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La lógica de la guerra

Como elemento de shock político y económico, la guerra muestra cuál es el estado de las relaciones internacionales en un momento dado. Aunque no es el único conflicto bélico activo en estos momentos, la guerra entre Rusia y Ucrania está marcando la agenda internacional y es también un termómetro para valorar su estado y las perspectivas de futuro a corto y medio plazo. A día de hoy, cada foro internacional está marcado por la exigencia de los países occidentales de que cada país muestre públicamente su posición sobre el conflicto, por muy alejado que este esté de su realidad del día a día. Incluso antes de que las tropas rusas cruzaran las fronteras de Ucrania, Estados Unidos y sus aliados presentaban ya la idea de unidad que continúa siendo la base de su discurso. Ya entonces se planteaba una lucha entre la democracia y el autoritarismo en la que cada país debía ponerse del lado de Ucrania. Ese discurso no ha hecho más que aumentar a medida que la guerra se ha enquistado, haciéndose cada vez más dura, intensa y cruel para la población civil a ambos lados del frente.

Sin embargo, frente a la idea original y al discurso oficial de Estados Unidos y sus socios de la Unión Europea, esa división del mundo entre una Rusia aislada y el resto del mundo no se ha producido. Es más, esta misma semana, un artículo publicado en Foreign Policy afirmaba que “a consecuencia del trabajo diplomático, económico y de seguridad tras su invasión de Ucrania, Rusia se encuentra ahora bastante menos aislada de lo que a Estados Unidos y a Occidente les gustaría”. En lugar de la idea de Rusia contra el resto del mundo, unido en su apoyo a Ucrania, la realidad muestra que, más allá de los países europeos o aliados incondicionales de Estados Unidos, el resto del mundo, una mayoría en número y población, se ha mantenido neutral, sin interés por implicarse en una guerra ajena y lejana.

Occidente ha empleado tiempo y esfuerzo en rebajar la importancia de la visita de Xi Jinping a Moscú, oscilando entre destacar la falta de la firma de un gran acuerdo y las amenazas sobre unas posibles intenciones chinas, posiblemente existentes únicamente en las mentes de los arquitectos de la narrativa occidental, de suministrar armamento a Rusia. La visita del presidente de China, segunda potencia mundial e indispensable socio comercial y diplomático para Rusia ahora que busca redirigir sus relaciones económicas y políticas más allá de la Unión Europea, es el ejemplo más claro de que el discurso del aislamiento ruso choca con la realidad, pero no es el único.

Especialmente importante ha sido también en estos meses el papel de India, un país que ha aumentado de forma ampliamente perceptible sus importaciones de productos energéticos rusos. Si el objetivo de las sanciones de la Unión Europea era reducir los ingresos de Moscú de la venta de gas y petróleo, los datos de importaciones de India ayudan a ver que ha fracasado. Por el momento, tampoco se habría logrado el objetivo de expulsar a Rusia del mercado energético de la Unión Europea: además del aumento de importaciones de gas natural licuado antes del inicio de las sanciones, los países de la UE continúan adquiriendo productos rusos a través de terceros países que, como India, actúan de intermediarios, por supuesto, encareciendo el producto.

Los escasos éxitos que Ucrania está logrando más allá de lo que podríamos calificar como el bloque occidental a la hora de lograr apoyos explícitos y, sobre todo, envío de armas, caminan en la misma dirección. Incluso en las primeras semanas de la intervención militar rusa en Ucrania, cuando el presidente ucraniano era la figura más buscada a la hora de realizar apariciones en todo tipo de foros políticos, el fracaso en el intento de lograr la atención de países africanos fue sonora, por ejemplo, con el fallido intento de convocar a la Unión Africana. Desde entonces, la diplomacia ucraniana ha continuado invirtiendo esfuerzos en busca de lograr reclutar más países, especialmente aquellos considerados en el bando prorruso -o neutral, ya que ambos términos están siendo utilizados indistintamente-, como se pudo observar con la visita de Dmitro Kuleba a varios países africanos, algo que un canciller ucraniano jamás había hecho. Su éxito fue limitado y solo Marruecos ha apoyado activamente a Ucrania, colaborando con el envío, no de tanques occidentales como exigía Kiev, pero sí de tanques de fabricación rusa. El escaso éxito de Zelensky y Kuleba en África contrasta con las visitas de Sergey Lavrov, de las que tan amargamente se quejaba Josep Borrell, alegando que hay en el continente “países fáciles” como Mali.

El caso de América Latina es aún más claro. A excepción de Gabriel Boric, el dirigente que más abiertamente ha apoyado el discurso de Zelensky, y de Guillermo Lasso, que según la filtración del Pentágono está dispuesto a enviar armamento a Kiev, las postura de gran parte de los países ha sido desmarcarse de la acción militar, pero alejarse también de implicarse en la guerra. De forma pública y clara, los líderes de los grandes países latinoamericanos -Argentina, Brasil, Colombia y México- se han mostrado contrarios al envío de armas y se han posicionado a favor de la exigencia de negociación. Especialmente relevante es la postura del recién regresado Lula da Silva, que antes incluso de su victoria electoral había mostrado su rechazo a la forma en la que Ucrania había gestionado la situación en los primeros meses de la invasión rusa.

Desde su retorno a la presidencia, el líder brasileño ha insistido en el rechazo a la petición alemana de enviar armamento y munición, pero también en la necesidad de que el conflicto retorne a la vía diplomática. Y es ahí donde las palabras de Lula han causado el enfado de Estados Unidos. Molesto en cada ocasión que un país relevante se desmarca del camino que se espera de ellos -como ya le ocurriera a Emmanuel Macron con su comentario sobre la necesidad de “autonomía estratégica” de la Unión Europa-, Washington ha mostrado públicamente su decepción con el papel que intenta jugar actualmente el presiente brasileño. Lula, que ya había mostrado su interés por actuar como país mediador entre Rusia y Ucrania, aprovechó su reciente visita a Beijing para insistir en ese camino. Lula, cuya representación condenó la invasión rusa en la ONU pero que mantiene la idea de que no es solo Rusia sino también Ucrania quien desea que la guerra continúe.

A esa idea, que ha repetido en numerosas ocasiones, el presidente brasileño añadió un comentario que ha causado la ira de Washington. Desde China, Lula da Silva afirmó que “Estados Unidos necesita dejar de incentivar la guerra y empezar a hablar de paz”, provocando la indignación de Estados Unidos, que le acusó de “repetir como un loro la propaganda rusa”. Lula apuntó también a Bruselas. “Es necesario que la Unión Europea empiece a hablar de paz para que podamos convencer a Putin y Zelensky de que la paz es el interés de todos y que la guerra, por el momento, solo les interesa a ambos”, afirmó con una frase que difícilmente puede considerarse una repetición de la propaganda rusa. Sin embargo, como muestra el orgullo con el que el líder de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, anuncia el uso de los Fondos para la Paz para enviar munición a Ucrania, la paz sigue sin ser del interés de Bruselas ni de Washington, ambos centrados en la preparación de la ofensiva ucraniana en su intento de lograr una solución militar decisiva en favor de Ucrania.

En las últimas semanas, es perceptible el aumento de artículos que dudan de la capacidad de Ucrania de lograr esa gran victoria o que abogan por la necesidad, no inmediata pero sí a medio plazo, de negociaciones entre los dos países, una opción que Kiev ha rechazado abierta y repetidamente. Las intenciones están claras y no es de esperar que ninguna de las iniciativas internacionales de paz, pese a las buenas intenciones de líderes como Lula da Silva, puedan dar resultado. Así lo demuestran las dos visitas que Zelensky y Putin han realizado al frente y que se conocieron ayer. Con la certeza de saber que su seguridad está garantizada -pese a las declaraciones, Rusia nunca ha tratado de atacar a Zelensky-, el presidente ucraniano visitó zonas cercanas a Avdeevka, una de las zonas calientes del frente de Donetsk. En su segunda visita a la zona de guerra, Putin visitó a las tropas en el frente de Jersón -posiblemente en Genichesk, donde se han trasladado las labores administrativas- y Lugansk, donde los generales planean las operaciones militares. El frente marca la realidad actual y Rusia es consciente de que ha de esperar un ataque ucraniano. Los lugares de la visita de Vladimir Putin, Jersón, uno de los lugares que serán atacados, y Lugansk, donde se prepara la defensa, lo prueban. Según las filtraciones del Pentágono, la ofensiva ucraniana debería comenzar el 30 de abril.

 

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