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La semana de la independencia

El próximo día 24 de agosto se cumplirán seis meses del inicio de la intervención rusa en Ucrania. Hoy se cumple ese mismo plazo desde el reconocimiento ruso de la RPD y la RPL, que esa misma noche firmaron con la Federación Rusa los acuerdos de amistad y seguridad que implicaban a Moscú oficialmente en la seguridad de las Repúblicas Populares, principal argumento para el inicio de lo que Rusia sigue calificando como operación militar especial. Estos seis meses de intervención rusa han mostrado las fuertes diferencias entre esta fase de la guerra y los ocho años anteriores, aquellos que, durante años, Ucrania continuó llamando operación antiterrorista. Millones de refugiados y desplazados internos -que se han refugiado en la Unión Europea desde Ucrania y en Rusia desde las Repúblicas Populares-, un inmenso pero imposible de determinar número de bajas, especialmente en los cuatro ejércitos implicados, y enormes daños materiales que harán de la reconstrucción de ambos lados de la línea del frente una tarea que llevará años: este es el resultado de una guerra que poco tiene que ver con las libradas por Estados Unidos en las últimas décadas.

Como admitió el presidente Volodymyr Zelensky, Ucrania ha perdido el control del 20% del territorio con el que nació el 24 de agosto de 1991, una fecha que Kiev ha celebrado cada año de guerra con mayor entusiasmo y que en esta ocasión también va a ser especial, aunque sin grandes actos, prohibidos por las autoridades esta semana. Kiev prepara ya una muestra de equipamiento ruso y republicano destruido y quemado que coloca por sus calles principales a modo de desfile. El significado es evidente: frente al desfile militar que Ucrania supone que Rusia esperaba, el único paseo militar ruso en Kiev será una presumiblemente larga fila de tanques, blindados y camiones quemados. Sin embargo, no fue Rusia quien prometió celebrar un desfile militar en Kiev, sino que ha sido Ucrania quien repetidamente ha prometido realizar un desfile militar en Sebastopol y en Donetsk. Tras ocho años de guerra y seis meses de batallas intensas, tampoco Donetsk y Lugansk tendrían grandes dificultades para realizar un desfile de equipamiento ucraniano quemado que presentar como éxito a sus ciudadanos.

Pese a algunos progresos en el intento de alejar el frente de Donetsk y la preparación de lo que parece un avance desde el sur hacia Marinka, la situación militar continúa estable. Sigue sin haber previsiones de cambios rápidos en un contexto de guerra de desgaste entre dos potentes ejércitos y un enfrentamiento entre una potencia militar a nivel mundial y un ejército ya probado por los ocho primeros años de guerra de trincheras y fuertemente armado por un prácticamente constante suministro de armas de sus socios, especialmente de sus aliados norteamericanos. Pero, pese a todo el triunfalismo mostrado por las autoridades ucranianas, reproducido sin necesidad de verificación alguna por la prensa nacional e internacional afín, Ucrania continúa sin conseguir avances territoriales que presentar como éxito.

El esperado mes de agosto avanza y la prometida ofensiva sobre Jerson, donde hace semanas The Times preveía para Rusia una “derrota humillante”, sigue sin producirse. Ayer, las autoridades militares ucranianas admitían que, temporalmente, las tropas rusas habían avanzado sobre Blagodatnoe, en la región de Nikolaev. El gran avance ucraniano se ha convertido en una nueva guerra de trincheras en la que las bajas se acumulan y los avances son escasos. Ante la evidente falta de éxito, el más vocal de los asesores de la Oficina del Presidente, Mijailo Podoliak, alegaba recientemente que la idea de la ofensiva de Jerson no era más que una operación de guerra psicológica, una forma de mantener en tensión a las tropas rusas y de obligar a las autoridades militares a desviar parte de sus efectivos de Donbass hacia el frente sur. Durante unos días, los medios ucranianos daban a entender que la ofensiva se produciría en la región de Járkov, un sinsentido ya que, en términos territoriales, el área ocupada por las tropas rusas es limitada y sus posibilidades de avanzar sobre la capital, escasas en las condiciones actuales.

La actuación de Ucrania en las últimas semanas, que comenzó con el uso intensivo de la artillería de largo alcance para tratar de destruir depósitos de armas y munición de las tropas rusas, apunta a una estrategia de tensionar todo el frente y, con el notable aumento del uso de drones, a un cierto reconocimiento de combate con un triple objetivo: conseguir información y probar las defensas, especialmente las defensas aéreas; infligir daños en las fuerzas rusas y obtener éxitos mediáticos con los que justificar la táctica actual.

Dos son los puntos del frente que Ucrania ha utilizado políticamente en los últimos días. El primero es el frente Energodar-Nikopol, concretamente la central nuclear de Zaporozhie, bajo control ruso, pero que, operada por la empresa estatal ucraniana, Energodar, sigue suministrando electricidad a Ucrania. En este tiempo, han sido constantes los rumores sobre la posible intención rusa de desconectar la planta del sistema eléctrico ucraniano, lo que causaría importantes daños al sector energético de Ucrania, que difícilmente podría contrarrestar a corto plazo. La fecha del 1 de septiembre ha sido repetidamente presentada como el momento en el que Rusia tendría intención de privar a Ucrania de esos recursos.

Esa preocupación ha supuesto la necesidad de devolver la cuestión de la central nuclear a la actualidad política, algo que Ucrania ha conseguido a base de acusar a Rusia de bombardear la planta nuclear que controla desde el 4 de marzo. Sin necesidad de más pruebas que las alegaciones ucranianas, tanto la prensa como los socios extranjeros de Ucrania han dado por buenas las acusaciones de auto bombardeos rusos, exigen a Rusia el abandono de la zona y aumentan la tensión advirtiendo de la posibilidad de un accidente nuclear. De construcción moderna, el reactor, parte más peligrosa de toda central nuclear, está preparado para soportar incluso el impacto de un avión. Y aunque existen elementos más vulnerables, por lo que no puede descartarse una catástrofe en caso de escalada bélica, el aumento de tensión no se debe a un peligro inminente sino a una necesidad política.

El segundo punto que Ucrania ha querido explotar para su propaganda en este momento de escasos éxitos reales que presentar ante el Día de la Independencia es Crimea. Tras el sabotaje de la base militar de Saki, donde Rusia sufrió daños importantes aunque de ninguna manera decisivos -unas pérdidas que, en cualquier caso, no son comparables con la pérdida del buque Moskva, hundido por un misil ucraniano en las primeras semanas de la intervención rusa-, Ucrania ha aumentado su actividad en la península. En las últimas horas, las defensas aéreas de diversas zonas de la península -Kerch, Evpatoria, Sebastopol- han derribado vehículos no tripulados ucranianos, mientras que un artefacto sí explotó, sin causar grandes daños, en Sebastopol. Con una imagen de una explosión en la región de Jerson hace varias semanas, las redes sociales ucranianas alegaron también que Ucrania había conseguido atacar un aeródromo que ni siquiera existe en la localidad de Bajchisrai. El objetivo de los ataques es doble: Ucrania no solo busca victorias mediáticas con las que alegar su fuerza y la debilidad de Rusia -relativa teniendo en cuenta los daños- sino minar el final de la temporada de turismo en la península. El objetivo de Ucrania es crear caos, afirmaba la semana pasada en una entrevista Mijailo Podoliak, verbalizando una táctica evidente en el campo de batalla. Ucrania, que en los últimos ocho años ha cortado el suministro eléctrico causando un apagón que duró varios días y que durante años ha bloqueado el suministro de agua, arruinando la agricultura de la península, no solo aspira a atemorizar a la población, sino destruir el turismo, una de las fuentes más importantes de ingresos de Crimea.

Aunque las fechas especiales no han sido, desde el inicio de la intervención rusa, un factor decisivo -Rusia no intentó acelerar el ritmo en Donbass para poder presentar un éxito el 9 de mayo como afirmaban la prensa ucraniana y la occidental-, Zelensky advirtió ayer que Moscú podría preparar “algo especialmente cruel” para el Día de la Independencia de Ucrania. Zelensky prepara así el terreno mediático para utilizar cualquier ataque importante que se produzca esta semana como una muestra de desprecio ruso al pueblo ucraniano, un argumento más para exigir a sus aliados más financiación, más armas, más sanciones contra Rusia. Es probable que a las exigencias habituales se añada una más: prohibir la emisión de visados turísticos de la zona Schengen a todo ciudadano ruso, un paso más en la barrera que Ucrania y algunos de sus aliados quieren construir entre la Unión Europea y Rusia.

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