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Alemania, Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, LPR, Minsk, Rusia, Ucrania

Errores del pasado

Desde 2014, pero de forma más agudizada a lo largo de los años, el conflicto ucraniano se ha definido por sus tres componentes: un aspecto interno, un conflicto político entre Kiev y Moscú y uno más amplio entre Rusia y Occidente. Todos esos aspectos pasaron por un punto de inflexión ese año. El golpe de estado del 22 de febrero de 2014 en Kiev y la victoria de Maidan fueron el catalizador tanto de la respuesta rusa en Crimea, que agudizó aún más el conflicto entre Rusia y Ucrania y dio lugar a las primeras sanciones occidentales conta la Federación Rusa, y de la reacción de una parte de la población del país, que a la larga dio lugar a la guerra en Donbass. Maidan, y especialmente su abrupto final apenas unas horas después de que se firmara un acuerdo de reparto del poder que la oposición nunca tuvo intención de cumplir, fue el inicio de una serie de procesos que sentaron las bases de lo ocurrido desde entonces.

No debe buscarse una línea directa entre el 22 de febrero con la victoria de Maidan, el 16 de marzo con el referéndum de Crimea o el 13 de abril con la proclamación de la operación antiterrorista y el 24 de febrero de 2022, pero todas esas fechas marcaron lo que ocurriría en años posteriores. La guerra nunca fue inevitable ni ha de normalizarse como “extensión de la política por otros medios”, especialmente cuando pudo ser evitada por medio de un diálogo político y, sobre todo, detenerse por medio del compromiso. Aunque la guerra en Donbass era solo una de las tres aristas del conflicto que finalmente dio lugar a la invasión rusa, su resolución pudo haberse convertido en el punto de inflexión para buscar una salida al complejo conflicto que se vive en Ucrania desde hace ya prácticamente una década.

Ese era, al menos teóricamente, el objetivo de los acuerdos de Minsk y del proceso que nació de las negociaciones entre Alemania, Francia, Ucrania y Rusia en la capital bielorrusa en febrero de 2015. Sin embargo, prácticamente desde el momento de la firma de los documentos, existió en el proceso una discordancia entre lo que los acuerdos aparentemente pretendían y la actitud de las partes, tanto las firmantes como las negociadoras. Durante años, pese a buscar modos de llegar a un acuerdo y presentar de forma prácticamente constante documentos en busca de una aceleración del cumplimiento de los acuerdos, las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk aprovecharon el tiempo para homologar su legislación a la rusa y avanzar en su integración social, económica y política en la esfera rusa. Frente a las críticas, que siempre fueron dirigidas a Rusia, ya que Ucrania nunca quiso dar reconocimiento alguno a la existencia de una parte del país que buscaba un camino político diferente al marcado por Kiev, Donetsk, Lugansk y Moscú se defendieron recordando el incumplimiento ucraniano de todos y cada uno de los puntos políticos de Minsk.

Enquistado mientras aumentaba la tensión entre Rusia y Ucrania en relación con Crimea, especialmente tras la “declaración Crimea” de Volodymyr Zelensky, y entre Moscú y Occidente especialmente a causa del temor ruso a que Ucrania fuera utilizada como herramienta (militar o política) contra Rusia, el conflicto de Donbass fue central en las acusaciones cruzadas que se produjeron entre febrero de 2015 y febrero de 2022. En ese tiempo, acompañó a las constantes acusaciones un repetido intento de simplificación de los hechos. De la misma forma que Moscú había visto en Maidan únicamente una injerencia externa de los países occidentales, que existió, pero que no habría sido suficiente para derrocar al gobierno de no existir un conflicto interno previo. El intento ucraniano de simplificar lo ocurrido de Donbass fue incluso más burdo. Negando toda legitimidad a las protestas de Donetsk y Lugansk, que respondían a una serie de reclamaciones políticas reales y legítimas, Ucrania siempre ha pretendido que todo lo ocurrido en Donbass desde marzo de 2014 se ha debido únicamente a la actuación rusa. Según esta versión, Rusia manejó las protestas de marzo y abril de 2014, invadió Donbass ese verano y desde ese año instaló una administración títere con la que Kiev jamás debía negociar. E incluso ahora, años después de que Rusia aceptara finalmente otorgar pasaportes rusos a la población de Donbass, como las Repúblicas Populares habían exigido durante años, Ucrania afirma que la población está siendo obligada a adquirir documentos de identificación rusos. Kiev, que ha ignorado la opinión de Donbass desde 2014, prefiere olvidar que la larga espera y los retrasos para la obtención de los pasaportes rusos ha sido una de las principales quejas de la población desde que comenzó el proceso.

La simplificación de los hechos para alegar que se trataba únicamente de una invasión y ocupación rusa buscaba eliminar esa arista del conflicto interno que ha estado presente en la guerra de Donbass. Kiev podía así equiparar la situación de Donetsk y Lugansk con la de Crimea y continuar exigiendo la devolución de los territorios y el restablecimiento de la integridad territorial de Ucrania según sus fronteras de 1991 de forma incondicional y sin cumplir con los compromisos mínimos a los que se había comprometido con su firma en los acuerdos de Minsk. A lo largo de los prácticamente siete años que se alargó el proceso de Minsk, la esperanza de Moscú, y por extensión de las Repúblicas Populares, fue siempre que los socios de Ucrania presionaran a Kiev para que aceptara finalmente implementar los acuerdos que había firmado. El cumplimiento de los acuerdos de Minsk habría supuesto el retorno de Donbass a Ucrania y un paso en la resolución del conflicto interno iniciado en 2014. Y aunque se habría tratado únicamente de uno de los tres conflictos que han precipitado los acontecimientos a la guerra rusoucraniana, habría supuesto un paso decisivo en el intento de evitar la actual guerra.

En ese proceso, hay una persona que destaca por encima del resto: Angela Merkel. Su iniciativa reunió en Moscú a los jefes de Estado o de Gobierno de Alemania, Francia y Rusia para impulsar una negociación de alto el fuego y traslado del conflicto de la fase militar en la que se encontraba a una política y diplomática. Los segundos acuerdos de Minsk no lograron nunca un alto el fuego completo, pero sí que la lucha se limitara a la línea del frente, lo que supuso un brusco descenso de las víctimas civiles, aunque no del sufrimiento de la población civil. El castigo colectivo impuesto por Kiev a la población de Donbass en forma de un bloqueo bancario y de transporte, decretado por Poroshenko en otoño de 2014, continuó pese a que Minsk exigía la reanudación de las relaciones comerciales y económicas y Kiev lo complementó en 2017 con un bloqueo económico completo que Volodymyr Zelensky también se negó a levantar. El ejemplo del incumplimiento de los puntos económicos del protocolo de Minsk puede extenderse a sus puntos políticos, eso que Kiev siempre dejó claro que no iba a cumplir.

Ahora, tras haber declarado ya que, de haber tenido tiempo y fuerza política, habría impulsado un nuevo formato para buscar una resolución a la guerra en Donbass, Angela Mekel ha vuelto a reafirmarse en su actuación y en su política hacia Rusia y Ucrania. Puede que sus recientes palabras, pronunciadas en una entrevista concedida a Die Zeit, sean simplemente una reacción a las recientes acusaciones ucranianas, que de forma explícita han reprochado a Alemania la imposición de Minsk. Merkel había afirmado ya que, cuando menos, Minsk había dado a Ucrania un preciado tiempo para reforzarse y prepararse para la posibilidad de una guerra con Rusia, pero nunca ha renegado de los acuerdos de Minsk, como sí han hecho de forma más explícita Poroshenko, Hollande y Zelensky. En defensa de su política, Merkel ha insistido en que “el hecho de que fracasara no es una prueba de que fuera un error intentarlo” y ha afirmado, en relación a una guerra amplia entre Rusia y Ucrania que usó “todo lo que tenía a mi disposición para intentar impedir esta situación”.

Merkel, al contrario que Hollande, que también participó en las negociaciones, es consciente de que los acuerdos de Minsk fueron durante un tiempo la posibilidad más clara de evitar una guerra extendida a todo el país como la que se vive actualmente. Sin embargo, el principal enemigo de ese camino se encontraba entre sus aliados, algo que la excanciller alemana admite ahora, pero contra lo que no actuó en su momento. “El presidente Zelensky fue muy crítico con los acuerdos de Minsk. Ya lo dijo durante su campaña electoral y apuntó que los consideraba inviables”, afirma Merkel ahora que ya no importa. En sus palabras hay una doble admisión: que Ucrania nunca tuvo intención de cumplir con lo firmado y que sus socios occidentales no pudieron o no quisieron presionar a Kiev en busca del cumplimiento de los acuerdos firmados. Culpar a Rusia del incumplimiento propio y ajeno y no molestar a su aliado ucraniano era más cómodo que presionar públicamente en favor de la principal herramienta para tratar de evitar una guerra más amplia.

Sin embargo, la actuación alemana, cuyo incondicional apoyo permitió a Kiev reforzarse e incumplir abiertamente sus compromisos adquiridos en el proceso de Minsk, sigue siendo blanco de las críticas. Reprochando las negociaciones para lograr garantizar el suministro de gas ruso -que antaño fueran de gran importancia para Ucrania, ya que el tránsito suponía lucrativos ingresos- y la insistencia en la necesidad de una negociación, Mijailo Podoliak, asesor de la Oficina del Presidente de Ucrania, afirmó que “si no puedes corregir los errores del pasado, simplemente deja de buscar excusas y de incentivar al agresor”. Llevando al extremo la idea de “si no están con nosotros, están contra nosotros”, Podoliak ha convertido a la principal aliada de Ucrania en Europa durante años en una cómplice del agresor. Para Ucrania, el compromiso es inaceptable ahora, pero lo fue también durante los años de Minsk, en los que el agresor no era Moscú sino Kiev. Ucrania utiliza ahora todo lo que tiene a su alcance, incluido el insulto a sus aliados, para justificarlo.

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