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Todo por la guerra

En su visita de esta semana a Kiev, que se produjo apenas unas horas después de la de su homólogo estadounidense, Boris Pistorius, confirmó el notable aumento de la asistencia militar alemana a Ucrania. Alemania ya había anunciado su intención de duplicar la ayuda a las Fuerzas Armadas de Ucrania, por lo que los más de 1.300 millones de euros prometidos en su encuentro con Zelensky no han de ser considerados una sorpresa. El gesto de Pistorius es representativo fundamentalmente por dos aspectos. En primer lugar, porque tanto en la forma -un anuncio durante una visita sorpresa a Kiev- como en la cantidad mencionada, es sospechosamente parecido a los realizados por Antony Blinken y Lloyd Austin en el más de año y medio desde que comenzara la movilización de recursos occidentales para proveer material y financiación a las Fuerzas Armadas de Ucrania.

En segundo lugar, se trata de la manifestación más clara de la evolución que ha realizado Alemania. El Gobierno alemán ha pasado de ser criticado por sus reticencias iniciales a enviar material bélico y presionado durante semanas para aprobar finalmente el envío de tanques Leopard a presentarse, al menos en sus formas e intenciones, como el sustituto de Estados Unidos en caso de que la asistencia de Washington decaiga. Al igual que en la cuestión palestina, en la que la postura de Annalena Baerbock ha sido incluso más dura que la de Benyamin Netanyahu, Alemania lidera ahora el ala dura de la Unión Europea en lo que respecta a Ucrania. Porque la presencia de Pistorius en Kiev y la intención de duplicar la asistencia militar son mucho más representativas de la postura alemana que las palabras de su canciller la semana pasada. Tras meses de insistir en que Occidente asistirá a Ucrania “mientras sea necesario”, la semana pasada Olaf Scholz sorprendió afirmando estar dispuesto a “seguir dialogando con Vladimir Putin”. Pese al cambio de postura que pudiera interpretarse de esas palabras, el hecho de que no haya ningún diálogo que continuar deja claro que se trata del mismo discurso vacío que líderes de la UE utilizan periódicamente para no presentarse como halcones sin ninguna intención de buscar la paz.

Como muestra el ímpetu de Volodymyr Zelensky esta semana en colocar su mensaje en la prensa de habla inglesa, tanto en el mercado británico como el estadounidense, la visita alemana y las promesas de aumento de la asistencia militar del país más importante de la Unión Europea no han solventado las dudas y preocupaciones de Kiev sobre los próximos meses. La Unión Europea ha admitido, con declaraciones de numerosos altos cargos, no ser capaz de sustituir a Estados Unidos en lo que respecta a la asistencia militar, algo que se ha constatado también con los hechos. Los países europeos han reprochado a la industria militar no haber sido capaz de aumentar la producción de munición para poder cumplir la promesa de entrega de un millón de proyectiles de artillería antes de marzo de 2024. Todas las partes admiten ya que, tras entregar alrededor del 30% en los siete meses transcurridos desde que se hiciera la propuesta, no se cumplirá el objetivo. Ante el reproche de la clase política, la patronal de la industria ha respondido con un dardo propio: el compromiso de aumento de producción, alega, implica una adaptación que solo es viable con contratos a largo plazo. Es decir, la industria europea reclama contratos públicos más allá de la guerra de Ucrania para aumentar la producción y proveer a Kiev con la artillería que precisa para continuar la guerra. Las contradicciones, choques y diferencias de interés afloran en esta guerra causando aún más tensión para el proxy de Kiev.

La escasez de munición, la incertidumbre sobre la asistencia estadounidense a pesar de las buenas palabras de sus autoridades políticas y la incapacidad de la industria europea para suministrar a Ucrania con un millón de proyectiles (entre los 27 países miembros) se unen a la coyuntura internacional para crear una tormenta perfecta en la que optimistas de un lado y pesimistas del contrario dan por hecho que nos encontramos ante un punto de inflexión. Según esta visión, el fracaso de la ofensiva ucraniana a la hora de avanzar lo suficiente en el frente como para obligar a Rusia a negociar la capitulación que le exige Ucrania sería la gota que colmara el vaso de la paciencia y la capacidad occidental de financiar una guerra eterna que no puede ganarse. La realidad es más matizada y ninguno de los países que lideran el esfuerzo bélico de Kiev ha renunciado a lograr los fondos necesarios para equipar futuras ofensivas. E incluso el Kremlin ha afirmado abiertamente partir de la base de que las dificultades de Estados Unidos para lograr los fondos solicitados al Congreso serán únicamente temporales.

Sin embargo, quedan en el aire dos cuestiones: el efecto que la guerra en Gaza puede tener en el suministro de armamento a Ucrania y la influencia del proceso electoral en Estados Unidos. A ello se ha referido el presidente Zelensky en su última entrevista, concedida al medio estadounidense Fox News y que es, sin duda alguna, el referente informativo de Donald Trump y el ala trumpista del Partido Republicano. La guerra en Oriente Medio supone un condicionamiento más para el esfuerzo militar de Ucrania, que en estos apenas cuarenta días de bombardeos israelíes, ha visto con preocupación cómo una parte de los proyectiles de artillería destinados a Kiev eran finalmente desviados a Israel. Con Oriente Medio como reclamo, el presidente ucraniano ha querido llamar la atención del candidato presidencial Donald Trump, cuyo círculo en el Congreso sigue bloqueando la aprobación de nuevos fondos para Ucrania, utilizando el argumento que más le motiva: Irán.

En su conversación con Fox News, Zelensky ha querido insistir en que su país se encuentra “en el centro de los riesgos globales” y vincular a su enemigo con el chivo expiatorio favorito del expresidente de Estados Unidos. Aunque los drones de diseño iraní han supuesto para Rusia un cambio cualitativo en la forma en que ha hecho la guerra, introduciendo la dronería de una forma mucho más integrada en su doctrina, no son los Shahed los que han causado el fracaso de la contraofensiva ucraniana. Aun así, ese parece ser el argumento con el que Zelensky quiere explicar a Donald Trump un problema complejo utilizando argumentos extremadamente simples. “Dimos muchos mensajes a Irán para que no les diera drones, que no les diera licencias para producir y construir una nueva fábrica de producción de drones”, afirmó Zelensky sobre la cooperación militar en la cuestión de los drones kamikaze entre Teherán y Moscú.

Irán es solo el reclamo con el que el entorno del presidente ucraniano quiere llamar la atención del ala trumpista del Partido Republicano, que ve en Teherán a su enemigo más claro. Sin embargo, no se trata únicamente de lograr el desbloqueo de los 60.000 millones de dólares que busca Joe Biden, sino de atraer a Donald Trump a la ortodoxia de la necesidad de continuar la guerra hasta el final. “Invito al presidente Trump”, afirmó Zelensky para añadir que “si viene aquí, necesitaré…24 minutos para explicar al presidente Trump que no puede manejar esta guerra”, afirmó hace unos días en otra entrevista concedida a la NBC. Las negociaciones de paz, una tregua incluso temporal o la búsqueda de vías para reconducir el conflicto hacia la vía diplomática no son posibles para Ucrania en condiciones de debilidad, por lo que el intento de Zelensky no es otro que convencer de ello a todas las autoridades relevantes, fundamentalmente en Estados Unidos y en la Unión Europea.

En el caso de Bruselas, no hay ningún movimiento ni partido capaz de formar una oposición significativa a las decisiones de la Comisión Europea. Sin embargo, en Washington, esa minoría de bloqueo y el temor a la llegada de Donald Trump -cuya política con respecto a Ucrania fue similar a la de Obama-Biden durante su presidencia, por lo que la postura prorrusa del candidato Republicano es más que cuestionable- hacen de la propaganda bélica un aspecto más importante. Para ello, Zelensky ha decidido apelar a la coyuntura internacional y hacer de Irán la forma de explicar la guerra para justificar su financiación. Todo por la guerra.

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