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Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, LPR, Rusia, Ucrania

En Lisichansk

Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda

“Así que este es el resultado del trabajo del Tulipán”, pensé al examinar el estado del puente que conectaba Severodonetsk con Lisichansk, destruido hasta sus cimientos. Hace poco más de un mes, filmé en Rubezhnoe cómo la artillería autopropulsada de 240mm del ejército de la RPL golpeaba en alguna parte en dirección a Lisichansk, cortando el camino de la retirada de la guarnición enemiga en Severodonetsk. Con el calor, el río es poco profundo y algunas unidades ucranianas pudieron cruzar al otro lado, aunque sin equipamiento. Tampoco pudieron resistir al avance de las tropas en Lisichansk aunque hubieran preparado seriamente la defensa. Resulta que se habían preparado para otra cosa.

La noticia de la completa liberación de la República Popular de Lugansk me pilló de camino a Lugansk desde Belgorod. Volvía de vacaciones a través de los territorios liberados, en los que ya se recibe sin problemas la señal del operador telefónico republicano, las tiendas y oficinas administrativas están abiertas e incluso hay algún atasco cerca de la capital. Un trabajador vestido con su brillante chaleco verde dirigía el tráfico en una zona de reparación de la carretera: los especialistas de la construcción llegados de Rusia eliminan sin piedad los rastros de los ocho años de guerra.

Los trenes con equipamiento avanzaban por las vías hacia el oeste. Es una gran ayuda logística. La artillería avanzaba por las carreteras siguiendo la retirada de las tropas de Kiev. Es la artillería la que, en condiciones de igualdad de recursos humanos, decide el resultado de la confrontación. Pero no solo ella. El Ejército Ucraniano se estaba preparando para ser atacado frontalmente.

Así lo muestran las fortificaciones que habían erigido en la ciudad. Hay toda una red de trincheras que se convierten en refugios de cemento, a la entrada de Lisichansk. La ciudad está en una colina y esa es otra ventaja para los defensores. Se sigue pudiendo encontrar campos de minas, hay calles enteras cubiertas de estos pétalos antipersona. Y en la zona industrial hay búnkeres, aunque inferiores a las mazmorras de Azovstal: una entrada poco ambiciosa hacia el sótano en la parte boscosa cercana a la fábrica, una cadena de pasajes subterráneos en los que se respira fría y penetrante humedad.

“De no ser por la población local, jamás habríamos encontrado este búnker”, admite Leshin, comandante de la Cuarta Brigada Motorizada de la RPL. “Solo hemos contado 120 camas. Hay otras dos posiciones similares en un hotel cercano y en un taller. También había posiciones de los paracaidistas del Ejército Ucraniano delante de la planta. Se han encontrado listas de oficiales en la base destruida. Cuando huían, tiraron los cascos y chalecos. Cuando llegamos, ya no estaban allí. Se retiraron de la ciudad, se reagruparon e intentaron retirarse en columnas. No todos lo consiguieron. En la salida de un convoy de cincuenta vehículos, perdieron hasta veinte unidades y 300 efectivos. Pero eso es solo una columna. Puede haber más”.

“¿Dónde fueron?”

“Hacia el distrito de Seversk. Se han atrincherado ahí, la ciudad está bien fortificada, pero eso no nos va a detener”.

Por los oscuros corredores salimos a un gran cuartel subterráneo del tamaño de alrededor de medio campo de fútbol. Todo el espacio que se puede ver con la luz de nuestras linternas está lleno de literas y de restos de paquetes de comida. Los residentes claramente no se preocuparon de la higiene, los contenedores de basura están justo al lado de las mesas para comer.

“Lisichansk también estaba bien preparada para la defensa”, recuerdo.

“Han tenido tiempo para ello. Pero nuestra artillería prácticamente no trabajó en la ciudad, únicamente se atacó los objetivos donde se había identificado al enemigo. Es poco realista pretender identificar lugares como este desde el cielo. Aquí es donde se escondieron”.

“¿Por qué no se resistieron?”

“Creo que por la experiencia de Severodonetsk y Mariupol. Era posible atrincherarse y defenderse un mes o dos, pero a qué coste. ¿Cuántas bajas habrían tenido? Al fin y al cabo, Mariupol y Severodonetsk nos han enseñado mucho también a nosotros. No hemos ido de frente. Hemos avanzado en pequeños grupos y desde diferentes direcciones, asegurando el terreno por las tardes, esperando a la noche y avanzando otra vez por la mañana, identificando al enemigo, golpeando con artillería y armas ligeras. Tienen miedo. Su moral está a cero. Un residente me dijo que a las cinco de la mañana un paracaidista des las Fuerzas Armadas de Ucrania le quitó la ropa a una mujer de 63 años y se la puso, se subió en la bici y huyó. Si los paracaidistas están así, qué se puede decir de la infantería”.

Es cierto, pero hay un detalle que seguramente se incluirá en la historia. No es ningún accidente eso que se dice: en la guerra, lo más importante son las maniobras. Y las fuerzas aliadas fueron capaces de maniobrar de una forma que Kiev no esperaba. En poco tiempo, las unidades del Distrito Militar Central bajo el comando del coronel general Alexander Lapin fueron trasladadas a Lisichansk sin ser detectadas por la inteligencia enemiga. Ayudaron a las tropas de Lugansk a prácticamente sitiar la ciudad, expulsar al Ejército Ucraniano de las localidades cercanas y limpiar la zona verde. Aun así, la primera entrada a Lisichansk se dejó en manos de las tropas de Lugansk. Fue algo simbólico. Así que Leshin fue uno de los primeros en entrar en la ciudad con sus soldados.

“¿Cómo os recibió la población local?”

“Bueno, ¿si digo que los ucranianos secuestraron a mujeres y las soltaron dos días después en un terrible estado? Nos recibieron con una sincera bienvenida. Llegamos por la noche. Al amanecer, vimos a unos 400 residentes locales en el mercado. Se habían reunido allí en busca de agua o ayuda humanitaria. Envié un equipo de reconocimiento y quedó inmediatamente claro que éramos bienvenidos. Nos abrazaron, nos besaron y no nos dejaron salir del mercado en seis horas”.

Visitamos la ciudad junto al comandante de batallón. Entiendo que la metáfora “no ha quedado una sola piedra en su sitio en Lisichansk” es una vergonzosa hipérbole explotada por la propaganda ucraniana. Sí, hay una zona de edificios altos que ha sufrido serios daños en la batalla. Pero hay zonas así en Donetsk, que han sido bombardeadas mucho más duramente durante ocho años. Por cierto, cuando en las conversaciones con la población civil y se les pregunta quién disparó, no tienen dudas. Pero, al margen de todo, Rusia reconstruirá todo, da igual desde dónde se dispararan los proyectiles.

Nos detenemos en un edificio de cinco pisos al que los soldados han traído una modesta ayuda humanitaria de su propia despensa: cereales, harina, pasta. Una de las mujeres nos invita al sótano para ver cómo han vivido estos meses. Los militares ucranianos les obligaron a esconderse allí y solo han salido con la llegada de las tropas rusas. La mujer nos dirige a lo largo de un pasillo oscuro y húmedo con una linterna que apenas ilumina un pequeño espacio frente a ella.

“Aquí están las camas, las hicimos con puertas. Cocinábamos al fuego. Llevamos cuatro meses aquí, os estábamos esperando”.

“¿Os llevabais bien con los defensores ucranianos?”

“Últimamente habían perdido las formas, estaban borrachos, se portaban mal. Molestaban a las chicas, querían llevarnos a la fuerza a territorio ucraniano”.

“¿No eran de aquí?”

“No, del oeste”, dicen las mujeres al unísono. “Incluso hablando era evidente, hablan de la forma occidental”.

No hay lugar en el que se manifieste más claramente la división entre este y oeste que aquí, en un sótano medio a oscuras. Esas personas que vinieron de las regiones de Ternopil y Lviv nunca consideraron a estas personas como de los suyos. Y cuando se dio la oportunidad de imponer sus complejos nacionalistas sobre una población indefensa, se aprovecharon de ella con tal entusiasmo que los residentes locales no tienen que explicar de quiénes han sido liberados. En la calle, los residentes de un edificio no dejan que los voluntarios se marchen: “Hemos estado esperándoos durante mucho tiempo. 129 días. Rezaremos por vosotros”.

“Esta parte del edificio mira hacia una zona en la que no había tropas rusas hace tres días”, explica un soldado junto a un edificio de cinco pisos. “Y el proyectil cayó hacia el este. Al fondo hay otro proyectil, también desde ese lado. En algún momento, lo bombardearon ellos”.

“Este es nuestro piso. Un proyectil impactó el 24 de abril a las tres y media de la tarde. Era un piso de cuatro habitaciones, ahora es de una habitación”, sonríe con tristeza una mujer. La onda expansiva hizo explotar las paredes del interior y el cómodo piso se convirtió, en un solo instante, en una montaña de cemento mezclaron con los recuerdos que ahora están fuera de lugar en forma de restos de álbum de fotos familiar.

“Era Pascua, salimos del sótano por la tarde, preparamos okroshka con los niños, comimos aquí y llevé a mi hermano al refugio. Entonces explotó. Bueno, aún nos queda la casa de mis padres. Al menos tenemos vivienda”.

Recuerdo la extraña pasión del Ejército Ucraniano por las sangrientas provocaciones en fiestas religiosas. La primera sangre de esta guerra se derramó hace ocho años en Pascua, fue en Bilbasovka, cerca de Slavyansk. Militantes del Praviy Sektor atacaron a un piquete de residentes locales y asesinaron a tres de ellos, que estaban armados con simples palos. Ahora, las tropas ucranianas se retiran hacia la misma Slavyansk, construyendo allí su línea de defensa a capas. El nuevo frente ya atraviesa la parte bajo control ucraniano de la República Popular de Donetsk: desde Seversk hacia Bajmut. Arestovich, el asesor de Zelensky conocido por sus grandes predicciones, afirmó que Lisichansk será la última ciudad que ocuparán los rusos. A veces es mejor guardar silencio.

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