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Donbass, Donetsk, DPR, Mariupol, Ucrania

Entre Donetsk y Mariupol

Artículo Original: Denis Grigoriuk

Actualmente, la ciudad de Mariupol es una enorme obra. En prácticamente todos los distritos de la ciudad se están realizando trabajos de reconstrucción: los edificios “negros” están desapareciendo, cerca de ellos se construyen nuevos edificios de apartamentos, se colocan tuberías por los patios, los edificios residenciales que no han sufrido tantos daños son restaurados, se colocan tejados y ventanas y se instalan comunicaciones. Bloques enteros de pisos se construyen en solares vacíos o en lugares en los que hasta ahora había jruschovkas destruidas. Ante nuestros ojos, operarios colocaban bloques de lo que en el futuro serán edificios residenciales, una imagen que me hizo pensar.

En los espacios entre los edificios, se están instalando también todo tipo de infraestructuras. Incluso en las afueras de la ciudad se realizan trabajos de reconstrucción. De camino, encontramos a gran cantidad de operarios asfaltando el pavimento incluso bajo la niebla. La situación es la misma dentro de la ciudad, donde solía ser extremadamente difícil circular y era necesario esquivar restos de proyectiles. Está claro que Mariupol está muy lejos de estar recuperada. Hará falta mucho tiempo para construir viviendas para la población local y edificios para las instituciones locales, pero el proceso está en una fase activa y a juzgar por lo que puede verse, no se prevé que pare.

Hay viviendas en Mariupol que disponen de luz, agua, gas y calefacción, aunque no se puede decir que toda la ciudad tenga esa imagen. La situación varía edificio por edificio. Viviendas que están comunicadas entre ellas pueden tener diferencias. En algunas zonas puede no haber calefacción, otras no tienen suficiente presión en las tuberías para que el agua ascienda a los pisos superiores en otros pisos aún no hay electricidad.

El proceso de reconstrucción comenzó en un momento en el que ni siquiera toda la ciudad había sido liberada. En primavera, cuando la lucha por la ciudad aún continuaba, el equipamiento destruido y los vehículos y autobuses quemados que Azov utilizaba como barricadas empezaron a desaparecer de las zonas liberadas de Mariupol. Ya entonces estaba claro que el proceso de reconstrucción comenzaría pronto. Mucho más adelante, comenzaron a desaparecer las tumbas que había prácticamente en cada patio residencial.

Recuerdo circular por el centro de Mariupol y ver a una familia en un callejón. Un niño tenía de la mano a una niña pequeña mientras un hombre cavaba una tumba con las manos. Había un cuerpo tapado con una manta. La niña lloraba desconsolada y el niño estaba ahí completamente en calma, como si no se diera cuenta de que se estaba celebrando un funeral ante sus ojos, en la misma calle en la que vivía la familia.

En aquel momento, había historias mucho peores en las que los muertos no podían siquiera ser enterrados a causa de los combates. En uno de los patios que visitamos junto a los diputados Alexey Yigulin y Vladislav Berdichevsky para distribuir ayuda humanitaria y sacar de la zona de guerra a quienes quisieran marcharse, el cuerpo de una mujer sin manos yacía entre los dos edificios. Los vecinos no podían enterrarla, ya que había disparos a través de ese espacio y las balas zumbaban entre las dos viviendas destruidas. Así que el cuerpo ni siquiera podía ser recuperado. Yació sin vida en medio del patio hasta que la batalla avanzó. Por cierto, en aquel momento, nadie quiso abandonar su casa pese a que había incluso familias con menores.

Las autoridades de la República anunciaron en primavera que todos los cuerpos de los caídos en Mariupol serían enterrados de nuevo. A mediados de diciembre, por primera vez desde abril, acudí al cementerio Starokrimskoe. En primavera, llegábamos a la ciudad por la carretera que pasaba junto al cementerio. Desde la carretera, se atisbaba alguna tumba. Desde entonces, el cementerio ha crecido notablemente con tumbas recién cavadas. En algunas cruces hay números en lugar de nombres y algunas indican la fecha de la muerte solo con el año. En algunas cruces, noté que algunas personas habían fallecido después del final de la batalla. Supuse que se había escrito la fecha del entierro en lugar de la fecha de la muerte, ya que es muy difícil determinar cuándo murió la persona. No es difícil encontrar tumbas de menores. Llaman la atención rápidamente porque sus cruces están rodeadas de peluches.

Recordé a esas familias que se negaron a abandonar la zona de guerra y prefirieron permanecer en los sótanos de Mariupol con sus hijos. Todos tenían buenas razones para hacerlo. Entre ellas estaban el no tener familiares o amigos en otras ciudades, no poder abandonar la zona de guerra a causa de enfermedades o simplemente no querer abandonar sus casas. Era común que los saqueadores asediaran viviendas, ese tipo de historias son comunes cerca de las líneas del frente. Las personas se aferran a sus viviendas hasta el final, incluso a pesar de los destrozos o de la posibilidad de morir en cualquier momento y acabar sepultados por las ruinas de sus jruschovkas.

Es difícil abandonar tu casa. Cualquier detalle que no tiene ningún significado especial para un extraño es una parte de su alma para el dueño. Hay memorias que se asocian a objetos que posiblemente no sean caros en el sentido material. La vida humana son esas pequeñas cosas. Abandonarlas no solo sería abandonar el pasado, sino traicionarse a uno mismo y a quienes murieron, porque esas personas siguen existiendo por las fotografías y otros objetos que recuerdan a quienes ya no están.

Comprendo esas sensaciones, ya que vivo en una ciudad a diario bombardeada en ataques que destruyen viviendas de civiles. Ha visto pisos ardiendo y plantas enteras voladas por los aires por los proyectiles. Así que en mi mente está siempre la posibilidad de que un proyectil ucraniano pueda llegar a mí, destruyendo ante mis ojos todo aquello a lo que tengo apego.

En el camino entre Mariupol y Donetsk, bombardeado por las tropas ucranianas, ojeando fotografías, intenté procesar lo que había visto. El proceso de construcción de nuevas viviendas en Mariupol me hizo pensar en que, en cuanto el ejército ucraniano sea alejado a una distancia suficiente de Donetsk, también allí empezará la reconstrucción de la ciudad. Si en tiempos de los acuerdos de Minsk no estaba claro quién repararía las viviendas destruidas, quién reconstruiría ni con qué fondos, ya que la República no disponía de los recursos para hacerlo, ahora eso es algo más sencillo.

Pero tampoco podía quitarme de la cabeza la imagen del cementerio Starokrinskoe, donde yacen cientos de residentes de Mariupol. Me vino a la cabeza algo banal: la vivienda puede reconstruirse, se pueden construir nuevos barrios, edificios administrativos, parques, plazas o centros comerciales. La ciudad tendrá una imagen renovada e incluso mejorada, pero nadie volverá de las tumbas.

Era precisamente para salvar a las personas de una muerte inminente por lo que periodistas, voluntarios, trabajadores humanitarios o cualquiera que podía ayudaba a las personas a salir de Mariupol, envuelta en las batallas urbanas, para ir a Donetsk, que en aquel omento era una zona mucho más segura. En aquel momento, pensábamos que estábamos sacando del infierno a esas personas, que el infierno ya se había acabado para ellas, pero en realidad solo les esperaban otros problemas. ¿Quiere eso decir que no mereció la pena? En absoluto. En aquel momento, era necesario rescatar a esas personas, como hicieron todos los que pudieron. Así, cada civil que tuvo la oportunidad pudo decidir por sí mismo si tomarla o no. Cada persona tenía muchos motivos para tomar una decisión o la contraria.

Es muy difícil decidir con seguridad qué hacer. No hay una decisión correcta o incorrecta. Cada persona es responsable de sí misma, pero también de quienes dependen de la persona que toma la decisión. En todos los casos, la vida humana es mucho más valiosa que cualquier bien material. Y si hay una oportunidad de ayudar, merece la pena hacerlo, cueste lo que cueste.

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