, Rusia, Ucrania, Unión Europea

A ambos lados del Atlántico

A ambos lados del Atlántico, Ucrania continuó ayer su trabajo para lograr la financiación que mantenga en pie a su Estado y luchando a su ejército. Por primera vez desde el 24 de febrero de 2022, cuando comenzó una movilización masiva de recursos para una guerra proxy sin precedentes para la alianza Estados Unidos-Unión Europea, Kiev se ve en la necesidad de defender su postura y argumentar ante actores con reticencias por qué la guerra debe continuar. “Zelensky llegará al Capitolio ante un ambiente sombrío cuando el paquete de ayuda de Biden para Ucrania corre el riesgo de colapsar”, escribía ayer AP poco antes de la llegada del presidente ucraniano a la sede del poder legislativo estadounidense. Sonriente y escoltado por Chuck Schumer, líder de la mayoría Demócrata en el Senado, y Mitch McConnell, de la minoría Republicana, el presidente ucraniano fue recibido con respeto aunque sin la exaltación del pasado en una aparición que se limitó a encuentros privados de los que no ha trascendido ningún resultado relevante.

Pese a las buenas palabras y los gestos de complicidad, los frutos de esta visita se comprobarán en un futuro próximo. Como le recordó a Zelensky el senador Lindsey Graham, firme defensor del apoyo militar a Ucrania desde años antes de la invasión rusa, la aprobación de la partida de nuevos fondos no está vinculada a los resultados militares ni a las palabras del presidente ucraniano sino a la política interna. El Partido Republicano ha respondido a la idea de Biden de vincular la asistencia a Ucrania, Israel y Taiwán con la financiación del muro de la frontera exigiendo unas condiciones que les permitirían presentar las concesiones como una enorme victoria política. Biden había planteado lo que su equipo consideró como una jugada maestra y ahora se encuentra entre la espada y la pared en busca de la forma en la que dar a los Republicanos parte de lo exigido a cambio de la aprobación de la financiación para la guerra sin que ese gesto pueda considerarse una muestra de debilidad absoluta, algo que podría ser grave en año electoral.

La administración Biden presiona, esta vez con Zelensky dirigiéndose a congresistas y senadores para suplicar su ayuda en la guerra común que todos ellos libran contra Moscú, en busca de una rápida aprobación de esos 60.000 millones de dólares con los que realizar una preparación militar de la que comienza a especularse ya. Ayer, en parte para justificar la continuación de la guerra, Zelensky anunciaba, olvidando los retrocesos que la propia Ucrania se ha visto obligada a admitir en las zonas de Artyomovsk, Marinka y Avdeevka, un progreso en Donbass. El presidente ucraniano celebraba por todo lo alto la captura de una posición en la zona gris de los alrededores de Gorlovka, un mínimo avance que solo puede resultar preocupante para Rusia en la medida que recuerda que las tropas ucranianas se encuentran cerca de la segunda ciudad de la RPD, un lugar que siempre ha sido blanco de la artillería de Kiev. Fue allí donde las tropas ucranianas cometieron una de las primeras masacres de civiles de la guerra de Donbass, asesinando a más de una docena de personas que paseaban a plena luz del día por un céntrico parque.

La situación no mejora para Ucrania en el campo de batalla. De ahí que comiencen a aparecer en la prensa estadounidense los primeros apuntes sobre las propuestas de Estados Unidos para los próximos meses. “Los estadounidenses abogan por una estrategia conservadora centrada en mantener el territorio de Ucrania, atrincherarse y acumular suministros y fuerzas a lo largo del año. Los ucranianos quieren pasar al ataque, ya sea sobre el terreno o con ataques de largo alcance, con la esperanza de captar la atención del mundo”, escribió ayer The New York Times. Las palabras de Biden y su insistencia en lograr la financiación para continuar la guerra son contrarias a la información que ayer proporcionaban medios ucranianos, que apuntaban a la exigencia estadounidense de congelar el frente y mantener el territorio. Esa versión es consistente con la propuesta a la que se refiere The New York Times y con lo publicado la semana pasada por The Wall Street Journal, que hablaba de recuperar el potencial ofensivo de Ucrania, no mirando a 2024 sino a 2025. Sin embargo, cualquiera de esas opciones, y especialmente la postura de Ucrania, se encamina a evitar una negociación.

Para ello, Ucrania precisa de la financiación con la que recuperar su potencial ofensivo, a lo que se destinaría la asistencia militar estadounidense, y mantener el Estado con la asistencia europea. Y es ahí donde continúa el trabajo de Dmitro Kuleba, que ayer se mostraba ante la prensa con buenas noticias. Ucrania y sus socios europeos están, según el ministro de Asuntos Exteriores, buscando, “las soluciones más creativas, las combinaciones más vertiginosas, tanto abiertas como cerradas” para garantizar que se tome la decisión del inicio de las negociaciones para la adhesión de Ucrania a la Unión Europea, pero también para desbloquear la entrega de 50.000 millones de euros de la Comisión Europea sin los que el Estado ucraniano no podría sobrevivir los próximos meses.

“Por desgracia, no puedo ser franco y abierto ahora mismo porque lo que está en juego es extremadamente importante. Pero hoy hemos recibido la primera señal privada y oficiosa de Hungría que indica que hay una ventana de oportunidad”, afirmó Kuleba. Contradiciendo al ministro ucraniano Budapest sigue rechazando la vía de negociación que exige Ucrania y propone un proceso más lento y sin privilegios, postura que comparte con otros países como Eslovaquia y también Austria, que ayer mismo se manifestó en esos términos. “Hungría mantiene el veto a abrir negociaciones de adhesión con Ucrania y lleva la decisión a la cumbre de líderes de la UE”, titulaba ayer por la noche Europa Press. Por el momento, la postura húngara no parece haber cambiado tanto como quiere apreciar Kuleba.

La realidad se impone y las condiciones en las que Kiev busca tanto abrir negociaciones con la UE como obtener más asistencia económica son precarias. Ambos aspectos buscan además un mismo objetivo: garantizar que Ucrania no vaya a ser abandonada a su suerte en el momento en el que los objetivos estratégicos de Estados Unidos dejen de coincidir con los de Kiev. Sin embargo, actualmente, con la intención de continuar la guerra hasta una victoria final que no parece previsible, Ucrania precisa de la asistencia económica no solo de la Unión Europea sino también de Washington. “Kiev se queda sin opciones para financiar la lucha contra Rusia”, titulaba ayer Bloomberg, que planteaba los escenarios con los que Ucrania podría aumentar sus ingresos propios y depender así en menor medida de sus socios. Los escenarios se pueden resumir en tres puntos: aumentar ingresos por impuestos, algo inviable teniendo en cuenta el estado de la economía y el empobrecimiento de la población; devaluación de la moneda, que en los últimos diez años ha pasado de un valor de 8 grivnas el dólar a más de 37; o imprimir dinero, lo que supondría aumentar la inflación.

Las opciones de Ucrania son escasas y la obcecación por continuar la guerra hasta la victoria final las limita aún más. Asumiendo como crónica la dependencia de sus socios, Kiev no solo precisa de la financiación de la Unión Europea para mantenerse a flote como Estado, sino también de los fondos estadounidenses para continuar luchando. Lo necesita, además, con rapidez.

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