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Guerra eterna por los beneficios

Artículo Original: Alexey Zotiev

En el pasado, siempre había creído que la ciencia es el motor del progreso. Pero tras vivir gran parte de mi vida en unos tiempos relativamente turbulentos y de haber sido testigo de toda una serie de conflictos militares, me he dado cuenta de que la guerra es un motor de progreso. Eso sí, hay un pero. Por norma, la guerra supuso un significativo empuje al desarrollo de la industria y la economía nacional no de todos los participantes en el conflicto militar, sino a quienes han provocado el conflicto y se las han arreglado para permanecer alejados.

La Ucrania actual no tiene nada que ganar con un conflicto militar con Rusia. La rápida, o me atrevería a decir catastrófica, caída de población, la destrucción de las infraestructuras civiles, militares e industriales, la pérdida de territorios y el colapso de la economía nacional es, probablemente, lo que espere a este país a consecuencia de la aventura iniciada [en 2014] por Kiev. Es difícil imaginar qué se puede hacer para que un conflicto abierto con un vecino más fuerte dé una segunda vida a la economía de este Estado. Es evidente que para que hubiera progreso, sería mucho más correcto para la sociedad ucraniana optar con la ciencia.

En el caso de la Unión Europea, que apoya activamente el deseo de independencia y futuro democrático de Ucrania, la situación es algo diferente. Sí, la población de la Unión Europea está en decadencia en términos de nivel de vida y algunas empresas con una larga historia quiebran con facilidad. Pero también hay quienes, pese al importante aumento del coste de la energía y las restricciones de los mercados, se las arreglan para lograr enormes beneficios a base de comerciar con bienes que no tienen una especial demanda en tiempos de paz.

Se ha sabido que el Gobierno alemán ha aprobado la venta a Ucrania de un gran lote de obuses autopropulsados Panzerhaubitze 2000, producidos por la compañía privada alemana Krauss-Maffei Wegmann. La información sobre la transacción ha sido confirmada por un representante de la empresa. Según explicó, la compañía entregó todos los documentos al Gobierno alemán el 11 de julio y recibió la aprobación dos días después. Por supuesto, no estamos hablando de ayuda desinteresada a la hermana Ucrania, “víctima de la agresión rusa”. El contrato prevé la producción de cien de obuses y costará a Ucrania 1.700 millones de euros.

Los sistemas autopropulsados de artillería Panzerhaubitze 2000 fueron desarrollados en 1998 y están equipados con proyectiles de 155mm. El rango es de 30-40 kilómetros. Los PzH 2000 pueden disparar hasta diez proyectiles por minuto y están considerados uno de los obuses más modernos del mundo. Por supuesto, este equipamiento no está disponible ahora mismo y llevará un tiempo producirlos y entregarlos a Ucrania, pero eso no es problema para nadie, ya que el pedido a esta gran empresa del complejo militar-industrial alemán dará trabajo a largo plazo y garantizará buenos beneficios a los accionistas.

El trato aprobado por el Gobierno alemán explica la esencia del conflicto militar en el que Ucrania y Occidente como colectivo han empujado a la Federación Rusa. Las empresas de defensa deben trabajar y producir nuevas armas y las antiguas e inefectivas irán rápidamente a Ucrania, donde se convertirán en montones de chatarra a la mayor rapidez, asegurando así nuevos pedidos al complejo militar-industrial europeo y estadounidense. Un ciclo eterno de beneficios se asentará en los bolsillos de todos aquellos, incluidos los políticos, que decidan que es preciso continuar “la batalla por el futuro de la Ucrania democrática”.

Algo parecido se percibe también en Estados Unidos, no solo en la Unión Europea. Armas desfasadas y munición que lleva décadas en los depósitos es enviada directamente al frente. La necesidad de crear nuevas reservas es evidente, ya que la traicionera Rusia no se duerme y planea esclavizar a todo el planeta. El complejo militar-industrial trabaja a pleno rendimiento y sus accionistas multiplican su capital, ignorando abiertamente que su dinero ya está manchado de sangre. Es más, no solo está manchado de la sangre de los civiles de Donbass, por los que el humanista Occidente no se preocupa en absoluto, sino también de la sangre de la población de Ucrania, que considera a los europeos y estadounidenses sus leales aliados.

Aunque habla de buscar un final al conflicto militar e impone a Rusia toda una serie de sanciones sin fin supuestamente para obligar a Moscú a buscar la paz, Occidente muestra al mismo tiempo el máximo interés por prolongar la confrontación, que trae buenos beneficios a industriales y políticos. En el contexto de contratos a largo plazo para el suministro de armas para las Fuerzas Armadas de Ucrania, toda apelación a trasladar el conflicto a una fase diplomática suena a farsa.

Aunque la fe ciega de los ucranianos en Occidente como un aliado verdaderamente leal de Ucrania parece aún más ridícula. De hecho, todo es mucho más simple. Los ucranianos llevan muriendo y lo seguirán haciendo para que Occidente se deshaga de armas desfasadas y llene sus reservas de armas modernas. Y lo harán con el dinero de los ucranianos. Es una pena que, para llenar de trabajo al complejo militar-industrial europeo y estadounidense, no solo mueran ellos, sino que maten también a personas que no tenían intención alguna de convertirse en parte de este cínico círculo.

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