Entrada actual
Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, LPR, Rusia, Ucrania

El baile diplomático de la guerra eterna

Las palabras de esta semana de Emmanuel Macron, que se refirió a la necesidad de negociar incluso con aquellos líderes de facto a los que posteriormente habrá que juzgar, parecen, no solo haber pasado desapercibidas, sino que han sido entendidas como una señal de moderación y de apertura de los países europeos a una negociación con Rusia en caso de que el éxito de la esperada ofensiva ucraniana no sea todo lo definitivo que Kiev esperaría. Es cierto que, en los últimos meses, el presidente francés ha encabezado una facción que no ha abogado abiertamente por la guerra hasta el final como continúa exigiendo Kiev, cuyos representantes rechazan toda opción que no pase por la victoria completa y un tribunal internacional para juzgar a Rusia. La postura actual de Francia, que se ha ofrecido para celebrar la cumbre por la paz de Ucrania, en la que Kiev negociaría únicamente con sus socios y países neutrales, difícilmente puede ser satisfactoria para quienes trabajan para lograr una negociación que busque una solución diplomática al conflicto que dio lugar a la guerra.

En primer lugar, esa cumbre incluiría a países del sur global, aunque no para dar voz a sus posturas, sino para que estas se sometieran a la visión ucraniana. En segundo lugar, una cumbre de paz en la que se excluye explícitamente a uno de los dos bandos en conflicto no puede sino ser un acto de relaciones públicas del partido de la guerra. En tercer lugar, especialmente desde el punto de vista de Rusia, la mención de negociación pero también de juicio no puede inspirar confianza en la buena fe de los países europeos. La experiencia de los acuerdos de Minsk es demasiado reciente y las autoridades rusas son conscientes, no solo del papel jugado por Berlín y París, sino de la reacción actual de los dirigentes que negociaron aquel acuerdo. Firmados en un momento en el que era Ucrania quien precisaba de un alto el fuego que consolidara las posiciones e impidiera un mayor colapso de las tropas ucranianas ante el avance de las Repúblicas Populares, los acuerdos fueron negociados directamente por Angela Merkel, François Hollande, Vladimir Putin y Petro Poroshenko. Durante años, incluso ante la explícita negativa de Ucrania a cumplir con los principales puntos del documento, Rusia mantuvo, al menos en público, un discurso de confianza en sus socios europeos, de los que, suponiendo buena fe, esperaba una cierta presión a Kiev para lograr avanzar en el proceso.

Nueve años después y finalmente enterrados por el reconocimiento ruso de la RPD y la RPL, solo Angela Merkel y Vladimir Putin mantienen haber negociado en busca de un acuerdo. Tratando de recuperar algo de su relevancia política perdida, Petro Poroshenko ha afirmado pública y repetidamente que su intención fue simplemente ganar tiempo para rearmar a las Fuerzas Armadas de Ucrania y proteger al país por medio del alto el fuego pese a no tener intención de cumplir jamás con los acuerdos que él mismo había negociado. Pese a que la parte más difundida de sus palabras fuera el comentario sobre el tiempo que Ucrania ganó gracias a Minsk, la excanciller Merkel no ha renegado ni de su decisión de negociar ni de los propios acuerdos. Eso sí, a pesar de la situación privilegiada de Alemania en Europa, Merkel optó por no presionar a Kiev en busca del cumplimiento de los acuerdos. Aun así, su rechazo a denunciar como error el proceso de Minsk o la negociación con Rusia han provocado durísimas críticas contra Angela Merkel. Su postura contrasta con la de François Hollande, que representó a Francia en la cumbre celebrada en la capital bielorrusa y de la que nacieron los acuerdos. El expresidente francés ha planteado aquel alto el fuego prácticamente como una trampa a Moscú para lograr lo que Ucrania necesitaba: tiempo para rearmarse.

La postura actual de Macron, proponiendo negociación, pero anunciando inmediatamente un enfrentamiento posterior es fácilmente reconocible en el recuerdo de Hollande sobre el proceso de Minsk. Sin embargo, la desconfianza entre las partes no es más que uno de los muchos escollos para encontrar una vía hacia la desescalada militar y de apertura de canales diplomáticos, ahora prácticamente cerrados para toda cuestión política. Con la ofensiva ucraniana como prerrequisito para cualquier paso político o diplomático posterior, son muestra de algo evidente las palabras de Li Hui, enviado chino y encargado de dar un impulso a la propuesta china de negociación, que ha reconocido enormes dificultades para que Rusia y Ucrania se sienten a negociar. Creciente durante meses el flujo de armas a Kiev, las posibilidades de negociación actualmente son nulas. E incluso al margen de la situación de Ucrania en su preparación para la ofensiva, las condiciones a nivel europeo y mundial niegan cualquier posibilidad de alto el fuego, condición necesaria para una negociación política real.

El contexto de rearme, creciente enfrentamiento y recreación de bloques, una política que parecía perdida pero que el acoso occidental simultáneo a China y Rusia ha reavivado, no solo no favorece la paz, sino que llama al enfrentamiento político y diplomático. Quienes aspiran realmente a mediar en este conflicto -y no a pescar en río revuelto aprovechándose de su posición geográfica privilegiada para lucrarse a costa de la guerra- se arriesgan a realizar una labor ingrata. Aquellos líderes, entre los que destaca Lula da Silva, que a pesar de todo continúan trabajando para resolver el conflicto y detener la miseria de la guerra merecen el reconocimiento, aunque han de ser conscientes de que luchan contra una minoría poderosa.

Las votaciones celebradas en Naciones Unidas, han dado una clara ventaja a los países que condenan a Rusia frente a los que la defienden, pero también ha dejado una mayoría de países neutrales que se han negado a votar a favor de las resoluciones propuestas por Estados Unidos. Aunque Washington insiste en que Rusia está aislada, la realidad económica y política desmiente esa visión. Una amplia mayoría de la población mundial reside en países que han rechazado las exigencias occidentales de tomar partido a favor de Ucrania y varios de sus líderes aspiran a ayudar a Europa a poner fin a esta guerra. Sin embargo, las grandes potencias, que miden su superioridad económica, política y moral en suma del PIB y potencia militar de su bloque, han rechazado repetidamente toda resolución que no pase por imponer las condiciones de Ucrania.

Como acreedores de Ucrania y suministradores de sus Fuerzas Armadas, Estados Unidos y sus socios van a continuar impidiendo cualquier paso constructivo que pueda darse desde el sur global, Beijing o, si en algún momento fuera necesario, incluso Kiev. No hace falta sino recordar la intervención de Boris Johnson en abril de 2022, cuando según la prensa ucraniana, llegó a Ucrania para trasladar a Volodymyr Zelensky que Occidente no aceptaría un posible acuerdo que implicara la cesión de territorio ucraniano a Rusia. Para entonces, oficiales ucranianos habían ya rechazado la posibilidad de acuerdo, por lo que las exigencias del entonces primer ministro británico no han de considerarse el punto de inflexión. Sin embargo, sí son representativas de la postura de Occidente, dispuesto a mantener la guerra activa mientras continúe siendo útil para sus intereses. Para empezar, la guerra no solo ha supuesto ya enormes beneficios para la industria militar, una de las bases del crecimiento industrial, sino que ha logrado justificar un aumento del gasto militar que en años anteriores había sido imposible.

Aunque instalados en la dinámica de la guerra y ansiosos por el inicio de la ofensiva ucraniana, los países occidentales no pueden permitirse tampoco no realizar algunas declaraciones favorables a la paz. Es el caso de los engañosos comentarios de Macron y también de las últimas afirmaciones de Antony Blinken, Secretario de Estado de Estados Unidos, que ayer afirmó que Estados Unidos “aplaude cualquier iniciativa que facilite el inicio de las negociaciones entre Rusia y Ucrania”. Con la capacidad de quien puede permitirse contradecirse incluso en el mismo discurso, Blinken afirmó también que Estados Unidos no apoyará que se produzcan negociaciones de paz hasta que Ucrania tenga la posición de fuerza.

Washington, que durante años afirmó defender el proceso de Minsk pero que jamás se implicó en él y que tampoco favoreció la negociación en marzo del pasado año, único momento en el que pudo haber un acuerdo entre los dos países, ha prometido esta semana otros 300 millones de dólares para las Fuerzas Armadas de Ucrania. No es más que la más reciente de las promesas estadounidenses, que se han sucedido periódicamente desde febrero de 2022 y que continuarán en el futuro. Al igual que Ucrania, la única negociación que está dispuesto a aceptar Estados Unidos es la que implique la capitulación de Rusia.

Comentarios

Aún no hay comentarios.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Reportes del frente archivados.

Registro

Follow SLAVYANGRAD.es on WordPress.com

Ingresa tu correo electrónico para seguir este Blog y recibir notificaciones de nuevas noticias.

Únete a otros 47K suscriptores

Estadísticas del Blog

  • 2.226.856 hits