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Discurso de odio como mensaje oficial

El miércoles, las redes sociales y medios de comunicación rusos comentaban un breve vídeo tan sobreactuado, absurdo y con unas palabras que fácilmente podrían llevar a una acusación penal por amenazas que una parte de la audiencia dudaba de si era real o se trataba de una creación utilizando herramientas de inteligencia artificial. Se trataba de uno de los muchos mensajes de odio que transmite de forma habitual -en realidad, esa es su labor- Sarah Ashton-Cirillo, portavoz para el mundo de habla inglesa de las Fuerzas Territoriales de Ucrania. Ashton-Cirillo, una periodista mediocre que nunca había conseguido generar un trabajo de una mínima calidad o relevancia para darle el protagonismo que busca, ha encontrado en el interés que ha causado la guerra de Ucrania la historia con la que construir su carrera. Eso sí, pese a que dice haber llegado a Ucrania para cubrir la situación de los refugiados y como periodista, su peculiar estilo y su flagrante odio a todo lo ruso han hecho de ella una herramienta útil para Kiev, que ha conseguido con ella una forma de irritar aún más a Moscú.

Llegada a Ucrania en el momento en el que lo hicieron cientos de profesionales del periodismo, Ashton-Cirillo rápidamente se hizo notar en el país. Consciente de ello, y sin hacer nunca un mínimo esfuerzo por reducir el fanatismo proucraniano que traslucía de cada uno de sus videos, comenzó a crear un personaje con el que explotar la situación. De aparente periodista pasó al activismo y continuó moviéndose por Ucrania con libertad y con permiso de portar armas. Sin dejar de presentarse como periodista, se alistó en las Fuerzas Armadas de Ucrania, supuestamente como paramédico. Es ahí donde explotó activamente su servicio y sus heridas de guerra. Necesitada de un discurso cada vez más épico, y consciente del insulto que suponen para Rusia sus comentarios y su actitud, Ashton-Cirillo afirma ahora que Rusia creó grupos específicamente para asesinarla. No es Rusia quien ha creado unidades dedicadas a los asesinatos selectivos, como la semana pasada desvelaba The Economist, pero la realidad es una víctima colateral de esta guerra desde sus inicios en 2014.

Su afán de protagonismo, unido a un estilo que solo puede definirse como histérico y su fanatismo no solo han llamado la atención de Ucrania, que la ha utilizado activamente como herramienta de provocación, sino también de Rusia. Y es eso lo que Ashton-Cirillo explota con más asiduidad. Es más, la periodista, activista y soldado basa todo su discurso en presentarse como una representación de la obsesión rusa con Ucrania y construye su narrativa a modo de víctima -absolutamente imaginaria- de un acosador que la acecha.

Tras un breve paso supuestamente por el frente, Sarah Ashton-Cirillo pasó a ejercer nuevas tareas para las tropas ucranianas. Su versión afirma que tuvo que ser retirada de la primera línea del frente al encontrarse en peligro. Se retomaba así la ficción de los grupos rusos a la caza de personas concretas, un recurso también utilizado por Zelensky y Budanov en los momentos en los que han buscado dar aún más épica a su lucha. En un contexto en el que cualquier palabra procedente de Kiev es publicada como hecho, mientras que toda afirmación de Moscú es entendida como una alegación o simplemente como propaganda, no son necesarias ni pruebas ni un mínimo de verosimilitud para lanzar contra Rusia acusaciones de intento de asesinato. Y el discurso del martirio ha sido de gran utilidad para Ashton-Cirillo, que con él ha conseguido ganarse la atención de Ucrania, que le ha otorgado un puesto de propaganda con el que no habría soñado al inicio de la guerra. Es de esperar que esta experiencia sea la base de un futuro contrato editorial.

La realidad y la ficción se juntan en el discurso de Ashton-Cirillo de tal manera que no haya posibilidad de encontrar la línea que separa el discurso de los hechos ocurridos. La lógica y las necesidades de la guerra indican que, incluso en los momentos más difíciles, el personal incapaz de comunicarse eficientemente con el resto de las tropas es absolutamente inútil independientemente de su experiencia militar, si es que la tiene. Las Repúblicas Populares de Donbass lo comprobaron con algunos voluntarios extranjeros que llegaron, con buenas intenciones, pero sin aptitudes lingüísticas, en el verano de 2014. Algo similar le ocurre a Sarah Ashton-Cirillo, que en los artículos que la prensa occidental ha escrito sobre ella, admite tener que comunicarse en inglés, castellano o a través de un traductor automático. Al contrario que gran parte de su discurso, esta parte sí es verosímil: tras año y medio en Ucrania Sarah Ashton-Cirillo sigue siendo incapaz de pronunciar de forma mínimamente inteligible la frase más importante del imaginario ucraniano: Slava Ukraina. De ahí que sea mucho más probable que el motivo por el que Ashton-Cirillo abandonó el frente para pasar a la primera línea del frente de la propaganda no sea ningún peligro específico hacia su persona sino su absoluta incapacidad para comunicarse con el resto del equipo.

Su labor al frente de la propaganda para la audiencia de habla inglesa de las defensas territoriales de Ucrania no es la primera labor comunicativa para uno de los gobiernos implicados en la guerra. En referencia a marzo de 2022, el Berliner Zeitung afirmaba que “trabajaba, entre otras cosas, para el podcast Rusia odia la verdad de la Comisión de Seguridad y Cooperación en Europa, un proyecto del gobierno estadounidense”. Ahora, según la viceministra de Defensa de Ucrania, Hanna Malliar, la cantidad de seguidores de Ashton-Cirillo hacen de ella una buena herramienta para, supuestamente, “desmontar fakes y propaganda rusa”. Sin embargo, su objetivo no es ese sino simplemente instalar el discurso ucraniano en los medios de comunicación.

Es así como Ashton-Cirillo ha logrado su relevancia actual, por medio de proyectos esponsorizados por las fuerzas participantes -directa e indirectamente- en la guerra y a base de un afán de protagonismo y un estilo que nunca ha intentado aparentar una mínima credibilidad. Sus informes no son siquiera un informativo de propaganda sino que, por su sonrisa, sus silencios y sus formas, aparentan ser un sketch satírico que busca reírse de la comunicación militar. Aun así, fundamentalmente por los precedentes de la actuación de las autoridades ucranianas, sus palabras han de ser tenidas en cuenta.

Con la obsesión de la cuestión LGTBI, Rusia ha optado siempre por destacar la condición de mujer trans de Ashton-Cirillo, algo que también se ha convertido en su principal activo a la hora de hacerse propaganda. “Trans y estadounidense: la soldada más famosa de Ucrania”, titulaba El País en un artículo abiertamente enaltecedor. Y esta misma semana, AFP publicaba un igualmente positivo reportaje en el que destacaba su valor para la propaganda ucraniana y el ejemplo que supone como reportera de guerra –             que no lo es-, posiblemente la primera mujer trans en serlo. En ambos casos, tanto en la crítica como en el enaltecimiento, se trata de un argumento absurdo teniendo en cuenta que son sus actos y sus palabras las que son criticables y no su personalidad, condición sexual, aspecto u otras características.

El enaltecimiento de la guerra, el mesianismo y la deshumanización del oponente son características propias del fascismo que la activista ha mostrado abiertamente desde que la prensa, no solo la rusa, comenzara a hacerse eco de su presencia en Ucrania. Hace unos meses, en su programa, Ashton-Cirillo, siempre con una sonrisa pretendidamente irónica, trató de describir la diferencia entre ellos y nosotros, es decir, entre los soldados rusos y los ucranianos. “Es bastante simple. Nosotros somos humanos y ellos definitivamente no lo son”. Si ellos, los soldados rusos, o quizá incluso la población completa, no son humanos, ¿busca Ashton-Cirillo, una de las portavoces de las tropas ucranianas, dar a entender que sus oponentes son menos que humanos?

Coincidiendo con el reportaje de propaganda publicado por AFP, Ashton-Cirillo ha tenido esta semana otros momento de gloria que está causando gran atención en la prensa rusa, objetivo evidente del comentario. “Rusia odia la verdad y su obsesivo foco en una voluntaria ucraniana simplemente está permitiendo que la luz de la nación ucraniana brille con fuerza”, comenzó dándose nuevamente un protagonismo que no tiene, pero que busca. “La semana que viene, los dientes de los demonios rusos rechinarán aún más fuerte, sus rábidas bocas harán espuma incontrolablemente mientras el mundo ve a uno de los propagandistas favoritos del Kremlin pagar por sus crímenes”, añadió sin que la sonrisa desapareciera de su boca mientras amenazaba a un periodista. “Y este títere de Putin solo es el primero. Los criminales propagandistas rusos serán cazados y se hará justicia mientras nosotros, en Ucrania, estamos liderados en esta misión por la fe en dios, la libertad y la completa liberación”. Ashton-Cirillo, que no solo ha hecho suya una guerra ajena, se ha erigido en portavoz de un mensaje aparentemente divino de libertad y amenazas, posiblemente de muerte, contra los propagandistas rusos. Teniendo en cuenta la definición de propagandistas, que Ashton-Cirillo ha llegado a criticar por dar versiones prorrusas incluso a CNN, que modificó un artículo para cumplir con sus exigencias, y que es conocido que Ucrania dispone de grupos dedicados a los asesinatos selectivos en la retaguardia, no se trata de una amenaza que pueda no tomarse en serio independientemente de la seriedad de la persona que se ha prestado a realizarlas públicamente.

No es de sorprender que el mensaje oficial de Ucrania sea similar al que trasladara hace más de un año la ideóloga de Azov Olena Semenyaka. “Volveremos a los que difunden esta desinformación sobre Ucrania después de que la fase caliente de la guerra termine. Nos acordaremos de todo y de todos los que contribuyeron a debilitar las líneas de defensa ucranianas. Todos responderán por eso”, afirmó en marzo de 2022. Ya entonces, el discurso de Azov y el oficial del Estado eran prácticamente imposibles de distinguir. Las diferencias se han reducido aún más en este tiempo.

Satisfecha con la relevancia que había adquirido su mensaje en los medios y redes sociales de la Federación Rusa, Ashton-Cirillo quiso confirmar sus palabras, reafirmarse y añadir más detalles, posiblemente porque es consciente de la impunidad con la que Ucrania puede permitirse este tipo de actos. Evidentemente, no ha habido críticas por parte de los medios occidentales, dispuestos a promocionar a la primera corresponsal de guerra trans, una historia demasiado perfecta como para estropearla con el contenido de su trabajo y la facilidad con la que está dispuesta a amenazar a reporteros al otro lado del frente. Encantada de ver sus palabras publicadas en RT, la empleada de la propaganda de las fuerzas de defensa territorial de Ucrania escribió que “Russia Today ha sugerido que fui demasiado vaga en mi declaración. Permítanme que me repita claramente para los títeres del Kremlin Sasha Kots, María Zajarova y la llamada jefa de derechos humanos de Rusia”, para posteriormente añadir otro vídeo en el que repetía la misma idea: los propagandistas del Kremlin son criminales de guerra -no hay necesidad de juicio, Ashton-Cirillo ya los ha condenado- y la representación del mal, por lo que serán cazados y sentenciados. Para una periodista cuya labor es vestir el uniforme militar de una de las partes para dedicarse a lanzar mensajes oficiales y hacerlo enalteciendo la guerra e incitando al odio al contrario, la acusación de propaganda puede ser una ironía que le sea demasiado profunda para comprender. En cualquier caso, el discurso de odio contra Rusia y contra todo lo ruso es de provecho para los dos gobiernos que han financiado su trabajo.

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