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Otro intento fallido de internacionalizar aún más el conflicto

Recién regresado de su breve pero intenso viaje, en el que logró pronunciar el grito de OUN, “slava Ukraina” en el Parlamento Europeo entre una inmensa ovación, Volodymyr Zelensky se ha visto obligado a reaccionar ante un nuevo ataque de misiles rusos. Tras varias semanas de tranquilidad en la retaguardia, con la guerra activa concentrada fundamentalmente en el frente de Donbass, las tropas rusas dispararon ayer alrededor de 70 misiles contra las infraestructuras críticas de Ucrania. Como en ocasiones anteriores, los objetivos de los misiles rusos fueron fundamentalmente las infraestructuras de distribución eléctrica a lo largo de todo el país. Siguiendo también la línea habitual, y pese a que se conocen ya serios daños materiales en algunos de esos objetivos, por ejemplo en Krivoy Rog, las autoridades ucranianas alegaron haber derribado más de 60 de los 70 misiles lanzados.

El ataque, aunque importante, no fue tampoco “el mayor ataque con misiles desde el inicio de la invasión” como alegaba ayer la agencia EFE. El pasado diciembre, por ejemplo, la prensa informaba de un ataque con alrededor de un centenar de misiles. Ninguno de los ataques se acerca tampoco a lo visto en los primeros días de la guerra con ataques con misiles a bases y objetivos militares de toda Ucrania. Sin embargo, para el discurso mediático es importante resaltar siempre el ataque más reciente como una escalada en lugar de como la repetición de una estrategia que, poco a poco, está minando seriamente la capacidad de Ucrania de reparar los daños acumulados. Odessa ha sido escenario de un claro ejemplo de cómo las consecuencias de los ataques van más allá de las explosiones inmediatas que producen. El 4 de febrero, sin que mediara un nuevo ataque, una explosión en una subestación eléctrica dejó sin suministro eléctrico a gran parte de la ciudad, mostrando que las dificultades para reparar los daños causados aumentan con el tiempo. Con la guerra como prioridad absoluta, los recursos enviados por la Unión Europea y otros aliados, los “generadores de esperanza” no son suficientes para impedir los constantes y crecientes cortes de suministro.

En su discurso de ayer tras el ataque, Zelensky utilizó la habitual estrategia de alegar daños mínimos y solicitar más armas a sus socios. Sin embargo, el presidente ucraniano quiso hacer de su discurso la continuación de su reciente viaje a los países europeos. En el Reino Unido, Zelensky apeló a su principal socio europeo en busca de aviación occidental. En Bruselas y París, el objetivo, sin olvidar la exigencia de armas, fue lograr un apoyo político aún más incondicional. Con reproches por el papel de Alemania y Francia por su insistencia en las negociaciones de Minsk y presentando al país como defensa de los valores europeos, Ucrania buscó un trato preferente que le garantice acceso privilegiado a la Unión Europea. En ese viaje, con tono más político, había tenido menos papel que el habitual la OTAN.

Zelensky aprovechó el ataque de ayer para un nuevo intento de involucrar aún más a la OTAN en la guerra. Kiev, que ya se ha presentado a sí misma como ejército de una guerra común contra Rusia y ha ofrecido a sus socios el territorio para probar sus armas, continúa intentando internacionalizar aún más un conflicto en el que, según Moscú, la línea entre Ucrania y la OTAN se difumina cada vez más. Con el riesgo de escalada creciente por parte de ambos bandos en conflicto, aumenta el riesgo de que la guerra se convierta en un conflicto aún más desbocado. Consciente de ello, el equipo de Zelensky trata de utilizar cada incidente y cada novedad en su beneficio. Sin necesidad de prueba alguna, las autoridades ucranianas alegaron ayer que los misiles rusos procedentes del mar negro habían atravesado el espacio aéreo de Moldavia y de Rumanía, país miembro de la OTAN. El intento de apelar al Artículo V de la defensa colectiva de la Alianza es burdo y cuenta con un fallido precedente.

Al igual que ocurriera el pasado 16 de noviembre, cuando un misil antiaéreo impactó en una aldea polaca matando a dos civiles, Ucrania persistió en su discurso incluso cuando quedó probado que era falso. En el caso de Polonia, Ucrania continuó durante varios días alegando que un misil ruso había atacado intencionalmente un país de la OTAN incluso después de que sus propios socios desmintieran tal escenario. Ayer, Rumanía desmintió la versión ucraniana, algo que no fue suficiente para cambiar el discurso de Kiev, que había decidido ya utilizar el reciente ataque para definirlo como “un desafío a la OTAN y a la seguridad colectiva”. Una forma de exigir más armas a sus socios, de los que ha obtenido el incondicional apoyo político que espera pero no el completo ejército que desea, Kiev no duda en seguir intentando involucrar directamente a la Alianza en una guerra contra Rusia.

Utilizando argumentos que incluso sus socios más incondicionales desmienten, Zelensky no solo pone en cuestión su credibilidad ante quienes arman y financian esta guerra, sino que aumenta el riesgo de extender el conflicto. Como han mostrado estos meses, en los que Rusia no ha atacado, por ejemplo, las infraestructuras de la frontera polaca, a través de la cual llega a Ucrania el armamento que Ucrania utiliza, por ejemplo, contra Donetsk, el interés de Moscú es mantener contenido el conflicto. De la misma manera ha actuado, hasta el momento, la OTAN, satisfecha con esta guerra contra Rusia en la que dispone de un proxy dispuesto a luchar hasta el último ucraniano por lo que ambos perciben como una guerra común. En ese peligroso juego que no solo pone en peligro a los territorios de Ucrania y Rusia, solo Kiev trata de conseguir expandir la guerra, incluso a riesgo de perder completamente el control y provocar una aún mayor catástrofe para la población civil que dice defender. Todo ello con la connivencia de Occidente, que nunca ha dudado en pasar por alto las maquinaciones de su ejército sobre el terreno. Horas después de que el supuesto afectado, Rumanía, desmintiera la noticia, la falsa acusación de Kiev continuaba en la portada de ediciones digitales de medios de comunicación como El País. Por el momento, Ucrania no tiene motivo alguno para temer ni por su credibilidad ni por el incondicional apoyo de sus socios.

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