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Ofensivas, amenazas y más guerra

A principios de junio, cuando se iniciaba el reapertura de algunos colegios en la ciudad de Mariupol y se anunciaba la extensión del curso escolar -en parte para ofrecer algo de normalidad y retorno a la vida civil en una situación prácticamente apocalíptica, pero también para garantizar evitar que aquellos estudiantes en último curso perdieran la oportunidad de continuar con la educación superior-, la primera reacción de Ucrania fue la condena. Lo mismo ocurrió en otras zonas ahora bajo control ruso, como es el caso de Jerson, la región que menos ha sufrido la dureza de la guerra y donde Rusia pretende presentar la normalidad como argumento para convencer a la población de que su presencia ahí no es ni amenazante ni temporal.

En aquel momento, Irina Vereschuk, viceprimera ministra y ministra para los “territorios temporalmente ocupados”, apeló a los progenitores de los niños para exigirles que no lleven a sus hijos e hijas al colegio. No lleven a los niños a estudiar en las instituciones educativas de la ocupación. Mudaos a territorios controlados. Los niños se lo agradecerán más adelante”, afirmó entonces. La apelación se debía al cambio de modelo educativo, la eliminación del contenido nacionalista ucraniano en favor de la visión rusa del mundo y también al idioma ruso, que Ucrania lleva años tratando de eliminar del sistema educativo.

Pero había un matiz añadido, que explica por qué Ucrania no ha realizado llamamientos similares en los últimos ocho años a las familias de Crimea, la RPD y la RPL. “Seamos sinceros: no habrá vida normal en los territorios temporalmente ocupados hasta la reunificación con Ucrania. Además de toda una serie de problemas legales, hay otro más: Ucrania luchará por sus tierras, así que los territorios temporalmente ocupados pueden ser una zona de guerra. Aquí tenemos que ser sinceros unos con otros”, añadió la viceministra dando por hecho que Ucrania llevará la guerra a esta región que, hasta ahora, había evitado la destrucción masiva y en la que se había reanudado la vida civil y la actividad económica.

Ahora, pasado un mes y una ofensiva que no ha dado grandes éxitos en la región, Vereschuk vuelve a apelar a la población de Jerson. Mejor armado con la llegada de artillería pesada de sus socios occidentales y dirigido por la inteligencia militar extranjera, que en tiempo real proporciona los objetivos (entre ellos los centros de decisión de las Repúblicas Populares y depósitos de munición en diferentes zonas del frente), el Ejército Ucraniano se encuentra en posición de lanzar una ofensiva. Eso es, al menos, lo que las autoridades políticas están tratando de hacer ver.

Este fin de semana, mientras Arestovich se jactaba de los ataques contra objetivos en la región de Jerson (olvidando que eran objetivos civiles y no militares), Vereschuk llamaba a la población a evacuar la zona a la mayor brevedad. “Es necesario para que las Fuerzas Armadas de Ucrania no pongan en peligro a la población durante las acciones ofensivas”, afirmó. Para hacer ver la urgencia de la situación, el vicegobernador de la región añadió que la evacuación debía hacerse en cualquier dirección posible, incluso a través de Crimea.

Estas declaraciones coinciden con las manifestaciones del ministro de Defensa de Ucrania, Oleskiy Reznikov, que en una entrevista concedida a The Times se refirió a la “coalición anti-Kremlin” que se ha formado y habló del ejército de un millón de efectivos con el que Ucrania recuperará, por la vía militar, los territorios perdidos. Reznikov añadió que el presidente Zelensky ha dado ya la orden de crear los planes necesarios para recuperar las zonas costeras, es decir, las regiones de Jerson y el sur de Zaporozhie. Sus declaraciones coinciden con lo planteado hace semanas por el presidente ucraniano, que se refirió al plan de recuperar por la vía militar los territorios perdidos desde el 24 de febrero para, posteriormente, comenzar a negociar con Rusia el retorno de los perdidos desde 2014.

Horas antes, Reznikov había planteado los tres escenarios posible de resolución del conflicto, todos ellos favorables a Ucrania, el más optimista de los cuales supondría la práctica disolución de Rusia con la independencia de todo tipo de regiones en las que actualmente no hay separatismo alguno. Las palabras de Reznikov no siempre se corresponden con la realidad y responden más a sus deseos. En este caso, ni siquiera han sido confirmadas por el presidente Zelensky, que en una aparición mediática afirmó no haber leído las palabras del ministro y rechazó anunciar planes ofensivos.

Como Ucrania lleva meses anunciando, esos planes de ofensiva existen y son más factibles a medida que Kiev recibe armamento pesado de sus socios, sus soldados son entrenados en el extranjero (así lo afirma la prensa británica) y se acumulan reservas a medida que se pierden territorios en Donbass. Desde que comenzó la intervención rusa, Kiev ha dejado claro que recuperar Jerson prima sobre recuperar Donbass, destruido y con una población que Ucrania ha considerado desde 2014 sospechosa de deslealtad. Jerson es también un eslabón mucho más débil para Rusia, que a pesar de haber reforzado su presencia, no cuenta con un gran contingente en la zona.

La región es también la zona más alejada de un frente que cubre cientos de kilómetros y donde la información es escasa. Sin embargo, es evidente que, por el momento, no hay una ofensiva a gran escala de Ucrania en esa zona. En los últimos días, ha aumentado la agresividad ucraniana con el uso masivo de misiles Tochka-U sobre objetivos de ciudades como Jerson, Novaya Kajovka o Melitopol. Sin embargo, las declaraciones de las autoridades ucranianas buscan también objetivos no militares. Es importante para Ucrania impedir la consolidación de la situación en términos sociales como militares, de ahí la necesidad de causar el pánico entre la población con el anuncio de una ofensiva que puede ser inminente o no. Pese a que Rusia no cuenta con una cifra excesiva de tropas, lo mismo puede decirse de Ucrania y la docena de HIMARS de los que dispone el Ejército Ucraniano le dan una mucho mayor capacidad destructiva, pero no van a ser capaces por sí mismos de capturas las ciudades bajo control ruso, al menos en sus cifras actuales. Sin embargo, el material obtenido por Kiev sí es suficiente para probar las defensas aéreas de Rusia, tratar de abrumarlas en busca de crear más daños a las tropas rusas.

Las palabras de Reznikov no son solo un mensaje al Ejército Ruso, que deberá adaptar sus medios y su estrategia a la nueva situación de mayor fortaleza y mejor equipamiento de Ucrania en el frente, sino también a sus aliados. Ese millón de efectivos dispuesto a atacar y derrotar a Rusia en el frente precisan de armas. De ahí que las manifestaciones de los últimos días de las autoridades políticas ucranianas busquen nuevamente un aumento del suministro de ciertas armas occidentales, especialmente los HIMARS. Ucrania ya ha probado su efectividad en el frente, afirmaba la semana pasada Mijailo Podoliak, por lo que merece un número más elevado de estos sistemas capaces de disparar a objetivos a una distancia de hasta 300 kilómetros.

En cada ocasión que Ucrania anuncia una inminente ofensiva -es cierto que, en esta ocasión, el anuncio es más serio y se ha acompañado de palabras que, camufladas en una preocupación por la población que Ucrania no ha mostrado en ocho años, buscan causar el pánico-, Kiev da por hecho su éxito. Esta futura ofensiva no ha sido una excepción. Ucrania pretende recuperar por la vía militar una región que pudo recuperar por la vía diplomática el pasado marzo, eso sí, a costa de aceptar la pérdida de Crimea y al menos una parte de Donbass. Miles de personas han muerto desde entonces y ciudades enteras han quedado destruidas en una guerra que Ucrania aspira ahora a llevar a Jerson, Novaya Kajovka o Melitopol. En cualquier caso, Ucrania ha decidido ya que esa es la voluntad de la población. Tras el ataque de ayer contra Novaya Kajovka -Ucrania afirma haber destruido depósitos de munición, mientras que las actuales autoridades de Jerson afirman que se trataba de un depósito de nitrato-, un representante de las autoridades ucranianas de Jerson afirmó que, pese a que las explosiones han destruido las ventanas de la población, esta «está contenta, porque sabe que el Ejército Ucraniano está cerca».

Necesitada de un éxito que le garantice el apoyo de sus socios, especialmente el de los países de la Unión Europea, más reticentes que Estados Unidos y Reino Unido a creer en una victoria militar ucraniana. En busca de más armas, Ucrania ofrece más guerra. En esa lucha, Ucrania aspira a diferentes victorias. La más preciada sería la militar, pero conseguir que Rusia tenga que desviar parte de su tropas de Donbass a Jerson o causar pánico entre la población civil de los territorios controlados por Rusia serían ya premios que Kiev no dudaría en explotar para su propaganda.

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