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Donbass, Ejército Ucraniano, ONU, Rusia, Turquía, Ucrania

Rápido cambio de postura

Apenas tres días después de anunciar su retirada del acuerdo para la exportación del grano ucraniano a través de tres puertos del mar Negro, Moscú anunció ayer su retorno. El sábado, Rusia acusaba a Ucrania de haber utilizado el corredor humanitario previsto para las exportaciones de grano para un ataque con drones contra buques civiles que participan en el acuerdo y la flota del mar Negro en la ciudad de Sebastopol. A esta grave acusación, Moscú añadía el agravante de la supuesta participación del Reino Unido en la planificación y ejecución del ataque. Rusia consideraba roto el acuerdo, por lo que las exportaciones de grano ucraniano habrían de detenerse de forma inmediata. Ayer, antes de la confirmación del retorno de Rusia al acuerdo, Turquía, el tercer país a través del cual se gestionó el acuerdo y se ha realizado en este tiempo el proceso, mostraba su preocupación por la seguridad de las exportaciones, que Ucrania, con ayuda de Naciones Unidas, pretendía continuar.

El anuncio ruso de ayer implica que ha existido una negociación con la mediación de Ankara y la ONU y la entrega, se entiende que no directa sino a través de esos mediadores, de una serie de garantías que Ucrania habría presentado por escrito. Según afirmó el presidente Vladimir Putin, Ucrania se compromete así a no utilizar el corredor humanitario para realizar ataques militares. La rapidez con la que se ha recuperado un acuerdo supuestamente roto, especialmente teniendo en cuenta la gravedad de las acusaciones rusas contra Ucrania y un país de la OTAN, hace pensar que existen otros motivos.

Aunque no se trata de la primera ocasión en la que, desde el comienzo de la intervención militar, Rusia da pasos contrarios a lo previamente anunciado -es el caso de la facilidad con la que soldados e incluso mandos del regimiento Azov han sido intercambiados como prisioneros de guerra pese a las declaraciones de las autoridades-, sí es el caso más flagrante de rápido cambio de postura en una cuestión de tal magnitud. En sus declaraciones de estos días, Turquía había mantenido la esperanza de poder reanudar la participación rusa a la mayor brevedad.

Al margen de la acusación del pasado sábado, Rusia había mostrado ya su malestar por las dificultades que sufre para exportar su propio grano -tanto Rusia como Ucrania son grandes productores y exportadores de grano- y sus fertilizantes, posiblemente más importantes para la seguridad alimentaria mundial que los propios productos agrícolas. Pese a no estar sometidos a sanciones, las sanciones secundarias dificultan la llegada de los buques a los puertos y la contratación de seguros. Esa queja fue una de las mencionadas ayer por la mañana por el ministro de Asuntos Exteriores de Turquía antes de la ratificación de la vuelta de Rusia al acuerdo. El progreso de los acontecimientos confirmará si se ha producido avance alguno en el proceso para desbloquear esas exportaciones rusas o si Rusia se mantiene en el futuro en un acuerdo en el que únicamente se han desbloqueado realmente las exportaciones ucranianas.

La retirada rusa del acuerdo condenaba la exportación del grano ucraniano a detenerse o a continuar sin garantías de seguridad, pero también privaba a Rusia de la posibilidad de inspeccionar los buques y mantener así cierto control sobre la posibilidad de uso del corredor humanitario para el transporte de armas. Frente a las expectativas rusas, la salida de buques de los puertos ucranianos no se detuvo y la colaboración de Naciones Unidas y Turquía podría haber mantenido el transporte al margen de Rusia, que se habría visto obligada a imponer un bloqueo naval mucho más peligroso que en el momento en el que comenzó la intervención militar. Rusia se habría expuesto de nuevo a acusaciones de causar una hambruna en los países del tercer mundo en un momento en el que su apoyo o neutralidad es uno de los objetivos de Moscú. Para enfado de representantes occidentales como Josep Borrell, gran parte de los países del sur global prefiere no posicionarse del lado de Rusia o Ucrania en un conflicto europeo en el que los países de la OTAN y la UE tratan de obligarles a posicionarse. La importancia que tiene para Rusia mantener esa neutralidad se puso de manifiesto una vez más ayer: tras ofrecer a los países del tercer mundo la exportación de los fertilizantes rusos bloqueados en puertos europeos a coste cero, Moscú repitió ayer su oferta de entrega de grano ruso a los países en mayor riesgo de hambruna. Sin embargo, nada indica que, por el momento, vayan a desbloquearse las exportaciones rusas.

Representantes ucranianos no han dudado en burlarse del rápido cambio de postura de Rusia, que como es costumbre no ha ofrecido realmente una explicación especialmente coherente a su abrupta salida y precipitado regreso del acuerdo. Oleksiy Arestovich, por ejemplo, comentaba ayer que “a la gran Rusia no le ha hecho falta más que una advertencia de Erdoğan” para volver al acuerdo.

Sin embargo, no todos han visto en el cambio de postura rusa la evidencia de debilidad que muestra. Samuel Ramani, habitual en los comentarios de cadenas occidentales como la BBC, por ejemplo, calificaba el paso ruso como una victoria para la propaganda. “Turquía afirma que el acuerdo del grano se centrará en ayudar a países africanos como Somalia, Yibuti y Sudán”, afirmaba ayer para quejarse de que se trata de “una victoria de la propaganda rusa, que le permite mostrar que está preocupada por la seguridad alimentaria de África y da credibilidad a la desinformación que dice que el grano va a países ricos”. Mucho antes de que Vladimir Putin planteara esa acusación, The Wall Street Journal se había manifestado en términos similares.

El cambio de postura supone una pérdida de credibilidad para Rusia, que en apenas 72 horas ha pasado de una grave acusación a dar por buenas unas garantías por escrito que no convencen a quienes han visto cómo Ucrania ha incumplido durante años un acuerdo que había negociado y firmado. Tampoco parece especialmente creíble la amenaza con la que Moscú ha regresado al acuerdo. Según Vladimir Putin, Rusia no dudará en volver a retirarse en caso de incumplimiento. Sin embargo, la experiencia muestra que las amenazas rusas hace tiempo que no dan en Ucrania el resultado esperado: ni la diplomacia coercitiva de los meses anteriores a la intervención rusa consiguieron que Kiev cumpliera los acuerdos de Minsk ni las muchas líneas rojas marcadas por Moscú han impedido que Ucrania continúe rearmándose y abiertamente hable de recuperar Crimea por la fuerza militar. Ayer, Volodymyr Zelensky afirmaba incluso que Ucrania no debe tener miedo a la posibilidad de que Rusia utilice armas nucleares en el conflicto. Si Rusia pretende dar pasos adelante en este conflicto, sea en el plano militar o en el diplomático, tendrá que hacerlo por otros medios. Las amenazas han demostrado no ser más que pura retórica que rápidamente cae en el olvido.

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