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Ejército Ucraniano, Propaganda, Rusia, Ucrania

Sumisión

El conflicto ucraniano, con sus ramificaciones internas y externas y su impacto en la agenda de las relaciones internacionales a nivel europeo y también mundial continúa siguiendo las tendencias marcadas en los últimos meses. La reactivación del frente tras el final del invierno, que ha impedido que se produjeran grandes batallas en gran parte del terreno ha dado lugar al inicio de acciones ofensivas ucranianas, que actualmente copan gran parte de la actualidad informativa. En el tiempo de pausa operativa de gran parte del frente, Rusia ha preparado su defensa y Ucrania, con la inestimable ayuda de sus socios occidentales, ha trabajado en su contraofensiva. Como ha sido la norma desde el inicio de la guerra en 2014, Ucrania ha tenido a lo largo de este proceso el prácticamente incondicional apoyo de la prensa, que ha dado su altavoz a las quejas de Kiev sobre sus exigencias de armamento.

La prensa ha dado también voz al relato ucraniano dando por cierta toda declaración ucraniana mientras se ponía en cuestión cada declaración rusa. La realidad de la guerra presupone, prácticamente por naturaleza, el componente propagandístico de las afirmaciones de las partes en conflicto. Pero ocho años de guerra ignorada en la que la narrativa ucraniana se ha equiparado a la verdad han generalizado la idea de que Rusia siempre es culpable, especialmente en el caso de la comunicación. De ahí que se vea con normalidad que los miembros de la Oficina del Presidente exijan que solo sea tenida en cuenta la información proporcionada por las Fuerzas Armadas de Ucrania. «Podoliak insta a informarse de la posible contraofensiva ucraniana solo por fuentes militares de Kiev», titulaba ayer Europa Press.

Ayer, Mijailo Podolyak, cuyos tuits son publicados por la prensa occidental como declaración oficial ucraniana, escribía que “si quieren objetivos específicos, escuchen únicamente a la música que hacen las Fuerzas Armadas de Ucrania a diario”. Este discurso forma parte de una narrativa contradictoria en la que Ucrania ha comenzado ya su esperada ofensiva o la batalla aún no ha comenzado dependiendo de las necesidades comunicativas. Podolyak, por ejemplo, ha afirmado en las últimas semanas ambas cosas, sin que haya trascendido su contradicción ni ha disminuido su credibilidad ante la prensa, que continúa publicando sus declaraciones sin necesidad de someterlas a ningún tipo de verificación. La realidad mediática, especialmente en el caso europeo, impone la necesidad de seguir la línea del discurso ucraniano a pesar de sus omisiones o manipulaciones. El control del relato es tan importante que Ucrania hace compatible la afirmación de que tan solo los partes de guerra ucranianos -por definición propaganda de guerra que precisa de verificación exactamente igual que los partes de guerra rusos- son información fiable con la exigencia a la población de no difundir el resultado de los ataques rusos. El halo de imbatibilidad de las tropas ucranianas ha de ser mantenido a toda costa incluso aunque las imágenes del frente afirmen lo contrario.

Después de meses de preparación de la gran contraofensiva, esa que debía cambiar el rumbo de la guerra y confirmar el cambio de iniciativa que supuso la batalla por Járkov, es evidente que Ucrania ha comenzado ya unas acciones ofensivas que van más allá de un tanteo inicial o batallas posicionales como las que se han producido a lo largo del invierno y la primavera. En esta fase inicial, en la que efectivamente aún no ha entrado en juego una parte de las brigadas creadas y entrenadas específicamente para su avance en el frente sur, Ucrania ha logrado tan solo avances marginales en el área prioritaria, Zaporozhie, donde admite haberse encontrado con “una fuerte resistencia”.

Pese a afirmar, al menos en ocasiones, que la ofensiva aún no ha comenzado, Ucrania se jacta ya de esos avances. Para ello utiliza una táctica bien probada a lo largo de los últimos nueve años: subestimar cualquier ciudad capturada por Rusia mientras sobreestima toda aldea capturada por sus tropas. Ambos ejemplos están dándose actualmente. Kiev, al igual que la prensa europea, desataca la captura de un puñado de aldeas más allá de la primera línea de defensa rusa mientras que se resta importancia a ciudades como Artyomovsk, cuya pérdida Ucrania aún no ha aceptado oficialmente.

Al contrario que la prensa europea, abiertamente dispuesta a la dejación de funciones periodísticas que deberían implicar el análisis de fuentes y verificación de la credibilidad de las alegaciones y dispuesta incluso a presentar diariamente el informe de la inteligencia británica como información objetiva, parte de la prensa estadounidense está ya poniendo en duda el resultado de esta primera fase de ofensiva. Las imágenes publicadas por las fuentes rusas son suficiente para comprobar que no solo Rusia sufre pérdidas en el frente como Ucrania quiere hacer ver, sino que el equipamiento occidental también es destruido, abandonado y capturado en el frente. Todo indica que Ucrania no hablará del inicio de su anticipada ofensiva mientras no haya logrado un éxito relevante del que jactarse y, por el momento, seguirá manteniendo la línea de Mijailo Podolyak, que ha afirmado ya que el objetivo es matar el máximo número de rusos posible.

A la espera de la próxima cumbre de la OTAN, que se celebra en apenas unos días, Ucrania continúa compaginando su discurso de victoria con la exigencia de más armas a sus socios. El miércoles, Hanna Malyar, viceminsitra de Defensa y portavoz habitual del ministerio, afirmaba que será difícil para Ucrania lograr la paridad armamentística con Rusia. Lejos parece quedar el discurso utilizado durante meses de invencibilidad del equipamiento occidental frente al de fabricación rusa. Malyar apelaba a un argumento extraño, las “razones históricas”, un razonamiento que en realidad revela una realidad que los socios de Ucrania han querido pasar por alto: Rusia cuenta con una industria militar propia y Kiev ha logrado en los 30 años de independencia destruir la que heredó de la Unión Soviética. Y frente al discurso de los primeros meses de la guerra, que aseguraba que Rusia carecería de microchips y componentes para producir más armamento, el tiempo ha demostrado una resiliencia mayor de la deseada por los países occidentales tanto de la industria como de la economía rusa. Sin embargo, eso también es responsabilidad de Occidente, omnipresente en esta guerra tanto por acción como por omisión. Mijailo Podolyak denunciaba esta semana que los misiles rusos utilizados esta semana contra Ucrania, producidos en 2023, contenían componentes occidentales. El intento ucraniano de causar en sus socios un sentimiento de culpa que les obligue a imponer contra Rusia aún más sanciones, incluso un bloqueo, chocan con la realidad del mundo actual, en el que, sin una mayoría de países aceptando imponer las sanciones unilaterales de Estados Unidos y la Unión Europea, es imposible aislar económicamente a un país de la magnitud de Rusia.

Políticamente, las tendencias tampoco han cambiado y el apoyo prácticamente incondicional a Ucrania perdura en las capitales europeas y norteamericanas incluso a pesar de que el establishment mediático apunta ya de forma indudable a Kiev en el caso del acto de terrorismo internacional de las explosiones del Nord Stream el pasado septiembre. Occidente ha invertido demasiado en su proxy de Kiev, por lo que ni siquiera un acto así va a suponer el rechazo de países como Alemania, principal perjudicada por el sabotaje. Sin autonomía estratégica y cada vez más dependiente de Estados Unidos, los países de la Unión Europea, incluso los más moderados, continuarán apoyando y suministrando armas a Kiev. Y mostrando su absoluta sumisión a Washington, continuarán produciéndose actos como el dado ayer, cuando el Parlamento Europeo exigió a la OTAN la admisión de Ucrania en la alianza nada más terminada la guerra.

La situación política se presta a la justificación de todo tipo de medidas. Superada la línea roja del envío de equipamiento pesado de la OTAN para su uso en Ucrania y, en la práctica, también en Rusia, Ucrania continúa exigiendo la entrega de aviación occidental. Ayer, Oleksiy Reznikov afirmó la “buena noticia” de que varios países comenzarán a instruir a los pilotos ucranianos en el manejo de F16, algo que el ministro de Defensa de Ucrania había anunciado ya en varias ocasiones. Aunque el anuncio de la entrega de aviación occidental se está demorando más de lo esperado por Kiev, la dinámica de la guerra hace pensar que se producirá a medio plazo. El temor a la escalada ha desaparecido y no parece haber límite a la hora de realizar propuestas que solo pueden empeorar la situación. Ayer, en una entrevista concedida a RFE/RL, el presidente checo Petr Pavel afirmaba que es preciso un mayor control de los ciudadanos rusos residentes en los países de la Unión Europea. Mencionando el ejemplo de la población japonesa en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial -que fue internada en campos de detención por el único motivo de su nacionalidad-, Pavel se refirió a la necesidad de que la población rusa en la UE sea seguida de cerca por los servicios secretos. La guerra lo justifica todo, también la persecución de población por motivos de nacionalidad.

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