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Guerra política e informativa a la espera de ofensivas militares

Las semanas pasan y el frente continúa sin rastro de las ofensivas de primavera que presagiaban tanto la prensa como think-tanks e inteligencias occidentales. Ayer, los medios se refirieron a la retirada de unidades ucranianas de la frontera bielorrusa una vez que el país ha constatado que no existe riesgo de invasión a través del frente norte. Esa había sido una de las direcciones que expertos occidentales habían planteado cuando trataban de advertir de una gran ofensiva rusa que supuestamente trataría de rivalizar con la que abrió la intervención militar de la Federación Rusa. En este tiempo, Ucrania ha navegado entre el traslado de tropas y exigencia a sus socios de más apoyo militar y financiero para hacer frente a una amenaza inminente y la mofa sobre la incapacidad rusa y bielorrusa de preparar una ofensiva en el frente norte. Si la idea de una gran ofensiva rusa para febrero y marzo, coincidiendo con el primer aniversario de la entrada de Rusia en la guerra, siempre pareció un producto de la propaganda occidental, más claro podía verse que una posible ofensiva no llegaría desde el frente norte, con un riesgo evidente de enfrentarse a los mismos problemas de doce meses antes.

La inteligencia occidental, fundamentalmente la británica, una de las principales fuentes de información de los medios de comunicación, ha pretendido presentar como “ofensiva de Lugansk” la “defensa activa” realizada en los últimos meses en la zona de Kremennaya y Svatovo. Teniendo en cuenta el más que escaso territorio de Lugansk, sin una sola ciudad mínimamente relevante bajo control ucraniano, la idea de gran ofensiva que pretendieron alegar Ucrania y sus socios tampoco se correspondía con la realidad. La lucha por los bosques de los alrededores de Kremennaya continúa con ligeros avances rusos, aunque sin apariencia, por el momento, de ofensiva hacia Krasny Liman, un objetivo importante para una futura aproximación hacia Slavyansk. Sin embargo, la importancia operativa de esa localidad no será real hasta que Rusia no derribe la primera línea de defensa de Ucrania en Donetsk, Artyomovsk y Seversk, tras lo cual será posible plantear un futuro avance. En el caso de Rusia, no así en el de Ucrania, la importancia de aislar Artyomovsk y atrapar allí al mayor número posible de tropas ucranianas para facilitar así futuros avances en la RPD. Por el momento, consolidado el Dniéper como frontera natural entre los dos bandos enfrentados y a la espera del ataque ucraniano en Zaporozhie, los planes ofensivos rusos parecen limitarse a pequeños avances en la región de Járkov hacia Kupyansk, perdida en septiembre, posiblemente como parte de la preparación para una aproximación a Slavyansk desde el norte.

Tampoco la tantas veces anunciada ofensiva ucraniana ha comenzado por el momento. Es más, varios medios estadounidenses afines a la administración Biden han constatado esta semana las dificultades de las tropas ucranianas en el único frente realmente activo, el de Donetsk. The Washington Post, por ejemplo, se ha referido en uno de sus artículos a la escasez de munición y soldados preparados para el combate en la batalla de Artyomovsk. Aunque el artículo repite el mantra de que también las tropas rusas sufren del mismo problema, la publicación de información negativa para Ucrania ya ha tenido consecuencias. “El comandante de batallón ucraniano que habló con nosotros para este reportaje ha sido apartado de su puesto por hablar con el Post después de meses de liderar a los soldados en algunos de los lugares más peligrosos del frente”, denunciaba el jueves Paul Sonne, uno de los autores de la publicación.

Más lejos ha ido Político, medio utilizado por la parte crítica de la administración Biden para filtrar las dificultades de Ucrania y las fisuras entre los aliados, siempre con el mismo objetivo: conseguir el suministro correcto para permitir que Kiev logre unos objetivos que consideran razonables y que posiblemente no incluyan Crimea. En un comentado artículo, el medio se ha referido a las palabras de Lloyd George, secretario del Pentágono, que afirmó que “Ucrania no tiene tiempo que perder”, para insistir en la idea de que una guerra larga beneficia a Moscú, pero también para resaltar el intento de Estados Unidos de acelerar la esperada ofensiva. Todo ello, por supuesto, para lograr el suministro necesario. “Tenemos que cumplir rápida y completamente nuestros compromisos adquiridos”, afirmó Austin, que explícitamente se refirió a blindados, piezas de repuesto y mantenimiento e instrucción de los soldados ucranianos.

Político añadía también un aspecto más: la creciente preocupación estadounidense por la escasez de munición, defensas aéreas y soldados experimentados. Tres meses y medio después de que Ursula von der Leyen pronunciara la cifra de 100.000 soldados ucranianos fallecidos en la guerra, comentario borrado posteriormente del vídeo oficial suministrado por la Comisión Europea, el medio mencionaba nuevamente esa misma cifra. “Hasta 100.000 efectivos ucranianos han muerto en esta guerra de un año según estiman oficiales estadounidenses”, afirmó. En un contexto en el que, como insistió Mijailo Podoliak en una de sus muchas entrevistas, la información sobre las bajas ucranianas es confidencial, cualquier mención a una cifra total, especialmente una tan elevada y simbólica como esa, es significativa. En el pasado, el argumento de las elevadas bajas ucranianas ha sido utilizado para exigir más armamento y más rapidez en sus entregas. Eso sí, ha de hacerse sin poner en duda la retórica de victoria segura de Ucrania. Como ocurriera con el comentario de von der Leyen, también Politico se vio obligado a matizar los datos varios días después de ser publicados. Ahora, el medio afirma que 100.000 son los soldados que Ucrania ha perdido entre muertos y heridos.

Algunos de los países más incondicionales defensores de Ucrania, como Polonia, han respondido ya a la llamada a acelerar las entregas. Polonia primero y Eslovaquia después han anunciado ya la entrega de sus stocks de cazas de fabricación rusa o soviética, modelos MiG-29 inferiores a los utilizados por Ucrania, pero que serán más sencillos de integrar en el funcionamiento de las tropas. La necesidad de estos cazas MiG hace surgir la pregunta de qué fue de la aviación ucraniana, pero también pone de manifiesto que, posiblemente como ocurrirá en el caso de los tanques, el material soviético o postsoviético puede llegar a ser aún más importante que el equipamiento occidental, lento en llegar, con exigencias de instrucción específica y un reto logístico de mantenimiento. En el caso de la aviación, las potentes defensas aéreas rusas dificultan notablemente la decisión occidental de enviar los tan deseados F-16 o equivalentes europeos. De ahí que el anuncio de Polonia y Eslovaquia no sea únicamente un intento de presionar a los países de la OTAN para que envíen su material, sino la constatación de que Kiev y sus aliados más cercanos buscan acelerar la batalla por el mar de Azov.

A la espera de dicha ofensiva militar y con el frente mediático apoyando esos esfuerzos, también el frente diplomático y político está en auge. Con la legitimidad que le otorga el incondicional apoyo de la OTAN y creyéndose ya con derecho a determinar, no solo el desarrollo de la guerra y el futuro de Rusia, sino el de mucho más allá de sus fronteras, el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania anunciaba ayer represalias para aquellos países que no apoyen a Ucrania. En un comentario que bien pudiera estar dirigido a China, a quien la prensa acusa ahora de haber vendido material de protección y rifles a Rusia, Dmitro Kuleba afirmó que “si alguien en el mundo piensa que la forma en que este o aquel país se comportó o trató a Ucrania en el momento más oscuro de su historia no se tendrá en cuenta para construir futuras relaciones, entonces es que no saben cómo funciona la diplomacia”. Ucrania se ve así con la superioridad moral de dictar el presente y el futuro, característica de la que no disfrutó, por ejemplo, Iraq, país atacado por Estados Unidos, invasión en la que Ucrania participó con alrededor de 5000 efectivos.

Iraq no contó con la solidaridad internacional de la que ha gozado Ucrania ni la invasión basada en burdas fabricaciones de inteligencia supuso consecuencias. La invasión de países miembros de la OTAN y sus aliados no provocó órdenes de arresto de alto perfil, algo que ya ha ocurrido en el caso de Ucrania. Ayer, el Tribunal Penal Internacional emitió una orden de detención contra el presidente ruso Vladimir Putin. En un acto que condena a la guerra a la escalada e imposibilita toda posibilidad de negociación, se constata así que no queda ya ninguno de los puentes existentes entre Occidente y Rusia. Con el tiempo, Rusia ha afirmado que esta guerra es existencial para el Estado ruso. Si no lo era en el momento en el que las tropas rusas cruzaron la frontera ucraniana, sin duda lo es ahora.

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