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El factor civil de la guerra rusoucraniana

Indecisos aún sobre qué discurso adoptar para describir los acontecimientos sobre el terreno, los medios tratan de adaptarse a las nuevas circunstancias. Hasta ahora, la guerra había sido sencilla para ellos en términos del escaso análisis y nula contextualización de los hechos. El verano de 2014 estuvo marcado por la espera de la entrada de las tropas rusas y la repetición del escenario que se había dado en Crimea semanas antes y que finalmente no se produjo. La cronificación del estado de guerra, lo que Alexey Markov, segundo comandante de la brigada Prizrak definía como un catastrófico estado de “ni guerra ni paz”, que impedía la vida normal de la región, consolidó también el más absoluto desinterés por la situación de la zona. La inexistente preocupación por la situación de las zonas bajo control de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, que sufrieron un bloqueo de transporte, comercial y bancario que comenzó en 2014 y fue en aumento durante el periodo de la guerra de Donbass facilitó el análisis entonces y ayuda a simplificar el conflicto ahora. De ese desinterés nació también la ausencia de análisis crítico sobre la actuación de Ucrania a lo largo del proceso de Minsk, saboteado prácticamente desde el principio en unas negociaciones en las que siempre quedó claro que Kiev no iba a cumplir con sus compromisos. Esa falta de crítica hace innecesaria la rectificación ahora que los propios representantes ucranianos y algunos políticos internacionales -como François Hollande, presente durante las negociaciones que llevaron a la firma- se suman al discurso ucraniano. En realidad, esas declaraciones solo son la admisión de una actitud que ha sido evidente a lo largo de los años que ha durado el proceso de Minsk.

La invasión rusa simplificó aún más los parámetros de análisis tanto para quienes consideraron 2014 una invasión rusa, aunque no fuera Rusia sino el Gobierno de Yatseniuk durante la presidencia interina de Turchinov quien decretara la operación antiterrorista el 13 de abril de ese año, como para quienes han olvidado todo ese periodo y entienden que la guerra fue un acto no provocado iniciado por la Federación Rusa el 24 de febrero de 2022. En ambos casos, se trataba de una guerra entre el bien y el mal, democracia contra autoritarismo, libertad contra opresión. Durante un año y medio, medios y expertos de todo tipo han enaltecido el sentimiento de unidad que supuestamente se ha creado en Ucrania en su lucha contra Rusia. Esa visión no solo elimina de un plumazo a la población que ha abandonado el país, una parte de ella para no volver, sino que hace desaparecer a la población que se ha refugiado en Rusia -tanto en el último año como en los ocho anteriores- y a quienes se alzaron políticamente o con las armas en la mano contra la Ucrania post-Maidan y siguen a día de hoy en las trincheras físicas o metafóricas de Donbass.

En esa simplificación absoluta de la situación internacional, regional y nacional se ha conseguido hacer desaparecer completamente el conflicto civil existente en Ucrania desde hace nueve años y que sigue observándose en las cifras de bajas. Hace unos días, BBC, en colaboración con Mediazona publicaban su último dato sobre soldados rusos muertos en la guerra identificados a través de una metodología de seguimiento continuo de las noticias y esquelas publicadas en los medios locales o posts en las redes sociales. No hay ninguna iniciativa que realice el mismo trabajo en el caso de Ucrania, donde ocultar el nivel de bajas es importante para garantizar que no aumente la sensación de que se está produciendo una carnicería sin sentido en una guerra que no se puede ganar.

La lista publicada por la BBC y Mediazona incluye a 29.217 “soldados rusos”, muy lejos de los datos repetidos constantemente por Ucrania y que prácticamente multiplican por diez ese dato, un coste aun así muy elevado. Analizando los últimos datos, el académico canadiense de origen ucraniano Ivan Katchanovski recogía el comentario del artículo en el que se precisaba que “esta cifra no incluye a aquellos que han luchado del lado de Rusia como parte de las unidades de las autoproclamadas RPD y RPL”. El discurso de unidad de Ucrania oculta esa realidad ignorando a los 11.500 soldados muertos, una parte posiblemente ya con nacionalidad rusa, pero ucranianos de origen, luchando precisamente contra Ucrania. Katchanovski añadía que “la BBC ha identificado casi 400 bajas en Crimea. Esto significa que el 29% de las 41.000 bajas mortales identificadas entre las fuerzas rusas son realmente residentes de Crimea y Donbass”. Los datos refuerzan la impresión de que han sido los ejércitos de las Repúblicas Populares los que han cargado con el peso de la batalla en Donbass, con las fuerzas regulares rusas encargadas de luchar en las demás zonas del extenso frente.

Estas cifras muestran también la continuación de un conflicto interno que ha sido ocultado desde 2014 en favor de una visión simplificada de la guerra, en la que las Repúblicas Populares no eran sino una creación -ni siquiera un proxy- rusa a través de la cual luchar indirectamente contra Ucrania. Esa visión convivía con el discurso de ocupación rusa del territorio, una forma de negar a la población de Donbass la capacidad de haber tomado la decisión de alejarse de Kiev y buscar apoyo económico, político y militar en Moscú. No era el ejército ruso quien pasaba los inviernos en las trincheras de Gorlovka o los alrededores del aeropuerto de Donetsk sino unas milicias formadas a partir de la población local, que luchó en 2014 y 2015 en las grandes batallas de la guerra de Donbass -sin duda con apoyo de Rusia- y que se incorporó a la jerarquía rusa en 2022 con el inicio de la guerra rusoucraniana. Nueve años y medio después del inicio de la la operación antiterrorista del primer gobierno post-Maidan, la guerra sigue enfrentando a ucranianos a uno y otro lado de la línea del frente de Donbass, algo que, en una dinámica de simplificación del conflicto, ha quedado completamente sumergido en la retórica de unidad del pueblo ucraniano contra el invasor ruso. “La omisión deliberada del aspecto de guerra civil en la guerra de Ucrania es sorprendente y revelador”, comentaba Katchanovski.

Los datos podrían resultar incómodos para Ucrania, que aplica a esta realidad la estrategia del olvido y la negación. En su discurso, el mismo que ha seguido la prensa durante todos estos años, Kiev simplemente ignora esta realidad y señala a Rusia para cargar sobre sus hombros toda la culpa del estallido de la guerra, de los crímenes cometidos, de la muerte y la destrucción mientras sueña con capturar esos territorios, donde la población lleva casi una década luchando contra el ejército ucraniano, para imponer una visión unilateral sobre qué es Ucrania, qué significa ser ucraniano y, ante todo, sobre qué ha ocurrido desde 2014.

La dificultad con la que se encuentran ahora tanto Kiev como sus socios y los medios que repiten su mensaje no es la naturaleza del conflicto, más complejo de lo que ha querido presentarse, sino la realidad militar, que raramente puede controlarse a través de la creación de narrativas. Ucrania ha contado con una fase épica de defensa, en la que ha explotado la hazaña de sus soldados de aguantar durante semanas el asedio ruso en Azovstal sin mencionar que era la fábrica soviética la que defendía a sus tropas y no al revés, y posteriormente ha disfrutado de meses de triunfalismo derivados de sus dos grandes victorias en Járkov y Jersón. En la cresta de la ola de popularidad internacional entre el establishemnt político, mediático y militar occidental, Ucrania no parecía prever complicaciones a la hora de mantener esa narrativa de victoria que empieza a fragmentarse debido a las dificultades para avanzar sobre territorio ruso en el frente sur. Solo así han comenzado a aparecer las disidencias en el discurso mediático, que se plantea ahora la viabilidad del plan ucraniano y de la victoria final y comienza a desconfiar incluso de la calidad del entrenamiento occidental. Sin embargo, nada es irreversible y el hecho de que no haya aparecido aún ningún reproche real sobre la ocultación de bajas o las exigencias de continuación de un suministro militar sin precedentes en el marco de la OTAN sugieren que todo puede volver a la normalidad con una victoria mínimamente significativa de Ucrania que haga volver a la visión simplificada de la guerra entre el bien y el mal.

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