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Crimea, Ejército Ucraniano, Mariupol, Rusia, Turquía, Ucrania

La guerra en el mar Negro

La ruptura de la Iniciativa de Grano del Mar Negro, que durante un año permitió la exportación de productos agrícolas ucranianos previa revisión conjunta por parte de Turquía, Rusia y Ucrania, ha traído consecuencias claras para la situación política y militar, con un notable empeoramiento en la seguridad a causa de la creciente escalada naval. El anuncio ruso de su retirada del acuerdo, lo que suponía su finalización, llegó el mismo día en el que Ucrania atacó el puente que une Crimea con la Rusia continental utilizando drones de superficie naval. Apenas tres días antes, y contrastando con las declaraciones rusas, que durante semanas indicaban fuertes reticencias a prorrogar el acuerdo, Recep Tayyip Erdoğan había anunciado prematuramente la prórroga del periodo de vigencia de la iniciativa. Las declaraciones de Vladimir Putin, que se había mostrado abierto a mantener la iniciativa, pudieron confundir al presidente turco, excesivamente confiado en su capacidad de lograr acuerdos entre las partes enfrentadas.

La posición de Turquía como mediadora fiable se había visto seriamente minada unos días antes debido a los actos de Erdoğan, hasta entonces perfectamente consciente de que la capacidad de su país de beneficiarse -o quizá lucrarse- de su condición de interlocutor requería una cierta pretensión de neutralidad. Turquía había logrado insertarse como parte prácticamente imprescindible en los intentos iniciales de realizar una negociación política entre Kiev y Moscú, en el proceso que dio lugar al acuerdo de exportación de grano y, finalmente, en el intercambio de prisioneros con más alto perfil de los que se han producido desde el inicio de la intervención militar rusa. Las buenas relaciones de Ankara con las capitales de Rusia y Ucrania y su posición geográfica hacían de Turquía el país más capacitado para mediar entre los dos países.

Rompiendo con una dinámica de apariencia de neutralidad y, sobre todo, de pragmatismo calculado, Erdoğan anunció en las horas previas a la celebración de la cumbre de la OTAN que Ucrania merece acceder a la Alianza, un comentario que molestó en Moscú, para quien esa entrada supone una línea roja. Las palabras del presidente turco, en realidad un comentario que no iba a tener trascendencia, ya que Ucrania no iba, de ninguna manera, a recibir una invitación de acceso, se produjeron apenas unos días después de la visita de Zelensky al país. Sin un anuncio ni explicación previa por parte de Erdoğan o su Gobierno, Zelensky logró regresar a Ucrania con Denis Prokopenko, comandante del regimiento, y otros presos capturados en Azovstal que, según el acuerdo de intercambio, debían permanecer en Turquía hasta la finalización de la guerra.

Ese cúmulo de actuaciones y declaraciones no rompió la relación entre Rusia y Turquía, que se sabe imprescindible para Moscú en términos económicos y políticos, pero sí supuso un aumento de la desconfianza en un aliado que se consideraba fiable. Rusia, que meses antes tampoco había sido capaz de explicar por qué  había entregado a un tercer país a los prisioneros de guerra más importantes de los que disponía, solo pudo protestar la entrega sin llegar a pedir explicaciones. Era evidente que Erdoğan no iba a ofrecer públicamente un razonamiento sobre por qué incumplió unilateralmente el acuerdo y el interés de Rusia estaba en pasar página intentando dar la menor publicidad posible a la puesta en libertad de los mandos de Azov y otras unidades ucranianas que lucharon en Mariupol.

La prueba de que las relaciones entre los dos países no se han roto ni se han enfriado hasta el extremo se produjo ayer, con la visita de Erdoğan a la ciudad rusa de Sochi, donde durante varias horas se reunió con Vladimir Putin. Sin embargo, las imágenes de ayer, mucho más frías que de costumbre, mostraron también que la desconfianza ha aumentado. Y una vez más, el presidente turco pecó de exceso de confianza y anunció antes de tiempo algo que no podía cumplir. Por la mañana, el equipo de comunicación de Erdoğan hizo circular la noticia de que habría un anuncio importante relacionado con el acuerdo de exportación de grano del mar Negro, información recogida por las agencias de noticias, que dieron a entender que podía producirse la reactivación de la iniciativa. Evidentemente, la situación en el mar Negro se presumía como el tema principal de la reunión entre los dos presidentes.

Como acostumbra a ocurrir en cada ocasión en la que se espera un importante anuncio del presidente ruso, la reunión no dio el resultado esperado por Erdoğan, que no logró el compromiso de Vladimir Putin para regresar al acuerdo. Es más, la rueda de prensa confirmó que las posturas no se han movido. Por una parte, el presidente turco, que en el pasado ha dado la razón a Rusia en sus quejas sobre el funcionamiento del acuerdo, rechazó la posibilidad de una propuesta alternativa al acuerdo original. En la práctica, eso supone exigir a Rusia regresar a una iniciativa de la que solo Ucrania podría beneficiarse. Pese a mostrarse dispuesto a negociar, el presidente ruso también mantuvo su postura y repitió nuevamente las exigencias de Moscú para regresar al acuerdo. En ese contexto, las palabras de Erdoğan dando a entender que podía alcanzarse un acuerdo, parecen responder más al interés de Turquía por hacerse importante en la vía diplomática entre los dos países que a la posibilidad de reanudar una iniciativa que a día de hoy parece una quimera.

Es más, Vladimir Putin no solo planteó las exigencias rusas habituales -como el desbloqueo de las exportaciones rusas y la reconexión del banco agrícola al sistema SWIFT- sino que añadió una más vinculada a la coyuntura actual. Preguntado por los gasoductos que transitan por el mar Negro, el Turkish Stream y el Blue Stream, el presidente ruso afirmó que es preciso garantizar la seguridad de los buques rusos que protegen esas infraestructuras. El precedente del Nord Stream, especialmente las sospechas hacia Ucrania, hace imprescindible esa protección, ahora más difícil a causa del empeoramiento de las condiciones de seguridad. Sea o no cuestión de causa-efecto, es evidente que los ataques se han multiplicado en el mar Negro, que aunque desde febrero de 2022 ha sido escenario de acciones militares, no lo había sido del peligro que existe ahora para la navegación. La situación actual, que se ha agravado notablemente en las últimas semanas con amenazas cruzadas contra los buques que accedan a los puertos -aunque solo Ucrania ha atacado un carguero ruso, acción a la que Rusia no ha respondido con medidas similares-, exigiría una negociación que, por el momento, no parece posible.

El peligro en el mar Negro persiste a ambos extremos del frente. Ucrania continúa amenazando con ampliar sus operaciones para atacar las posiciones rusas en Crimea, ha atacado puertos de la costa continental rusa y promete actuar contra buques militares o civiles que se dirijan a puertos rusos. Rusia, por su parte, sigue atacando las infraestructuras navales de Ucrania tanto en la costa marítima como en la fluvial. Los ataques contra el puerto de Odessa, que habían sido esporádicos hasta la ruptura del acuerdo, se han convertido en constantes y han aumentado también los bombardeos contra las infraestructuras fluviales de Ucrania.

Uno de esos ataques, realizado con el uso de drones kamikaze, alcanzó la noche del domingo al lunes las infraestructuras ucranianas en la orilla del Danubio, a escasos metros de la frontera rumana, aspecto que Ucrania utilizó para intentar lograr uno de sus grandes objetivos: implicar aún más a la OTAN. Siguiendo el guion del pasado año, cuando Ucrania falseó la realidad para intentar convencer a sus aliados de que un misil ruso había impactado en Polonia, varios representantes ucranianos, entre ellos el ministro de Asuntos Exteriores, afirmaron ayer que drones rusos habían impactado en Rumanía. Como miembro de la OTAN, Bucarest podría apelar a la seguridad colectiva en caso de sentirse agredida por la Federación Rusa. Sin embargo, al igual que el año pasado, el país afectado, rápidamente desmintió el ataque. Pese a la insistencia de Dmitro Kuleba, que afirmó disponer de evidencias gráficas del ataque, Rumanía negó categóricamente lo afirmado por Ucrania. Como en el caso de Polonia, Rumanía demostró ayer otra vez que la voluntad de la OTAN es evitar cualquier enfrentamiento directo con Rusia a pesar de los constantes intentos de Ucrania. De la misma forma que Turquía, que está viendo en la guerra una ocasión de ganar peso geopolítico y obtener beneficios económicos, los países de la OTAN prefieren ser imprescindibles para la continuación de la guerra pero nunca directamente, financiándola para que sea Ucrania quien ponga los soldados, la muerte y la destrucción.

La situación en el mar Negro, que quizá pudo evitarse con la prórroga del acuerdo de exportación de grano, apunta a un empeoramiento y a la escalada continua. Ucrania, que ha dejado de esconder que su objetivo real es la península de Crimea, dispone ahora de un armamento naval del que carecía hace un año, con lo que es capaz de causar crecientes daños a las tropas e infraestructuras rusas, una espiral de peligro difícil de frenar en el contexto de ofensiva.

Comentarios

Un comentario en “La guerra en el mar Negro

  1. No entiendo por Rusia no ha realizado ataques contundentes en el oeste de ucrania la parte mas ANTI RUSA y donde mas apoyan a los NAZIS y donde la guerra no se ha sentido y creo donde mas doliera a quienes apoyan este régimen ucronazi ydonde se localiza toda la dirigencia de este cuasi país.

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    Publicado por alza | 05/09/2023, 15:38

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