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Economía, Europa, Gas, Política, Rusia, Ucrania, UE, Unión Europea

La guerra del gas

Gas (1)La disputa por los recursos energéticos entre Rusia y Ucrania ha acompañado durante meses a las discrepancias políticas entre los dos países desde la llegada al poder del Gobierno de Turchinov-Yatseniuk, primero, y Poroshenko-Yatseniuk después. Con la mediación de la Unión Europea, sin cuya colaboración Ucrania se ha negado a negociar con Moscú, ambos países han logrado acuerdos temporales que han garantizado el suministro de gas ruso a Ucrania en la temporada de invierno.

Pese a las críticas de sectores nacionalistas, y de quienes defienden que cualquier ayuda económica es una forma indirecta de permitir que Kiev disponga de los recursos necesarios para continuar la guerra contra Donbass, el Gobierno ruso ha optado por seguir concediendo descuentos en el precio del gas suministrado a Ucrania.

Desde su llegada al poder, y a medida que la economía ucraniana se degradaba mientras la tensión con Rusia aumentaba, el Gobierno ucraniano ha declarado en repetidas ocasiones su intención de suspender la importación tanto de gas como de electricidad de Moscú. En la práctica, por su situación geográfica y especialmente por su situación económica, Ucrania no dispone de una opción realista que no pase por la adquisición de gas ruso, ya sea directamente o a través de terceros países como Eslovaquia. Durante meses, y a pesar de los descuentos que Moscú ha propuesto a Kiev, la Unión Europea ha acusado a Rusia de utilizar esa dependencia ucraniana de la energía rusa –no solo en términos de gas sino también de electricidad o carbón– para desestabilizar económica y políticamente a Ucrania.

Sin declaraciones tan explícitas, también Rusia ha recriminado a la Unión Europea su actuación en materia energética. Pese a los recientes intentos por diversificar sus exportaciones, especialmente hacia China, el principal mercado del gas ruso sigue siendo la Unión Europea. Todas las partes en la negociación comprenden que, en este escenario, Ucrania sigue siendo clave. La posición estratégica de Ucrania desaparecería en el mismo momento en que Rusia lograra una vía principal alternativa para el tránsito de gas hacia la UE.

En abril de 2014, las declaraciones tanto del Gobierno ruso como de Gazprom aseguraban que el tránsito de gas a través de Ucrania no continuaría más allá de 2019. Rusia ponía entonces sus esperanzas en el Turkish Stream, proyecto que, dadas las tensiones políticas con Turquía, parece condenado a caer en el olvido. En aquel momento, Petro Poroshenko se mostraba convencido de que Rusia no sería capaz de encontrar una vía alternativa a sus exportaciones de gas a la Unión Europea.

El veto europeo al proyecto South Stream, que debía unir Rusia con la Unión Europea a través del mar Negro, y el progresivo abandono del Turkish Stream parecían confirmar la versión de Ucrania, segura de mantener los ingresos derivados del tránsito de gas a través de su territorio.

El capítulo más reciente de la saga de la negociación del gas es representativo de las posturas de todas las partes implicadas. Tras la cancelación del South Stream alegando que se trataba de una violación de la legislación antimonopolio de la Unión Europea por parte de Gazprom, se anunciaba esta semana la ampliación del Nord Stream, el gaseoducto que une Rusia y la UE a través del mar Báltico.

Al contrario que el cancelado proyecto del South Stream, que habría atravesado países como Bulgaria o Rumanía, cuyas economías se habrían beneficiado de los ingresos adicionales asociados a las tasas de tránsito, el Nord Stream-2 une directamente Rusia y Alemania, principal cliente del gas ruso en Europa.

La reacción de los países que se consideran perjudicados por la medida no ha tardado en producirse. Pero, a pesar de la evidente preferencia por los intereses de Alemania, las principales quejas no han llegado de los países del sureste europeo perjudicados por la cancelación del South Stream en favor del Nord Stream-2. Éstas han venido de aquellos que temen una caída en los ingresos previstos a causa del tránsito del gas ruso por los gaseoductos ya existentes.

Como país más perjudicado, Ucrania ya había mostrado su rechazo al proyecto el pasado mes de septiembre. Esta semana, acompañado del presidente eslovaco Andrej Kiska, Arseniy Yatseniuk se reafirmaba en su definición del proyecto como “antiucraniano”. Identificando los intereses europeos con los ucranianos, el primer ministro ucraniano calificaba el proyecto de “antieuropeo”.

En su intento por hacer recapacitar a la Unión Europea, Ucrania ha insistido en las pérdidas que la ampliación del Nord Stream-2 supondría para su ya maltrecha economía. Ucrania afirma que perdería 2.000 millones de dólares anuales a causa de la interrupción del tránsito de gas ruso por su territorio, una afirmación exagerada que no parece ajustarse a la capacidad del nuevo gaseoducto.

Curiosamente, Estados Unidos, principal defensor de Ucrania, ha utilizado los mismos datos para recordar a la Unión Europea su compromiso con Ucrania. “Tienen que preguntarse por qué ayudan a Ucrania con una mano y la estrangulan con la otra”, afirmó la subsecretaria de Estado para la Diplomacia Energética de Estados Unidos Robin Dunningan. La representante estadounidense se refiere a los 500 millones de dólares que la Unión Europea ha concedido a Ucrania para garantizar que el Gobierno de Kiev disponga de fondos para adquirir gas en los meses de invierno.

Según los datos ofrecidos por Ucrania, repetidos al pie de la letra por Estados Unidos, Ucrania dejaría de ingresar una cantidad anual de 2.000 millones de dólares por el tránsito de 140.000 millones de metros cúbicos a través de su territorio. El diario ruso Vzglyad ha analizado dichas cifras para concluir que se trata de una afirmación manipulada para magnificar el efecto de la ampliación del Nord Stream en su economía. “En primer lugar, la magnitud de las pérdidas, 2.000 millones de dólares, es una cantidad exagerada, como también lo es la pérdida de 140.000 millones de metros cúbicos de gas”, afirma el medio, que precisa que esa cantidad equivale a la cantidad máxima anual para la que se diseñó el sistema de tránsito. En su afán por exagerar el efecto del North Stream-2, Ucrania utiliza la cantidad máxima prevista en lugar de los datos reales. Según precisa Vzglyad, “el año pasado, los gaseoductos ucranianos suministraron a Europa una cantidad de 60.000 millones de metros cúbicos de gas”, lo que equivale a alrededor de 795 millones de dólares y no los 2.000 que espera ingresar anualmente Ucrania.

A pesar de las quejas de Ucrania, la ampliación del Nord Stream-2 no supone la suspensión del tránsito del gas ruso por su territorio. En el futuro inmediato, Rusia no podrá prescindir de Ucrania para exportar gas a la Unión Europea al igual que Ucrania no podrá prescindir del gas ruso, por lo que ambos países están condenados a continuar negociando.

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